domingo, 23 de octubre de 2011

106) RÍOS DE TINTA






La Historia, como ciencia social, trata de reconstruir la realidad pasada mediante los datos que de la misma perviven en el presente. Esos datos del pasado se encuentran en las diferentes, y muy variadas, fuentes historiográficas, entre las que siempre han destacado las fuentes escritas. No en balde, tradicionalmente, se llama también Historia al periodo que transcurre desde la aparición de los primeros documentos escritos (hace algo más de 5.000 años) hasta nuestros días, diferenciándolo así de la Prehistoria que, según la definición clásica, sería el periodo de tiempo anterior a la aparición de la escritura. 

Evidentemente, esta definición tradicional resulta excesivamente simplista, habiéndose generado entorno a esta cuestión intensos debates y controversias entre las diferentes escuelas y corrientes historiográficas, pero nos sirve como ejemplo ilustrativo del puesto de honor que las fuentes escritas han tenido y siguen teniendo en los estudios históricos.

Desde hace milenios, el ser humano ha tenido la necesidad de hacer perdurables ideas, pensamientos y experiencias de diferente índole, empleando para ello distintos materiales, tales como la piedra, la madera, el barro, el papiro o el pergamino… Pero, sin ninguna duda, el gran triunfador fue el papel, que los chinos fabricaban ya en el siglo II d. C., y que junto a la tinta ha acompañado los devenires de la humanidad hasta nuestros días.

Durante siglos, gracias al papel y la tinta, se han generado infinidad de documentos escritos en los que ha ido quedando constancia de diferentes actividades históricas y culturales. Estos documentos constituyen buena parte de la materia prima empleada por los historiadores para realizar sus investigaciones. Los encargados de recopilar, clasificar y custodiar los documentos son los archivos, de origen tan remoto como la escritura, ya que su existencia esta constatada ya en el Antiguo Egipto y Mesopotamia.

España, desde antiguo, cuenta con importantísimos archivos históricos, destacando ejemplos como el Archivo General de Simancas (primer archivo oficial de la Corona de Castilla, fundado en 1540) o el Archivo General de Sevilla (fundado en 1785 con la finalidad de recopilar la documentación de las diferentes colonias españolas). El siglo XIX supondría el empuje decisivo para la proliferación y consolidación de los archivos estatales, creándose cuerpos de funcionarios para este fin y poniéndose las bases de la archivística moderna.

La organización actual de los archivos españoles se formó a partir de la Constitución de 1978, repartiéndose las competencias entre el Estado y las diferentes Comunidades Autónomas. Es por ello que existe una doble legislación: por un lado, la legislación estatal de aplicación general, recogida en la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 (a la que hay que sumar una serie de decretos posteriores), y, por otra parte, las diferentes legislaciones autonómicas, siendo el Ministerio de Cultura, a través de la Subdirección General de los Archivos Estatales, el responsable de dirigir y coordinar todas las actuaciones orientadas a la custodia, conservación y difusión del rico Patrimonio Documental Español.

Existen también otros muchos archivos al margen del sistema archivístico estatal y de los sistemas archivísticos de las comunidades autónomas, como pueden ser los archivos del poder ejecutivo (Ministerios, Presidencia del Gobierno, Consejo de Estado), los del poder legislativo (Congreso y Senado), los del poder judicial (Audiencia Nacional, Tribunal Supremo, etc.), y los del Ejército. Por último, están los numerosos archivos privados, cuyo origen está en personas e instituciones no vinculadas a la Administración (archivos personales, nobiliarios, eclesiásticos, empresariales, etc.).

Los archivos históricos militares, imprescindibles para el estudio de la Guerra Civil, han tenido su propia trayectoria. Posiblemente, el antecedente más antiguo de archivo histórico militar que encontramos en España sea el Depósito de Guerra, creado en 1810 con el objetivo de recopilar la documentación militar generada durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). En 1847 este Depósito se dividió en dos secciones: una de geografía y topografía y otra, de historia y estadística militar, donde fue recogiéndose la documentación de las diferentes guerras y campañas españolas. Pero el Depósito de la Guerra, que con diferentes altibajos y reformas acabaría desarrollando una línea puramente historicista, sería suprimido en julio de 1931.

Habría que esperar al final de la Guerra Civil para volver a encontrar un archivo histórico militar, concretamente a junio de 1939, cuando el nuevo régimen franquista ordena el establecimiento de un Archivo Histórico de la Campaña, encargado de recoger y clasificar la documentación “propia y del enemigo” que pudiera servir para el estudio histórico de la contienda. Unos meses más tarde, en noviembre de ese mismo año, se creaba por orden ministerial el Servicio Histórico Militar, refundiendo el Archivo Histórico de Campaña con la documentación procedente del antiguo Depósito de la Guerra y de la Comisión Histórica de las Campañas de Marruecos. Debido a los problemas de espacio que la acumulación de documentos ingresados había provocado, en 1994 se creó, en el seno del Ejército de Tierra, un nuevo archivo histórico: el Archivo General Militar de Ávila, cuyo núcleo inicial se constituyó, precisamente, con el conjunto de documentos acumulados en el Servicio Histórico Militar sobre la Guerra Civil (1939-1936). En diciembre de 1998 el nuevo Reglamento de Archivos Militares cambió la denominación del Archivo Central del Servicio Histórico Militar, pasando a denominarse Archivo General Militar de Madrid (IHCM) con categoría de archivo nacional.

En la actualidad, el Ministerio de Defensa gestiona un total de 8 archivos históricos de carácter nacional: Archivos Generales Militares de Segovia, Madrid, Guadalajara y Ávila, Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Servicio Geográfico del Ejército, Archivo General de la Marina “Álvaro de Bazán”, Archivo del Museo Naval y Archivo Histórico del Ejército del Aire, a los que vendrá a sumarse próximamente el Archivo General e Histórico de la Defensa; y 17 archivos intermedios correspondientes a los de los tres respectivos Cuarteles Generales y a los de las antiguas circunscripciones territoriales de los Ejércitos. Al grupo de archivos históricos cabría añadir también, aunque no tengan carácter de archivos nacionales, los archivos históricos de los dos establecimientos científicos de la Armada: el Real Instituto y Observatorio de la Armada y el Instituto Hidrográfico de la Marina.

Como es fácil de imaginar, durante la Guerra Civil Española, tanto el Ejército Popular de la República como el Ejército Nacional, generaron una enorme cantidad de todo tipo de documentación escrita y gráfica: diarios de operaciones, informes, mapas, croquis, itinerarios, partes, órdenes, contraórdenes, estadillos… que en la actualidad se encuentra custodiada en los diferentes archivos históricos militares a los que hemos hecho alusión. Acudir a sus fondos supone una interesante experiencia que nos traslada a aquel pasado bélico. Pero, aunque la documentación militar suele ser muy precisa y está repleta de todo tipo de detalles, no debemos olvidar que siempre, de los diferentes hechos que del pasado intentamos estudiar, por muy abundantes que en ocasiones puedan ser las fuentes con las que contamos, sólo nos han llegado datos parciales e incompletos, siendo misión de los investigadores e investigadoras el intentar ir recomponiendo un enorme rompecabezas del que siempre faltarán piezas.

He tenido ocasión de pasar muchas horas consultando documentación militar de la Guerra Civil. Legajos y carpetas que contienen miles de folios escritos a mano y a maquina procedentes de los diferentes frentes y unidades militares. Es lo que queda de un continuo fluir de documentos que durante la contienda iban de los cuarteles generales a los puestos de mando de las diferentes unidades y viceversa. Vestigios de un constante tránsito de papel escrito entre los despachos de la retaguardia y las ruinas y chabolas de las trincheras de primera línea. Las guerras (al menos antes de la aparición de los soportes digitales) no se hacían solo con pólvora, sino también con abundante papel y tinta que posibilitasen la correcta comunicación entre los diferentes escalones que constituían los ejércitos. Gracias a todo ello,, y a la importante labor que realizan  los diferentes archivos históricos, hoy en día podemos acercarnos a aquel pasado e intentar reconstruir y saber interpretar parte del desarrollo bélico de la contienda española.

Algunas veces, cuando paseo por las viejas trincheras de la Guerra Civil, junto a restos de cartuchería, aparecen también tinteros. Viejos y, muchas veces, fragmentados recipientes de vidrio que en su día se emplearon para escribir todo tipo de documentos, desde partes e informes oficiales a cartas particulares, pasando por cartillas de ortografía para aprender  a escribir. Viejos documentos que han llegado hasta nuestros días gracias, en gran medida, a la valiosa labor que realizan los diferentes archivos históricos.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía 1: Fotocopia de documento manuscrito de la 8ª División del EPR (AGMA)
Fotografía 2: Fotocopia de documento manuscrito de la 20 División del EN (AGMA)
Fotografía 3: Algunos tinteros encontrados en trincheras del noroeste de Madrid (JMCM)

jueves, 21 de julio de 2011

105) BATALLA DE LA CARRETERA DE LA CORUÑA (EPÍLOGO)




Siempre había creído que la batalla de la carretera de La Coruña había terminado el 16 de enero de 1937, cuando las tropas de Iruretagoyena, establecidas en plan defensivo en el sector de Las Rozas desde el 4 de enero, con el apoyo de una columna procedente de Boadilla del Monte, al mando de Asensio, consiguen neutralizar la contraofensiva republicana que se había iniciado el día 11 de enero (para refrescar la memoria y situar la acción, consultar las entradas de este blog “EL FINAL DE UNA OFENSIVA”, “CONTRAATQUE EN LA NIEBLA” y “JORNADAS DE CONTRAOFENSIVA”).

Siguiendo los contenidos de las grandes obras de referencia (principalmente, Martínez Bande y Salas Larrazabal), el 13 de enero, “a las 7:00 h. de la mañana sale la Columna (de Asensio) para cumplir su objetivo de batir las concentraciones enemigas que se han infiltrado entre Majadahonda, Las Rozas y Villanueva del Pardillo, y cooperar al restablecimiento del Vértice Cumbre”, objetivo que consiguen el día 16.

Hasta ahora, pensaba que, ocupado nuevamente el Vértice Cumbre y neutralizado el peligro de la contraofensiva republicana en el sector de Las Rozas, las tropas franquistas habían dado por terminadas sus acciones ofensivas y ambos ejércitos se habían limitado a fortificar y organizar sus respectivas líneas. Pero hace poco tiempo, Jacinto M. Arévalo Molina me facilitó un documento que, al leerlo detenidamente y cotejarlo con la bibliografía clásica, me ha hecho cambiar de idea. Dicho documento, fechado el 17 de enero de 1937 y firmado por el Jefe de la 31ª Brigada Mixta, además de describir la línea de frente que el ejército republicano ocupaba en esas fechas en el frente de Las Rozas, así como el número de tropas que en él estaban desplegadas, informa de las acciones que el enemigo ha desarrollado en un nuevo esfuerzo por seguir explotando su éxito, intentando ampliar así la bolsa de terreno conquistado.

A tenor de los contenidos de este interesante documento, las tropas franquistas, una vez ocupado el Vértice Cumbre y descongestionada la presión sobre los pueblos de Majadahonda y Las Rozas, intentan nuevas acciones ofensivas encaminada a romper las líneas republicanas existentes entre la carretera de La Coruña y la carretera de El Escorial. De esta manera, y según podemos leer en dicho documento:

“Sobre las 10:00 h. de la mañana empieza la acción artillera sobre nuestras líneas. Se intensifica dicha acción artillera sobre las 11:30 h., hasta las 14: 00 h, dirigiendo sus tiros certeros sobre la Vereda de la Cuesta, con el Canal, al sur del bosque del Km. 21 de la carretera (de La Coruña), hasta el Km. 4 de la carretera de Las Rozas a El Escorial.

Tras esta preparación artillera, que con bastante menos intensidad, deja sentirse en los flancos de la línea, un grupo compuesto de 25 tanques, seguido de Infantería y de una masa de Caballería, trata de romper nuestra línea que, en principio y durante más de 30 minutos, es contenida. Procedente de Las Rozas, entre La Cumbre y la carretera de El Escorial a Las Rozas y el Cementerio de Las Rozas, nuevamente ejercen presión, con una supuesta finalidad de rompimiento del frente y tratar de infiltrarse con objeto de tomar posiciones ventajosas sobre los altos del Lazarejo y otros entre la carretera de La Coruña y de El Escorial a Las Rozas.”

Según este informe, la situación para los republicanos se vuelve muy delicada ya que, en los seis kilómetro de línea republicana que es atacada, se contaba solo “con un fusil ametrallador y una ametralladora, que se interrumpía con mucha frecuencia.” Cubriendo estas posiciones se encontraban desplegados, aproximadamente, unos 1.200 hombres, la mayoría encuadrados en la 31ª Brigada Mixta, aunque también había algunas compañías de la 3ª y de la 29ª. Una cifra respetable, pero que en realidad, según el informe al que venimos refiriéndonos, “son un mosaico de fuerzas” de muy diversa procedencia, algunas, “en periodo de organización y sin medios combativos”, de manera que solo la correcta actuación de los mandos que actuaban sobre el terreno, logró evitar el desastre, al lograr transmitir a los soldados el espíritu y ánimo necesario para enfrentarse a un enemigo “más numeroso, y con elementos bélicos muy superiores.”

Pero las dificultades y problemas para los republicanos no terminan aquí. La presión enemiga es fuerte y consigue romper las posiciones republicanas en diferentes puntos, produciéndose duros forcejeos por intentar cerrar la brecha y recuperar el terreno perdido. Algunos batallones se desmoralizan y retroceden, permitiendo el avance de una cuña enemiga por el mismísimo centro de las líneas republicanas. Por si esto fuera poco, el apoyo de la Artillería deja mucho que desear:

“Nuestra Artillería, a pesar de las insistentes peticiones, dándoles objetivos claros y concretos de nidos de ametralladoras, no dieron señales de vida. Solo he de manifestar que, a última hora de la tarde, hicieron 6 disparos, uno, la batería que se encontraba en las proximidades del Puente del Retamar, y cinco, la que se me presentó a las 5 de la tarde, que al ponerse en posición, fue bombardeada por el enemigo, ocasionándoles 6 bajas. A la primera de estas baterías, después de insistentes llamadas telefónicas, opté por mandarla en propio, resultando que el que la mandaba estaba ausente, y el brigada que quedaba en sustitución dijo que no sabía tirar.”

Pero los problemas no terminan ahí, algunas unidades republicanas, especialmente las fuerzas centrales, se quedan sin munición, al agotar completamente sus dotaciones reglamentarias, estimando en unos 80.000 los cartuchos consumidos durante los combates.

Con estos datos, parece increíble que los republicanos fueran capaces de resistir el ataque enemigo, pero lo consiguen. A las 19:45 h consiguen rechazar, en el flanco izquierdo, un nuevo ataque apoyado con fuego de mortero, aunque a costa de un fuerte desgaste. Respecto a la cuña que el enemigo había conseguido introducir en el centro del dispositivo republicano, la situación será resuelta por la acción de la Caballería que, desde su base en Navachescas, se incorporará a los combates en el “crítico momento”, avanzando por el flanco izquierdo “en una demostración envolvente hacia Las Rozas, que dio por consecuencia que la masa principal de ataque enemigo, se replegara cesando la presión y obligando de tal forma a distraer fuerzas que, empleadas para contener los movimientos de la Caballería, me permitieron con las fuerzas de que disponía de Infantería, pretender un corte en la vanguardia enemiga, que a pesar de mis esfuerzos, no pude realizar.”

Con todo, la actuación de la Caballería republicana parece que fue decisiva, ya que, con su despliegue, logró desbaratar la acción del enemigo que, en su repliegue, dejó abandonados sobre el terreno varios morteros y ametralladoras que los republicanos no pudieron recoger “porque la Artillería ejerció una presión sobre ellos, con el constante e intenso bombardeo.”

El número de bajas republicanas, aunque el oficial que informa no puede precisarlo con exactitud, gira en torno a las 130, “entre ellas, bastantes mandos subalternos que, con un espíritu ejemplar, quisieron contener a la gente, dando muestras de su arrojo al rechazar, sobretodo, el primer intento de ataque enemigo”, considerando que “a pesar de la presión enemiga, sus progresos han sido muy escasos con relación al sacrificio que en hombres y material pusieron en juego.”

El documento termina con la siguiente “Opinión Particular”:

“Las fuerzas que componen la línea, las considero insuficientes, mal dotadas y con un (gran) agotamiento físico debido a los días de lucha, bajas tenidas, e inclemencias del tiempo, unido todo ello a la diversidad de procedencia que, por lo tanto, carecen de una unidad de organización que sería preciso de todo momento atender. Sin embargo, las anima un gran espíritu, prescindiendo, claro es, de la desmoralización ya descrita, que ha obedecido a la intensidad del ataque enemigo por una parte, a la escasez de medios para contrarrestarlo por otra, y al desamparo muy manifiesto que se ha visto por parte de la Artillería.”

El contenido de este documento significa que las tropas de Franco intentaron seguir explotando el éxito una vez recuperado el Vértice Cumbre. La cosa puede tener su lógica, ya que la concentración de fuerzas que suponía la Columna de Asensio (4 batallones, carros y artillería), sumada a las guarniciones locales de Iruretagoyena, podían permitir, a pesar del presumible desgaste, un esfuerzo por intentar conseguir nuevas posiciones ventajosas, avanzando sus líneas de frente varios kilómetros al noroeste de Las Rozas.

De esta manera, nos encontraríamos ante una especie de pequeño epílogo de la batalla de la carretera de La Coruña que, desconozco por qué motivo, no aparece mencionado en los libros que tratan dicha batalla. Sea como sea, lo que parece claro es que, después de que las tropas de Asensio y de Iruretagoyena ocuparan nuevamenten el Vértice Cumbre, se siguió combatiendo duramente en la bolsa de terreno comprendida entre Las Rozas, la carretera de La Coruña y la carretera de El Escorial.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Documentación procedente del AGMA.


Fotografía: Caballería republicana en acción.

martes, 5 de julio de 2011

104) PENSAMIENTOS




Compromisos académicos, laborales y personales provocan que este blog se encuentre algo paralizado. Por otra parte, después de más de dos años y medio de “FRENTE DE BATALLA”, creo necesario coger un poco de aire y perspectiva para ordenar ideas, sentimientos y reflexiones.

Hace ya bastante tiempo que ando enredado en una densa telaraña de datos, mapas, documentos, libros, fotografías, topónimos, coordenadas, ruinas… Hace mucho tiempo que entablo una especie de debate con el Pasado. Un Pasado al que hay que saber ir sacándole las respuestas. Respuestas que suelen aparecer de manera parcial, a veces encriptada, recogiendo retales de aquí y de allá, para luego, intentar darles forma, contenido y sentido.

No se trata solo de acumular datos, fuentes o referencias. No se trata solo de preparar refritos bibliográficos más o menos elaborados en las formas, pero que luego, en el fondo, aportan poco o nada nuevo, repitiendo las mismas verdades, perpetuando los mismos errores. Desde el principio, en este blog he intentado evitar esas dinámicas. Está claro que no siempre lo he conseguido, pero al menos, procuro que esa sea siempre la actitud con la que me pongo a escribir los diferentes artículos.

En la Facultad aprendí que un buen historiador no puede limitarse a la simple reproducción de documentos, datos y referencias historiográficas. El historiador debe de ir más allá. Debe de ser capaz de razonar, interpretar, descodificar la potencial información que contienen las diferentes fuentes historiográficas, dándolas sentido y contenido y haciéndolas entendibles. Para ello, además de un método, unas herramientas y una técnica, es necesario un esfuerzo, un compromiso, una actitud, una sensibilidad…

Mi escritorio está lleno de libros, fotocopias, artículos, planos, anotaciones, cuadernos, carpetas… donde se acumulan cientos de datos y referencias a la espera de ir siendo interpretados y clasificados. Mi ordenador contiene archivos llenos de fichas, coordenadas, cartografías, fotografías y extensos y sesudos textos repletos de notas a pie de página y comentarios.

En ocasiones, tengo la sensación de haberme convertido en una especie de espiritista o nigromante que conjura a personas y sucesos del Pasado, desempolvando del olvido cosas que sucedieron hace mucho tiempo, cosas de las que ya nadie se acuerda y cuyos protagonistas desaparecieron hace bastantes años. Cuando me sumerjo en los viejos documentos de la guerra civil, y comienzan a aflorar referencias, episodios y sucesos acontecidos en aquellos días, es como si dispusiera de una especie de maquina del tiempo que me permitiera trasladarme a aquel Pasado bélico, saliendo a la luz multitud de informaciones y referencias a las que poder seguir la pista::

“21 de julio de 1937: Un segundo ataque más duro que el anterior y con pocas condiciones de defensa, aunque se sostuvo con la máxima violencia durante hora y media, fue de nuevo rechazado de plano por los escasos defensores de la posición, aumentando sus bajas y prolongando la resistencia ya sin trincheras, en los embudos de los proyectiles y ligeras elevaciones del terreno…”
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“31 de octubre de 1937: Consiste la línea de trincheras en una zanja corrida que se encuentra trazada por las crestas topográfica del terreno, de una profundidad de 1,70 m., por 0,80 m. de ancho, con aspilleras para tiradores cada 4 m. aproximadamente, y nidos de ametralladoras de escasa consistencia. Existen caminos de evacuación con término en los barrancos que se encuentran en la parte posterior de la línea...”
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“6 de noviembre de 1938: A las 17:25 h de ayer. Nuestras fuerzas procedieron a la voladura de una contramina propia en la cota 660, debido a que frente a ella el enemigo estaba construyendo otra; habiéndose hecho en el preciso memento en que personal enemigo de Zapadores efectuaba trabajos en su galería. Es probable que se hayan producido bajas…”
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“13 de enero de 1939: A las 7:30 h del día de hoy, el Centro de Resistencia nº 2 que ocupa este Batallón fue bombardeado intensamente por la Artillería enemiga; al amparo de esta preparación de Artillería, la Infantería contraria salió de sus posiciones en dirección a las ocupadas por este Batallón, llegando a una distancia de 200 m aproximadamente de las posiciones 13 a 14 bis, las que con sus fuegos de armas automáticas consiguieron detener el avance enemigo que no ha podido en todo el día adelantar un solo paso…”
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“9 de febrero de 1939: A las 18:00 h de hoy fue relevada sin novedad la 1ª Compañía del 444 Batallón de la 111ª Brigada, por la 4ª Compañía del mismo, quedando aquella en situación de reserva del Batallón. El resto de la jornada transcurrió con la actividad acostumbrada en fuego de fusil y armas automáticas. Nuestros morteros hicieron 6 disparos y nuestro lanzaminas 5. Los morteros del enemigo efectuaron un total de 42 disparos…”

Con documentación, datos y referencias de este tipo, acudir a los viejos campos de batalla o visitar las olvidadas líneas de frente, se convierte en una experiencia especial y diferente. No me canso de recorrer estos lugares, algunos de ellos muy transformados y alterados por el paso del tiempo, pero que pueden seguir transmitiendo fuerza y magnetismo y que, muchas veces, proporcionan descubrimientos sorprendentes y posibilitan una mejor interpretación de las informaciones que contienen los documentos escritos.

De esta manera, el trabajo de campo y el trabajo de estudio, se van complementando y retroalimentando mutuamente, funcionando como una especie de centrifugadora de conocimientos, sensaciones y emociones que acaba enganchando. Conocer lo que ocurrió en un lugar concreto, un día y a una hora determinada, establece una especie de nexo de unión entre el Pasado y el Presente, de manera que, al buen observador, al observador atento, no se le escapa que, dentro de ese mismo paisaje que hoy visita, perviven otros muchos paisajes en una especie de sincretismo que, una vez que se aprende a manejar sus claves, puede proporcionar sensaciones únicas y agradables sorpresas.

Después de cada salida, con los cuadernos llenos de notas y apuntes, y la mente repleta de sensaciones y emociones, se vuelve al estudio de las fuentes: de los documentos de época, de las reseñas bibliográficas, de las memorias de los protagonistas, de los mapas y croquis de época… Toda esa información vuelve a ser cotejada, contrastada, revisada, complementada… para llegar así a nuevas averiguaciones, comprobar hipótesis, descartar equivocaciones y plantear nuevas dudas y preguntas. Y así, una y otra vez en un proceso que no tiene fin, ni más límite, que el que uno mismo quiera ponerse, porque una cosa te lleva a otra, una respuesta a una nueva pregunta y la solución de una duda, despierta otros tantos interrogantes.

Terminar conociendo la Historia que hay detrás de las ruinas de los fortines y trincheras que llevo visitando desde niño, ir encontrando otros nuevos, saber identificar los restos bélicos que puntualmente aparecen aquí y allá, descubrir parte del Pasado que hace décadas se vivió en los mismos espacios por los que hoy me muevo… proporciona sensaciones difíciles de explicar.

Parte de esta especie de locura procuro encauzarla a través de este blog, compartiendo con los lectores y lectoras descubrimientos, pensamientos y sensaciones, intentando dar a conocer aspectos que considero interesantes. Otras muchas cosas van quedando reservadas, para darlas salida a través de otros cauces o medios más apropiados. Sea como sea, lo cierto es que me veo inmerso en un proceso complejo e intenso, pero también interesante y emocionante.

Paso a paso… me voy moviendo entre un Pasado y un Presente repleto de trincheras, acciones de combate, fortificaciones, cotas y vértices, documentos, libros, planos y mapas, coordenadas, topónimos, armamento, unidades militares, posiciones de guerra, restos bélicos, informaciones, emociones y sensaciones muy especiales… sin saber muy bien hacia dónde me lleva todo ello.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía de JMCM

lunes, 4 de abril de 2011

103) GRANADA METRALLERA (SHRAPNEL)




En el post “TORMENTAS DE METAL Y FUEGO” , publicado en este blog en noviembre de 2009, me detenía un poco en el arma de Artillería. En aquel artículo se hacía un rápido recorrido por la historia y evolución de la artillería y sus características esenciales.

Como es sabido, los proyectiles de cañones y obuses reciben el nombre técnico de granadas artilleras. Durante la guerra civil española, en esencia, existían tres tipos de proyectiles artilleros: las granadas rompedoras, las granadas metralleras y las granadas con carga especial (incendiarias, gases tóxicos, octavillas de propaganda…). Hoy me detendré un poco en el segundo grupo: la granada de metralla, también conocida como shrapnel.

Las características básicas de este tipo de proyectil son su carga, compuesta por cientos de balines de plomo endurecido, y su espoleta de tiempos o de activación retardada, la cual permitía a los artilleros “programar” en que momento de su trayectoria debía de explosionar el proyectil. De esta manera, se lograba que la granada explosionara antes de tocar el suelo, varios metros por encima del objetivo. Al explotar el proyectil en altura, la carga de balines salía proyectada hacia delante en forma de cono, produciendo una auténtica granizada de plomo sobre el enemigo. La dimensión de ese cono de explosión variaba en función del calibre y del tipo de pieza empleada (obús o cañón). Para el calibre 75 mm, uno de los más empleados en este tipo de armas, la base del cono de explosión podía alcanzar 150 m de largo por 20 m de ancho. No cuesta mucho imaginar los terribles efectos que estos proyectiles debían de tener contra personal descubierto.

El antecesor de la granada metrallera o shrapnel fue el bote de metralla, un rudimentario tipo de proyectil muy empleado durante el siglo XVIII y que, como su propio nombre indica, consistía en un bote metálico cargado con objetos que, al romperse, actuaban como metralla (piedras, clavos, balas de mosquete…). Pero sería el artillero británico Henry Shrapnel (de quién recibió el nombre) el verdadero inventor de este “ingenio” militar, ya que consiguió diseñar un tipo de espoleta que permitía a los artilleros marcar el momento exacto de su explosión.

Fue precisamente España uno de los primeros lugares en los que el shrapnel sería empleado, concretamente, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que la artillería inglesa pudo comprobar su efectividad sobre la infantería francesa. Los testimonios de época hablan de las terribles heridas que los balines del shrapnel producían en los soldados que, a cuerpo descubierto y en formaciones cerradas, avanzaban por el campo de batalla. Especialmente espeluznante son los testimonios sobre las mutilaciones que los balines de plomo causaban en el rostro, arrancando narices, destrozando mandíbulas y abriendo horribles heridas en el cráneo. No olvidemos que la infantería de la época carecía de cualquier tipo de casco o protección para la cabeza, y que actuaba en formaciones lineales, compactas y profundas, lo que multiplicaba la acción destructiva de las granadas metralleras. Su efecto debía de ser como si te disparasen desde el cielo.

A lo largo del siglo XIX, el shrapnel fue experimentando diferentes mejoras y modificaciones en su diseño (espoleta, carga explosiva, materiales…), lo que permitió ampliar su poder mortífero. En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la granada metrallera fue masivamente utilizada en un diseño similar al que se emplearía años después, durante la guerra civil española. Este diseño era sencillo pero efectivo: en la base de la envoltura o cuerpo del proyectil se situaba el explosivo que debía de proyectar la carga de balines, para activar ese explosivo, la espoleta de tiempos, convenientemente programada, enviaba al activarse un potente chorro de fuego a través de un tubo interno que la comunicaba con la carga explosiva de la base, lo que provocaba su detonación y la proyección de los balines (para una mejor comprensión, ver dibujo de arriba, realizado por J. Millán Lavin.).

Son muchos los testimonios que podemos encontrar sobre la utilización de granadas metralleras durante la Primera Guerra Mundial y sus letales efectos en la tropa que intentaba salvar la tierra de nadie para atacar alguna posición enemiga. Testimonios que bien podrían servir para la guerra civil española, pues el uso que se hizo de este arma fue muy similar en ambos conflictos.

La guerra de posiciones terminaría limitando las posibilidades del shrapnel, puesto que las trincheras y fortificaciones proporcionaban una protección relativamente efectiva contra las temidas lluvias de plomo, pero me consta que en los frentes estables de nuestra guerra civil, las granadas metralleras se siguieron empleando masivamente por ambos ejércitos. Además de cómo arma ofensiva, el shrapnel se utilizó con frecuencia para corregir el tiro de la artillería, ya que el proyectil, al estallar sobre los objetivos, provocaba una densa nube blanca en el cielo que servía como referencia a los observatorios.

Es relativamente frecuente encontrar balines de granadas metralleras al pasear por los viejos escenarios bélicos. Su aspecto es el de una especie de tosca canica de plomo. He tenido ocasión de encontrar varios de ellos en los múltiples paseos que realizo por lo que fueron campos de batalla y líneas del frente, pero hace pocos días me topé con un hallazgo realmente llamativo. Paseaba por lo que queda de unas trincheras republicanas en Las Rozas, cuando me llamó la atención un pequeño trozo de metal oxidado que asomaba en el terreno. Al comenzar a desenterrarlo para ver de qué se trataba, comenzaron a aparecer decenas de balines de una granada metrallera. Seguí excavando con cuidado y pude comprobar que el trozo de metal oxidado que me había llamado la atención correspondía a una espoleta de tiempos detonada, junto a ella, apareció también la pieza circular (con su correspondiente orificio por el que pasaba el tubo conductor de fuego) que separaba el explosivo de la carga de balines del proyectil.

Es decir, que me había topado con lo que quedaba de un shrapnel que, setenta años antes de que yo pasara por allí, había estallado defectuosamente ya que, aunque la espoleta se había activado correctamente, por algún motivo (posiblemente fallo del explosivo) la carga de balines no había salido proyectada, cayendo el proyectil en el suelo sin causar mayor daño. Del cuerpo o vaso no encontré ni rastro, pero era evidente que, más o menos quebrado, el proyectil había caído entero en ese lugar y que después (¡a saber cuándo y cómo!), el vaso había desaparecido. Quizás, en algún momento, alguien lo cogió, vaciando al hacerlo su contenido.

Fuera como fuese, el caso es que allí estaban los restos de una inservible espoleta (muy deteriorada por el paso del tiempo), la oxidada pieza interior de una granada metrallera y buena parte de su carga de balines (cerca de trecientos). Para que los lectores y lectoras de este blog puedan hacerse una idea más exacta de cómo era este tipo de proyectiles he encabezado este post con una fotografía en la que aparecen los hallazgos de los que hablo junto a un vaso de proyectil. Un vaso que, aunque encontrado hace tiempo y en un lugar totalmente distinto, corresponde al de una granada metrallera o shrapnel.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía de J. M, Calvo
Dibujo de J. Millán Lavin

miércoles, 9 de febrero de 2011

102) REGULARES





Desde el siglo XVI, el ejército imperial de la Monarquía Hispánica había contado entre sus filas con voluntarios indígenas del norte de África. Si no me equivoco, fue el Cardenal Cisneros, durante la conquista de Orán en 1509, quien primero organizó una unidad de caballería de este tipo. Estos soldados musulmanes que luchaban al lado de los cristianos fueron conocidos como los “mogataces”, que creo que quiere decir, “renegados”, un término no demasiado apropiado, ya que estos soldados no renunciaban a su religión islámica.

Se trataba de poder reclutar soldados conocedores del terreno y de la cultura del país, así como acostumbrados a los rigores climáticos y a las tácticas guerreras propias de las tierras africanas para disponer de buenas unidades de choque. Junto a estas “Compañías de Mogataces”, las autoridades españolas, para lograr el control militar y político del territorio, contaron con el apoyo de los llamados “Moros de Paz”, es decir, los nativos que mantenían relaciones de sumisión con los españoles, pagando tributos, comerciando, prestando servicios de guías, interpretes, intermediarios, etc.

En esta misma línea, los españoles emplearían mercenarios para formar unidades irregulares llamadas “harkas”. A lo largo del tiempo, también fueron creándose diferentes unidades regulares compuestas por indígenas, tales como “Los Tiradores del Rif” (1859) o “Los Milicianos Voluntarios de Ceuta” (1895), hasta que, por “Real Orden Circular de 30 de Junio de 1911”, se crean los “Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas”, cuyo principal organizador y primer jefe fue el entonces teniente Coronel Don Dámaso Berenguer Fusté.

La primera composición de esta nueva unidad del Ejército Español fue un Tabor (unidad tipo batallón) de Infantería de cuatro compañías y un escuadrón de Caballería, pero para 1914 se habían creado ya cuatro Grupos, cada uno de los cuales estaba formado por dos Tabores de Infantería (de tres compañías), más un Tabor de caballería (de tres escuadrones), una cifra que iría ampliándose paulatinamente a lo largo de los años.

Durante la Guerra del Rif (1911-1927), los Regulares, como no podía ser de otra manera, se convirtieron en un cuerpo de élite, jugando un gran papel en la misma y constituyendo, junto a La Legión, uno de los principales cuerpos integrados en el denominado Ejército de África, encargado de la defensa del Protectorado de Marruecos.

La Guerra del Rif fue un conflicto terrible en el que se emplearon todo tipo de métodos crueles y brutales. Esto facilitó la expansión en la península de la imagen estereotipada del moro salvaje y sanguinario. Esta imagen se vería potenciada a partir de 1934, cuando unidades de este tipo fueron empleadas para reprimir la revolución asturiana de octubre, una represión en la que no se escatimó a la hora de castigar, humillar y atemorizar a la población y que dejó una profunda huella en el imaginario colectivo. Como es sabido, esa misma imagen de moros crueles y sanguinarios, seguiría siendo explotada durante toda la guerra civil.

En julio de 1936 estas unidades se sumaron a la sublevación y, gracias al puente aéreo establecido por los aviones alemanes e italianos en el estrecho de Gibraltar, llegaron a la península, donde formaron parte de las vanguardias y unidades de primera línea del ejército sublevado. Se calcula que en la guerra civil participaron unos 80.000 regulares (algunos estudios suben la cifra a los 100.000) integrados en cinco Grupos: Tetuán nº 1, Melilla nº 2, Ceuta nº 3, Larache nº 4, Alhucemas nº 5. Las bajas sufridas por estas unidades, al tratarse de tropas de choque, fueron muy cuantiosas: unos 11.000 muertos y más de 55.000 heridos. De hecho, se construyeron varios cementerios musulmanes en la península para dar sepultura a este tipo de combatientes. Un ejemplo es el cementerio musulmán de Luarca (Asturias), en donde reposan los restos de más de 300 norteafricanos, un cementerio, por cierto, totalmente abandonado y en estado ruinoso hoy en día.

En el noroeste de Madrid, durante la batalla de la carretera de La Coruña, estas tropas fueron masivamente empleadas en los más duros e importantes combates. Por mencionar sólo algunas de esas unidades, encontramos a los tabores I de Alhucemas, II y V de Larache y al II de Tetuán entre las tropas que, al mando de Siro Alonso, se lanzaron sin éxito al asalto de Pozuelo, en los últimos días de noviembre de 1936. También están presentes estas tropas en el sector de Bodilla del Monte a mediados de diciembre, donde actúan, entre otros, los tabores I, II y III Tetuán. Y, en la última fase de la batalla, en enero de 1937, nos encontramos, por ejemplo, al VI tabor de Melilla, entre las tropas de Buruaga que ocupan el Vértice Cristo, o, bajo las órdenes de Iruretagoyena, al VI tabor de Tetuán y a algún batallón de Tiradores del Ifni (saharauis). La verdad es que, durante aquellas jornadas, los tabores de regulares llevaron buena parte del peso de la lucha, siendo empleados como auténtica carne de cañón.

Hace pocos días, mientras paseaba en Villanueva del Pardillo por una de las zonas que hace más de setenta años se convirtió en un cruento campo de batalla, me encontré una insignia correspondiente a una unidad de Regulares. El hallazgo se produjo a simple vista (nunca utilizo detector de metales ni nada por el estilo) y posiblemente corresponde al emblema del “Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Tetuán Nº 1” (o quizás al de Melilla, que también actuó por esta zona) La insignia en cuestión, es de las que se lucían en el cuello del uniforme y consiste en una media luna (con el número del Grupo en su centro) sobre dos fusiles cruzados (fusileros). Lógicamente, se encentra algo deteriorada, pero resulta lo suficientemente atractiva y sugerente (al menos, a mí me lo parece).

Por el lugar en el que la encontré, creo que debe de estar relacionada con la Batalla de Brunete (julio de 1937), y es de suponer que su dueño no debió de correr muy buena suerte. Durante aquel lejano verano, la zona fue escenario de cruentos combates en los que tropas regulares intentaron, una y otra vez, sin lograrlo, desalojar a los republicanos de sus posiciones. Durante varios días se sucedieron los asaltos de los norteafricanos que, a la carrera y con las bayonetas desnudas, intentaban salvar una extensa tierra de nadie, llana y sin apenas accidentes en los que protegerse, para llegar hasta los parapetos republicanos donde, entre sacos terreros trincheras y alambradas, los fusiles, morteros y ametralladoras, escupían una cortina de plomo y fuego que dejaba el terreno sembrado de muertos y heridos.

Fue precisamente en mitad de esa tierra de nadie, comprendida entre las posiciones republicanas y los puntos de partida de los regulares, donde encontré la insignia. Hoy en día, este lugar es tranquilo y poco transitado y su aspecto no parece haber variado demasiado respecto al que debió de tener durante la guerra. Por ello, con la insignia en la palma de mi mano, no me costó demasiado imaginar los tabores de regulares avanzando con sus uniformes color garbanzo bajo el fuego enemigo. Gentes nacidas en puntos remotos del norte de África que, en aquellos lejanos días, llegaron hasta aquí a luchar, matar… y morir.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ.


Fotografías: Anverso y reverso de la insignia encontrada en Villanueva del Pardillo (JMCM)

101) GEFREMA EN EL VÉRTICE CUMBRE



Un año más, como ya viene siendo habitual, el mes de enero ha sido el elegido por el Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Gefrema), para organizar una de sus rutas por el sector de Las Rozas. En esta ocasión, dicha ruta (realizada el domingo 30/1/2011) ha trascurrido por los restos de las posiciones nacionales que aun pueden ser visitadas en torno a la carretera M-851. Una zona que fue escenario de duros combates durante la última fase de Batalla de la Carretera de La Coruña, en enero de 1937.

El primer punto de la ruta fue el Vértice Cumbre, donde se recorrieron los diferentes restos de fortificaciones existentes en el lugar. El día, frío y desapacible, y con la niebla cubriendo el paisaje, sirvió para evocar con más facilidad los combates entablados en aquella posición durante el invierno de 1937.

En la posición Vértice Cumbre también se combatió durante el verano de 1937, en la última fase de la Batalla de Brunete. En la ruta de Gefrema, Javier M. Calvo Martínez leyó algunos de los partes de operaciones de uno y otro ejército correspondientes a aquellos combates, lo que permitió, más de setenta años después, conocer y entender sobre el terreno y en el mismo escenario en el que se habían desarrollado, la dureza de los mismos.

La ruta continuó y se complementó con la visita a la Posición 38 Oriental Guadarrama, donde siguió debatiéndose e intercambiando impresiones y opiniones entre los asistentes.

Un año más, Gefrema continúa con su labor de estudio sobre esta parte de nuestro Pasado reciente, realizando una enorme labor divulgativa y un decidido esfuerzo en el cuidado y reivindicación del patrimonio histórico y cultural que aun resiste el embate de los tiempos y las agresiones de todo tipo. Desde "Proyecto Frente de Batalla", queremos dar las gracias a todos los asistentes y, muy especialmente a J. I. Fernández Bazán y G. Poza Madera, por su esfuerzo y dedicación.


“PROYECTO FRENTE DE BATALLA”


Fotografía: Foto de familia de los asistentes a la ruta del 30 de enero de 2011. (Foto de R. Capa).

miércoles, 12 de enero de 2011

100) DESDOBLAMIENTO DE LA M-509




El proyecto de duplicación de la M-509 viene de lejos. Si no me equivoco, fue en la Legislatura 1999-2003 cuando el Ayuntamiento de Villanueva del Pardillo inició las primeras gestiones con la Comunidad de Madrid para impulsar este proyecto. Desde entonces, ha habido un poco de todo: Adjudicaciones, Estudios, Convocatoria de Concursos, Partidas Presupuestarias, empresas vinculadas con el Caso Gürtel…

Años de tiras y aflojas en los que dicho proyecto no terminaba de arrancar más allá de la aparición de algunas estacas de colores en los márgenes de la carretera y de la colocación de grandes carteles de presentación en lugares bien visibles. Carteles cuya aparición solía coincidir con la cercanía de periodos electorales, momentos en los que el tema volvía a aflorar en la prensa local como de inminente realización, pero que, pasadas las elecciones, se iba, poco a poco, quedando olvidado de nuevo.

El año que acaba de comenzar, el 2011, será un año de elecciones municipales y, otra vez, el proyecto de duplicación de la M-509 se reactiva. Han vuelto a aparecer los carteles, las estacas de colores y algunas señales de obras. También se han realizado algunos pequeños movimientos de tierras y, el pasado mes de diciembre, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, acompañada de algunas autoridades locales, protagonizó un acto en el que, ella en persona, colocó la primera señal de obras en la zona. Un acto cuyas fotos decidimos no publicar en este blog por respeto al buen gusto y a la sensibilidad de nuestros lectores y lectoras.

Esta vez parece que, definitivamente, la cosa va en serio. Sea como sea, lo cierto es que la cuestión vuelve a estar presente en los medios y, otra vez, vuelven a aparecer las cifras, los datos y las justificaciones del proyecto. Según podemos leer en la prensa:

"Más de 100.000 habitantes de Majadahonda, Villanueva del Pardillo y Villanueva de la Cañada se beneficiarán de las obras de duplicación de la M-509 entre Villanueva del Pardillo y Majadahonda, que se ejecutarán en un tramo de 5,1 kilómetros y tendrán un coste de 26 millones de euros (…)

La nueva autovía contará con dos carriles por sentido y, según la Comunidad, supondrá un importante ahorro de tiempo para los conductores que diariamente se desplazan por el Noroeste de la región. El enlace con la M-50 desde Villanueva del Pardillo se realizará mediante ramales directos, evitando así que los conductores tengan que detenerse en la rotonda.

La duplicación de esta vía supondrá una mejora en los accesos a las urbanizaciones colindantes, como Las Vegas, Villafranca del Castillo y Santa María. Para ello se eliminarán tres rotondas, dos que actualmente dan servicio a las urbanizaciones y otra que permite la comunicación con la carretera de Las Rozas (M-851), transformado estos enlaces mediante la creación de vías de servicio.

El proyecto prevé también la construcción de nuevas aceras de dos metros de ancho, la reubicación de las paradas de autobús y la construcción de una estructura sobre el río Guadarrama. Además, contará con arcenes más amplios, y estará vallada en todo su recorrido para evitar que entren animales.

Para toda la obra, serán necesarias 11 estructuras entre las que destacan: dos viaductos sobre el Río Guadarrama, además de otro viaducto para salvar los accesos a la depuradora del Canal de Isabel II; tres pasos superiores, cuatro inferiores, y una pasarela peatonal para el acceso a la urbanización Entreálamos. Además serán necesarios ocho muros de contención, siete de ellos de hormigón y otro prefabricado.” (Sierra Oeste de Madrid, 28-12-2010)

Con todo ello, se pretende mejorar la circulación de los 23.000 vehículos que utilizan esta carretera cada día (y que se calcula, se incrementarán hasta los 30.000 vehículos diarios en el próximo año), evitando así, los embotellamientos en las horas punta y logrando aumentar la seguridad vial.

No vamos a analizar aquí los aciertos y desaciertos técnicos de este importante proyecto. Nos faltan datos y ganas para ello. Son tantas décadas de mala gestión, de depredación urbanística, de derroche presupuestario, de falta de previsión… que los datos hablan por si mismos y cada uno puede sacar sus propias conclusiones. La única idea que parece tener validez es la de crecer y crecer, ampliar y ampliar, asfaltar y hormigonar. Parece evidente que es necesario mejorar ciertas comunicaciones e infraestructuras, pero también es verdad que la forma en la que se suelen planificar las cosas deja mucho que desear y suele caracterizarse por una enorme falta de sensibilidad hacia cualquier otro aspecto que no sea netamente económico.

Un caso especialmente sangrante e íntimamente relacionado con la duplicación de la M-509, es la construcción del macro-centro comercial “Gran Plaza 2” en el límite de Majadahonda con Las Rozas, junto a la M-50: 57.500 m2 de superficie, 250 locales, un hipermercado y 3680 plazas de aparcamiento. Si queréis echar un vistazo a este deprimente y clasista proyecto pinchar aquí.

¿De verdad es necesario otro centro comercial en la zona? ¿Qué más da que se mejoren las infraestructuras y carreteras si, antes de que estas mejoras se finalicen, ya resultan insuficientes por la insaciable depredación urbanística? Y lo peor no es solo eso, lo peor es que el proceso parece imparable, porque la construcción de un nuevo centro comercial, o la ampliación de una carretera, suponen nuevas recalificaciones de terrenos, lo que facilita e impulsa nuevas obras, más urbanizaciones, otros centros comerciales y así, hasta que todo el espacio queda inundado de asfalto, ladrillo, hormigón y coches. Deprimente.

Esta es la dinámica habitual de las últimas décadas y, en este blog, se han criticado y denunciado en diferentes momentos las salvajadas urbanísticas y especulativas desarrolladas contra los entornos naturales y el patrimonio histórico-cultural del noroeste de Madrid. Unas agresiones constantes que se justifican en nombre de un supuesto progreso, una pretendida modernidad y un quimérico motor económico, pero cuyos resultados dejan mucho que desear y demuestran la mediocridad cultural, moral y política de buena parte de los responsables políticos. A este paso, no me extrañaría que llegásemos al colapso total y absoluto.

El traer a este blog el tema de la duplicación de la M-509 (con sus efectos sobre la M-851) y de la construcción del gran centro comercial junto a la M-50, es por la enorme relación que toda esta zona tiene con la guerra civil. Como bien saben los lectores y lectoras de este blog, esta bolsa de terreno comprendida entre Villanueva del Pardillo, Villanueva de la Cañada, Majadahonda y Las Rozas, constituyó uno de los escenarios bélicos más emblemáticos e importantes de la contienda, conservándose en ella, algunos de los restos de arqueología militar más destacados y valiosos del noroeste madrileño. Por refrescar un poco la memoria, y a modo de pequeño resumen, recordaremos algunas cuestiones, datos e informaciones sobre la cuestión.

La guerra tardó algún tiempo en llegar al noroeste madrileño pero, irremediablemente, terminó llegando. A finales de noviembre de 1936, el imparable avance de las columnas sublevadas se había visto frenado en los mismos arrabales de la capital. Para entonces, hacía ya tiempo que las columnas de Mola no habían sido capaces de superar los puertos de la sierra (finales de julio del 36) y, el 23 de noviembre, el general Franco, tras reunirse con su Estado Mayor en Leganés, decide poner fin al ataque directo a la capital. Contra todo pronóstico, Madrid resistía y se hacía imprescindible buscar alternativas al colapso que sufrían las tropas sublevadas. Se iniciaba entonces una serie de operaciones militares en el flanco izquierdo de los atacantes cuyo objetivo era mejorar la delicada situación de las guarniciones infiltradas en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, alcanzando la carretera de La Coruña para intentar cortar las comunicaciones de Madrid con la sierra y, de ser posible, progresar por el noroeste de la capital para intentar un nuevo ataque envolvente. Estas acciones militares, que chocarían con una fuerte resistencia republicana, se conocieron como Batalla de la carretera de La Coruña (nov.36-ene.37), la cual, se dividió en tres fases, de las cuales, para el tema que ahora nos interesa, nos fijaremos en la última de ellas.

El 3 de enero de 1937 se inicia el tercer y definitivo intento de las tropas de Franco por alcanzar la ansiada carretera. La Orden de Operaciones establecía como misión la de “avanzar a ocupar la línea Cerro del Águila-Cuesta de las Perdices-Aravaca-Bosque de Remisa-cruce de carreteras al Suroeste de Las Rozas-Majadahonda-Villanueva del Pardillo, para dominar el paso por la carretera y ferrocarril de La Coruña.” No me extenderé en los detalles de esta operación porque ha sido ampliamente tratada en diferentes apartados de este blog.

La zona por la que en la actualidad discurre la M-509, y que pronto se verá afectada por una profunda transformación, estaba cubierta en aquel entonces por la 35 Brigada, la antigua Columna Barceló, comandada ya por el italiano Nino Nanetti. Esta Brigada se integraba en la 8ª División, al mando de Kleber, la cual se desplegaba desde Valdemorillo a Villafranca del Castillo. También en esa bolsa de terreno se encontraba en aquel momento la XI Brigada Internacional al mando de Hans, que opondrá una fuerte resistencia a las columnas de Asensio y Barrón en su avance sobre Majadahonda.

La zona surcada por las carreteras M-509 y M-851 fue exactamente por la que atacó la Columna de Iruretagoyena. El día 3 de enero, estas tropas, tras cruzar el río Aulencia consiguen ocupar el castillo y el pequeño caserío de Villafranca. Al día siguiente se apoderan de Villanueva del Pardillo y, utilizando las carreteras que se dirigían a Majadahonda y Las Rozas (y que prácticamente tenían el mismo trazado que las actuales M-509 y M-851) progresan sobre este último pueblo, enlazando en el cruce de carreteras al sureste de Las Rozas con las fuerzas de Barrón que, tras ocupar Majadahonda y alcanzar la carretera de La Coruña, se preparan para el asalto definitivo a Las Rozas, donde, entre otras fuerzas, resisten los hombres de la llamada Brigada E, al mando del Campesino.

Para el día 6 de enero, las tropas de Franco se han apoderado de todas las alturas importantes en la orilla izquierda del río Guadarrama, entre las que destaca el Vértice Cumbre, en la actual M-851. Las tropas de Iruretagoyena se sitúan en plan defensivo, mientras el resto de columnas progresan hacia la capital aprovechando la carretera de La Coruña. Pero el contraataque republicano no se haría esperar y el día 11 de enero se inicia una potente contraofensiva apoyada por carros de combate. La XII B. I y la XIV B. I., junto a otras fuerzas recuperan el Vértice Cumbre y ponen en un serio aprieto a las guarniciones de Las Rozas y Majadahonda, pero finalmente, los refuerzos provenientes de Boadilla, al mando de Asensio, consiguen restablecer la situación y expulsar a las tropas enemigas que se habían infiltrado entre Majadahonda, Las Rozas y Villanueva del Pardillo.

Comienza entonces la fortificación del sector por parte de ambos ejércitos, quedando el frente delimitado en esta zona, más o menos, por la línea que discurre en paralelo a las actuales M-509, M-851 y M-505 (carretera de El Escorial) hasta Las Rozas. Se iniciaba así una guerra de trincheras aderezada de múltiples golpes de mano, guerra de minas y pequeñas escaramuzas que se alargaría hasta el final de la guerra y en donde se volvería a sufrir la crudeza de una gran batalla en julio de 1937, cuando el bisoño Ejercito Popular de la República desencadena una poderosa ofensiva que daría lugar a la Batalla de Brunete (del 6 al 25 de julio de 1937).

Esta batalla tuvo un enorme impacto sobre la zona atravesada por la M-509. No se trata aquí de adentrarse en los entresijos de aquellos combates (que darían para un blog entero) pero, al hilo de lo que estamos tratando aquí (la duplicación de la M-509) nos detendremos un poco en lo que se desarrolló en la zona que nos ocupa.

También en esta ocasión, los efectos de la batalla tardarían unos días en notarse en este sector (ya que el esfuerzo inicial se desencadenó en la zona de Brunete, Quijorna y Villanueva de la Cañada), pero, finalmente, toda la zona terminó convirtiéndose en un verdadero infierno, engullida por una terrible batalla que alcanzaría tintes apocalípticos.

El día 9 de julio el Alto Mando republicano emitía la esperada orden de ocupar Villanueva del Pardillo y Villafranca del Castillo, posiciones franquistas defendidas en aquel momento por el 8º Batallón de San Quintín (con 2 piezas antitanque) y una centuria de la Falange (con 5 piezas antitanque y una batería del 75) respectivamente. Guarniciones aparentemente insuficientes para resistir la acometida republicana que se les venía encima pero que, como veremos, mostrarían una autentica resistencia numantina.

Dejaremos para otra ocasión las acciones desarrolladas en posiciones tales como el Vértice Mocha, la Loma Bellota o el Castillo de Villafranca, algo alejadas de nuestra zona, y nos centraremos en los puntos que se verán más afectados por las obras de la M-509.

Uno de los objetivos principales para los republicanos lo constituyó Villanueva del Pardillo y su Loma Fortificada (675 m), ambos puntos íntimamente relacionados con la M-509. El ataque, protagonizado por las 2ª y 111ª Brigadas Mixtas (10ª División) fue precedido de una impresionante preparación artillera complementada con algunos bombardeos aéreos. A las 16:00 h del día 9 de julio de 1937 comenzó el primer asalto. Los batallones republicanos, apoyados por los carros, atacaron las posiciones por el norte y el este, pero los defensores lograron frenar el asalto, dejando fuera de combate 4 tanques. Los asaltos se alargaron a lo largo de toda la tarde y continuaron de madrugada, pero las posiciones siguieron resistiendo, aunque, eso sí, a costa de un enorme desgaste y de numerosas bajas, incluida la del propio oficial al mando, el comandante Cabezas Gómez, alcanzado por el proyectil de un tanque, asumiendo entonces el mando el capitán Cabrera Gallego que, al día siguiente, resultaría mortalmente herido (algunas fuentes hablan de suicidio) rindiéndose la posición y logrando, por fin, ocupar los republicanos Villanueva del Pardillo y la importante posición de Loma Fortificada, apropiándose a la vez de un importante botín de guerra y capturando  cerca de 500 prisioneros.

La que no cayó fue Villafranca del Castillo, presionada por la XII B. I. y por la 3ª B. M. La lucha aquí, también fue terrible, llegándose al combate cuerpo a cuerpo en diferentes momentos. La llegada de refuerzos el día 11 de julio (el 2º Tabor de Tetuán), definitivamente, imposibilitó las aspiraciones republicanas. Con todo, la situación siguió siendo desesperada, dándose el caso de la huída del propio oficial al mando, el comandante Dorrego que, tras abandonar a sus hombres a su suerte, se presento en el cuartel general de Varela, en Boadilla del Monte, donde éste le acusó de cobarde y le ordenó que se retirase de su vista, tras lo cual, el comandante Dorrego se suicidó disparándose un tiro en la sien. Según cuentan, al ruido del disparo, acudió el general Varela, el cual se inclinó ante el cadáver, le besó en la frente y dijo: “¡Pobre…! Yo hubiera hecho lo mismo” (nunca me ha quedado claro si Valera se refería a pegarse un tiro o a huir de la posición de Villafranca del Castillo).

La ofensiva republicana fue terrible, pero agotada ésta, se desencadenaría la contraofensiva franquista, en la que los niveles de sacrificio, sufrimiento y violencia por parte de ambos ejércitos alcanzó niveles increíbles y en los que, a los desastres de la guerra, se sumarían los horribles efectos del asfixiante verano madrileño, combatiendo a temperaturas de infierno y sufriéndose la desesperante falta de agua, lo que ha llevado a diferentes autores a definir la Batalla de Brunete como la “Batalla de la Sed”.

Con la ofensiva republicana agotada y la llegada de enormes cantidades de refuerzos al sector, entre los que destacan los aviones de la Legión Cóndor, que terminaron proporcionando el dominio aéreo a las tropas de Franco y numerosas fuerzas sacadas del Norte (lo que paralizó la campaña en ese frente), se inició la contraofensiva franquista. En ella, se intentó recuperar Villanueva del Pardillo y la Loma Fortificada, posición clave en el sector, pero durante días, las tropas al mando de Asensio chocarían con una resistencia infranqueable, al igual que le ocurrió, días después, a la V División de Navarra, al mando de J. Bautista Sánchez que, literalmente, se rompería los dientes contra las posiciones defendidas por la 111ª B. M.

En las últimas fases de la batalla, Miaja todavía intentaría alguna acción en su extremo izquierdo, ordenando a fuerzas de la 45 División actuar sobre la línea que, desde el Puente del Guadarrama (M-509) se extendía hasta el Vértice Cumbre, al noroeste de Las Rozas-Majadahonda. De estos combates, que se alargaron durante cerca de 24 horas sin interrupción, ya hemos hecho mención en algún otro apartado de este blog y, algún día, nos extenderemos más en su desarrollo, porque fueron realmente duros, tanto para atacantes como para defensores.

Terminada la Batalla de Brunete, que había supuesto algunos cambios importantes en la distribución del frente, comenzó la intensa labor fortificadora que dio lugar a la casi totalidad de fortificaciones que se conservan en el noroeste de Madrid. En la zona que nos ocupa, conservamos los restos de las posiciones franquistas Guadarrama Oriental, Vértice Cumbre (ambas en la M-851) y Posición Rubio (M-505), junto a algunos otros vestigios e interesantes atrincheramientos. Los restos de fortificaciones republicanas en el noroeste de Madrid son más numerosos, pero concretamente, en la zona que nos ocupa (M-509), son pocos y en un estado de conservación bastante delicado. Con todo, resultan de un gran interés porque, entre otras cosas, nos proporcionan referencias de por donde discurría la primera línea, una primera línea que, en esta zona, se situaba muy próxima a las líneas franquistas.

Es difícil precisar de qué manera se verán afectados los restos de la guerra civil por las obras en la M-509 y la M-851. A priori, parece que la mayoría de ellos no serán directamente afectados, pero el tema es como para preocuparse. Llevo muchos años pateándome el lugar. Tengo catalogados todos los restos que se conservan en la zona, con una interpretación historiográfica bastante completa (basada en un meticuloso trabajo de campo y en el estudio de la documentación de la época). Los restos de la M-851 parecen fuera de peligro, sobretodo el Vértice Cumbre que, además de encontrarse bastante separado, cuenta con algún tipo de protección (al menos en teoría). Más dudas me provocan los restos de la posición Guadarrama Oriental, de los cuales habrá que estar muy atentos.

Los restos que más podrían verse afectados, son los correspondientes al frente republicano. En general, se trata de atrincheramientos bastante machacados por el paso del tiempo, pero, como indicaba antes, muy interesantes porque marcan los puntos que recorría la línea de frente. Existen también algunos fortines republicanos muy deteriorados, pero creo que están lo bastante alejados de la carretera como para no verse afectados. Como digo, todo lo tengo perfectamente catalogado: fotografías, medidas, ubicación GPS, cartografía, unidades que los cubrieron, Centros de Resistencia a los que pertenecían, etc. Esta información puede ser utilizada en caso de confirmarse que alguno de los restos pudiera verse afectado.

En cualquier caso, más allá de los restos de la guerra civil, el principal impacto, sin duda, va a ser el paisajístico y ambiental. Algo frecuente en las últimas décadas pero a lo que no terminamos de acostumbrarnos. Desde una perspectiva historiográfica, es una pena, porque estas obras van a conllevar profundas transformaciones en una zona que, aun con grandes cambios (urbanizaciones, deslomes, crecimiento urbanístico, vertido de escombros…), en algunos puntos sigue manteniendo un aspecto bastante similar al que tenía durante la guerra, lo que permite hacerse una idea más clara e interpretar mejor lo que fue campo de batalla y línea de frente. Incluso, las propias carreteras M-509 y M-851, aun habiendo experimentado algunos cambios, conservan buena parte de su trazado original.

Cierto es que la zona, de manera progresiva, ha ido sufriendo diferentes dentelladas urbanísticas a lo largo de los años. Villanueva del Pardillo poco tiene que ver con el pueblo que fue. La destrucción que sufrió durante la guerra fue tan intensa que, a la hora de su reconstrucción, el plan de “Regiones Devastadas” decidió resituar el centro del municipio justo al otro lado de la carretera, debido, principalmente, a la enorme cantidad de escombros que existían en la ubicación original.

Villafranca del Castillo resulta totalmente irreconocible, habiendo sido engullida por una gran urbanización que abarca una extensión muchísimo mayor de la que ocupaba el antiguo caserío.

La Loma Fortificada sigue existiendo, pero solo parcialmente. Media loma se ha convertido en un impresionante desmonte. Hace algunos años, las excavadoras se llevaron por delante una de sus laderas, haciendo desaparecer varias líneas de trincheras. El aspecto actual es desolador, porque el impresionante movimiento de tierras, cuyo objetivo inicial era la construcción de un centro comercial (otro más), no sirvió de nada, ya que, finalmente, las obras quedaron paralizadas, constituyendo hoy esta loma, un hiriente ejemplo de los desmanes que se han cometido en la zona durante las últimas décadas. En esas mismas excavaciones, parece ser que aparecieron varias fosas de cal, que bien podrían corresponder a alguno de los muchos enterramientos de emergencia que se efectuaron durante y después de la batalla. Unas fosas que rápidamente fueron destruidas por las máquinas, no fueran a suponer un freno a los delirios urbanísticos y lucrativos que suelen estar detrás de este tipo de proyectos.

Igualmente dañino y doliente es el cambio que va a dar el lugar para todos aquellos que disfrutamos paseando por la zona, bajando las barrancas, subiendo las lomas, disfrutando de los cada vez más escasos espacios libres y descubriendo, aquí y allá, huellas y vestigios de aquella terrible guerra. No quiero ni imaginar la enorme cantidad de restos bélicos (metralla, munición, espoletas…) que acabaran desapareciendo para siempre en algún vertedero de escombros como consecuencia del intenso movimiento de tierras que va a sufrir toda la zona para la duplicación de la M-509.

Lo ideal sería poder efectuar un profundo trabajo de documentación arqueológica e historiográfica en toda la zona que va a verse afectada por estas obras, pero la falta de voluntad institucional en iniciativas de este tipo provoca que, quienes nos podemos sentir sensibilizados con estos temas, casi siempre lleguemos tarde, sin a penas margen de maniobra para poder desarrollar acciones concretas.

Mientras tanto, año tras año, a golpe de decreto y excavadora, todo un pedazo de nuestra Historia reciente, y buena parte del entorno y el paisaje en el que vivimos, desaparecen sin el menor escrúpulo.

Lamentablemente, los casos aquí expuestos, constituyen meros ejemplos en una larguísima lista de abusos y despropósitos.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía: Uno de los flamantes carteles recientemente instalado en la M-509 (JMCM)