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viernes, 1 de agosto de 2025

190) HÚMERA: CAMPO DE BATALLA

Granada rompedora del calibre 155 aparecida en Húmera


Muchas veces, los lugares guardan huellas de su pasado. Algunas de ellas son claras, evidentes y visibles para todo el que pasa por ese sitio. Otras son más sutiles, y requieren un poco de atención y capacidad de interpretación para detectarlas. También las hay totalmente imperceptibles, al encontrarse ocultas o enterradas, como si fueran secretos bien guardados.

A lo largo del tiempo, las huellas más recientes se van superponiendo a las más antiguas, formando una serie de capas o niveles. Algo así como las hojas en otoño, que progresivamente van desprendiéndose de los árboles para caer al suelo, formando una especie de alfombra en la que las últimas en caer van tapando a las anteriores.

Una metáfora a la que se puede sumar otra más, también muy común sobre las huellas que dejan la historia y el paso del tiempo, como es la del palimpsesto, es decir, el pergamino cuyo texto se raspaba para borrarlo y poder escribir otro nuevo, y que muchas veces, con las técnicas adecuadas, es posible recuperar la escritura eliminada, lo que permite descubrir contenidos mucho más antiguos e interesantes que los que aparecen a primera vista.

Metáforas e imágenes más o menos líricas que disciplinas como la arqueología, la paleontología o la geología, por medio de la estratigrafía, han convertido en método científico con el que tratar de establecer cronologías e interpretar la historia y el pasado de un territorio.

Por ello resulta tan importante el control arqueológico de movimiento de tierras en todos aquellos lugares susceptibles de conservar huellas interesantes de su pasado. Y por ello también, en un mismo lugar, pueden aflorar restos pertenecientes a momentos históricos muy diferentes y distanciados en el tiempo.

Algo así ha ocurrido en la población de Húmera, en Pozuelo de Alarcón, donde lo que aparentemente no era más que una parcela un tanto degradada por los escombros, tras realizarse unos desbroces mecánicos, han aparecido una serie de antiguas estructuras circulares excavadas en el terreno, correspondientes a silos que, a tenor de lo que puede desprenderse de los abundantes restos cerámicos recuperados en sus interiores, muy probablemente sean de época medieval, periodo histórico en el que precisamente se situaría el origen de esta población.


El desbroce mecánico de una parcela en Húmera descubre varias estructuras circulares excavadas en el terreno, correspondientes a silos de época medieval 


Pero a la vez, el movimiento de tierras hizo aflorar otro llamativo vestigio histórico, esta vez mucho más cercano en el tiempo y algo más peligroso, como fue un proyectil artillero de la Guerra Civil (1936-1939).

En concreto, se trataba de una granada rompedora del calibre 155 mm, montada con una espoleta de cebo Garrido modelo 24, que por algún motivo no llegó a explosionar. Estos proyectiles, con más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm, podían recorrer distancias de varios kilómetros a una velocidad que superaba los 400 metros por segundo. La onda expansiva y la lluvia de metralla que ocasionaban al detonar alcanzaban radios de acción de hasta 200 m, removiendo violentamente el terreno y generando enormes embudos.

Este hallazgo nos retrotrae a finales de 1936, cuando el pequeño caserío de Húmera, al igual que sucedió con otros muchos puntos del noroeste madrileño, quedó convertido en campo de batalla.


Mapa topográfico de 1929 (Archivo Cartográfico de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército)

Plano de Húmera a principios del siglo XX (Archivo Cartográfico de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército)

Para entonces, el ataque frontal a Madrid había fracasado y Franco y sus generales se afanaban en planificar acciones que mejorasen la mala situación táctica que sus vanguardias sufrían en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Se trataba de no perder la iniciativa, desarrollando un amplio movimiento ofensivo sobre la carretera de La Coruña con el objetivo principal de fortalecer el ala izquierda de su dispositivo.

Para tratar de desbaratar estos planes, las Fuerzas de la Defensa de Madrid, al mando del general Miaja, tenían desplegadas en el sector a la 3ª Brigada Mixta del comandante José María Galán, defendiendo Pozuelo y sus alrededores, y la denominada Brigada X, del comandante Palacios, situada en torno a Aravaca, con el apoyo artillero de diez piezas de diversos calibres.

El primer ataque se inició el 29 de noviembre. Dirigía la operación el coronel García-Escámez, con tres columnas mandadas respectivamente por los tenientes coroneles Barrón, Siro Alonso y Gavilán. 


El coronel García-Escámez dirige las operaciones de noviembre de 1936 en el sector de Pozuelo de Alarcón (Narodowe Archiwum Cyfrore)

Operaciones de noviembre de 1936 en el sector de Pozuelo de Alarcón (El Mundo)


Las fuerzas al mando de Bartoméu (5ª Bandera de la Legión, 2º Tabor de Ceuta, un Tabor de la Mehala de Larache y 4º Batallón de Toledo, con dos baterías ligeras y una sección de carros) atacaron de madrugada desde la Casa de Campo, apoderándose del Hospital de Bellas Vistas (anteriormente conocido como de Nuestra Señora de las Mercedes), situado unos 700 metros al sur de Húmera, población que no conseguirían conquistar. 

Al mismo tiempo, un poco más al oeste, la columna de Siro Alonso (7ª Bandera de la Legión, 1º Tabor de Alhucemas, 2º y 5º de Larache, 2º de Tetuán y un Tabor de la Mehala del Rif, reforzadas con cuatro baterías ligeras y dos compañías de carros), desarrollaba la acción principal, consistente en progresar desde Retamares para ocupar la línea determinada por la Colonia de la Paz, Pozuelo, su Estación, Aravaca, Cuesta de las Perdices y Cerro del Águila, pero su avance quedaría frenado al poco de iniciarse, quedando sus fuerzas fijadas al sur de Pozuelo, en su cementerio y en los hotelitos de la Colonia de la Paz, situada a las mismas puertas del casco urbano. 

Por último, la caballería de Gavilán, formada por siete escuadrones, con el apoyo de dos pelotones de infantería, desde el Ventorro del Cano trataría de desbordar Pozuelo por el oeste, pero apenas lograría avanzar más allá del vértice Valle Rubios, ubicado unos cuatro kilómetros y medio al suroeste de Pozuelo.

Además de las fuerzas mencionadas, esta operación ofensiva contaba con un importante apoyo artillero, compuesto por una batería de 75, dos de 105 y dos de 155. Precisamente, a este último calibre pertenece la granada rompedora aparecida en los movimientos de tierra recientemente efectuados en una parcela de Húmera, por lo que muy bien podría haber sido disparada en aquellas jornadas de finales de noviembre de 1936.


Sanatorio de Bellas Vistas en los años 20, conquistado por las tropas de Bartoméu el 29 de noviembre de 1936 (Archivo personal de JMCM)

Cementerio de Pozuelo de Alarcón, ocupado por las fuerzas de Siro Alonso el 29 de noviembre de 1936 (Narodowe Archiwum Cyfrore)


Frenada de momento la ofensiva en el sector de Pozuelo, con pocos resultados para las fuerzas atacantes, el esfuerzo principal se trasladaba varios kilómetros al oeste de Madrid, a la línea de frente definida entre Quijorna y Villaviciosa de Odón, con Boadilla del Monte como primer objetivo relevante para, a continuación, progresar en dirección Majadahonda-Las Rozas y, alcanzando la carretera de La Coruña, avanzar por la misma en dirección oeste-este, tratando de barrer todas las resistencias republicanas hasta ocupar la Cuesta de las Perdices y el Cerro del Águila. Todo ello supondría un duro forcejeo que se alargaría hasta mediados de enero de 1937, momento en el que las tropas de Franco lograban sus objetivos, aunque ya les resultaría imposible intentar nuevos avances en el frente noroeste, que entró en una fase de estabilización.

Por lo que respecta a Húmera, tras los mencionados combates de finales de noviembre, las fuerzas de ambos ejércitos adoptaron una posición defensiva, tratando de mantener sus posiciones y fijar al enemigo en las suyas, hostigándose constantemente desde la distancia y desarrollando eventuales golpes de mano que no supondrían alteraciones en la situación general del sector. Este periodo de semi espera sería aprovechado por el mando republicano para reorganizar sus fuerzas. La 3ª Brigada, muy castigada en los combates, fue retirada y reemplazada por la 38ª Brigada que, para principios de 1937, bajo el mando del capitán Zulueta, defendía todo el sector de Pozuelo. A continuación, desde Húmera hasta el puente de San Fernando, se mantenía la Brigada X del comandante Palacios, que recibió la nueva denominación de 39ª Brigada. Ambas unidades estaban integradas en la 5ª División del teniente coronel Juan Perea, que defendía todo el sector de Pozuelo hasta el río Manzanares. Fuerzas a las que se irían sumando otras más, una vez reanudados los combates.



Ofensiva de enero de 1937 en el noroeste de Madrid (El Mundo)


El 3 de enero, una potente masa de maniobra formada por 4 columnas bajo el mando conjunto del general Orgaz rompía el frente al noroeste de Madrid y alcanzaba la carretera de La Coruña a la altura de Las Rozas. Los combates se prolongaron a lo largo de los días siguientes, avanzando las columnas atacantes en dirección a la capital. El día 7, las tropas de García-Escámez y de Buruaga conseguían conquistar Pozuelo; las de Barrón alcanzaban el kilómetro 11 de la carretera de La Coruña y las de Asensio avanzaban en dirección a Aravaca. Tras la conquista de Pozuelo, las fuerzas que habían ocupado el pueblo se dividieron para continuar su avance: Buruaga lograba tomar el barrio de la Estación y progresar en dirección al Cerro del Águila; por su parte, García-Escámez conquistaba Húmera y enlazaba con las fuerzas desplegadas en la Casa de Campo. Según sus informes, la conquista de Húmera supuso un importante botín: 30 lanzabombas, 30 cajas de bombas, 5 ametralladoras, 180 fusiles, 4 fusiles ametralladores y material diverso, contabilizándose más de 200 cadáveres en la parte de Húmera-Pozuelo.


Tropas moras y Regulares hacen acopio del botín obtenido tras los combates en el sector de Pozuelo de Alarcón  (Narodowe Archiwum Cyfrore)


El avance continuó en los días siguientes. El 8 de enero, tras una lucha durísima, las topas de Asensio ocupaban Aravaca, y el día 9, esas mismas fuerzas, en colaboración con las de Buruaga y García-Escámez, lograban alcanzar los últimos objetivos de Cuesta de las Perdices y Cerro del Águila. Unos días después, neutralizados los contraataques republicanos en el sector de Las Rozas y Majadahonda, la batalla llegaba a su fin.


Destrucciones en una calle de Pozuelo de Alarcón (Biblioteca Nacional de España)


La primera línea se situaba a partir de ese momento a caballo de la carretera de La Coruña, quedando Húmera muy a retaguardia de la misma (a algo más de 7 kilómetros). Los combates y bombardeos desarrollados entre noviembre de 1936 y enero de 1937 habían causado enormes destrucciones en su pequeño casco urbano, congregado en torno a la iglesia de Santa María Magdalena, destrucciones que continuarían hasta el final de la contienda debido, principalmente, al abandono y al aprovechamiento que sus edificios y ruinas ofrecían para el esfuerzo bélico y el día a día de las tropas desplegadas en el frente. Tras la guerra, la población sería reconstruida por la Dirección General de Regiones Devastadas.

Hoy en día, Húmera es una tranquila población en cuyas calles no hay nada que recuerde o sugiera el pasado bélico que acabamos de repasar. Sin embargo, retomando la metáfora del palimpsesto con la que comenzábamos esta entrada, podemos decir que, muchas veces, el pasado no desaparece del todo, sino que puede permanecer latente bajo la superficie del presente, emergiendo sus huellas en el momento en que se raspan las capas más superficiales, y así, en una pequeña parcela de su casco urbano en la que aparentemente no existe nada relevante, al desbrozar el terreno podemos encontrar, al mismo tiempo, vestigios de un pasado que va desde casi los orígenes de Húmera, allá por la Edad Media, hasta el invierno de 1936-1937, en que la población se convirtió en un terrible campo de batalla.


Granada rompedora de 155 mm aparecida en una parcela del casco urbano de Húmera

Una superposición de diferentes momentos históricos, cada uno de los cuales ha dejado su huella en el subsuelo de Húmera. ¿Cuántos secretos más permanecerán ocultos?


Javier M. Calvo Martínez


NOTAS: 

           

 

martes, 17 de diciembre de 2024

176) EXTRAÑA COSECHA EN MAJADAHONDA


Ayer, paseando por los campos que se extienden en torno a la carretera M-851, en el término municipal de Majadahonda, me topé con esta granada de mortero Valero de 50 mm sin explosionar, seguramente, desenterrada en algún momento por los tractores que preparan estas tierras para el cultivo de cereal.

Este tipo de hallazgos son siempre llamativos, pero no resultan del todo extraños si tenemos en cuenta que estamos hablando de una zona que, durante la guerra, era primera línea de fuego, y en la que las posiciones de unos y otros estaban separadas por unos pocos cientos de metros.

El hallazgo fue notificado a la Policía Local y Guardia Civil para que procediesen a su retirada y/o detonación controlada.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

174) FUEGO DE MORTERO


Como es lógico, al excavar en una posición de primera línea aparece material bélico, especialmente balas, vainas, cartuchos y metralla. También restos de granadas de mortero, un arma característica de la guerra de trincheras, ya que la curvatura de su tiro permitía batir eficazmente zonas desenfiladas a las armas de tiro tenso, así como disparar por encima de obstáculos, todo ello permaneciendo a cubierto de la vista del enemigo y de sus fuegos rasantes.

Algunos de los restos de granadas de mortero Valero 50 mm recuperadas

Todos los restos de granadas de mortero recuperados hasta el momento en esta actuación arqueológica en la posición republicana de La Pasada, en Villanueva de la Cañada, corresponden a los calibres 50 mm y 81 mm del modelo Valero. Siguiendo los datos ofrecidos en la magnífica web amonio.es, de imprescindible consulta para todo lo que tenga que ver con armamento de la Guerra Civil:

El “Mortero Ligero de Infantería y Caballería Valero de 50 mm” se declaró reglamentario en el Ejército Español en 1932. La granada tenía una carga explosiva de 125 gramos de trilita y su alcance máximo rondaba los 1.000 m, con un radio de acción de unos 50 m.

Por su parte, el denominado "Modelo de Acompañamiento de 81 mm para infantería, modelo 1933", fue declarado reglamentario en el Ejército Español en 1933. Su granada iba cargada con 550 gramos de trilita comprimida, con un alcance máximo en torno a los 2.200 m y un radio de acción entre los 85 y los 100 m.

Otras entradas sobre morteros en este blog: 

HALLAZGOS (Mayo 2021)

GRANADAS DE MORTERO VALERO EN NAVALCARBÓN (Diciembre 2017)

A MORTERAZO LIMPIO (Julio 2010) 


Javier M. Calvo Martínez

(Fotografía que encabeza el texto: cola de granada de mortero Valero 81 mm recuperada en la actuación arqueológica de Villanueva de la Cañada)

viernes, 29 de octubre de 2021

168) LOS ECOS DEL PASADO

 


Aunque no vivo en Villanueva del Pardillo, es un municipio que, especialmente por motivos familiares, visito con frecuencia desde hace muchos años.

Siguiendo mi costumbre de recorrer los lugares de la Guerra Civil que encuentro referenciados en documentos y bibliografía, me gusta pasear por los alrededores del pueblo, recorrer los mismos espacios que, hace más de ochenta años, se convirtieron en campos de batalla, líneas de frente y posiciones defensivas.

Las informaciones referentes a despliegue y movimiento de tropas, trabajos de fortificación, combates o difíciles condiciones de vida en las trincheras, permiten mirar todo con otros ojos, reflexionar, comprender mejor lo leído y, de alguna manera, penetrar en el paisaje, descubrir las huellas que la historia ha dejado impresas en el territorio.

Hace pocos días, en uno de estos solitarios y meditabundos paseos, me topé con un proyectil artillero del calibre 155 mm sin explosionar, aparentemente, desenterrado por las labores agrícolas, muy habituales todavía en Villanueva del Pardillo.

No es la primera vez que me encuentro este tipo de restos y, por tanto, tampoco es la primera vez que aviso a la policía para que los especialistas se hagan cargo del mismo. Así lo hice también en esta ocasión, procediendo los artificieros a trasladarlo a unas canteras abandonadas, donde lo detonaron de manera controlada y segura.


Granada rompedora de 155 mm aparecida en Villanueva del Pardillo

Como ya he señalado, se trataba de un proyectil de 155 mm, en concreto, una granada rompedora de más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm que debió ser disparada en algún momento de la guerra por la artillería pesada desde una distancia de 7, 8, 9, 10, o incluso más kilómetros, a una velocidad superior a los 400 m/sg.

Los efectos producidos por las explosiones de las granadas rompedoras eran (y son) terroríficos: una estrepitosa explosión, una potente onda expansiva, una lluvia de cascotes de metralla que alcanzaban radios de acción de hasta 200 m,  una enorme polvareda y grandes embudos que removían el terreno.

La potencia destructiva de estas armas se acrecentaba por el empleo conjunto de varias piezas artilleras (bien cañones u obuses), agrupadas en baterías (normalmente formadas por 3 o 4 piezas del mismo calibre) o en agrupaciones compuestas por varias baterías y piezas de diferentes calibres.


Artillería en plena acción durante la Guerra Civil


El proyectil localizado tenía montada en su ojiva una espoleta de cebo Garrido modelo 24, ingenio diseñado por el coronel Antonio Garrido Valdivia (de quien recibe el nombre), cuyo complejo mecanismo interno provocaba que la granada explosionara al chocar con el terreno (podéis consultar una amplia y detallada información sobre este tipo de espoleta y su funcionamiento en la página amonio.es, referente imprescindible para todo lo relacionado con armamento de la Guerra Civil).


Espoleta recuperada tras la detonación controlada
 realizada por los especialistas de la Guardia Civil

Evidentemente, algo falló para que en su momento no explosionase este proyectil, posiblemente, su trayectoria no fuera la correcta al impactar, lo que provocó que la espoleta no se activase, pero su capacidad destructiva continuaba activa a pesar de los largos años transcurridos desde que fue disparado.

Por este motivo, los Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Guardia Civil procedieron a su destrucción, haciéndolo explosionar en un lugar seguro y con las medidas adecuadas para minimizar al máximo sus devastadores efectos.


Canteras abandonadas como esta, suelen ser empleadas 
por los artificieros para detonar los proyectiles que aparecen

Embudo producido por la detonación controlada

Algunos de los fragmentos de metralla 
recuperados tras la detonación controlada


La artillería dejó de atronar hace más de 80 años en Villanueva del Pardillo, pero todavía hoy, de vez en cuando, es necesario neutralizar peligrosos restos de aquel pasado bélico, y alguna detonación bajo control vuelve a romper el silencio, impregnando el ambiente del acre aroma que dejan la trilita y otros viejos explosivos.

Ecos del pasado que, afortunadamente, hoy  son solo historia.


jueves, 13 de mayo de 2021

167) HALLAZGOS



 


“Un paisaje es un producto del tiempo y en él se guardan las objetivas huellas de éste”

(Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo, escritor y montañero)

 

No es la primera vez que al pasear íntima y conscientemente por lo que un día fueron terribles campos de batalla o enmarañadas líneas de trincheras, mientras mi mente evoca las informaciones y los datos obtenidos en libros y documentos, me topo con algún resto material de aquellos tiempos bélicos. Pequeños jirones de historia cuyo hallazgo despierta diversos sentimientos, todos ellos envueltos en una especie de suave tristeza, al pensar en quienes tuvieron que vivir un pasado tan duro y obscuro.

En uno de mis últimos paseos por los alrededores de Villanueva del Pardillo me topé con esta granada de mortero Valero de 50 mm. El artefacto había perdido su cola estabilizadora, pero su carga explosiva, compuesta por 125 gramos de trilita, se mantenía intacta, por lo que avisé a la policía e indique a los agentes su ubicación para que procedieran a su retirada.

lunes, 4 de junio de 2018

162) GRANADAS DE MANO EN EL FRENTE DE LAS ROZAS




Debido a un nuevo proyecto historiográfico en el que me encuentro inmerso, estoy revisitando todas las zonas entre el río Guadarrama y El Plantío en las que se establecieron posiciones de combate durante la Guerra Civil. Aunque llevo años recorriendo estos entornos palmo a palmo y estudiándolos exhaustivamente a través de las fuentes documentales, todavía me suelo encontrar con algunas sorpresas.

La última ha sido esta mañana, cuando prospectando en torno al vértice Cumbre, que fue una de las posiciones más importantes y disputadas del frente de Las Rozas, me he topado con dos granadas de mano modelo Ferrobelum. Una de ellas estaba prácticamente deshecha debido al paso del tiempo y la erosión, pero la otra estaba completa, por lo que he notificado el hallazgo a la policía, haciéndose cargo del mismo los especialistas de la Guardia Civil (TEDAX).




Las granadas de mano Ferrobellum fueron muy empleadas por el ejército republicano durante la Guerra Civil. Se trataba de una granada que disponía de un largo mango de madera, lo que permitía lanzarla a mayores distancias.





En la web de MUNICION.ORG nos describen el mecanismo de estas granadas:

Vienen a ser una versión ofensiva de la granada de mango alemana Steilhandgranate 24: un mango de madera hueco, con un tapón en la base. Retirado este tapón, queda a la vista un cordón rematado por un anillo cerámico. Este cordón atraviesa todo el mango y llega hasta la base de la granada, donde está unido a un tirafrictor -básicamente un trozo de metal moleteado dentro de un pegote de fósforo formando una cerilla y su rascador- unido a la mecha que penetra en la granada en sí. Tirando del cordón, el tirafrictor roza el fósforo que se enciende y con él la mecha que inicia el retardo.


Soldados republicanos equipados con granadas de mano Ferrobellum


Hallazgos como este demuestran que la huella de la Guerra Civil sigue estando presente en muchos puntos del noroeste madrileño.

lunes, 26 de febrero de 2018

161) FRENTE DE LAS ROZAS



Cosas que pueden aparecer cuando se revisan los movimientos de tierras de las excavadoras que  realizan obras en antiguas zonas de combate:

  • Restos de un casco checo modelo  1930.
  • Cartuchos, balas y vainas de Mauser 7,92 mm, Mauser 7 mm y Mosin-Nagant 7,62 mm
Las Rozas de Madrid (febrero, 2018)

martes, 20 de febrero de 2018

160) GUERRA QUÍMICA



Los agresivos químicos fueron utilizados por primera vez durante la Gran Guerra (1914-1918). En abril de 1915, el ejército alemán empleó cloro gasificado contra sus enemigos en el frente de Ypres, al noroeste de Bélgica. Una nube de gas amarillo-verdosa alcanzó las trincheras aliadas. Cientos de soldados murieron asfixiados, y el resto huyeron aterrorizados, sofocados, cegados y sin parar de vomitar.

Desde aquel momento, los agresivos químicos, en sus diversas variantes (asfixiantes, tóxicos, lacrimógenos, vomitivos o vesicantes), mostraron sus terroríficos efectos como arma de guerra, lo que llevaría a que en 1925 se firmase el Protocolo de Ginebra, que prohibía el uso de armas químicas y bacteriológicas. Un acuerdo con ciertas lagunas que daba pie a diferentes interpretaciones, y que sería incumplido de manera reiterada por varios de los países firmantes.

España comenzó a producir agresivos químicos durante la década de los años 20 en las fábricas de La Marañosa (actual término municipal de San Martín de la Vega) y de Melilla. Este armamento fue empleado por el ejército español durante la guerra de Marruecos. La campaña de bombardeos con gases tóxicos en la lucha contra las tribus rifeñas se planificó a partir del Desastre de Anual (agosto de 1921), y se prolongó hasta 1927, siendo el periodo de mayor intensidad el comprendido entre los años 1924 y 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera.

Durante la Guerra Civil se producen algunos episodios puntuales en los que parece estar probada la utilización de agresivos químicos, pero siempre de manera esporádica, muy limitada y podría decirse que anecdótica. No obstante, el temor a que se emplease este tipo de armamento de manera generalizada fue constante a lo largo de toda la contienda, lo que provocó que ambos ejércitos compraran y fabricaran importantes cantidades de agentes agresivos y creasen sus respectivos servicios especializados en defensa contra gases tóxicos.

También se importaron y fabricaron decenas de miles de máscaras antigás, que se distribuyeron de manera masiva entre las fuerzas de choque y las unidades que cubrían la línea de frente. Un ejemplo de todo ello lo constituye el dato recogido por L. M. Franco y J. M. Manrique en su libro “Armas y Uniformes de la GCE” (Susaeta Ediciones, p. 205) respecto a que, en diciembre de 1937, el Ejército del Centro republicano contaba ya con 116.073 máscaras antigás, y seguía reclamando más unidades para poder dotar de las mismas a todas sus brigadas.


Filtro de máscara antigás recuperado en la Dehesa de Navalcarbón.


Por todo ello, no es extraño que en una de las estructuras excavadas arqueológicamente en la Dehesa de Navalcarbón, y que tenemos documentada como Puesto de Mando, apareciese parte del filtro de una máscara antigás. Debido al estado de conservación en el que se encuentra la pieza recuperada, y a la gran variedad de máscaras que se emplearon en España durante la contienda, algunas de ellas de aspecto muy similar, no resulta sencillo identificar a qué modelo concreto corresponde. Sabemos que en la etapa final de la guerra el Ejército Popular de la República adoptó como reglamentaria la máscara FATRA, de fabricación checa, pero aunque bien podría corresponder a una de este tipo, lo cierto es que no podemos asegurarlo.


Filtro de máscara antigás recuperado en Navalcarbón (anverso)

Filtro de máscara antigás recuperado en Navalcarbón (reverso)


Lo que sí es seguro, y este hallazgo lo confirma, es que el fantasma de la guerra química recorrió las trincheras y parapetos de la Guerra Civil Española, y las posiciones de Las Rozas no fueron una excepción.

Fotografía del encabezado: Soldados republicanos aprendiendo a colocarse la máscara antigás. Frente de Madrid. (PARES. Archivo Rojo).


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón, Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid).


sábado, 6 de enero de 2018

157) EL CALIBRE 9 mm LARGO




Entre los restos de munición recuperados durante la excavación arqueológica realizada en la Dehesa de Navalcarbón han aparecido algunos restos del calibre 9x23 mm, también conocido como 9 mm largo, todos con el marcaje PS (Pirotecnia de Sevilla) y 35 (referente a 1935, año de fabricación).

Este calibre era disparado por diferentes armas cortas, como las pistolas Astra 400, Astra 904 F, pistola Star mod. 1920,21 y 22 o la pistola Bergmann Bayard mod. 1908. También por algunos subfusiles, como el Labora-Fontbernat o el Bergmann  MP 28.

Lo más probable es que los restos de munición 9x23  que hemos encontrado en Navalcarbón correspondan a munición empleada por la pistola Astra 400 modelo 1921, arma corta de origen y diseño español fabricada por la casa  Astra, Unceta y Cía S. A. de Guernica. 

Esta pistola era la reglamentaria del Ejército Español al estallar la guerra y, por tanto, masivamente empleada por ambos ejércitos. Según cálculos de los investigadores J. M. Manrique García y L. Molina Franco, “de 1921 a julio de 1936 se entregaron 38.900 al Ejército, 1.650 a la Marina, y 10.000 a Carabineros” (Las armas de la Guerra Civil Española, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006, p. 66). 

Durante la contienda, la pistola Astra 400 siguió produciéndose en las dos zonas. Terminada la guerra, continuaría siendo la pistola reglamentaria del Ejército Español hasta el año 1946, y siguió fabricándose hasta 1950, alargándose su uso durante algunos años más.


Pistola Astra 400 "Puro" 
(Fotografía obtenida en el blog "Hª Bélica". https://historiayguerra.net/)



De gran potencia  y robustez, consistía en una pistola de cañón fijo, con seguros de aleta y cargador extraíble recto de 8 cartuchos. Su peso vacía era de algo más de 1 kg, y su longitud medía 225 mm, con un fuego efectivo a 50-100 metros.


 Esquema de la pistola Astra 400, alias "Puro" (J. M. Manrique García y L. Molina Franco, Las armas de la Guerra Civil Española, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006, p. 67).


Conocida por el apodo de  “puro” debido al aspecto que ofrecía su cañón, esta arma tuvo un importante protagonismo en la historia de España, no sólo durante la Guerra Civil, también en los años previos a la contienda, caracterizados por intensos conflictos sociales y políticos que muchas veces se redimían a tiros en las calles.


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)