viernes, 29 de octubre de 2021

168) Los ecos del pasado

 


LOS ECOS DEL PASADO


Aunque no vivo en Villanueva del Pardillo, es un municipio que, especialmente por motivos familiares, visito con frecuencia desde hace muchos años.

Siguiendo mi costumbre de recorrer los lugares de la Guerra Civil que encuentro referenciados en documentos y bibliografía, me gusta pasear por los alrededores del pueblo, recorrer los mismos espacios que, hace más de ochenta años, se convirtieron en campos de batalla, líneas de frente y posiciones defensivas.

Las informaciones referentes a despliegue y movimiento de tropas, trabajos de fortificación, combates o difíciles condiciones de vida en las trincheras, permiten mirar todo con otros ojos, reflexionar, comprender mejor lo leído y, de alguna manera, penetrar en el paisaje, descubrir las huellas que la historia ha dejado impresas en el territorio.

Hace pocos días, en uno de estos solitarios y meditabundos paseos, me topé con un proyectil artillero del calibre 155 mm sin explosionar, aparentemente, desenterrado por las labores agrícolas, muy habituales todavía en Villanueva del Pardillo.

No es la primera vez que me encuentro este tipo de restos y, por tanto, tampoco es la primera vez que aviso a la policía para que los especialistas se hagan cargo del mismo. Así lo hice también en esta ocasión, procediendo los artificieros a trasladarlo a unas canteras abandonadas, donde lo detonaron de manera controlada y segura.

Granada rompedora de 155 mm aparecida en Villanueva del Pardillo


Como ya he señalado, se trataba de un proyectil de 155 mm, en concreto, una granada rompedora de más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm que debió ser disparada en algún momento de la guerra por la artillería pesada desde una distancia de 7, 8, 9, 10, o incluso más kilómetros, a una velocidad superior a los 400 m/sg.

Los efectos producidos por las explosiones de las granadas rompedoras eran (y son) terroríficos: una estrepitosa explosión, una potente onda expansiva, una lluvia de cascotes de metralla que alcanzaban radios de acción de hasta 200 m,  una enorme polvareda y grandes embudos que removían el terreno.

La potencia destructiva de estas armas se acrecentaba por el empleo conjunto de varias piezas artilleras (bien cañones u obuses), agrupadas en baterías (normalmente formadas por 3 o 4 piezas del mismo calibre) o en agrupaciones compuestas por varias baterías y piezas de diferentes calibres.

Artillería en plena acción durante la Guerra Civil


El proyectil localizado tenía montada en su ojiva una espoleta de cebo Garrido modelo 24, ingenio diseñado por el coronel Antonio Garrido Valdivia (de quien recibe el nombre), cuyo complejo mecanismo interno provocaba que la granada explosionara al chocar con el terreno (podéis consultar una amplia y detallada información sobre este tipo de espoleta y su funcionamiento en la página amonio.es, referente imprescindible para todo lo relacionado con armamento de la Guerra Civil).

Espoleta recuperada tras la detonación controlada
 realizada por los especialistad de la Guardia Civil


Evidentemente, algo falló para que en su momento no explosionase este proyectil, posiblemente, su trayectoria no fuera la correcta al impactar, lo que provocó que la espoleta no se activase, pero su capacidad destructiva continuaba activa a pesar de los largos años transcurridos desde que fue disparado.

Por este motivo, los Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Guardia Civil procedieron a su destrucción, haciéndolo explosionar en un lugar seguro y con las medidas adecuadas para minimizar al máximo sus devastadores efectos.

Canteras abandonadas como esta, suelen ser empleadas 
por los artificieros para detonar los proyectiles que aparecen

Embudo producido por la detonación controlada

Algunos de los fragmentos de metralla 
recuperados tras la detonación controlada


La artillería dejó de atronar hace más de 80 años en Villanueva del Pardillo, pero todavía hoy, de vez en cuando, es necesario neutralizar peligrosos restos de aquel pasado bélico, y alguna detonación bajo control vuelve a romper el silencio, impregnando el ambiente del acre aroma que dejan la trilita y otros viejos explosivos.

Ecos del pasado que, afortunadamente, hoy  son solo historia.