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miércoles, 3 de julio de 2013

129) LAS BRIGADAS INTERNACIONALES EN LA BATALLA DE LA CARRETERA DE LA CORUÑA




No son pocas las referencias, e incluso los post completos, que se han dedicado en este blog al papel jugado por las BBII durante la batalla de la Ctra. de La Coruña. Pero parece oportuno dedicar un espacio en el que, de una manera resumida, se recoja una visión global y ordenada de los combates en los que participaron los voluntarios internacionales durante aquellas jornadas. Para ello, repasaremos algunos de los artículos publicados aquí con anterioridad, ampliando y complementando la información con nuevos datos, detalles y referencias obtenidos de diferentes fuentes primarias y secundarias.

Empecemos, a modo de introducción, por la llegada de las primeras BBII al frente de Madrid. Estamos a principios de noviembre de 1936. Las tropas de Varela se aproximan a los arrabales de la capital. La ciudad se prepara para la defensa. La batalla de Madrid está a punto de comenzar:

El 4 de noviembre (esta fecha causa cierta controversia entre los investigadores) habían salido precipitadamente de Albacete, hacia el frente madrileño, los tres primeros batallones internacionales: el Edgar André, el Comuna de París y el Dombrowski, matriz de la que sería XI Brigada Internacional. En un primer momento, estas fuerzas fueron desplegadas al sudoeste de la capital, lugar por el que el Estado Mayor republicano esperaba recibir el ataque más fuerte. Sin embargo, ante la posterior certeza de que el enemigo desencadenaría su esfuerzo principal sobre la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, las unidades internacionales fueron trasladadas al noroeste de Madrid. Es así como el día 8 de noviembre encontramos a los internacionales defendiendo la línea del río Manzanares entre el puente de San Fernando y el kilómetro 4,5 de la carretera de La Coruña. En total son unos 1.600 hombres.

El jefe de estas fuerzas, con su puesto de mando en la Facultad de Filosofía y Letras, es un antiguo oficial del ejército austrohúngaro hecho prisionero durante la Primera Guerra Mundial por el ejército ruso y que, en 1917, al desencadenarse la revolución soviética, había combatido en las filas bolcheviques, ingresando posteriormente en la Academia Militar moscovita Frunze. Se trata de un hombre al servicio de la URSS y de la Komintern llamado Manfred Zalmanovich Stern, pero que en España será conocido por el nombre de Emilio Kleber o general Kleber.

Ya en estos primero momentos del ataque directo a Madrid aparecen algunas confusas informaciones sobre la actuación de unidades internacionales en la zona que poco después sería escenario de la batalla de la carretera de La Coruña. Es así como diversa prensa de aquellos días (especialmente del día 9 de noviembre) recoge la actuación de unidades internacionales presionando desde el sector de Pozuelo, Humera y Aravaca sobre el flanco izquierdo de las fuerzas franquistas que intentan progresar por la Casa de Campo. Y en la orden dada por Miaja y Rojo, con fecha 13 de noviembre, se ordena a las fuerzas de Kleber atacar en dirección sur, envolviendo la Casa de Campo por el oeste y progresando en dirección Campamento, acción que obtendría pocos resultados. Las tropas asaltantes presionan muy fuerte sobre ese sector, intentando romper el frente por diferentes puntos. El día 15, el general Miaja ordena a los internacionales cerrar el paso al enemigo en la línea comprendida entre Ciudad Universitaria y Puerta de Hierro.

Para reforzar el dispositivo republicano, el 17 de noviembre llega al sector de la Universitaria la XII BI. Es la segunda brigada internacional que se crea en la base de Albacete. Está formada por los batallones Garibaldi, Thaelmann y André Marty, bajo el mando de Maté Zalka, más conocido en España como general Lukacs. La vida de este singular personaje, que morirá en el frente de Huesca en junio de 1937, tiene ciertas similitudes con la de Kleber: combatió en la Primera Guerra Mundial como oficial del ejército austrohúngaro, fue hecho prisionero por los rusos y deportado a Siberia, al estallar la revolución soviética se alistó como voluntario en el Ejército Rojo, siendo condecorado por sus hazañas bélicas. En 1936 encontramos a Maté Zalka como uno de los principales organizadores de las Brigadas Internacionales.

La XII BI, que apenas un par de días antes ha sufrido un durísimo castigo en el otro extremo del despliegue general de la defensa al intentar ocupar el Cerro de los Ángeles (Cerro Rojo para los republicanos), es inmediatamente situada en primera línea en torno a la carretera de La Coruña, donde sufren un nuevo castigo, teniendo que replegarse y perdiendo importantes posiciones como el Palacete de la Moncloa.

Para finales de noviembre las bajas de las dos brigadas internacionales son muy numerosas. Tras semanas de cruentos combates, estas fuerzas han perdido aproximadamente el 30% de sus efectivos. Se hace necesaria una reorganización general. Kleber, meteóricamente ascendido y laureado por el aparato propagandístico de los comunistas, pasa a asumir el mando general de las dos brigadas internacionales; Hans Khale se encarga ahora de la XI BI, en la que se reúnen los batallones Thaelmann y Edgar André, predominantemente alemanes, mientras que el Dombrowski pasa a la XII BI.

La batalla de Madrid ha finalizado. Las tropas asaltantes han conseguido cruzar el Manzanares introduciendo una peligrosa cuña en la Ciudad Universitaria con su vértice en el Hospital Clínico, pero son incapaces de seguir progresando. La situación de estas vanguardias es muy delicada. El mando franquista no quiere perder la iniciativa y rápidamente prepara nuevas operaciones para desarrollar en el flanco izquierdo de su dispositivo. Las BBII no tendrán mucho tiempo para reponerse del duro castigo recibido. La batalla de la carretera de La Coruña está a punto de comenzar.

El 27 de noviembre, paralizado ya el ataque directo a Madrid, el general Miaja reorganiza su frente y prepara las tropas con las que cuenta para la nueva acometida que van a recibir. Las fuerzas de defensa de la capital son divididas en Sectores. El Primer Sector, que abarca desde la Ciudad Universitaria hasta más allá del río Guadarrama, va a ser el más importante y comprometido, pues será la zona en la que se desarrollen las operaciones de la batalla de la carretera de La Coruña. Al mando de este Primer Sector se sitúa a Kleber, una prueba más de su rápido y sorprendente ascenso, un ascenso que no es bien visto por destacados mandos españoles, empezando por el propio Vicente Rojo, que considera a Kleber, entre otros apelativos nada honrosos, una persona sin dotes de mando, insubordinada y mentirosa.

La batalla de la carretera de La Coruña se inicia el 29 de noviembre, cuando las columnas de Varela rompen el frente en el sector Aravaca-Humera-Pozuelo. No es ahora el momento de profundizar en el desarrollo de estos combates, ampliamente tratados ya en este blog (los interesados en el desarrollo general de la batalla pueden consultar el artículo: “INTENTO DE RESUMEN DE UNA BATALLA”). Como indicaba al inicio de este artículo, nos detendremos solo en los principales episodios protagonizados por las BBII.

En esta primera acometida de las tropas franquistas (ver “CEMENTERIO DE POZUELO”), encontramos a la XII BI actuando en el sector de Pozuelo, defendiendo el terreno e intentando desencadenar algunos contraataques. El día 1 de diciembre, los batallones Dombrowski y Garibaldi se internan en la Casa de Campo, escaramuceando contra moros y legionarios sin lograr resultados destacados. En los días sucesivos, hasta el 4 de diciembre, los internacionales se baten junto a tropas españolas en los alrededores de Pozuelo, destacándose el batallón Garibaldi, cuya actuación recibirá la felicitación del Alto Mando, siendo su jefe, Randolfo Pacciardi, ascendido a teniente-coronel. Con la ocupación del Cementerio de Pozuelo y de la Colonia de la Paz la ofensiva franquista queda neutralizada. La primera fase de la batalla de la carretera de La Coruña ha concluido. 

Los días 7 y 9 de diciembre, inmersas en un apresurado proceso de reorganización, las dos brigadas internacionales XI y XII llegan a El Pardo. Allí reciben el refuerzo de otros 900 combatientes recién venidos de Albacete. No podrán descansar demasiado tiempo, pues el día 14 de diciembre el enemigo vuelve a romper el frente, esta vez, en el sector de Boadilla del Monte (ver artículos “OBJETIVO BOADILLA”, “TRINCHERAS VACÍAS”). Las dos brigadas internacionales son enviadas apresuradamente para intentar cerrar la brecha. Llegan en camiones hasta una distancia prudencial del frente, desde donde se desplazan, casi a la carrera, hacia la primera línea de fuego. No hay tiempo que perder. En el camino se cruzan con el desorganizado repliegue republicano: unidades diezmadas, soldados agotados y desorientados, heridos que no reciben atención médica… La llegada de los internacionales supone una pequeña dosis de moral para las castigadas tropas republicanas. Algunos de los combatientes que se retiraban deciden unirse a los batallones internacionales y vuelven a combatir al frente.

Al amanecer del 16 de diciembre, camuflados por una densa niebla, la XI BI atraviesa los densos encinares y se sitúa frente a Boadilla del Monte, ocupada el día anterior  por las tropas de Franco. Los internacionales, parapetados en improvisadas trincheras, deben de evitar que el enemigo siga avanzando, y contraatacar si es posible. Sobre la actuación del batallón Thaelmann en aquellas jornadas se publicó un pequeño artículo en este blog titulado “¡GEFALLEN!”, basado en las memorias de uno de sus protagonistas, Esmond Romilly. Jacques Delperrie, en su mítico libro “Les Brigades Internationales” (París, 1968), basándose en el testimonio de alguno de sus protagonistas, nos relata la actuación del batallón Comuna de París:

“El 16 de diciembre por la mañana, el batallón Comuna de París está ante Boadilla. Los voluntarios han ocupado posiciones por la noche, han cavado agujeros, en la ladera de una pequeña cresta. A las 6, la bruma se disipa, vienen cocineros con bidones de café, agujereados por la metralla y sin café… De pronto, se oyen ruidos de cadenas y motores: una docena de tanques avanza por la llanura, trepan entre árboles, rugen, insectos pesados y lentos de caparazón de acero lanzando fuego por todas sus piezas.

El jefe de sección, Pierre Rösli, grita a sus hombres: -¡Dejad pasar a los carros y tirad sobre la infantería!- Una bala de ametralladora golpea su casco, lo atraviesa, le abre la sien. Cuando vuelve a abrir los ojos está en tierra y, alrededor de él, bajo los obuses, las ramas vuelan y llueven. Da el mando de la sección a André Sudre, de Burdeos, jefe de grupo. Dos camilleros se precipitan a recogerle. Veinte metros más lejos uno de ellos está muerto.

Los carros avanzan. De sus ametralladoras, de sus cañones salen incesantes disparos. El Comuna de París es expulsado de sus posiciones. Ahora los franceses están en la parte baja de la pendiente, cuerpo a tierra, con ametralladoras que no funcionan, que no se pueden transportar.

Hacia mediodía se levantan y se lanzan hacia la cima cantando La Internacional. La compañía de Jacquot va en cabeza. Dos carros son inmovilizados con granadas.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Ese día, el Comuna de París sufre un durísimo castigo, al final del día termina retirándose en desorden. La noche la pasará enterrando a sus muertos en los mismos encinares en los que han caído. Algo similar cabe decir del batallón Thaelmann, será capaz de realizar pequeños golpes de mano a lo largo de las siguientes jornadas. Algunas de estas acciones desarrolladas en los encinares de Boadilla tendrán éxito, desalojando al enemigo de sus posiciones, capturando hombres y material. Pero otros supondrán una escabechina, como ocurre con el grupo de 30 voluntarios que parte al mando de un alemán de 24 años llamado Oswald. Tras una emboscada en la que se entabla una dura lucha cuerpo a cuerpo, solo regresan 2 internacionales, la mayoría de sus compañeros han sido liquidados a bayonetazos. En las escaramuzas que se entablan en los encinares de Boadilla desaparecen secciones enteras de los internacionales, de las que no volverá a saberse nada. El cadáver de Arnold Jeans, jefe de uno de estos grupos, será encontrado degollado y castrado, una práctica habitual entre los norteafricanos que combaten en las filas de Franco.

Tras días de duros y sucios combates, entre la espesa niebla y un frío helador, la ofensiva franquista se detiene.

El 28 de diciembre, finalizada la segunda fase de la batalla de la carretera de La Coruña, la XII BI (Luckacz) es trasladada desde el frente madrileño al de Guadalajara, donde permanecerá hasta el día 5 de enero, en que nuevamente será enviada con urgencia al noroeste madrileño, esta vez al sector Majadahonda-Las Rozas. Aprovechando el impase de su oponente, el Alto Mando republicano proyecta una operación ofensiva encaminada a reconquistar Villanueva de la Cañada y Brunete. Con este objetivo, el 29 de diciembre,  la XI BI (Hans Kahle) intenta un golpe de mano sobre estos objetivos, que acabará en fracaso (ver artículo “ATAQUE SOBRE LA CAÑADA”). 

El 3 de enero, las reorganizadas y bien reforzadas columnas franquistas, precedidas de una fuerte preparación artillera, rompen nuevamente el frente con una gran cantidad de fuerzas terrestres, carros de combate, aviación y artillería. Haciendo retroceder a la 35 BM (mandada por el italiano Nino Nanetti), toman Romanillos, Villafranca del Castillo, Villanueva del Pardillo, y presionan peligrosamente sobre Las Rozas y Majadahonda. La pésima actuación del jefe del Sector, el general Kleber, es considerada inaceptable por el Estado Mayor republicano, siendo sustituido del mando en plena batalla por el comandante Cuevas (para ampliar información ver el artículo: “CASTILLO DE VILLAFRANCA”). 

La XI BI, tras su fracaso del día 29 frente a Villanueva de la Cañada, se encuentra desplegada entre Villanueva del Pardillo y Majadahonda, donde  intentará cerrar la brecha abierta por el enemigo. Posiblemente, esta brigada sea una de las unidades republicanas que mejor se comportaron durante aquella jornada, pero finalmente retrocede ante el fuerte avance de las unidades blindadas. La presión crece sobre Majadahonda, que es atacada por tres lados diferentes. El batallón Edgar André es prácticamente copado por el enemigo, logrando escapar del cerco, in extremis, gracias al sacrificio de un grupo de ametralladoras formado por 12 alemanes y 3 ingleses, que fallecerán al resistir hasta el final mientras cubren la retirada de sus compañeros. 

Por su parte, el Thaelmann ocupa posiciones al sur de Majadahonda, enlazando por la derecha con lo que queda de la 35 BM. A lo largo de aquel día se rompe el contacto entre las diferentes unidades republicanas. El Thaelmann (401 hombres entre alemanes, austriacos, franceses y españoles) es rodeado, pero aguanta todo el día hasta que consigue replegarse en dirección Galapagar. Cruzan el río Guadarrama en orden y sin perder material, logrando alcanzar la retaguardia republicana. Tras 24 horas de descanso, se reincorporarán nuevamente al combate, sufriendo un terrible y definitivo castigo del que hablaremos un poco más abajo. Finalmente, el día 3 de enero Majadahonda cae en poder de las tropas de Franco.

La acción de la aviación franquista alcanzará al propio puesto de mando de la XI BI, ubicado en el Palacio de la Zarzuela, que será bombardeado, resultando herido el comandante Dumont, al que sustituye Marcel Sagnier.

Tras la caída de Majadahonda, la presión se cierne sobre Las Rozas (ver artículos: “UN CRUCE PELIGROSO”, “POZO MISTERIOSO”), que terminará cayendo el día 4. Ante la crítica situación, el batallón Thaelman, que se encuentra recuperándose en Galapagar, es enviado urgentemente al sector de Las Rozas. Sobre el papel jugado por este batallón en aquellas jornadas se publicaron en este blog dos artículos, “EL THAELMANN A LAS ROZAS” y “SANGRE INTERNACIONAL”, en donde se narraba la trágica experiencia que tuvo que sufrir esta unidad al intentar cortar el paso a las tropas franquistas en la carretera de La Coruña. En esta ocasión, reproducimos la versión que sobre aquellos sucesos nos proporciona Jacques Delperrie de Bayac en su libro anteriormente citado:

“El 7 de enero para el Thaelmann es un día trágico. En el sector de Las Rozas es desbordado una vez más por sus alas mientras intentaba avanzar. Son las once y cuarenta horas cuando los voluntarios de la 1ª Compañía ven ante ellos dos carros, a 300 o 400 metros. Los voluntarios se preguntan si serán amigos o enemigos, cuando surgen otros quince más seguidos por la infantería. La 1ª Compañía tiene el tiempo justo de lanzarse a una trinchera estrecha, cerca de la vía del tren. Los hombres se clavan allí. Casi todos ellos son alemanes y los carros de combate que se dirigen contra ellos son alemanes también. Lanzan granadas pero es demasiado tarde: los carros llegan sobre ellos y enfilan la trinchera, haciendo una masacre. Después ataca la aviación nacional. Dos docenas de aviones pasan y vuelven a pasar sobre el Thaelmann, bombardeando y ametrallando. El batallón es hecho migas. Más de 100 muertos, más de 200 heridos. Los supervivientes franquean el terraplén del ferrocarril. Se reagrupan en un bosque. Todos los heridos y muchas armas han sido abandonados. La moral está rota. Hay hombres que no quieren volver a luchar. Horas más tarde reciben órdenes de contratacar. Responden: Imposible. El batallón Thaelmann ya no puede más.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Los días 7 y el 8 los batallones Edgar André y Comuna de París retroceden con cierto orden mientras siguen combatiendo en dirección a El Pardo, buscando el refugio de sus espesuras. También ellos son atacados por carros de combate y aviones, sufriendo muchas pérdidas. Las bajas de la XI BI se cuentan por cientos.

La lucha en el sector de Remisa-El Plantío fue recogida en este blog en artículos tales como “RESISTIR. La XI BI, la 35 BM, las fuerzas de El Campesino, las de Mera, etc., no son suficientes para cerrar la brecha. Las columnas franquistas avanzan por la carretera de La Coruña en dirección a Madrid, el cerco se cierra ahora sobre el sector de Pozuelo, en donde se combatirá calle a calle, casa a casa (ver artículos: “EN LAS CALLES DE POZUELO” y “POZUELO DE ALARCÓN”). En su libro “Hª militar de la Guerra de España” (Madrid, 1969), Aznar indicará sobre aquella lucha: “en las trincheras y en las calles, trozos de cadáveres son el signo de la violencia de los combates”.

El 9 y 10 de enero se producen duros combates en el Puente de San Fernando. Los sublevados son rechazados. Unidades republicanas, entre las que se encuentran fuerzas de  la XI BI, contraatacan recuperando algunas trincheras que encuentran repletas de muertos. La ofensiva franquista, con la ocupación de parte de la Cuesta de las Perdices y del Cerro del Águila, llega a su fin (ver artículos: “EL FINAL DE UNA OFENSIVA”). Ambos ejércitos están agotados, pero los republicanos necesitan contraatacar para intentar contrarrestar el golpe recibido antes de que su contrincante se recupere del duro desgaste. Para ello se trasladan a Madrid unidades de otros frentes, entre ellas la XII BI, que como indicábamos anteriormente se encontraba combatiendo en Guadalajara desde finales de diciembre, y la XIV BI, que llegará desde el sector de Lopera para estrenarse en el frente madrileño después de un largo y agotador viaje en tren, camiones y duras marchas a pie. J. Delperrie describe de la siguiente manera dicho viaje:

“La XIV BI, muy experimentada tras los combates de en el sector de Lopera, ha embarcado en Andújar con dirección a Madrid. Más allá de Tembleque la vía férrea está cortada por los nacionalistas. Los hombres se apean del tren y son transportados en camiones.

Tienen que rodear Madrid por el este y por el norte. El viaje es muy largo. De noche, los camiones ruedan con los faros apagados. El convoy se estira a lo largo de varios kilómetros. Unos camiones se averían, otros se pierden: volverán a encontrarse después de la batalla. Los voluntarios del 10º batallón se reparten algunas latas de conserva, los del 13º mastican las migas de pan y de tabaco que encuentran en sus bolsillos. Si los alimentos faltan, las granadas, de pronto, abundan. Antes de embarcar han recibido todo un cargamento (…) Por fin, el 9 por la tarde llegan a Galapagar. 

El general Walter reúne a los jefes de sus batallones: Putz, que manda el 13º; Boris Guimpel, que manda el 10º; el inglés George Nathan (el “hombre de la pipa”), que ha reemplazado al desgraciado Delassalle en el mando del 12º. Lo que Walter les anuncia no es como para alegrarse: el ataque está previsto para el día siguiente, no importa que los hombres estén cansados. Misión de la XIV: atacar el flanco de los nacionales, por el norte de Majadahonda. Otra brigada internacional (Walter no precisa cuál) debe encerrar a los franquistas en una tenaza, por el sur. Una tercera brigada, española, la de Galán, traída de Andalucía al mismo tiempo que la XIV Internacional, debe venir por el norte y desembocar en Las Rozas.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

No me detendré en el desarrollo de la contraofensiva desencadenada por los republicanos en el sector de Las Rozas el 11 de enero de 1937, con un importante protagonismo de los internacionales, porque ya ha sido ampliamente tratada en diferentes artículos de este blog: “JORNADAS DE CONTRAOFENSIVA”, “CONTRAATAQUE EN LA NIEBLA”, “COMBATES EN EL SECTOR DE LAS ROZAS” o “ENTRE LA NIEBLA”. En este último artículo recogíamos fragmentos del libro del brigadista internacional Gustav Regler, titulado “The Great Crusade“, en el que, pocos años después de la guerra, plasmaba parte de sus recuerdos e impresiones sobre aquellos combates en los que el mismo había participado. Pero quiero ampliar la información contenida en aquellos artículos con algunas referencias más del libro de J. Delperrie, ya que contienen interesantes detalles y nombres propios que no encontramos en otras obras de referencia:

“A primera hora del 11 de enero empieza la operación. Es casi todavía de noche (…) El 12º Batallón (XIV BI) se pone marcha poco después de medianoche. Sigue la carretera de El escorial, franquea el puente sobre el Guadarrama, después deja la carretera y sigue campo a través, en dirección sudeste. En cabeza está la 1º Compañía, británica, ahora mandada por el comunista inglés Jack Cunningham, condenado a dos años de cárcel en 1920 por haber encabezado un motín en el Regimiento de los “Argyll and Sutherland Highlanders”, en Jamaica.

Los 10º y 13º Batallones, que parten un poco después, siguen igualmente la carretera hasta el puente. Boris Guimpel marcha en cabeza del 10º, lleva un mapa y una brújula. En esa niebla y con la oscuridad que tarda en despejarse, se guía por los campanarios de las iglesias que emergen en la llanura.

En el puente, Guimpel tiene la sorpresa de encontrarse con el doctor Henri Chrétien, un amigo suyo de París que ignoraba estuviese en España. El doctor Chrétien, médico del batallón italiano Garibaldi, tiene un coche (un Citröen coupé), un camión que sirve para transportar el material sanitario y tres ambulancias, dos de ellas recuperadas en Mirabueno. Por él se entera Guimpel de que la brigada que debe tomar Majadahonda por el sur es la XII, traída del sector de Guadalajara.

Son las nueve y la niebla sigue siempre tan densa. Intermitentemente se distinguen los carros que flanquean a las columnas. Dos o tres de ellos están en la carretera, los otros dispersos como apoyo de la infantería.

Hacía las diez, el 13º Batallón, en cabeza de la XIV BI que marcha por la carretera, se encuentra con un blocao. Cinco voluntarios franceses de la 1ª Compañía lo destruyen con granadas. El Batallón Guimpel ha dejado la carretera. Está en alguna parte de la niebla entre Las Rozas y Majadahonda. La artillería nacionalista comienza a tirar. De pronto, reflectores del 10º señalan que ante ellos hay un batallón. ¿Amigo o enemigo? Se entra en contacto: es el Dombrowski, lo que plantea un problema pues, piensa Guimpel, no debería de estar allí, sino, como estaba previsto, al sur de Majadahonda, para cerrar la famosa tenaza (…)

Los enlaces entre el 12º y el 13º y entre éstos y el 10º se han perdido momentáneamente. Los garibaldinos se encuentran en algún punto al oeste de Majadahonda (…) Allá abajo todo parece tranquilo, pero a la derecha, unas ametralladoras suenan: es el 13º que acaba de llegar al nordeste de Majadahonda (…)

Unos minutos más tarde, los cinco carros de combate aparecen entre las crestas, disparando, seguidos de dos compañías del 10º Batallón. Los nacionales responden disparando ametralladoras, pero esta vez son ellos quienes llevan la peor parte: los obuses aplastan los blocaos, los hacen añicos. Las dos compañías internacionales llegan a la línea defensiva, la superan, entran en Las Rozas. Ocupan las primeras casas, intentan avanzar. La niela se ha disipado un poco. Los carros se han marchado. Tras dos horas de lucha, el 10º Batallón tiene 8 muertos y unos 20 heridos. Por la noche, el comandante Guimpel reúne a su batallón en la línea defensiva conquistada. Los heridos son evacuados hacia Galapagar.

El batallón Dombrowski ha atacado a su vez Majadahonda, pero no por el sur, sino por el oeste-noroeste. Los polacos han armado las bayonetas. Se lanzan al ataque y son rechazados con grandes pérdidas. El 13º Batallón de la XIV está a 200 metros de allí. También él ha atacado y fue rechazado. Es Gabriel Hubert, sargento del 13º en Lopera, el que manda la compañía de ametralladoras. Está cuerpo a tierra tras una Colt, ocupado en desencasquillara; cerca de él, el cargador, Emile Lamouroux. Hubert que ha visto muchos carros al borde de la carretera, al comienzo de la operación, se pregunta qué se ha hecho de ellos: no se ve a ninguno.

Está sumido en estas reflexiones cuando Lamouroux le da un codazo. De la esquina del muro del cementerio de Majadahonda, a unos cien metros delante de ellos, acaban de surgir cuatro tanques: y no precisamente amigos. Avanzan hacia ellos, se detienen a menos de un par de metros. Hubert y Lamouroux no disparan, no dicen nada, no piensan nada sino, confusamente, que para ellos todo ha terminado. En cuanto los carros se pongan en marcha, sus cadenas los reducirán a papilla. Pero los carros no les han visto y, de pronto, dan media vuelta. Entonces toda la compañía se despierta, abre fuego con todas sus ametralladoras. Alcanzando por detrás por las balas perforantes, uno de los tanques se inmoviliza. Los otros intentan arrastrarle empujándolo. Las ametralladoras siguen disparando.

El franco-belga André Marty y los garibaldinos también están ante Majadahonda. De este ataque, unos y otros, conservarán el recuerdo con mucha confusión. Compañías, secciones caminan perdidos entre la niebla. El jefe del grupo Fernand Belino ha recogido un obús enemigo que no ha explotado. La propaganda republicana y los periódicos de las brigadas hacen mucho caso a los asuntos de este tipo. Se desmonta la cabeza y se encuentra un papel: “Valor camaradas. Este obús no explotará. Firmado: los obreros de tal fábrica en Italia o Alemania” (…) Se produjeron algunos sabotajes de este tipo en aquella época tanto en Italia como en Alemania. Son reprimidos con gran dureza, pero no todos los obuses explotan, aunque no hayan sido saboteados.

Al terminar, la tarde del 11 vuelve la niebla. El 12º Batallón, mandado por G. Nathan, ha perdido su compañía de ametralladoras. Su jefe, el kabila Oussidoum encuentra a los garibaldinos, que también han perdido la suya. Se une a ellos ante Majadahonda (…)

El 10º Batallón de la XIV ha pasado la noche entre los restos de los blocaos. Hay muchos heridos y algunos muertos. Los voluntarios le ofrecen agua. La mayoría rehúsa: temen que quieran envenenarlos. Los internacionales hacen entonces lo que suele hacerse en estos casos: beben antes, después los heridos enemigos (…)

Aprovechando que está despejado, ese 12 de enero, los jefes de las diferentes unidades se esfuerzan en reagrupar a sus tropas. La Compañía Oussidoum se reúne con el 13º Batallón. Los garibaldinos recuperan su compañía de ametralladoras. Guimpel reestablece contacto con el 12º y el 13º. El franco-belga André Marty ha recibido orden de situarse en reserva, cerca de la carretera de El Escorial. Sin embargo, los enlaces son insuficientes y la falta de coordinación se hace sentir cruelmente (…) Mejora el flanco derecho de los republicanos: la brigada de Nino Nanetti llega a Villanueva del Pardillo y la ocupa.

(…) El 14 de enero, la batalla prosigue, manteniendo de parte de los republicanos el mismo carácter deslavazado y esporádico que tiene desde el principio. El 15 y el 16, los nacionales lanzan pequeños contraataques. Nieva. El frente se estabiliza. Las Brigadas Internacionales son relevadas por unidades españolas (…)

La XI BI, casi destruida por completo, ha sido retirada del frente el 7 por la tarde. El 8 de enero, en el entierro de Antoni Kochanek y de los voluntarios alemanes en el cementerio de Fuencarral, los germánicos del Edgar André y del Thaelmann cantan Ich hate einen Kameraden. Vuelven a cantarlo el 12 de enero, en La Moraleja, como homenaje a todos los caídos, llegados de los cinco continentes, y que descansan para siempre en tierra española. Hablan Mario Nicoletti, comisario de la XI, después Richard Staimer, después Hans Kahle. La moral es baja. Unos días más tarde, la brigada parte para Murcia para ser rehecha.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Hasta aquí la actuación de las BBII en el frente madrileño desde noviembre de 1936 a enero de 1937. Tras los combates de la batalla de la carretera de La Coruña, los internacionales no tendrán mucho tiempo para recuperarse. La XI y XII BBII acudirán desde los primeros momentos a lo más duro de la batalla del Jarama (febrero de 1937). Poco después se unirían también la XIV y la XV. Luego llegaría Guadalajara, Huesca, ¡Brunete!... Más combates, más objetivos, más posiciones que defender o conquistar… más penurias, más sacrificios, más heridos y muertos. Así a lo largo de toda la guerra. Al menos hasta finales de 1938, en que las BBII son disueltas y sus integrantes extranjeros “invitados” a abandonar España. No todos lo harán: muchos no pueden volver a sus respectivos países (alemanes, italianos, portugueses, austriacos, rumanos… incluso gobiernos como el polaco o el búlgaro se niegan a aceptar a sus compatriotas, considerándolos apátridas); otros no quieren dejar España. 

Para entonces, estos internacionales son un incómodo problema para el gobierno republicano: militarmente no suponen ya un gran peso en las filas del Ejército Popular, su potencia combativa es muy escasa, hace mucho tiempo que en las BBII el número de combatientes de nacionalidad española es muy superior al de extranjeros (ya no acuden voluntarios a la guerra de España); diplomáticamente suponen un obstáculo en las aparatosas negociaciones, reuniones y comisiones que se vienen realizando entre gobiernos, con la Sociedad de Naciones y el Comité de No Intervención de por medio. Por último, está la posición de la URSS, impulsora en el verano de 1936 de las BBII a través de la Komintern, para la que la guerra de España ha perdido ya todo interés a finales de 1938.

La despedida oficial de los brigadistas tuvo lugar en Barcelona a finales de octubre de 1938: discursos, desfiles, ofrendas florales, recital de poemas, himnos y marchas militares. El 12 de noviembre sale para Francia el primer convoy de brigadistas. La retirada será lenta, larga e incompleta, tanto, que todavía se podrán encontrar internacionales entre los republicanos que a finales de marzo de 1939, con la caída definitiva de los frentes de guerra, van llegando al puerto de Alicante en busca de barcos. Después, la detención, el confinamiento, la deportación, la persecución… y, pocos meses después, la Segunda Guerra Mundial.

Hoy en día, en los lugares en los que estas unidades combatieron durante la batalla de la carretera de La Coruña (Las Rozas, Majadahonda, Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte, Aravaca, Villanueva del Pardillo…) no existe la más mínima referencia a ellas. Solo en la Ciudad Universitaria se ha levantado recientemente un monumento en su recuerdo, no exento de críticas y polémicas. Mucha gente del noroeste madrileño ignora completamente que hace algo más de siete décadas, por las mismas calles por las que hoy pasean y en las mismas carreteras por las que hoy circulan, combatieron decenas de nacionalidades diferentes  bajo la bandera de la República española. Muchos de ellos quedaron para siempre aquí, enterrados en improvisadas tumbas en los mismos lugares en los que cayeron. Otros recibieron sepultura en el cementerio de Fuencarral, pero tras la guerra esas tumbas fueron destruidas y los restos que contenían arrojados a fosas comunes.

La historia de las BBII está rodeada de tragedia y epopeya, de añoranzas y nostalgias, de idealismos y miserias, de amarguras y alegrías… Una historia con una fuerte carga emocional que aún despierta sentimientos de todo tipo. Una historia que, cuando menos, hay que conocer.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ 

Fotografía de las BBII realizada por Capa

domingo, 3 de junio de 2012

115) "BOADILLA"




Hace ya algún tiempo, en mayo de 2009, publicaba en este blog un pequeño artículo que, con el título de ¡Gefallen! ,  dedicaba a Esmond Romilly y a su libro “Boadilla”.

En aquel momento, este libro de Romilly era una repetida referencia en diferentes trabajos y estudios sobre la batalla de la Carretera de La Coruña, ya que en él, su autor plasmaba parte de sus experiencias y recuerdos como combatiente del grupo británico del Batallón Thaelman (XII Brigada Internacional) durante la guerra civil española.

En aquél artículo, me lamentaba de que de este libro, a pesar de haber sido publicado por primera vez en 1937, no existiera todavía ninguna edición en castellano, y, además, de que las antiguas ediciones que existían en otras lenguas, eran raras y difíciles de conseguir, teniendo que rastrear sin demasiada fortuna en los fondos de bibliotecas y librerías de viejo, y estar dispuesto a abonar un precio respetable por hacerse con un ejemplar.

Unos meses después de que escribiera esas notas sobre Romilly, comenzó a circular en ciertos círculos y ambientes el rumor de que su libro iba a ser publicado por primera vez en castellano, lo que, como es lógico, me pareció una gran noticia. Por fin, en enero de 2011, llegó la confirmación de que “Boadilla”, 75 años después de su primera edición en Gran Bretaña, había sido publicado en España. Pero, por unas cosas y otras,  fue pasando el tiempo sin encontrar el momento de hacerme con un ejemplar. Por fortuna, hace poco más de un mes, como no podía ser de otra manera, el libro fue presentado en la localidad de Boadilla del Monte, en un acto organizado por la “ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL PALACIO DE BOADILLA”, y con la colaboración de la "PLATAFORMA CABALLO VERDE”, al que asistió el autor de esta interesantísima edición, el profesor de la Universidad de Salamanca, Antonio Rodríguez Celada, que en su intervención fue desgranando el arduo proceso de investigación que ha tenido que desarrollar tras las huellas de Romilly, y que queda claramente de manifiesto en la primera parte del libro, donde el profesor Celada aporta los resultados de sus investigaciones sobre la corta, pero intensa vida de Esmond Romilly, nacido en Londres en 1918, y muerto en algún lugar indeterminado del Mar del Norte, cuando el avión de observación de la Fuerza Aérea Canadiense en el que viajaba, por motivos nunca aclarados, cayó al mar tras haber cumplido una misión sobre territorio alemán, sin que aparecieran nunca sus restos. Era el 30 de noviembre de 1941, y el mundo hacía  meses que se desquebrajaba por los cuatro costado a causa de la Segunda Guerra Mundial. Romilly tenía sólo 23 años.

Junto a las explicaciones biográficas del autor de “Boadilla”, Antonio R. Celada informó a los asistentes al acto del proyecto que ha permitido que este libro sea editado en castellano, el Grupo de Investigación de la Universidad de Salamanca, que se dedica a recopilar toda la información posible sobre los voluntarios, brigadistas y corresponsales de habla inglesa que participaron en la guerra civil española. Un tipo de literatura interesantísima y que hasta la fecha, sorprendentemente, salvo un número muy reducido de libros y autores (Orwell, Hemingway…), a penas ha despertado interés en nuestro país, permaneciendo en el más absoluto desconocimiento las obras de numerosos autores que, de una manera u otra, fueron testigos directos y protagonistas de aquella trágica etapa de la historia de España.

Por supuesto, aquel día me faltó tiempo para hacerme con un ejemplar de “Boadilla”, que el profesor Celada tuvo la amabilidad de dedicarme, y, en cuanto conseguí hacerle un hueco en mi siempre larga e inacabable lista de lecturas que esperan su turno para ser leídas (y que no deja de acrecentarse día a día a base de libros, artículos, correos, blogs, foros, cómics…) me sumergí en su lectura, la cual recomiendo, por descontado, a todo aquél que tenga interés en la guerra civil española, pero también, a todos los que persigan lecturas vivenciales, sentidas, emocionantes y humanas, porque, en esencia, eso es el libro que escribió Romilly, un libro escrito desde el sentir de un joven que, con tan solo 19 años, decide combatir por una causa que considera justa, aunque para ello tenga que arriesgar su vida en un país que no es el suyo.

Más allá del detalle y la precisión historiográfica, que no parecen preocupar demasiado a su autor, este libro nos da una visión de la guerra civil española que nunca podremos encontrar en las grandes obras y monografías de referencia. Una visión de alguien que vivió en primera persona aquella  locura, que sufrió las penurias de las trincheras, el pavor incontenible que causan los bombardeos aéreos, los nervios y la tensión que se viven en las filas de un batallón de choque en los momentos previos a entrar en acción, los debates y contradicciones que se producen entre los ideales personales y la cruda realidad que supone una guerra, la ruindad y sinrazón a la que pueden arrastrar los fundamentalismos políticos, la sensación de vacío infinito e impotencia que provoca la muerte en combate de los amigos y compañeros de armas con los que se ha convivido y compartido miedos, incomodidades y escaseces de todo tipo. Pero también, la certeza de que el ser humano, aun en las más duras y difíciles situaciones, es capaz de desarrollar intensos y sinceros sentimientos de camaradería, amistad y altruismo, y como la vida, a pesar de que todo el entorno se convierta en violento y cruel, lucha por abrirse camino.

No quiero hablar más del libro, porque creo que lo verdaderamente interesante es su lectura. Simplemente me gustaría recoger aquí una pequeña reflexión que se hace el propio Esmond Romilly al recordar a sus amigos y compañeros muertos en los combates que tuvieron lugar en torno a Boadilla del Monte en aquél frío invierno de 1936, y a los cuales, el autor dedicó la primera edición de su libro:

“Cuando estábamos todos juntos en el palacio de El Pardo, nos unía una especie de fe que nos hizo sentir que nunca podrían destruirnos. Pero siete de esos hombres, incluido Joe, murieron en Boadilla. Murieron y fueron olvidados, ya que solo fueron importantes durante un día. Después vinieron otros combatientes, otros mártires, otras adhesiones.”

Personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, cuyos últimos meses de vida en suelo español podemos seguir a través de la lectura de “Boadilla”. Personas reales que “murieron y fueron olvidados, ya que solo fueron importantes durante un día”. Cuando en mi lectura llegué a estas reflexiones de Romilly, no pude evitar acordarme del día que me acerqué a Boadilla del Monte para asistir a la presentación del libro, y como, al intentar localizar el lugar en el que iba a celebrarse el acto, me sorprendió comprobar la existencia de varias calles en ese municipio madrileño dedicadas a personas y personajes relacionados con la guerra civil, aunque eso sí, los nombres que aparecen en las placas de las calles de Boadilla del Monte pertenecen solo a uno de los bandos enfrentados y, desde luego, no existe en todo el pueblo la más mínima referencia de los combatientes a los que hace alusión Romilly, y que, de una manera u otra, han quedado inmortalizados en las páginas de su libro.

Siempre me ha parecido enormemente injusto la doble derrota que, a lo largo de la Historia, sufren los vencidos. Por un lado, sufren la derrota que supone la propia victoria militar y política de sus oponentes, y, por otro lado, tienen que sufrir también la posterior derrota que significa el olvido al que son condenados los vencidos. Como si nunca hubieran existido, como si todo lo que fueron o hicieron no hubiera servido para nada, convirtiéndolos en una especie de desperdicio del Pasado. Una condena al olvido, la cual, recién terminado el conflicto, puede entenderse que sus vencedores directos intentasen imponer, pero que cuesta más de aceptar cuando proviene de generaciones que, por fortuna, no tuvimos que vivir y sufrir esa tragedia, y podemos mirar aquellos días sin apasionamientos ni rencores.

Creo que el libro de Romilly, y su reciente edición en castellano, remedia un poco esa injusticia a la que me estoy refiriendo.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía: Esmond Romilly y su esposa, Jessica Mitford, en 1940.

martes, 3 de agosto de 2010

90) SANGRE INTERNACIONAL




Una de las primeras milicias internacionales incorporadas al bando republicano, primero en la XII Brigada Internacional y poco después en la XI B. I, fue la que llevaba el nombre del comunista alemán Ernst Thäelmann, detenido por la policía política de Hitler en 1933, y que años después, en 1944, sería fusilado por los nazis.

En las últimas fases de la Batalla de la carretera de La Coruña (enero de 1937), el Batallón Thaelman contaba ya con una demostrada experiencia de combate, pues, desde las primeras jornadas de la Batalla de Madrid (noviembre de 1936), esta unidad, formada mayoritariamente por voluntarios alemanes, había participado en algunos de los episodios más duros y violentos (ver entrada “¡GEFALLEN!” )

Diezmado y reorganizado en diferentes momentos, era considerada una de las mejores unidades con las que contaba el Alto Mando republicano en el frente de Madrid. Por ello, cuando el 6 de enero de 1937, las columnas de Orgaz, haciendo uso de todas sus fuerzas, intensificaron la presión convergiendo hacia la capital desde el sector de Las Rozas, los batallones de la XI Brigada Internacional fueron enviados a cerrar la brecha abierta en el noroeste de Madrid.

El 7 de enero, el Batallón Thaelman tomó posiciones en la carretera de La Coruña, en algún punto indeterminado próximo al bosque de Remisa con la misión de frenar la ofensiva enemiga. Las órdenes eran explícitas: “No retirarse ni un centímetro en ningún caso”. Los internacionales quedaron aislados e incomunicados con su retaguardia, pero decidirán cumplir a rajatabla la orden recibida, combatiendo suicidamente durante horas contra una poderosa columna enemiga integrada por fuerzas de choque y carros blindados. Este episodio ya fue tratado hace tiempo en este blog, y los interesados pueden consultar la entrada “EL THAELMAN A LAS ROZAS”.

En aquellos mismos días en los que el Batallón Thaelman, literalmente, se desangraba en el frente de Madrid, una periodista danesa, llamada Lisa Lindbaek, cubría la guerra de España para el periódico “Dagbladet”. Lisa Lindbaek, considerada la primera corresponsal de guerra de su país, había nacido en la ciudad de Copenhague en enero de 1905. Desde 1924 ejerció, de forma independiente, la labor de periodista para diarios de diferentes países, y cuando en 1936 llega a España, en su curriculum profesional figuraba el haber cubierto importantes episodios internacionales, tales como el ascenso de Mussolinni al poder, o el incendio del Reichstag en Berlín. Durante la guerra civil española, Lisa Lindbaek colaboró con otros periodistas y escritores, como E. Hemingway, Nordahl Grieg, Nini GleditschGerda Grepp.

Terminada la guerra, Lisa llegó a Francia, donde siguió apoyando la causa republicana. Con la ocupación nazi, Lisa se vio obligada a huir al norte de África, escapando por los pelos de la persecución de la Gestapo. Desde allí pasó a EEUU, regresando a su país natal, Noruega, al finalizar la contienda mundial. Durante algún tiempo, trabajó como periodista para la ONU, y fue reportera en Alemania (la Occidental y la Oriental) durante los primeros años de la Guerra Fría. En 1961, Lisa, que desde hacía años arrastraba serios problemas con el alcohol, decidió suicidarse, arrojándose al mar en la ciudad alemana de Kiel.

Además de su labor periodística, Lisa Lindbaek escribió varios libros a lo largo de su vida. Entre ellos, “Internationella Brigaden”, publicado en 1939 en Estocolmo, por la editorial Solidaritet, y del que, lamentablemente, no existe traducción al castellano.

Para escribir este libro, Lisa se basó en sus vivencias y experiencias en la guerra civil española, así como en las numerosas notas, entrevistas y artículos que había realizado durante la misma. En sus páginas, se recoge el episodio bélico vivido por el Batallón Tahelman en la carretera de La Coruña el 7 de enero de 1937. Una de las cosas más interesantes de este libro, es que en él, Lisa recoge el testimonio de algunos de los pocos combatientes del Thaleman que sobrevivieron a esa sangrienta jornada. En sus páginas puede leerse:

“El batallón recibió órdenes de prepararse para el combate. Las Rozas había caído y el alto mando quería recuperar el terreno perdido. Estamos junto a otros bajo la lluvia. Recibimos órdenes de avanzar y nos prometen apoyo de los tanques. Podemos ver a los fascistas a unos cincuenta metros delante de nosotros. Nos han prohibido disparar. Los tanques se aproximan. Nadie sabe si son de los nuestros. Avanzan hasta unos trescientos metros de nosotros. Entonces podemos reconocerlos: son tanques fascistas. Preparamos las granadas. Pasan diez minutos. Los tanques se acercan en tres escalones. Tras de ellos vemos a la infantería. Treinta y cinco aviones nos atacan. La artillería corta la carretera en nuestra retaguardia. La compañía de ametralladoras nos envía un mensaje: “¡Retirada!”. Las compañías de infantería se niegan.

Han recibido órdenes estrictas de no retirarse ni una pulgada. Los tanques avanzan hasta llegar a unos pocos metros de nuestra trinchera. Decenas de nuestros mejores soldados mueren. Otros avanzan sin protección y lanzan sus granadas. Las carreteras quedan bloqueadas con muertos y heridos. Es una encarnizada lucha hasta derramar la última gota de sangre “¡No Pasarán!”, nos decimos unos a otros. “La ofensiva tiene que ser contenida”. En suelo español combaten los obreros contra los fascistas. La sangre de los obreros alemanes salpicó los muros de Madrid. Pero los tanques de Krupp no pueden pasar.

Las órdenes no podían llegar desde el cuartel general hasta el batallón. Cuando llegó finalmente la orden de retirada, era demasiado tarde. La infantería enemiga tomó por asalto las trincheras del Thäelman y remató a los heridos a bayonetazos.

Al día siguiente llegó la orden de reanudar la ofensiva. Por primera vez respondimos: “Imposible. El batallón Thäelman ha sido destruido.”

Fue más o menos en esta época cuando uno de los voluntarios alemanes compuso la canción Hans Beimler, que se cantaba con la música de “Ich hatt´einen Kameraden.”

Los interesados en escuchar esta canción compuesta en memoria de Hans Beimler, uno de los organizadores del Batallón Thaelman, muerto en el frente de Madrid en diciembre de 1936, pueden hacerlo pinchando sobre el siguiente título: “Hans Beimler Kamerad”.

Un testimonio más, casi olvidado, de aquellas terribles jornadas. A menudo me pregunto cuantos libros, artículos y documentos escritos por los diferentes extranjeros que, en uno u otro bando, participaron en nuestra guerra, permanecerán todavía desconocidos o sin traducción al castellano. ¿Cuántas memorias, experiencias, vivencias y opiniones, de españoles y extranjeros, habrán sido barridas para siempre por el paso del tiempo, el miedo o la indiferencia?


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

jueves, 21 de mayo de 2009

30) ENTRE LA NIEBLA


Uno de los testimonios más ilustrativos de lo que supuso la contraofensiva republicana en enero de 1937 en el noroeste de Madrid, lo encontramos en un libro escrito por uno de los combatientes más emblemáticos de las Brigadas Internacionales: Gustav Regler.

La vida de Regler, como la de tantos otros jóvenes de su generación, resulta propia de una novela de aventuras. Como señaló Dostoiewski, “la realidad, muchas veces, supera la ficción”.

Gustav Regler, había nacido en la ciudad alemana de Merzig, en 1898. Participó en la Primera Guerra Mundial, en la que resultó herido, y tras el conflicto desarrolló una intensa actividad intelectual. Cursó estudios de filosofía, historia y francés, consiguiendo su doctorado en 1922. Muy pronto desarrolló una intensa actividad política, ingresando en el Partido Comunista (del que terminaría alejándose tras la guerra civil española). El progresivo ascenso del nacionalsocialismo le hizo tomar una posición decidida y comprometida contra el III Reich. La llegada de Hitler al poder convirtió a Regler en el “enemigo público nº 19 de la nación alemana”. Continuó su lucha clandestina en Alemania, hasta que acosado por la Gestapo, se traslado a El Sarre (territorio situado entre la provincia francesa de Lorena y Luxemburgo que, tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, pasó a ser administrado por la Sociedad de Naciones), teniendo que pasar a Francia cuando en 1936 Hitler se apoderó de este enclave.

El estallido de la guerra civil española convence a Regler de que es en España donde la lucha antifascista debe de presentar batalla. En el otoño de 1936 consigue entrar en la península y ocupa (tras ganar el pulso a Louis Aragon) el cargo de director de los servicios de propaganda del gobierno de la República, puesto del que no se encarga por mucho tiempo, ya que enseguida es nombrado comisario político de la XII Brigada Internacional y destinado al frente de Madrid. Durante la contienda, Gustav Regler será un testigo de excepción en muchas de las principales operaciones militares (resultando gravemente herido en el frente de Huesca).

Tras la guerra civil acabó en el campo de concentración francés de Le Vernet, donde permaneció hasta 1940, cuando con la intervención de destacados abogados, como Eleanor Roosevelt o de amigos como Ernest Hemingway, logró su liberación, justo a tiempo para poder escapar, una vez más, de las garras de la Gestapo que, con la ocupación parcial de Francia por parte del ejército alemán, intentaba ajustar cuentas con todos los disidentes políticos refugiados en suelo galo. Trasladado a México, continuó su actividad intelectual (política, literatura, cine, periodismo...), viajando por diferentes países hasta su muerte en Nueva Delhi, en 1968.

Con sus diarios de guerra escribió la obra a la que nos referíamos al principio, “The Great Crusade“, escrita directamente en inglés y que nunca ha sido editada en español. Prologado por Ernest Hemingway, constituye un importante testimonio (con calidad literaria) de las experiencias vividas por Regler en España. Una de las partes más importantes de este libro, se refiere a la lucha en el noroeste de Madrid en el invierno 1936/37. De hecho, fue Gustav Regler quien acuñó la definición "Batalla de la Niebla" para referirse a los combates por el control de la carretera de La Coruña.

Uno de los fragmentos más conocidos de "The Great Crusade" recuerda las jornadas de la contraofensiva republicana de enero del 37:

"La batalla duró tres días más. Los batallones deambulaban ciegos a uno y otro lado de la niebla. Allí permanecieron helados y tosiendo, al borde de las últimas colinas al norte de Las Rozas y al oeste de Majadahonda. La Brigada era como una aguda trampa de zorro en los pies del enemigo: con los talones heridos, el enemigo sangraba y forcejeaba; y en sus violentos intentos por liberarse habían aflojado la presión sobre Madrid. La cosa resultó, y los dos pueblos estaban repletos de armas y de muerte.

Los batallones se hallaban agazapados en los cráteres de niebla, y contemplaban las casas, que a veces parecían ponerse al alcance de la mano, y otra vez se hundían en las oleadas blancuzcas, convirtiendo todo en un sueño. Pero el sueño era interrumpido por las balas, que eran más peligrosas que en un ataque abierto, porque surgían de pronto de aquella nada blanca y buscaban su víctima dentro de aquella masa de algodón sucio que unas veces amortiguaba el grito y otras lo hacía sonar como si fuese el alarido de una compañía entera.

Los sanitarios corrían entre las líneas como perros borrachos. Señalaban los hombres a un árbol en el que creían haber oído gritar a un herido, y allí encontraban tres soldados que bebían en silencio. Mientras respiraban tranquilos, al volverse, sus botas chocaban con la frente todavía tibia de un cadáver. Los árboles se burlaban de ellos, los arbustos les jugaban malas pasadas como si fuesen enemigos; los pájaros chillaban y tropezaban. Una vez se quedaron petrificados en medio de los campos, convencidos de estar en territorio enemigo; pero el humo de una chabola próxima les hizo ver que se encontraban muy dentro de las líneas propias. Otra vez, al gritar su consigna a un centinela, oyeron en respuesta “Arriba España“ y pasaron en silencio y aterrorizados junto al vigía enemigo.

(...) Los polacos, impetuosos como siempre, habían intentado un asalto salvaje a Villanueva. Los defensores del pueblo les habían recibido con centenares de ráfagas. Pero los polacos no se retiraron. Como perros que tienen clavados sus dientes en la presa y se olvidan de los golpes recibidos, se lanzaron una y otra vez contra las paredes imposibles hasta que fueron cayendo todos.

Los que fueron retirados sorprendieron a los sanitarios con sus gritos pidiendo ser devueltos al frente, no llevados al hospital. Emil Glasauge, el médico, les había hablado como a niños. Iban llorando a la retaguardia.

Entonces, al tercer día, la cortina de niebla empezó a levantarse y de pronto apareció al sol el pueblo, la línea de cráteres, caminos, cañones y ambulancias, todos ellos sorprendidos por el paisaje. Todo el mundo corrió a protegerse. Pero los cañones tenían su oportunidad, y enrojecían y se desvencijaban. Un tanque enemigo se encontró de pronto, al sol, entre los Garibaldis; la sorpresa fue tan enorme para todos que el tanque y los Garibaldis se volvieron de espalda, en rápido silencio, y sin hacerse daño.

En las trincheras de los internacionales la esperanza brillaba con los mismos rayos del nuevo sol. Todos aguardaban la llegada de los aviones. Algunos creían oir ya el ruido de los motores sobre las colinas. Cuando, de pronto, metro a metro, el viento helado volvió a tender sobre el paisaje la cortina de niebla. Y la muerte lenta comenzó otra vez..."


Estos fragmentos son solo algunos ejemplos de una obra que, al igual que su autor, permanece prácticamente olvidada en España, el mismo lugar en el que Gustav Regler y tantos otros como él, dejaron los mejores años de su juventud y, muchos de ellos, incluso su vida. Un olvido selectivo, un silencio generalizado durante décadas que provoca que esa memoria histórica de la que tanto se habla últimamente, se encuentre permanentemente segmentada, lo que facilita su manipulación y falseamiento.

Entre las nieblas del silencio y el olvido permanece una Historia por descubrir.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Gustav Regler en México, 1940.

domingo, 10 de mayo de 2009

27) ¡GEFALLEN!



La batalla de Boadilla fue una experiencia durísima para los internacionales, que consumieron batallones enteros, tanto en su defensa, como en los posteriores intentos por reconquistar el pueblo. Los ataques y contraataques se sucedieron por todo el sector (Romanillos, Mosquito, encinares en torno a Boadilla…), en una lucha cruel y sangrienta. Entre los días 14 y 22 de diciembre de 1936 se sucedieron jornadas terribles. Las fuerzas de choque nacionales (moros y legionarios en su mayoría) demostraron una decisión y fuerza que terminó superando la resistencia de los republicanos.

El británico Esmond Romilly (que era sobrino de Winston Churchill), combatió en la XII Brigada Internacional, en el grupo británico del Batallón Thäelmann. Durante la II Guerra Mundial fue piloto de guerra, muriendo en 1941, cuando su avión, no se sabe muy bien si derribado por el enemigo o a causa de un fallo técnico,  se precipitó en el Mar del Norte. Sus experiencias en la guerra civil española las recogió en un libro cuyo título es “Boadilla”, de la que no existe edición española y que en inglés, es caro y difícil de conseguir.

En aquel invierno de 1936, Esmond Romilly tenía 18 años. Tras la pérdida de Boadilla, los republicanos se hicieron fuertes en las lomas cubiertas de encinas y pinos que aun hoy pueden verse al norte del pueblo, y en la zona boscosa que se extiende hasta Majadahonda. Desde estos bosquecillos partieron diferentes contraataques republicanos para intentar recuperar Boadilla, contraataques que fracasaron, pero que supusieron numerosas bajas para uno y otro ejército.

En su libro, Romilly da testimonio de aquellos combates, habla del frío y de la niebla (que le hacían pensar “que podría estar en Inglaterra"), de las explosiones que descortezaban los troncos de los árboles, nos cuenta como las ráfagas de ametralladoras frenaban en seco los ataques de los batallones, dejando el suelo cubierto de muertos y heridos, recuerda el caos de órdenes y consignas, mezclándose las voces en alemán, en italiano, en polaco, en inglés, en español… entre el tronar de morteros y cañones.

Un buen ejemplo de la dureza de aquellos combates lo encontramos una de las veces que Romilly nos habla del Batallón Thäelmann (formado mayoritariamente por alemanes, aunque también contaba con combatientes de otras nacionalidades, como ingleses o españoles, y del que ya hemos hablado en otra ocasión). Romilly recuerda como fue el pase de lista del Thäelmann después de uno de los intentos de reconquistar Boadilla del Monte:

“Walter tomó en sus manos la lista de la primera compañía del batallón Thäelmann, momentos antes del cambio de guardia de medianoche. Pronunciaba cada nombre y hacía una pausa hasta que el silencio se volvía insufrible.

Oswald y su patrulla de quince hombres… faltaban todos; de pronto recordamos aquellos fusiles apuntando hacia abajo en aquella trinchera y los bayonetazos en aquellos cuerpos. El comandante cruzaba sus nombres con la misma palabra: “gefallen” (“caído”).

De la primera y de la segunda sección, quince hombres respondieron: ¡hier! (¡aquí!). Cuarenta y tres no respondieron. Tercera sección, tres alemanes respondieron ¡hier! Hasta que llegó al grupo inglés:

Addley: sin respuesta, sin información, ¡gefallen!; Avener: muerto, ¡gefallen!; Brich: sin respuesta, probablemente muerto, ¡gefallen!; Cox: muerto, ¡gefallen!

Nosotros sabíamos que habían muerto, pero todavía no podíamos creerlo. Era como si estuviésemos asistiendo a la última oportunidad de aquellos hombres de apelar contra una sentencia de muerte que sabíamos irrevocable.

Gillan: herido; Gough: muerto, ¡gefallen!; Jeans: muerto, ¡gefallen!; Messer: sin respuesta, desaparecido, ¡gefallen!”

Como vemos, las calles y encinares de Boadilla del Monte se regaron con la sangre de combatientes nacionales e internacionales. Combatientes en su mayoría anónimos o cuyos nombres permanecen prácticamente olvidados. Jóvenes de diferentes nacionalidades que murieron (algunos muy lejos de sus hogares y familias) defendiendo sus ideales en aquel frío invierno del 36.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: Esmond Romilly
Fotografía 2: Brigadistas alemanes

domingo, 3 de mayo de 2009

26) OBJETIVO BOADILLA




En los primeros días de diciembre de 1936, el primer intento de los sublevados de cortar la carretera de La Coruña queda detenido, pero éstos, a pesar de los durísimos combates y los pocos resultados obtenidos no desistirán de su empeño. Lo más crudo del invierno madrileño ha llegado, produciendo días más cortos y temperaturas muy bajas, pero se siguen mostrando optimistas y estudian todo tipo de proyectos y maniobras. Cuentan además con un importantísimo incremento de efectivos. La División Reforzada de Madrid, con cuartel general en Navalcarnero, y mandada por el general Orgaz, se había reorganizado con tropas de refresco procedentes de nuevos reclutamientos y de otros frentes transitoriamente estabilizados, constituyendo un autentico ejército de unos 50.000 hombres bien equipados, preparados para entrar en acción y asesorado por expertos italianos y alemanes.

Tras días de obligada pausa por las malas condiciones atmosféricas, el 14 de diciembre comienza el nuevo ataque con un fuerte bombardeo artillero sobre las posiciones republicanas. Una de las mayores fuerzas montadas por los rebeldes en la lucha por Madrid se ponía en marcha (unos 10.000 hombres, dos compañías de carros pesados y un importante incremento de artillería de diversos calibres). Ejercía el mando el general Varela, en dependencia directa del general Orgaz. La misión de las columnas (dirigidas por los coroneles Sáez de Buruaga, Monasterio, García Escamez y el teniente coronel Barrón) consistía ahora en ocupar la línea Villanueva del Pardillo-Majadahonda-cruce de caminos al sureste de Las Rozas-bosque Remisa-Aravaca-Cuesta de las Perdices-cerro del Águila. La idea de maniobra era operar de sur a norte, partiendo de la línea Villaviciosa-Brunete. El ataque se dirigió contra todo el sector noroeste de Madrid, desde la Casa de Campo a Navalagamella.

Envueltos en una persistente neblina, con temperaturas de hielo y moviéndose en un terreno enfangado, las tropas franquistas avanzaron directamente hacia los primeros objetivos. Su envestida fue tan fuerte que no tardaron en tomar la posición Vértice Mosquito, lo que favorecía la conquista de Boadilla. Sobre los defensores republicanos de este pueblo cayó el peso de tres columnas atacantes, lo que suponía una aplastante superioridad.

La resistencia republicana en Boadilla del Monte (estratégico nudo de carreteras a 20 Km. de Madrid) se resquebrajó y sus defensores, ante la superioridad de los atacantes, se retiraron en desorden al norte del pueblo. A primera hora de la tarde los franquistas se adueñaban del núcleo más importante del caserío. Poco antes del anochecer los republicanos solo dominaban el Palacio del Duque de Sueca, defendido por miembros de la Guardia Civil fieles al gobierno republicano (la Guardia Civil que tras la sublevación militar de julio del 36 permaneció fiel al Gobierno fue rebautizada con el nombre de Guardia Nacional Republicana). Luís María de Lojendio, en su libro “Operaciones militares de la Guerra de España, 1936-1939” nos hace un estremecedor relato de estos combates (aunque se refiere al palacio como castillo):

“Fuera del pueblo quedaba el castillo: una mole imponente en la que resistía un resto de tropa de la Guardia Civil roja, parapetada con ventaja en su fortaleza. Fue necesario avanzar al asalto como en las grandes ocasiones. Las fuerzas del Tercio derribaron un trozo del muro del jardín y a pecho descubierto emplazaron sus máquinas. La lucha personal, cuerpo a cuerpo, se generalizó hasta en sus últimas instancias (…). De cual fue la naturaleza del encuentro que allí se libró da idea el hecho de que, al ocupar el castillo, de sus habitaciones hubo que retirar un centenar de cadáveres enemigos. Buena estampa representativa de los violentos combates de esta época en el sector de Madrid.”

Las pérdidas que sufrieron ambos contendientes entre los días 15 y 16 fueron enormes. Los ataques y contraataques se sucedieron ininterrumpidamente apoyados por la aviación y los tanques. Los internacionales de los batallones Dombrowsky y Thaelmann, milicianos, Guardia Nacional y de Asalto, apoyados por cinco blindados soviéticos, vuelven a asaltar Boadilla. Penetran en su interior y parece que consiguen recuperar el pueblo. Pero los sublevados no dan por perdida su presa y vuelven al ataque, produciéndose una lucha terrible en las calles de Boadilla. Nuevamente Lojendio, en su obra, escribe:

“El combate, duro y encarnizado, se generalizó entre las casas, sobre las calles de Boadilla quedaron los cadáveres de 78 milicianos internacionales: franceses, checos y rusos en su casi totalidad, y aquella misma tarde los tanques enemigos desfilaron prisioneros por la carretera de Alcorcón.”


El día 16, el batallón Comuna de Paris aguanta tenazmente el asalto de los tanques, logrando inutilizar, a base de bombas de mano, dos blindados, pero entre muertos, heridos y prisioneros sufrirá un gran número de bajas. Con lo que queda del batallón Dombrowski pasa algo parecido.

Las tropas republicanas se las ven negras para frenar al enemigo. El mando republicano traslada al sector las tropas de “El Campesino”, mientras que Lister, Prada, Bueno y Rovira atacaban en el sur de Madrid. En la prensa madrileña de esos días podía leerse:

“Estamos ante un ataque en toda regla. Ya no se trata de operaciones de tanteo. El enemigo pretende llegar a nuestras líneas y profundizar intensamente (…) su objetivo pertinaz y obstinado es romper nuestro frente abriendo brecha, para irrumpir en la capital de la República."

En la parte de Romanillos, en terreno descubierto, la XI Brigada Internacional (con los grupos de voluntarios ingleses incorporados a los distintos batallones) vuelve a entrar en acción. Parte del batallón Thaelmann (compuesto principalmente por alemanes) espera cantando en sus posiciones himnos de lucha para que los soldados nazis enviados por Hitler para apoyar a Franco puedan escucharlos. El combate entre connacionales alemanes fue durísimo, quedando buena parte del batallón de brigadistas materialmente aplastado por los tanques alemanes. De los ingleses sólo quedaron tres supervivientes. El batallón Edgar André (formado en su mayoría por alemanes y austriacos) pudo escapar del aniquilamiento total gracias al sacrificio, en última instancia, de doce voluntarios alemanes y tres ingleses que resistieron hasta el fin, dando tiempo al grueso de las fuerzas para el repliegue a posiciones más atrasadas.


El día 18 comienza un fuerte contraataque republicano. La XII Brigada Internacional actúa en colaboración con carros blindados al este de Boadilla. Las Rozas sufrió su primer bombardeo, que ocasionó importantes destrozos. Desde el 19 se suceden encarnizados combates en todo el frente que abarca la ofensiva. Los fuerzas atacantes, al mando de Monasterio, ocupan Villanueva de la Cañada. En días sucesivos, hasta el día 22, las fuerzas republicanas no sólo frenaron el ataque, sino que llegan a reconquistar parte del terreno perdido, pues esa noche los franquistas se ven obligados a replegarse, abandonando todo el terreno ocupado en los días anteriores, con la excepción de Boadilla del Monte y de Villanueva de la Cañada, renunciando de momento a la conquista de Villanueva del Pardillo, Las Rozas y Majadahonda, que eran el objetivo inicial. El segundo intento de cortar la carretera de La Coruña había vuelto a fracasar.

Hoy en día, una visita a Boadilla del Monte supone una agradable sorpresa. Este municipio, a pesar de las profundas transformaciones experimentadas en las últimas décadas, matiene alguno de sus edificios más emblemáticos.

Sin lugar a dudas, el edificio más representativo y llamativo es el Palacio del Infante Don Luís (también conocido como del Duque de Sueca), impresionante construcción del siglo XVIII, obra del arquitecto Ventura Rodríguez, actualmente en propiedad del Ayuntamiento de Boadilla y que permanece cerrado, en espera de una imperiosa restauración que nunca llega.

Como hemos visto, entre sus muros, patios y jardines se libraron cruentas luchas a muerte, viéndose seriamente dañado por la acción de la aviación y la artillería. Tras la Batalla de la Niebla, el palacio fue puesto de mando, hospital, prisión, cuartel y depósito de armas y municiones. Después de la contienda, el Plan de Regiones Devastadas procedió a diversas reformas y restauraciones, siendo utilizado por Auxilio Social para diferentes actividades.

Aunque permanezca cerrado, sólo por el palacio (que en 1974 fue declarado Monumento Nacional), merece la pena una visita a Boadilla del Monte. Conocer que en su defensa y conquista corrió la sangre de uno y otro bando hace que se contemple con otros ojos. Como sucede en tantos otros municipios, la maldita guerra dejó su impronta en calles, campos y edificios. Una impronta que, setenta años después, sigue presente en diferentes, recuerdos, aspectos y detalles para todo aquel que quiera descubrirla.



JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: Combates en los alrededores de Boadilla a finales de 1936.
Fotografía 2: Indicador toponímico de época, en un muro con huellas de la contienda (JMCM)
Fotografía 3: Fachada principal del Palacio del Infante Don Luís (JMCM)