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domingo, 13 de octubre de 2019

165) TRAS LAS HUELLAS DE LA GUERRA CIVIL. UN RECORRIDO POR LAS FORTIFICACIONES DE NAVALCARBÓN




Entre octubre y noviembre de 2017, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939), desarrollado por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, se realizó la excavación arqueológica de las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón.

Esta intervención se basó en un proyecto elaborado por la Asociación Histórico-Cultural Cierzo, que desde el año 2012 viene realizando una intensa labor de investigación sobre la historia local del municipio de Las Rozas de Madrid y de catalogación y estudio de su patrimonio cultural, además de una continuada labor divulgativa por medio de rutas, exposiciones, conferencias, publicaciones y colaboraciones con otras entidades públicas y privadas.


Excavando las fortificaciones de Navalcarbón (oct.-nov. 2017). Fotografía de M. G. Isern.


Los trabajos de Navalcarbón fueron dirigidos por el arqueólogo David Urquiaga Cela (dirección técnica) y el historiador Javier M. Calvo Martínez (dirección científica), con la participación de los arqueólogos Raúl Flores Fernández y Lourdes Morales García, y de su desarrollo y resultados hemos dado ya amplia información en diferentes entradas del blog Frente de Batalla.

Terminados los trabajos arqueológicos, se han desarrollado una serie de intervenciones de restauración y acondicionamiento de las fortificaciones  (realización de accesos, limpieza de pintadas, consolidación de estructuras…), así como la colocación de nueve carteles explicativos, creándose un recorrido que permite visitar los restos más interesantes y conocer los datos más significativos para entender e interpretar adecuadamente estos vestigios del periodo bélico. En estas actuaciones han participado el equipo de arqueólogos Cota 660 y el restaurador Miguel Ángel López Marcos.


Una de las fotografías cenitales realizadas con dron por Francisco Pino.


Debemos mencionar también, por su desinteresada colaboración en este proyecto, a Mariano Gómez Isern, que realizó un amplio reportaje fotográfico durante los trabajos arqueológicos, y a Francisco Pino, que efectuó videos, fotografías y panorámicas con dron de todas las estructuras.

Todo ello ha quedado finalizado en el mes de agosto de 2019, pudiendo disfrutar ya de este importante conjunto de arquitectura militar, que supone un valor añadido a los múltiples encantos con los que ya cuenta la Dehesa de Navalcarbón, posiblemente, el espacio verde más emblemático del municipio de Las Rozas de Madrid.


Panel presentación instalado en la Dehesa de Navalcarbón.


Ejemplos de la señalética colocada junto a las fortificaciones.


Desde aquí, queremos mostrar nuestra satisfacción por haber contribuido a la recuperación de esta parte de nuestra historia, confiando en que sea del disfrute general y que, entre todos, seamos capaces de cuidar y valorar la riqueza patrimonial que existe en nuestro entorno más cercano.


Nosotros seguiremos trabajando por todo ello.

martes, 16 de julio de 2019

164) MATERIALES DEL PERIODO BÉLICO RECUPERADOS EN NAVALCARBÓN




Los trabajos arqueológicos desarrollados en la Dehesa de Navalcarbón en el mes de noviembre de 2017, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid, permitieron recuperar un considerable número de materiales procedentes del periodo bélico.

En todas las estructuras en las que se ha trabajado (2 nidos de ametralladora de hormigón armado, 2 nidos de mampostería, 3 asentamientos de mampostería para fusil ametrallador, 1 observatorio blindado, 1 puesto de mando y 2 estructuras auxiliares) han aparecido diversos objetos, tanto en el interior de las fortificaciones como en su perímetro más próximo.

Estos materiales, algunos de los cuales ya han sido presentados en este blog, pueden agruparse en tres categorías diferentes:

Armamento.
Construcción.
Vida cotidiana.

Armamento:

A pesar de que la Dehesa de Navalcarbón no fuera escenario de batallas o combates, y que las fortificaciones construidas en ella formaran parte de la segunda línea defensiva del Ejército Popular de la República, alejada unos dos kilómetros de la primera línea de fuego y de contacto con el enemigo, en este lugar se empleó y acumuló una importante cantidad de armamento y material bélico.

Los servicios de recuperación del ejército, que al concluir el conflicto se encargaron de desactivar y limpiar de material de guerra las zonas en las que se habían establecidos posiciones defensivas, o la intensa actividad chatarrera desarrollada en esos mismos lugares  durante los años de posguerra, no han impedido que durante los trabajos arqueológicos desarrollados en Navalcarbón se haya recuperado un considerable número de restos de armamento.

Además de abundante metralla y de otros vestigios artilleros (espoletas y vasos de proyectiles), que evidencian el castigo al que era sometida la Dehesa de Navalcarbón durante la guerra por parte de la artillería, los restos de armamento más numerosos que han sido recuperados corresponden a cartuchería, de los que han aparecido ejemplos de diversos modelos y calibres en la mayor parte de las estructuras excavadas.

Localización de una vaina de Mauser 7 mm durante la excavación de una de las fortificaciones de Navalcarbón


En total, se han localizado 269 objetos: 40 cartuchos, 186 vainas, 22 balas y 21 peines. Estos hallazgos nos proporcionan interesante información sobre el tipo de fusiles y armas automáticas que pudo emplear la tropa desplegada en las posiciones de la Dehesa de Navalcarbón.

La munición recuperada corresponde a seis tipos: Mauser 7 mm (168), Mauser 7,92 mm (8), Mosin-Nagant (21), 303 British (28), Mannlicher (1) y 9 Largo (2). Para más información sobre este tipo de munición aparecido en las excavaciones visitar las entradas “Munición en la Dehesa de Navalcarbón” y “El calibre 9 mm Largo”.

En los marcajes que figuran en las vainas y cartuchos que pueden ser leídos (algunos son ilegibles por la corrosión, otros están montados en peines de los que no pueden ser extraídos o, simplemente, carecen de marcaje, aparecen 8 países de fabricación diferentes: España (30%), México (21%), Austria (15%), Grecia (10%), URSS (9%), Inglaterra (7%), Checoslovaquia (4%) y EUA (4%).

El país de fabricación que figura en los marcajes no tiene por qué indicar necesariamente que ese tipo de munición procediese directamente de esos lugares, ya que gran parte del material bélico llegaba a España por cauces no oficiales (proveedores clandestinos, operaciones secretas, contrabando, mercado negro…), especialmente, a partir de la firma del Pacto de No Intervención, el 9 de septiembre de 1936.


Acopio de vainas y cartuchos aparecido al excavar una de las estructuras auxiliares de Navalcarbón


Analizando  los marcajes identificados en la munición recuperada podemos sacar algunas conclusiones:

En buena parte de la munición de origen español (un 30% del material recuperado), y que básicamente corresponde al Mauser 7 mm (fusil reglamentario del Ejército Español desde 1893), figuran fechas muy anteriores al inicio de la Guerra Civil (1917, 1918, 1919, 1921, 1924, 1926, 1927), es decir, se trata de material bélico que, en algunos casos,  había permanecido cerca de dos décadas almacenado en los depósitos y arsenales militares. Por otro lado, y como es lógico al tratarse de posiciones del ejército republicano, las fechas de fabricación más próximas en el tiempo a la contienda que figuran en los marcajes (1933, 1935, 1936) se interrumpen en 1936, ya que, a partir de ese año, tanto las plantas de Pirotecnia Militar de Sevilla (PS), como las de la Fábrica Nacional de Toledo (FNT), dos de las tradicionales productoras nacionales, y cuyos marcajes aparecen en toda la munición de fabricación española localizada en Navalcarbón,  quedaron dentro de la zona sublevada y, por tanto, el gobierno de la República dejó de poder disponer de esos recursos.

Entre la munición aparecida en Navalcarbón destaca por su número la de origen mexicano (21% del material recuperado), correspondiente al Mauser 7 mm, con los marcajes México y FNC (Fábrica Nacional de Cartuchería) y con fechas de fabricación comprendidas entre 1930 y 1931. Es muy probable que esta munición provenga de los envíos de armamento que el gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, realizó en apoyo de la República española desde septiembre de 1936 hasta, por lo menos, septiembre de 1938, en momentos en los que otros países se negaban a hacerlo, al menos de manera abierta y reconocida.

Respecto a la munición de Mosin-Nagant, de origen soviético y que durante la Guerra Civil fue masivamente empleada por el Ejército Popular de la República, los restos recuperados en Navalcarbón suponen un 9% del total. Sus marcajes nos hablan de tres fábricas diferentes (Lugansk, Volodarskogo y Tula), y las fechas de producción que aparecen en los culotes van desde 1924 hasta 1936. Sabemos que, durante la Guerra Civil, la URSS vendió directamente a la República española grandes cantidades de armamento, pero también que utilizó como pantalla a otros países para este tipo de comercio. Aunque la URSS mandó material de guerra muy moderno, también aprovechó el conflicto español para deshacerse de todo el material bélico anticuado que guardaba desde hacía muchos años en sus arsenales.

Tanto la munición de origen inglés, como la fabricada en EEUU, que ha aparecido en Navalcarbón (un 7% y un 4% del total, respectivamente), corresponde íntegramente  al modelo 303 British (7,7 mm), y las fechas de fabricación que aparecen en los marcajes de sus culotes, comprendidas entre 1915 y 1918, demuestran que se trata de excedentes de la Primera Guerra Mundial  (1914-1918), muy probablemente, llegada a España por cauces no oficiales.

Clandestinamente debió de llegar también la munición del calibre 7,92 mm recuperada en Navalcarbón, casi toda ella producida en Checoslovaquia (4%) por  la fábrica Sellier & Bellot de Praga, con fechas comprendidas entre 1935 y 1936.

Mención especial merece la munición que ha aparecido con marcajes que indican una producción clandestina, o al menos discreta, por parte de algunos países, en un intento de burlar las prohibiciones impuestas por el Pacto de No Intervención. Dentro de esta categoría se encuentra toda la munición que ha aparecido para Mauser 7 mm con el marcaje XII 36B, fabricada en Grecia (10%) por la Fábrica de Pólvora y Cartuchería Helénica, en diciembre de 1936. También forma parte de esta categoría la totalidad de la munición de origen austriaco (15%) que se ha recuperado en Navalcarbón con el marcaje M, también para Mauser 7 mm, así como las vainas cuyos culotes carecen de marcaje.

El escaso número de restos de munición 9x23 Largo (1 cartucho y 2 vainas), todos ellos de fabricación española, entra dentro de lo normal, al constituir el tipo de munición empleado por armas cortas y, por tanto, de uso exclusivo de los oficiales.

Por último, la única vaina de Mannlicher que ha aparecido en Navalcarbón, fabricada en Austria en 1915, aunque podría indicar un empleo anecdótico o irrelevante de este tipo de munición, lo cierto es que solo con esa muestra no nos es posible sacar conclusiones.


Algunos de los peines-cargador para Mauser 7 mm y para Mauser 7,92 mm recuperados en Navalcarbón


Además de cartuchos y vainas, ha sido recuperado un considerable número de guías de cargador, conocidos como peines cuando tienen montados los cartuchos. Salvo dos peines y los restos de un tercero, correspondientes al modelo 303 British, la totalidad de los peines recuperados en Navalcarbón son para Mauser 7 mm (9) y para Mauser 7,92 mm (10). Todos los peines de 7,92 mm se encuentran muy dañados por la corrosión, por lo que resulta imposible apreciar ningún tipo de marcaje, sin embargo, en cinco de los peines para munición de 7 mm, se aprecia la inscripción México (4) y FNC (1). La escasez, o total ausencia, de otros modelos de peines puede deberse, como sucede con los modelos para 303 British o para Mosin-Nagant, a su destrucción por lo muy vulnerables que son a la corrosión.


 Vainas de Mauser 7 mm montadas en peines
Peine montado con cartuchos 303 British


Respecto a las balas, los modelos recuperados corresponden al 7 mm (7), 7,92 mm (5), 7,62 mm (6) y 7,7 mm (4), estas últimas engarzadas a fragmentos de golletes rotos, lo que significa rotura de los cartuchos. Es muy probable que muchas de estas balas no hayan sido disparadas, sino desengarzadas del gollete de la vaina voluntariamente o de manera fortuíta.

A modo de conclusión, creemos que los restos de cartuchería aparecidos en la Dehesa de Navalcarbón dan testimonio de una gran variedad de calibres (hasta 7 tipos diferentes). Ello nos hace intuir unas importantes complicaciones logísticas causadas por la considerable heterogeneidad de fusiles y armas automáticas que conformaban el armamento de la tropa que guarnecía estas posiciones. Los marcajes de la munición demuestran una amplia diversificación de naciones y proveedores, así como la existencia de diferentes cauces, tanto de carácter oficial como clandestinos, empleados para hacer llegar el material a España. Todo ello, reflejaría las dificultades que existían para equipar de armamento y abastecer de municiones a las tropas republicanas que, en la etapa final de la guerra, guarnecían el frente de Las Rozas.

Durante los trabajos de excavación se han recuperado también diferentes elementos pertenecientes a granadas de mortero de 50 mm, modelo Valero. En concreto, 2 ojivas, 2 cuerpos, 3 culotes de cartuchos de proyección y diversos fragmentos de ojiva, cuerpo, bandas de conducción y otros restos. Los lugares  en los que han aparecido los restos hace pensar que estos proyectiles no fueron disparados, sino inutilizados y abandonados en el mismo lugar en el que han aparecido, posiblemente, por los servicios militares de recuperación y desactivación de material de guerra que estuvieron trabajando en la zona al finalizar la contienda. Ver la entrada “Granadas de mortero Valero en Navalcarbón”.

Por último, se ha localizado un importante número de fragmentos de metralla, procedente de proyectiles artilleros de diferentes modelos y calibres. Ver la entrada “Del tiempo en el que las bombas estallaban en la Dehesa de Navalcarbón.”

Culo de una granada rompedora de 105 mm aparecido en Navalcarbón

Otro objeto curioso que hemos encontrado, y que podemos incluir en la categoría de armamento defensivo, es el filtro de una máscara antigás (ver la entrada “Guerra química”).

Construcción:

Lógicamente, una de las actividades más importantes realizadas en la Dehesa de Navalcarbón durante la Guerra Civil fue la construcción de todos los elementos que conformaron la posición allí establecida. No sólo las estructuras que son más visibles hoy en día, como los fortines y las trincheras, también un gran número de obras y construcciones auxiliares y complementarias, tales como refugios subterráneos, abrigos para la tropa, depósitos, etc., mucho menos consistentes y que han ido desapareciendo por efecto de la erosión y el paso del tiempo.

Además de los materiales con los que están construidos los fortines, como cemento, grandes piedras de granito, ladrillo o balasto de las vías del ferrocarril, y que han aparecido en gran cantidad durante las labores de desescombro y excavación de las estructuras, también se han recuperado muchos otros objetos y elementos relacionados con el proceso constructivo de las fortificaciones de Navalcarbón.

En líneas generales, la Guerra Civil fue una guerra de pocos recursos, por lo que las unidades que realizaban trabajos de fortificación procuraban aprovechar al máximo los medios que les proporcionaban las mismas zonas en las que trabajaban. En Las Rozas de Madrid, y las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón no fueron una excepción, fue especialmente significativo el aprovechamiento que el ejército republicano  hizo de los materiales provenientes de las infraestructuras ferroviarias que existían en la zona del municipio bajo su control, especialmente la Línea del Norte y la Estación Clasificadora de Las Matas.

La colocación de emparrillados formados por raíles de tren entre los muros y las cubiertas de los fortines de mampostería, elemento esencial en el blindaje de la estructura, ha quedado atestiguada, tanto en el negativo o impronta que esos raíles han dejado en los muros y cubiertas de los fortines, como en los escombros extraídos durante la excavación, ya que los raíles actuaron como molde, dando su forma al cemento, e incluso, dejando grabados los marcajes con la factoría y el año de producción en algunos de ellos. También el cascajo de piedra, que es el balasto con el que se intenta minimizar el efecto de las vibraciones de los trenes al circular sobre las vía, fue trasladado en grandes cantidades a Navalcarbón para reforzar el hormigón en masa con el que se construyeron las cubiertas de los fortines de mampostería.


Fragmento de cemento, con la forma de uno de los raíles de ferrocarril que conformaba la cubierta de una de las fortificación de Navalcarbón, en el que quedó impresa la marca del fabricante: KRUPP,  que, entre finales del siglo XIX y mediados del XX, fue la todopoderosa productora de acero alemán, tanto para uso civil como militar.


La aparición de pasadores, placas de asiento, pernos, tornillos, tuercas, etc. demuestra el aprovechamiento que se hizo de los diferentes herrajes característicos de las vías férreas para la construcción de las fortificaciones y, con toda seguridad, atestiguaría también el empleo de traviesas de madera procedentes de las vías para múltiples usos constructivos (vigas, refuerzos, cubiertas, parapetos, etc.). Con el paso del tiempo, esta madera habría desaparecido, pero habrían permanecido los elementos metálicos que se encontraban atornillados o anclados a ella.

Entre los útiles aparecidos destaca una pala, herramienta básica, junto a los picos (estos últimos no han aparecido), para la realización de trabajos de fortificación. También una pieza rectangular, de hierro macizo, que parece haber sido una especie de pequeño yunque. Curiosa ha sido la aparición de un bloque de cemento con la forma del cubo, cubeta o espuerta que lo contenía. También han aparecido piquetas de alambrada empleadas en la construcción de alguna de las fortificaciones.


Pala recuperada en la Dehesa de Navalcarbón


Los restos más numerosos de elementos relacionados con la construcción  que han sido recuperados durante la excavación arqueológica son los clavos, puntas y tornillos de diferentes  tipos y tamaños, así como una buena cantidad de trozos de alambre. Suponemos también que muchos de los fragmentos de metal sin forma definida que han sido recuperados, corresponderán a elementos utilizados en el proceso constructivo, siendo imposible su interpretación debido al estado de corrosión en que se encuentran.

Vida cotidiana:

Un grupo de materiales recuperados especialmente interesante lo constituye el de los objetos relacionados con la vida cotidiana de los soldados que fortificaban y guarnecían las posiciones del frente. Estos objetos nos hablan del día a día de aquellos hombres que se vieron inmersos en la trágica realidad que supone una guerra de trincheras y, por tanto, son los que nos proporcionan una visión más humana de aquel periodo histórico. En las excavaciones de la Dehesa de Navalcarbón hemos recuperado diferentes elementos que pertenecen a esta categoría de materiales.


Desenterrando una lata de conservas aparecida en el suelo de una de las estructuras auxiliares 


Comenzamos señalando los que tienen que ver con la alimentación, como es el caso de un plato de aluminio esmaltado, varios fragmentos de un plato de loza, diferentes latas de conservas, abrelatas o variados recipientes de bebida, como una botella de vino, fragmentos de un porrón, de un botijo y de otras botellas que debieron de emplearse para contener agua, vino o algún tipo de licor. Dentro de los objetos relacionados con la alimentación, hay que incluir una serie de fragmentos de huesos de animales que aparecieron en el suelo de una de las que hemos denominado estructuras auxiliares, y que debieron formar parte de la dieta de la tropa, bien en forma de guiso o como ingrediente en algún tipo de caldo. El pequeño tamaño y estado fragmentario de estos huesos no permite identificar con exactitud a qué especie animal pertenecieron, pero las características que presentan hacen  muy probable que se trate de algún tipo de bóvido, équido o suido.

Otra serie de objetos recuperados son los relacionados con la higiene y el aseo, tales como dos peines para el cabello o un tubo de pasta dentífrica, a los cuales les dedicamos ya la entrada “Higiene personal.”


Localización de un peine para cabello en una de las estructuras auxiliares


Además de las botellas de cristal anteriormente mencionadas, han aparecido varias botellas de vidrio y cristal correspondientes a envases de medicamentos, seguramente, de jarabes, pastillas, sales o complejos vitamínicos. Entre los recipientes de cristal, destacan también los correspondientes a tinteros.



Tintero y botella de medicamento aparecidos en el suelo del puesto de mando


Los fragmentos de un  quinqué nos hablan de los rudimentarios sistemas de iluminación que se empleaban en muchas de estas posiciones.

Entre los objetos de uso personal y cotidiano, también han aparecido dos navajas de bolsillo, un objeto muy práctico y con múltiples utilidades, que seguramente sería muy común entre los soldados.

Se han recuperado también algunos objetos que tiene que ver con la vestimenta, como algunos botones metálicos, una pequeña hebilla, el tirador de una cremallera, una suela de calzado, o el tacón claveteado de una bota.

Otros objetos que podemos mencionar, son una moneda de 25 céntimos de la República, del año 1934, un par de pequeñas llaves, o unos hilos telefónicos que aparecieron en el interior del puesto de mando.

Por último, y quizás como elemento más llamativo por lo vulnerable del material, habría que mencionar los fragmentos de periódico y cartón que aparecieron en una de las estructuras auxiliares que fueron excavadas, y al que ya dedicamos la entrada “Prensa de trinchera.”


Vainas de Mauser 7 mm adheridas a fragmentos de cartón


Todos estos objetos y materiales han sido limpiados, inventariados, catalogados y estudiados, presentando la correspondiente memoria en la Dirección General de Patrimonio Cultural, y entregados al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.


Almacén del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares el día de la entrega de los materiales recuperados en la Dehesa de Navalcarbón

lunes, 4 de junio de 2018

162) GRANADAS DE MANO EN EL FRENTE DE LAS ROZAS




Debido a un nuevo proyecto historiográfico en el que me encuentro inmerso, estoy revisitando todas las zonas entre el río Guadarrama y El Plantío en las que se establecieron posiciones de combate durante la Guerra Civil. Aunque llevo años recorriendo estos entornos palmo a palmo y estudiándolos exhaustivamente a través de las fuentes documentales, todavía me suelo encontrar con algunas sorpresas.

La última ha sido esta mañana, cuando prospectando en torno al vértice Cumbre, que fue una de las posiciones más importantes y disputadas del frente de Las Rozas, me he topado con dos granadas de mano modelo Ferrobelum. Una de ellas estaba prácticamente deshecha debido al paso del tiempo y la erosión, pero la otra estaba completa, por lo que he notificado el hallazgo a la policía, haciéndose cargo del mismo los especialistas de la Guardia Civil (TEDAX).




Las granadas de mano Ferrobellum fueron muy empleadas por el ejército republicano durante la Guerra Civil. Se trataba de una granada que disponía de un largo mango de madera, lo que permitía lanzarla a mayores distancias.





En la web de MUNICION.ORG nos describen el mecanismo de estas granadas:

Vienen a ser una versión ofensiva de la granada de mango alemana Steilhandgranate 24: un mango de madera hueco, con un tapón en la base. Retirado este tapón, queda a la vista un cordón rematado por un anillo cerámico. Este cordón atraviesa todo el mango y llega hasta la base de la granada, donde está unido a un tirafrictor -básicamente un trozo de metal moleteado dentro de un pegote de fósforo formando una cerilla y su rascador- unido a la mecha que penetra en la granada en sí. Tirando del cordón, el tirafrictor roza el fósforo que se enciende y con él la mecha que inicia el retardo.


Soldados republicanos equipados con granadas de mano Ferrobellum


Hallazgos como este demuestran que la huella de la Guerra Civil sigue estando presente en muchos puntos del noroeste madrileño.

lunes, 26 de febrero de 2018

161) FRENTE DE LAS ROZAS



Cosas que pueden aparecer cuando se revisan los movimientos de tierras de las excavadoras que  realizan obras en antiguas zonas de combate:

  • Restos de un casco checo modelo  1930.
  • Cartuchos, balas y vainas de Mauser 7,92 mm, Mauser 7 mm y Mosin-Nagant 7,62 mm
Las Rozas de Madrid (febrero, 2018)

martes, 20 de febrero de 2018

160) GUERRA QUÍMICA



Los agresivos químicos fueron utilizados por primera vez durante la Gran Guerra (1914-1918). En abril de 1915, el ejército alemán empleó cloro gasificado contra sus enemigos en el frente de Ypres, al noroeste de Bélgica. Una nube de gas amarillo-verdosa alcanzó las trincheras aliadas. Cientos de soldados murieron asfixiados, y el resto huyeron aterrorizados, sofocados, cegados y sin parar de vomitar.

Desde aquel momento, los agresivos químicos, en sus diversas variantes (asfixiantes, tóxicos, lacrimógenos, vomitivos o vesicantes), mostraron sus terroríficos efectos como arma de guerra, lo que llevaría a que en 1925 se firmase el Protocolo de Ginebra, que prohibía el uso de armas químicas y bacteriológicas. Un acuerdo con ciertas lagunas que daba pie a diferentes interpretaciones, y que sería incumplido de manera reiterada por varios de los países firmantes.

España comenzó a producir agresivos químicos durante la década de los años 20 en las fábricas de La Marañosa (actual término municipal de San Martín de la Vega) y de Melilla. Este armamento fue empleado por el ejército español durante la guerra de Marruecos. La campaña de bombardeos con gases tóxicos en la lucha contra las tribus rifeñas se planificó a partir del Desastre de Anual (agosto de 1921), y se prolongó hasta 1927, siendo el periodo de mayor intensidad el comprendido entre los años 1924 y 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera.

Durante la Guerra Civil se producen algunos episodios puntuales en los que parece estar probada la utilización de agresivos químicos, pero siempre de manera esporádica, muy limitada y podría decirse que anecdótica. No obstante, el temor a que se emplease este tipo de armamento de manera generalizada fue constante a lo largo de toda la contienda, lo que provocó que ambos ejércitos compraran y fabricaran importantes cantidades de agentes agresivos y creasen sus respectivos servicios especializados en defensa contra gases tóxicos.

También se importaron y fabricaron decenas de miles de máscaras antigás, que se distribuyeron de manera masiva entre las fuerzas de choque y las unidades que cubrían la línea de frente. Un ejemplo de todo ello lo constituye el dato recogido por L. M. Franco y J. M. Manrique en su libro “Armas y Uniformes de la GCE” (Susaeta Ediciones, p. 205) respecto a que, en diciembre de 1937, el Ejército del Centro republicano contaba ya con 116.073 máscaras antigás, y seguía reclamando más unidades para poder dotar de las mismas a todas sus brigadas.


Filtro de máscara antigás recuperado en la Dehesa de Navalcarbón.


Por todo ello, no es extraño que en una de las estructuras excavadas arqueológicamente en la Dehesa de Navalcarbón, y que tenemos documentada como Puesto de Mando, apareciese parte del filtro de una máscara antigás. Debido al estado de conservación en el que se encuentra la pieza recuperada, y a la gran variedad de máscaras que se emplearon en España durante la contienda, algunas de ellas de aspecto muy similar, no resulta sencillo identificar a qué modelo concreto corresponde. Sabemos que en la etapa final de la guerra el Ejército Popular de la República adoptó como reglamentaria la máscara FATRA, de fabricación checa, pero aunque bien podría corresponder a una de este tipo, lo cierto es que no podemos asegurarlo.


Filtro de máscara antigás recuperado en Navalcarbón (anverso)

Filtro de máscara antigás recuperado en Navalcarbón (reverso)


Lo que sí es seguro, y este hallazgo lo confirma, es que el fantasma de la guerra química recorrió las trincheras y parapetos de la Guerra Civil Española, y las posiciones de Las Rozas no fueron una excepción.

Fotografía del encabezado: Soldados republicanos aprendiendo a colocarse la máscara antigás. Frente de Madrid. (PARES. Archivo Rojo).


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón, Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid).


miércoles, 31 de enero de 2018

159) PRENSA DE TRINCHERA




Cuando uno prospecta o realiza excavaciones arqueológicas en campos de batalla o posiciones de la Guerra Civil, entre los objetos que espera poder localizar, y que normalmente aparecen, se encuentran restos de material bélico (especialmente metralla y cartuchería) y objetos relacionados con la vida cotidiana de los soldados (latas, hebillas, tinteros, etc.). Objetos de metal, vidrio o cristal que pueden soportar relativamente bien el paso del tiempo. Lo que resulta más extraño, por simples cuestiones de conservación, es que, junto a este tipo de objetos, aparezcan materiales altamente perecederos, como es el caso del papel.

En las excavaciones arqueológicas realizadas en la Dehesa de Navalcarbón hemos tenido un hallazgo especialmente llamativo. Se trata de los restos de un periódico que apareció enterrado, envolviendo una gran cantidad  de munición (cartuchos, vainas y peines) de diferentes modelos y calibres. Lógicamente, este papel se encuentra muy afectado por la erosión, y solo han podido recuperarse pequeños pedazos del mismo (algunos sueltos y otros adheridos a vainas y cartuchos), pero conserva texto impreso, aunque tan fragmentado que resulta imposible interpretarlo en su conjunto.


Restos de munición envuelta en papel de periódico hallada en la Dehesa de Navalcarbón.


Todo apunta a que el periódico al que pertenecieron los pedazos recuperados  fue empleado como envoltorio improvisado para recoger restos de munición de las trincheras y fortines de Navalcarbón. Esto podría haberse debido a la obligación que, durante la guerra, tenían las unidades desplegadas en el frente de recuperar el mayor número posible de vainas vacías, las cuales, se enviaban a las fábricas de armamento de la retaguardia para ser recargadas. También podría ser consecuencia de la intensa actividad chatarrera desarrollada en la inmediata posguerra, en la que cientos de personas (hombres, mujeres, niños y ancianos) intentaban complementar las precarias economías familiares vendiendo como chatarra el material bélico que recolectaban en las abandonadas posiciones del frente.


Papel de periódico adherido a restos de munición.


Nosotros nos decantamos más por esta última opción, ya que el periódico envolvía tanto munición consumida como cartuchos completos, lo que descartaría la hipótesis del reciclaje de vainas por parte de los soldados. Más bien, parece que alguien, recién terminada la guerra, estuvo recorriendo las trincheras y fortines de Navalcarbón recogiendo restos de cartuchería, ayudándose para ello de un periódico que, seguramente, encontró entre los muchos objetos y materiales que dejaron abandonados los soldados republicanos tras la rendición. Por algún motivo, esta persona decidió ocultar este cargamento enterrándolo junto a una de las estructuras que hemos excavado, seguramente, con la intención de volver en algún momento a recogerlo, pero que, bien por olvido o bien por imposibilidad, no lo hizo.

Todo esto no es más que una hipótesis, pues nunca sabremos cual es la explicación exacta para interpretar correctamente este curioso hallazgo. Lo único que sí está claro es que este periódico se empleó para envolver una gran cantidad de munición (más de 200 restos entre vainas, peines y cartuchos). Parece claro también que dicho periódico data de la etapa bélica, pues, aunque los fragmentos que se conservan son escasos y se encuentran muy dañados por el paso del tiempo, la tipografía es la propia de la época, y, entre las palabras que pueden entenderse o interpretarse aparecen vocablos como:

[Juven]tudes Libert[arias]; trostkis[mo]; (…) bajo el fuego de (…); de la guerr[a]; armame[nto]; [p]iloto; [e]xtranjer[o]; (…) por los soldado[s]; [ju]ventud españ[ola]; Espa[ña]; sindicato.


Detalle de algunos de los pedazos de periódico hallados en la Dehesa de Navalcarbón.

Algunos de los restos de munición en los que han quedado adheridos papel de periódico.


Tampoco parece fácil que lleguemos a saber  de qué publicación concreta se trata, pero por el contexto en el que ha aparecido y las palabras que somos capaces de entender e interpretar, bien podría tratarse de uno de los muchos periódicos editados por las diferentes unidades militares durante la contienda. Este tipo de periódicos, denominados prensa del frente o prensa de trincheras, fue un fenómeno increíblemente extendido y generalizado en el Ejército Popular de la República. Por ejemplo, en junio de 1937, se editaban ya más de 130 publicaciones militares entre las diferentes brigadas y divisiones, y, para noviembre de ese mismo año, en cada brigada mixta circulaban mensualmente casi 12.000 ejemplares de periódicos.

La prensa militar editada por el Ejército Popular de la República durante la guerra puede dividirse en tres tipos: el periódico o revista de la unidad, el boletín con noticias recogidas de la prensa internacional y la hoja de propaganda política. Especialmente llamativo resulta el esfuerzo editorial volcado en los periódicos y revistas de las diferentes unidades, pues, como mínimo, se editaba una publicación diferente por cada Cuerpo de Ejército (unos 20.000 hombres), División (en torno a 10.000 hombres) y Brigada Mixta (entre 3.000 y 4.000 hombres), llegándose al caso de encontrar numeroso periódicos editados,  incluso, a nivel de batallón (entre 500 y 800 hombres).


Soldados republicanos leyendo la prensa. Frente de Madird (PARES. Archivo Rojo)


Llamativo es también la calidad y nivel profesional que tenían muchas de estas publicaciones, generalmente, bien maquetadas, con textos correctamente redactados, ilustraciones, e incluso, en algunos casos, fotografías. Lógicamente, la escasez de materiales básicos para la producción de periódicos (como es el caso de la tinta y, sobre todo, del papel), en la etapa final de la guerra, dificultó o imposibilitó mantener ese nivel de edición y producción, aunque siguieron apareciendo impresiones más modestas y con menos hojas.

En diferentes archivos hemos tenido ocasión de consultar algunas de las publicaciones editadas por las diferentes unidades republicanas que, a lo largo de la guerra, estuvieron desplegadas en el frente de Las Rozas. En ellas, se combinan  informaciones generales de tipo político (arengas y exhortaciones), con teoría militar (instrucción, armamento, fortificación, sanidad, táctica, combate…) y cultura (poesía, historia, arte, conocimientos básicos...). Abundan, sobre todo, los temas  específicos de las unidades que editaban los periódicos (muchas veces, con la participación directa de los propios reclutas), y no faltaban secciones más ligeras y amenas, como chistes, artículos de humor o consejos prácticos para el día a día de los soldados.

En lo que respecta a la Dehesa de Navalcarbón, las fortificaciones en las que hemos realizado la actuación arqueológica comenzaron a construirse a  finales de 1938, momento en el que el sector de Las Rozas estaba cubierto por la 111ª Brigada Mixta, la cual, editaba el periódico titulado “Labor”. Esta brigada formaba parte de la 8ª División, que editaba dos periódicos, “Ejército Regular” y “Más”. La 8ª División estaba integrada en el II Cuerpo de Ejército, cuyo órgano de expresión era el periódico “Victoria”.

Si a todas estas publicaciones de tipo militar, sumamos la prensa ordinaria y la que publicaban las diferentes organizaciones políticas (partidos y sindicatos), y que, en buena medida, también llegaban a los combatientes del frente a través de las bibliotecas y los denominados Hogares del Soldado y Rincones de la Cultura (habituales en los acantonamientos y lugares de descanso de las unidades), podemos hacernos una idea de la enorme importancia que en el Ejército Popular de la República se concedió a la prensa escrita, convirtiendo este fenómeno en una de sus características más peculiares.


Combatientes republicanos leyendo la PRENSA. Frente de Madrid  (PARES. Archivo Rojo)


Los fines y objetivos principales que se perseguía con este afán editorial parecen claros: influir en la moral y la disposición de los soldados para mantener la movilización, el espíritu de lucha y el esfuerzo bélico. Todo ello, como no podría ser de otra manera,  tenía que estar íntimamente relacionado con una intensa labor de alfabetización y constantes campañas de fomento de la lectura, que fueron otras de las características más llamativas y significativas del Ejército Popular de la República.

Rotativas, ríos de tinta y toneladas de papel volcados en la propaganda política y la lucha por alcanzar la victoria.

(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón, Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid).