martes, 19 de mayo de 2009

29) Jornadas de contraofensiva



JORNADAS DE CONTRAOFENSIVA

El día 9 de enero de 1937, tras días de potente ofensiva, el avance franquista parece detenerse. Se han conquistado un puñado de pueblos y cortado la carretera de La Coruña desde Las Rozas hasta la Cuesta de Las Perdices. Los republicanos, que han tenido que superar varios momentos críticos, parece que pueden respirar un poco. Pero al Alto Mando de la Defensa no le está permitido relajarse. El enemigo está a las puertas de Madrid y se hace necesario tomar la iniciativa para aprovechar el desgaste sufrido por las columnas franquistas durante su ofensiva e intentar arrebatarles las conquistas que han logrado. Es el momento de la contraofensiva republicana.

Como ya señalamos en otra ocasión (ver “CONTRAATAQUE EN LA NIEBLA”), para esta operación se han trasladado a la capital importantes contingentes procedentes de otros frentes. Con todos ellos se constituye la denominada agrupación Burillo (brigadas internacionales XII, XIV y la 35 Brigada Mixta, más otras fuerzas agregadas de las Divisiones 2ª, 3ª y 9ª), que contará con el apoyo de la brigada de tanques. Con estas fuerzas, Miaja va a intentar desarrollar una maniobra de combate que consiga hundir el cerco establecido por el ejército del general Orgaz al noroeste de Madrid.

En las primeras horas del día 11 de enero la contraofensiva republicana ataca la retaguardia franquista. Partiendo del puente del Retamar (Km. 7 de la carretera de El Escorial), las brigadas gubernamentales reconquistan el Vértice Cumbre, desde donde avanzan hacia Las Rozas y Majadahona mientras otras tropas atacan Villanueva del Pardillo. Hoy nos detendremos en el ataque sobre Las Rozas (dejando para otra ocasión Majadahonda y El Pardillo).

Tras la ocupación de Las Rozas por tropas de Barrón y de Iruretagoyena (día 4 de enero de 1937), las tropas franquistas se habían establecido en plan defensivo en este sector del frente. El 11 de enero, la reconquista del Vértice Cumbre por parte de los republicanos dejaba abierta la marcha sobre el pueblo. La mañana es gélida y la niebla persistente. Siguiendo la carretera de El Escorial, las vanguardias republicanas se aproximan cautelosas a su objetivo.

Los temidos T-26, los tanques de fabricación soviética, van en cabeza abriendo brecha en los tendidos de alambradas y escupiendo fuego sobre las defensas enemigas. Las primeras trincheras de contención franquistas, establecidas en las lomas que hay antes de llegar a Las Rozas, son superadas con facilidad y los atacantes alcanzan las primeras casas del pueblo, donde chocan con una enconada resistencia. Comienza así una lucha fiera y cruel. Lucha callejera en la que las bombas de mano, los morteros, las ametralladoras y los fusiles actúan a pleno rendimiento en un crudo combate a muerte. Los defensores se pegan al terreno, parapetados entre edificios en ruinas y escombros. El ataque es decidido, la resistencia recia y obstinada.

Los defensores se ven desbordados cuando los tanques republicanos penetran en el pueblo. La resistencia comienza a tambalearse. Pero en lo más crítico de la situación, los hombres del Tercio reaccionan. Algunos de los más decididos, o de los más temerarios, se arman con racimos de bombas de mano y, ocultándose entre los escombros, avanzan todo lo que pueden hasta los carros o aguardan agazapados en sus posiciones a que estos se acerquen para lanzar sus cargas explosivas a los puntos vulnerables de los vehículos. Otros, en acción suicida, intentan meter picos y barras de acero entre las cadenas para inutilizarlos. Pocos consiguen su objetivo y caen cosidos a balazos o aplastados bajo los carros, pero algunos de los terribles vehículos serán capturados o destruidos.

Las horas pasan y la lucha no cesa. Los carros necesitan retirarse para repostar combustible y munición. La confusión del combate y la niebla hacen creer a los atacantes que se ha ordenado la retirada y muchos soldados se repliegan junto a los T-26. La ocasión es aprovechada por legionarios y regulares para recuperar posiciones. Durante dos días, los republicanos intentan nuevos asaltos. Desde las espesuras del Monte de El Pardo surgen más ataques. Los asaltantes logran alcanzar la carretera que une Las Rozas con Majadahonda, cortando por algún tiempo la comunicación entre ambos pueblos. Su ocupación por parte de los republicanos parece inminente, pero una obstinada resistencia lo impedirá.

Poco a poco, el impulso inicial de la contraofensiva va desinflándose. Los batallones atacantes se dispersan, pierden conexión entre sí, se extravían en la niebla o se ven diezmados por las bajas. Todas las carencias de las que adolecen el ejército republicano se manifiestan provocando las peores consecuencias. No se consigue un correcto suministro de municiones y provisiones, los heridos permanecen abandonados a su suerte por falta de un adecuado servicio sanitario, las órdenes no llegan a sus destinos y los mandos no reciben la información que necesitan.

Se envían más refuerzos y, aunque se logran algunos éxitos, la contraofensiva se va consumiendo. Las conquistas conseguidas no son convenientemente aprovechadas. Muchos batallones se encuentran aislados, sin apoyo, escasos de munición, y terminan abandonando las posiciones cuya ocupación tantas bajas y penalidades han costado.

El 13 de enero, a las 7 de la mañana, parte de Boadilla del Monte una columna franquista formada por cuatro batallones, carros y artillería. Su misión: “batir las concentraciones enemigas que se han filtrado entre Majadahonda, Las Rozas y Villanueva del Pardillo, y cooperar al restablecimiento del vértice Cumbre”. Esta fuerza, a la que se unirán otros refuerzos y las guarniciones que llevan días defendiendo el terreno, conseguirá restablecer la situación el día 16 de enero de 1937.

La batalla de la carretera de La Coruña llegaba a su fin. Atrás quedaban días de destrucción, de sangre, frío y fuego. Atrás quedabann cientos de bajas en uno y otro ejército. Dos ejércitos que comenzaban a ser conscientes de que la guerra no iba ser cosa de dos días. Madrid no había caído. La República había demostrado ser capaza de levantar un ejército que, a pesar de sus muchas carencias, estaba dispuesto a presentar batalla. El futuro aun era incierto para los dos contrincantes. La guerra no había hecho más que empezar.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía: Misa de campaña en Las Rozas, utilizando como altar uno de los carros T-26 capturados al enemigo.

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