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lunes, 13 de enero de 2025

177) ELEMENTOS LOCALIZADOS EN EL YACIMIENTO “FORTIFICACIONES DE LA PEÑUELA”, EN VILLANUEVA DE LA CAÑADA

 

Limpieza manual del nido de ametralladoras

Entre los meses de octubre y noviembre de 2024 se ha realizado una peritación arqueológica para la localización y documentación de estructuras defensivas en el yacimiento arqueológico denominado “Fortificaciones de la Peñuela”, inscrito en el Catálogo de Bienes del Patrimonio Cultural con el código CM/176/0016 y ubicado al sur del núcleo urbano de Villanueva de la Cañada. Esta peritación ha consistido en un estudio histórico y documental previo, prospección, desbroces mecánicos, limpieza manual de las estructuras halladas y redacción de la correspondiente Memoria sobre el resultado de los trabajos para el Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, promotor de la intervención, y la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.

Los trabajos han sido realizados por “Urquiaga. Trabajos en y para la arqueología”, con la dirección arqueológica y técnica de David Urquiaga Cela y Javier M. Calvo Martínez, y la colaboración de Víctor Calvillo en los trabajos de topografía y de Francisco Pino en la realización de vídeos y fotografías con dron.

La zona en la que se ha intervenido formaba parte de la primera línea del frente de la 69ª División republicana, en concreto, de la denominada “Posición nº 19 Monte Bajo”, que se extendía desde la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete (actual M-600) hasta el pequeño promontorio en el que se han realizado los trabajos arqueológicos, y que al final de la guerra estaba defendida por fuerzas del 395º Batallón de la 99 Brigada Mixta

Los restos objeto de nuestro estudio se encontraban en el extremo suroeste de dicha posición, y constituían solo una pequeña parte de un sistema defensivo mucho más amplio, que estaba formado por otros elementos en los que, de momento, no se ha intervenido, pero con los que estaban estrechamente relacionados, algunos de los cuales son visibles en el terreno, como el inicio de una galería subterránea construida en ladrillo, un nido de ametralladoras de características similares al que se ha intervenido o una estructura circular que interpretamos como un posible puesto de observación.


Desbroces mecánicos y limpieza manual 

La prospección superficial, los desbroces mecánicos y la limpieza manual en este espacio han permitido localizar las fábricas superiores de un interesante complejo formado por diversas estructuras defensivas: ramales de trincheras, la mayoría de ellas revestidas de ladrillo macizo; 6 pozos de tirador, 5 de ellos conformando un característico puesto de escuadra; 1 posible puesto de granadero; 2 espacios o habitáculos de planta rectangular con muros de hormigón y 1 nido de ametralladoras circular.

Todos estos elementos, completamente colmatados en la actualidad, fueron excavados en el terreno durante la guerra y algunos de ellos contaban con cubierta, posiblemente a base de vigas o rollizos y tierra.



Fotografía aérea de la zona antes y después de los trabajos arqueológicos, con la señalización de los elementos localizados (Fotografía Francisco Pino)

A continuación, pasamos a analizar cada uno de los elementos localizados:

TRINCHERAS

Como es sabido, las trincheras son zanjas profundas y estrechas excavadas en el terreno para ocultar a los defensores de una posición y protegerlos del fuego enemigo. En esencia, podríamos hablar de dos tipos de trincheras: las de combate, desde las que atacar o defenderse, y las de comunicación, que como su propio nombre indica servían para moverse por los diferentes elementos que conformaban una posición, recibiendo también el nombre genérico de zanjas o ramales de comunicación. Los tramos localizados durante la intervención arqueológica pertenecen a este último modelo.

Aunque desconocemos la medida exacta, entendemos que en su momento estas trincheras podrían tener en torno a 1,80 m de profundidad, la cual se complementaría con la protección que ofrecían los parapetos de tierra hasta alcanzar los 2 m de altura a los que se refieren los documentos de época consultados sobre esta posición. En cuanto al ancho, este varía entre los 0,5 m y los 0,95 m aproximadamente. En general, presentan un trazado ondulado y sus paredes están revestidas de ladrillo macizo.



Ramales de trinchera y pozos de tirador

POZOS DE TIRADOR

Los pozos de tirador eran pequeños espacios excavados en el terreno y ligeramente adelantados a las trincheras desde los que el soldado, protegido del fuego enemigo por la propia excavación y un parapeto de tierra y sacos terreros, podía hacer uso de un fusil o de un fusil ametrallador. Los pozos de tirador localizados en esta posición son individuales y de planta circular. Tal y como sucede con las trincheras, tienen sus paredes revestidas de ladrillo macizo.


PUESTO DE ESCUADRA

La escuadra era la unidad de Infantería más pequeña, formada por unos 5 soldados, con un cabo o jefe de escuadra al mando. Por tanto, un puesto de escuadra sería una obra de fortificación habilitada para este número de fusileros. En el caso que nos ocupa, encontramos un puesto de escuadra compuesto por cinco pozos de tirador individuales unidos a un ramal de circulación con forma de herradura, todo ello con las paredes revestidas de ladrillo. En su extremo derecho, el puesto de escuadra se complementa con otra estructura circular de mayor tamaño que los pozos de tirador, la cual interpretamos como un posible puesto de granadero.


Fotografía aérea del puesto de escuadra formado por 5 pozos de tirador y el posible puesto de granadero a la izquierda de la imagen (Francisco Pino)


PUESTO DE GRANADERO

Los puestos de granadero eran estructuras defensivas situadas por delante de las trincheras o ramales de comunicación, diseñadas para que el soldado pudiera lanzar granadas de mano en caso de que el atacante se encontrase lo suficientemente cerca de la posición (se calcula que la distancia máxima que puede alcanzar una granada lanzada a mano es de 30 a 40 m).

En las posiciones de la Guerra Civil no es del todo extraño encontrar puestos de granaderos complementando puestos de escuadra. Esto es lo que nos lleva a interpretar esta estructura circular, con las paredes revestidas de ladrillo macizo, como un posible puesto de granadero, aunque de momento no podemos asegurarlo taxativamente.


HABITÁCULOS


Uno de los habitáculos de planta rectangular con dos accesos, uno de los cuales se encuentra tapado por la encina

Durante los desbroces mecánicos y manuales han aparecido dos habitáculos o habitaciones de planta rectangular. Sus dimensiones aproximadas son de 5,74 m de longitud y entre los 1,71 m y 2,65 m de anchura. El más pequeño de ellos enlaza con el ramal que da paso al puesto de escuadra. El más grande se sitúa en las proximidades del nido de ametralladoras. Ambos parecen tener muros de hormigón en masa y cuentan con dos accesos situados paralelamente en una de sus paredes. En su momento debieron de contar con algún tipo de cubierta. Resulta complicado precisar la función que pudieron haber tenido: alojamiento, depósito, almacén… Quizás, una excavación completa de los mismos podría facilitar alguna información relevante sobre el uso que tuvieron estos espacios.


NIDO DE AMETRALLADORAS

La ametralladora era el elemento fundamental en el que se basaban las organizaciones defensivas de la Guerra Civil. Por este motivo, resultaba muy importante disponer de adecuados asentamientos para estas armas.


Imagen cenital del nido de ametralladoras (Fotografía Francisco Pino)

El nido de ametralladoras en el que se ha intervenido es de planta circular, con un diámetro total de aproximadamente 3,90 m. El sistema constructivo parece haber sido a base de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos con el espacio interior relleno de hormigón en masa. Cuenta con tres troneras de tamaños similares. Ha perdido la cubierta y dispone de un único acceso en codo que enlaza con un ramal de trinchera. El interior consiste en una cámara circular de aproximadamente 2,55 m de diámetro, totalmente colmatada en la actualidad.

 

Trabajos manuales en pozos de tirador y nido de ametralladoras

Trabajos de topografía


Cubrición de las estructuras localizadas con geotextil antes de ser cubiertas con una capa de tierra para evitar su deterioro


Como ya hemos señalado, de momento solo se han descubierto y limpiado las fábricas superiores de estas estructuras con el fin de localizarlas y documentarlas. El resto de estas obras no ha sido excavado, al igual que los otros elementos que conforman el yacimiento, y en los que de momento no se ha intervenido. Sin duda, futuras actuaciones arqueológicas podrán seguir aportando información interesante para interpretar adecuadamente esta posición situada en lo que fue la primera línea de fuego en el frente de Brunete.


JAVIER M.CALVO MARTÍNEZ


lunes, 9 de diciembre de 2024

175) LUZ EN LAS SOMBRAS



Durante los trabajos arqueológicos realizados en el Elemento de Resistencia situado en el kilómetro 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete, al excavar en el pozo anexo a uno de los tres nidos cruciformes que componen esta posición, localizamos, a unos 2,5 m de profundidad, el depósito superior de una lámpara de carburo.

No se trata de un hallazgo excepcional, desde luego, pero si muy interesante para conocer, al menos en parte, uno de los sistemas de iluminación empleados por los constructores y defensores de esta posición, cuya misión era proteger la carretera sobre la que se asienta para, en caso de ruptura del frente, evitar que el enemigo pudiera progresar por ella.

Téngase en cuenta que los tres nidos cruciformes que se ven en superficie no eran más que una parte del dispositivo de esta posición, en la que la mayor parte de sus elementos eran subterráneos (pozos de acceso, abrigos, depósitos, botiquín y galerías de comunicación), en algunos casos, con una profundidad de hasta 4 m.


El Elemento de Resistencia del km. 33 de la M-600 contaba con un sistema subterráneo de galerías que comunicaba los nidos entre sí y daba acceso a otros elementos, como refugio, polvorín, depósitos o botiquín (Fotografía aérea Francisco Pino)

En esta realidad cavernosa y oscura situada muy cerca de la primera línea de fuego, donde la iluminación eléctrica se hacía imposible o muy difícil, las lámparas de carburo se mostraban como un sistema sencillo, económico y eficaz, tal y como ya llevaba comprobándose en la minería desde principios del siglo XX.

Según podemos leer en la muy interesante web del Archivo Histórico Minero (cuya visita recomendamos), estas lámparas están formadas por dos depósitos enroscados: el superior (que es el que hemos encontrado) lleno de agua y el inferior de carburo. Ambos depósitos se comunican por una válvula reguladora del goteo o “llave de agua” que pone en contacto ambos elementos, formando así el gas acetileno. Por el llamado “conducto de acetileno” el gas llega a un mechero regulador de flujo que lo transporta al exterior, donde, una vez encendido, producirá una llama blanca y brillante que es la que ilumina. La lampara contaba además con un tapón para el cierre del orificio de llenado de agua, un asa para facilitar su transporte y un gancho para poder ser colgada.


Funcionamiento y elementos de una lámpara de carburo similar a la del depósito recuperado en la posición del km. 33 de la M-600, en Brunete (dibujo procedente de la web del Archivo Histórico Minero)

Interior de una lámpara de carburo de un modelo similar al del depósito encontrado en la posición del Km. 33 de la M-600, en Brunete (fotografía procedente de la web del Archivo Histórico Minero)

La lámpara de carburo, también llamada lámpara de acetileno o carburero, fue inventada en 1897 por el ingeniero francés afincado en Barcelona Enrique Alexandre y Gracián, y patentada en 1899. Parece que la primera utilización práctica de este sistema de iluminación fue en minas del País Vasco, donde pronto surgirían también algunas de las principales empresas fabricantes.   

El nuevo invento se extendió rápidamente por todas las minas excepto aquellas en las que las concentraciones de gases como el grisú podían generar atmósferas explosivas. Pero, más allá de la minería, o de otras actividades similares como la espeleología o la pocería, estas lámparas triunfaron también en el ámbito doméstico, algo lógico si pensamos que, en aquella época, la mayoría de las poblaciones no contaban con ningún tipo de alumbrado eléctrico, o su uso estaba todavía muy acotado, lo que motivo la aparición de múltiples modelos de lámpara, faroles y candiles adaptados a las múltiples necesidades cotidianas.

El depósito encontrado en las fortificaciones de Brunete corresponde a uno de los modelos más empleados en aquella época en la minería, lo cual no resulta extraño si pensamos en cómo era el sistema de galerías y abrigos en caverna que componían el sistema subterráneo de esta posición. Un sistema que, en caso de necesidad, permitía a los soldados de su guarnición desplazarse de un punto a otro sin necesidad de salir a la superficie, permaneciendo bajo la protección de los abrigos y refugios si se producía un bombardeo, todo ello alumbrados con las pequeñas pero intensas y brillantes luces blancas que producían las lámparas de carburo.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ 


Enlace recomendado: web del Archivo Histórico Minero

miércoles, 13 de noviembre de 2024

172) TRABAJOS EN EL ELEMENTO DE RESISTENCIA DEL KILÓMETRO 33 DE LA M-600, EN BRUNETE

 

En mayo de 2015 publicábamos en este blog un artículo centrado en los fortines cruciformes que existen en lo que fue el frente defendido por la 20 División del ejército franquista (pinchar aquí para ir a la entrada). En ese artículo indicábamos que estas fortificaciones se comenzaron a construir a finales de 1938, como elementos de resistencia para la defensa de aquellas vías de comunicación que, en caso de ruptura del frente, pudieran ser aprovechadas por el enemigo para realizar un rápido avance. Su función, por tanto, era conseguir que pequeñas guarniciones fueran capaces de frenar, o retrasar lo más posible, la progresión de fuerzas muy superiores. Para ello, se apostaba por un modelo de fortificación que permitiera a esas guarniciones resistir aun en el caso de haber quedado aisladas y rodeadas por el enemigo.

Surgió así este modelo de posición defensiva, formada cada una de ellas por dos o tres nidos cruciformes, que recibían la denominación de “fortines conjugados”, de los que nos han quedado magníficos ejemplos en Villanueva de Perales, Quijorna y Brunete.


Imagen cenital de la posición del Km. 33 de la M-600. Tanto esta fotografía como la que encabeza el artículo han sido realizadas por Francisco Pino. 

Precisamente en este último elemento, el ubicado en el km. 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete, comenzamos en diciembre de 2023 una intervención arqueológica con el fin de documentar estas fortificaciones y todos los elementos asociados a las mismas (refugios, galerías, trincheras…).

Los principales trabajos, encargados a "Urquiaga. Trabajos por y para la arqueología", han consistido en desbroces mecánicos superficiales, excavación manual, limpieza interior, topografía, fotogrametría, estudio de materiales recuperados e investigación documental e historiográfica.


Desbroces mecánicos realizados con una miniexcavadora 


Excavación manual en la zona que ocupó el refugio de la posición


Trabajos de limpieza y excavación en el pozo de acceso de una de las fortificaciones


Excavación del interior de una de las estructuras anexas a los fortines

Esta intervención, supervisada por la Dirección General de Patrimonio Cultural, viene motivada por el proyecto de ampliación de la calzada de la M-600, lo que irremediablemente afectará a este yacimiento arqueológico, especialmente a los dos nidos que se encuentran más cercanos a la carretera.

De momento, estos trabajos nos han permitido documentar elementos poco o nada estudiados hasta la fecha, como los puestos de granadero, los pozos de acceso, el refugio o las losas de hormigón ceñidas a los fortines, así como el sistema de galerías que comunicaba subterráneamente los diferentes elementos de esta posición defensiva, y que en la actualidad se encuentra hundido o colmatado prácticamente en su totalidad (agradecemos a personas como Antonio Gallardo el haber compartido sus recuerdos sobre el aspecto que ofrecían estas galerías  cuando eran niños y como utilizaban los fortines como lugar de juegos).


Trabajando en el interior de una galería


Excavación en el pozo de una de las estructuras anexas a los fortines

El resultado de estos trabajos ha sido remitido a la Dirección General de Patrimonio, que valorará y dictaminará las actuaciones que podrán realizarse en la zona.

Trabajos de fotogrametría


Colocación de geotextil y posterior cubrición con tierra para proteger las placas de hormigón adosadas a los fortines.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

sábado, 2 de noviembre de 2024

171) COLABORACIÓN EN UNA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA JAROSA

En septiembre de 2022, tuvimos la oportunidad de participar en una intervención proyectada y dirigida por los arqueólogos Miguel Ángel Bru Castro y Pablo Schnell Quiertant, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil, impulsado por la Dirección General de Patrimonio Cultural.

Durante la misma se excavó y documentó una peculiar estructura defensiva en la zona de La Jarosa, en el término municipal de Guadarrama. Esta posición de primera línea formaba parte del despliegue defensivo de la 29 Brigada Mixta, 2ª División, I Cuerpo de Ejército republicano.


Fortificación intervenida al inicio y al final de la excavación arqueológica

Se trataba de una estructura excavada en el terreno y conectada a una trinchera, en parte, tallada en la propia roca natural. La fortificación, cuya planta recordaba a la forma de un martillo, parecía ser una combinación entre puesto de escuadra y asiento para fusil ametrallador. Las paredes estaban revestidas de ladrillo macizo, así como el suelo, solado también de ladrillo. Todo apuntaba a que, tras la guerra, tanto el fortín como las trincheras fueron colmatadas de manera intencionada con guijarros de la zona y los propios acopios de tierras que conformaban los parapetos, lo que supuso un duro trabajo de desescombro durante la intervención arqueológica.


Simulando a dos fusileros en sus puestos de tiro

Esta actuación complementaba otra realizada un año antes por el mismo equipo de arqueólogos en otra fortificación muy próxima, la cual formaba parte del mismo sistema defensivo. En este otro caso, se trataba de un nido de ametralladoras circular, enlazado a trincheras y con un acceso en galería. Todo ello integrado en un atractivo paraje natural de montaña.

Nido de ametralladoras, y su acceso en galería, en el que también se ha intervenido en La Jarosa



JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

domingo, 28 de enero de 2024

170) RUINAS Y ESCOMBROS

 


La mayoría de las veces, la excavación de una fortificación de la Guerra Civil tiene más  de desescombro que de cualquier otra cosa. Tanto el interior de estas estructuras, como su perímetro más cercano, suelen verse afectados por los vertidos y la acumulación de todo tipo de residuos.

En la Comunidad de Madrid, hasta el año 2013 estos vestigios no han sido considerados como un patrimonio histórico digno de ser conservado, careciendo de cualquier tipo de protección legal, lo que muchas veces suponía su destrucción cada vez que uno de estos elementos se veía afectado por alguna intervención urbanística o de infraestructuras. Hoy en día estas fortificaciones están protegidas, pero ello no impide que muchas de ellas se encuentren en un estado deplorable.

Normalmente, lo que uno se encuentra al visitar muchas de estas construcciones defensivas son estructuras muy colmatadas, de las que apenas asoman algunos restos en el terreno, siendo muchas veces difícil su correcta interpretación. Esta gran colmatación es debida a múltiples factores, unos de carácter natural y otros causados por la acción humana. Los procesos de deterioro por los que han pasado desde el final de la contienda son muchos y variados, pero entre todos ellos creemos que destacarían los siguientes:

Terminada la guerra, las posiciones fueron abandonadas. La falta de mantenimiento provocó los primeros desperfectos, con arrastre de sedimentos como consecuencia de la erosión que causan los fenómenos meteorológicos, especialmente las lluvias y escorrentías que estas ocasionan, pero también el viento, el hielo, el sol o la presencia de animales y plantas, que poco a poco debilitaron y dañaron las estructuras. Se trata de un proceso natural lento pero continuado, que a lo largo de las décadas y en función de las características del terreno puede acabar derrumbando o enterrando prácticamente en su totalidad una de estas construcciones, especialmente si tenemos en cuenta que muchas de ellas eran semisubterráneas.



Fortificación prácticamente colmatada en las cercanías del vértice Madroñal, en Colmenarejo


Pero sin duda, las mayores destrucciones y alteraciones que afectan a las fortificaciones de la Guerra Civil han sido causadas de manera intencionada por diferentes actividades humanas. La primera comenzó nada más terminar la contienda, y consistió en un intensivo trabajo de recuperación de todos los materiales aprovechables que conformaban estas estructuras, muy especialmente los elementos metálicos (vigas, raíles, planchas, piquetas…). Esta labor chatarrera conllevó la destrucción de muchos muros y cubiertas, cuyos cascotes cayeron en gran medida al interior de las fortificaciones, provocando una potente colmatación a la que contribuyeron también los agentes naturales a los que ya nos hemos referido.


Asentamientos para arma automática cuyas cubiertas de hormigón fueron destruida tras la guerra para recuperar los raíles de ferrocarril empleados en su construcción. Arroyo de La Retorna, en Las Rozas de Madrid


La necesidad de recuperar para las actividades agropecuarias los terrenos que habían sido líneas de frente, en los que existían numerosas trincheras, zanjas, excavaciones y diversos elementos constructivos que entorpecían y causaban serios problemas (en ocasiones, incluso ciertos peligros), provocó su soterramiento, quedando muchas estructuras enterradas o semienterradas. Otras, al situarse en puntos que interrumpían el paso de los arados y tractores, cuyas cuchillas se deterioraban al chocar con la fábrica y cimientos de las fortificaciones, y suponer demasiado esfuerzo su total eliminación, fueron aprovechados por los agricultores para depositar los pedruscos que salían al roturar y arar sus campos, generándose pequeños túmulos formados por múltiples guijarros de diversos tamaños, bajo los que, en ocasiones, asoman los restos de estos vestigios históricos.



Muchas de las fortificaciones situadas en campos de cultivo se han visto seriamente dañadas por las labores agrícolas y han sido aprovechadas para acumular las piedras que estorbaban al arado. Ejemplos en Majadahonda y Las Rozas de Madrid


Durante décadas, muchas posiciones de la Guerra Civil se convirtieron también en lugar predilecto para el vertido de escombros, siendo habitual encontrar las fortificaciones y su entorno más inmediato sepultados bajo grandes cantidades de residuos de obras y demoliciones, así como de los desechos más variopintos.



Posición de primera línea sepultada bajo los vertidos ilegales de escombros. Majadahonda


Por último, muchas fortificaciones se han convertido en tristes contenedores de basuras, auténticos vertederos en los que se acumulan latas, vidrios, plásticos, desperdicios orgánicos y porquerías de todo tipo.



Interior de un nido de ametralladoras convertido en un contenedor de basuras. Las Rozas de Madrid


Lo normal es que la mayoría de las fortificaciones que han llegado hasta nuestros días se hayan visto afectadas, en mayor o menor grado, por alguno o varios de estos procesos, y así, es frecuente encontrar una misma estructura dañada al mismo tiempo por los agentes erosivos de carácter natural, semidestruida por la actividad chatarrera de posguerra, soterrada como consecuencia de las labores de recuperación de espacios tras la guerra y convertida en un desagradable contenedor de escombros y basuras.

Cierto es que algunos lugares, especialmente los más aislados o alejados de los grandes núcleos urbanos, como pueden ser las zonas de montaña o los espacios naturales que cuentan con algún tipo de protección especial, se han librado en cierta medida de alguno de estos males, y en ellos las fortificaciones, a pesar de haber sufrido destrucciones y ser víctimas del abandono y la falta de mantenimiento, poco a poco se han ido integrando en el entorno, armonizando con este y contribuyendo a conformar un  interesante y evocador paisaje histórico y natural que, no obstante, no impide que su proceso de erosión y deterioro continúe.



Las ruinas de una fortificación integradas en el bonito paraje natural de La Hinojera, entre Zarzalejo y Robledo de Chavela 


Pero, en la mayoría de los casos, lo que prima es la destrucción y la suciedad: metros cúbicos de tierra, escombros y basuras. Esto es lo que suele ser habitual a la hora de prospectar, catalogar, documentar, estudiar, interpretar, excavar o, simplemente, visitar una fortificación de la Guerra Civil.

Una lamentable realidad que, al menos a quien escribe esto, le hace reflexionar sobre la fugacidad de las cosas y el enorme contraste que en ocasiones se genera entre el presente y el pasado vivido en ciertos lugares. Muchos de los espacios que hace algo más de ochenta años fueron campos de batalla y frentes de guerra, en los que cientos de combatientes pasaron calamidades de todo tipo, si no han desaparecido por la expansión urbanística o las transformaciones experimentadas en el territorio, se han convertido en sitios degradados, en los que los vestigios de trincheras y fortificaciones sucumben bajo los acopios incontrolados de escombros, desechos y basuras.



En primer término los restos de una fortificación de mampostería prácticamente sepultada por las escorrentías de la ladera en la que se ubica y, al fondo, una gran escombrera ilegal. Majadahonda


Lugares históricos, patrimoniales y de memoria convertidos en vertederos de  olvido y ruina.

Pero, a pesar de todo ello, en los últimos años han comenzado a cambiar algunas cosas que, aun siendo insuficientes, demuestran un considerable giro respecto al tratamiento que, hasta hace muy poco, recibía la arquitectura militar de la Guerra Civil.


viernes, 16 de septiembre de 2022

169) VOLVEMOS A LAS TRINCHERAS



 

Esta semana, de la mano de los arqueólogos Miguel Ángel Bru Castro y Pablo Schnell Quiertant, hemos tenido la oportunidad de volver a excavar fortificaciones de la guerra civil. En esta ocasión, estamos trabajando en una peculiar estructura defensiva que formó parte de lo que fue la primera línea del frente, en la sierra de Guadarrama.

Por delante, días de pico, pala y desescombro para desenterrar otro pequeño pedazo de historia que, tras su recuperación y estudio, se señalará y acondicionará para poder ser visitado.

Todo ello, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil que, desde hace algunos años, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.





martes, 17 de diciembre de 2019

166) EXCAVANDO UNA TRINCHERA DE LA GUERRA CIVIL EN LOS MOLINOS




Durante la última quincena de octubre de 2019, tuvimos la oportunidad de volver al municipio madrileño de Los Molinos y continuar con las actuaciones que se están desarrollando para la recuperación, acondicionamiento y musealización de alguno de los muchos vestigios de la Guerra Civil  que se conservan en la zona.

Estos trabajos se enmarcan dentro del Plan Regional de Fortificaciones que, desde el 2016, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural en diferentes puntos de la región.

En noviembre de 2018 estuvimos participando ya en la limpieza y documentación arqueológica de cuatro nidos de ametralladoras en Los Molinos (ver la entrada “EL PLAN REGIONAL DE FORTIFICACIONES EN EL MUNICIPIO DE LOS MOLINOS”). En esta ocasión hemos regresado para excavar parte de la trinchera que da acceso a uno de estos nidos, en concreto, el situado en el atractivo paraje natural que recibe el nombre de Los Guijos (Nido Los Veneros, CM/0087/023).

Esta actuación se ha realizado bajo la dirección del arqueólogo Luis Fernando Abril Urmente, con la participación  de José Manuel Vallejo Jorge (arqueólogo) y Javier M. Calvo Martínez (historiador).

La trinchera que da acceso al nido de ametralladoras ha sido desbrozada, desescombrada y excavada siguiendo la metodología arqueológica, lo que ha permitido desenterrar varios metros de la zanja que los zapadores del I Cuerpo de Ejército y el Batallón de Obras y Fortificaciones nº 2 abrieron en la propia roca natural hace ahora ochenta años.

La trinchera de acceso antes de su excavación

La trinchera tras el desbroce y con un primer tramo excavado

La trinchera de acceso tras su excavación

La trinchera tiene el característico trazado en zigzag y, como peculiaridad, cuenta con unos escalones que fueron labrados en la roca para salvar cómodamente el desnivel que da acceso al nido de ametralladoras, cuyas paredes junto a la entrada están revestidas de mampostería.

Escalones labrados en la roca natural que dan acceso al nido de ametralladoras

Desenterrar esta trinchera ha sido un trabajo duro porque se encontraba totalmente colmatada de rocas, cascajo de piedra y muchos metros cúbicos de tierra, pero, sin duda, la labor que realizaron durante la guerra las unidades de fortificación en su construcción fue mucho más penosa, ya que, no solo tuvieron que cavar, sobre todo, hubieron de picar y tallar la trinchera en la dura roca natural que conforma el subsuelo y aflora en la superficie.
Un ejemplo del duro trabajo que debieron realizar las unidades de fortificación lo encontramos en la gran losa rocosa que tuvieron que romper para permitir el acceso al nido de ametralladoras, cuyos grandes fragmentos descansan sobre los parapetos de la trinchera, tal y como puede apreciarse en esta fotografía.

Grandes cantidades de tierra removida a base de pico y pala, y roca granítica, de gran dureza y tamaño, cuya resistencia fue vencida usando las herramientas propias de la cantería tradicional: mazos, macetas, cinceles, cuñas, puntales, gradinas o bujardas, todo ello realizado de forma manual y en el duro contexto que suponía el frente de guerra serrano en la etapa final de la contienda.




Diferentes momentos de la excavación arqueológica

Son incalculables los metros lineales de trinchera que, entre mediados de 1938 y principios de 1939, fueron abiertos en el espacio comprendido entre la vertiente sur de La Peñota y la población de Guadarrama para la construcción de esta segunda línea defensiva, en el Sector de la 2ª División (I CE) del Ejército Popular de la República, todo ello, dentro del denominado “Plan de Trabajos 2-A”. Los tramos que últimamente han sido recuperados en Los Molinos, junto a los nidos de ametralladoras en los que se ha actuado arqueológicamente, son una pequeñísima parte de todo aquello, pero constituyen un buen ejemplo para conocer y comprender, sobre el terreno, el enorme esfuerzo humano que la guerra exigió a las unidades de fortificación.

Junto a los trabajos arqueológicos, y su correspondiente documentación historiográfica, la Dirección General de Patrimonio está complementado estas actuaciones acondicionando los nidos de ametralladora y las trincheras en las que se ha intervenido, e instalando una serie de paneles explicativos que ayudan a comprender e interpretar adecuadamente estos vestigios históricos.

Nido de Los Veneros (CM/0087/023) limpio de pintadas y con su señalética instalada

Señalética junto al nido ubicado en el paraje denominado Los Huertos (CM/0087/028)

Por nuestra parte, nos sentimos muy satisfechos y afortunados de poder participar en esta y otras actuaciones del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939) de la Comunidad de Madrid.