sábado, 2 de diciembre de 2017

156) DEL TIEMPO EN EL QUE LAS BOMBAS ESTALLABAN EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN



Cuesta creer que en un lugar tan apacible y agradable como es hoy en día la Dehesa de Navalcarbón, hace unos 80 años estallasen las bombas de manera cotidiana.


Para encontrar evidencias de todo ello no es imprescindible excavar. Los fragmentos de metralla aparecen a simple vista, sobre el mismo suelo por el que a diario se pasea o se hace deporte. Para la inmensa mayoría de la gente no son más que viejos trozos de hierro oxidado sin ningún interés, asociándolos a desperdicios que en algún momento fueron arrojados en la dehesa.

Pero el observador atento se dará cuenta de que esos fragmentos metálicos de curiosas formas corresponden a metralla artillera.

En las excavaciones arqueológicas realizadas recientemente en Navalcarbón hemos localizado un importante número de trozos de metralla procedente de proyectiles artilleros de diferentes calibres. También hemos encontrado fragmentos de espoletas y de bandas de forzamiento.


Junto a estos restos de pequeño tamaño, hemos recuperado otros algo mayores, entre los que destacan el culo fragmentado de una granada rompedora de 105 mm y un cuerpo completo de una granada metrallera de 75 mm.


Culo de una granada rompedora de 105 mm recuperada en Navalcarbón


Las granadas rompedoras eran proyectiles huecos que llevaban una carga explosiva en su interior. Cuando el explosivo era detonado por acción de la espoleta, la carcasa del proyectil se rompía en múltiples fragmentos, convirtiéndose en metralla y causando destrucciones y terribles heridas, a lo que habría que sumar los efectos de la onda expansiva.


Cuerpo de granada metrallera ("shrapnel") y algunos de sus característicos balines de plomo endurecido recuperados en  Navalcarbón


La granada metrallera, también conocida como “shrapnel”, era un tipo de proyectil con una carga compuesta por cientos de balines de plomo endurecido. Tenía una espoleta de tiempos o de activación retardada, la cual permitía a los artilleros “programar” en que momento de su trayectoria debía de explosionar el proyectil. De esta manera, se lograba que la granada explosionara antes de tocar el suelo, varios metros por encima del objetivo. Al estallar el proyectil en altura, la carga de balines salía proyectada hacia delante en forma de cono, produciendo una potente granizada de balines de plomo sobre el objetivo.

Terribles ingenios, mortíferos artefactos de los que todavía es posible encontrar restos en la Dehesa de Navalcarbón. Unos restos que dan testimonio del trágico pasado bélico vivido en los mismos lugares en los que hoy practicamos deporte, celebramos fiestas o disfrutamos de agradables paseos.

Otros artículos publicados en este blog sobre estos temas:

"TORMENTAS DE METAL Y FUEGO" (Diciembre de 2009).

"GRANADA METRALLERA" (Abril de 2011). 


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)

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