miércoles, 30 de junio de 2010

87) CUESTA DE LAS PERDICES






Resulta difícil imaginar el aspecto que debió de tener la Cuesta de las Perdices durante los años que duró la guerra. El mismo lugar por el que hoy circulan miles de vehículos, se convirtió entonces en un terrible campo de batalla a las puertas de Madrid. Aquí se consiguió frenar la ofensiva nacional en enero de 1937, y aquí también, se desarrollaría una penosa y larga guerra de trincheras que duraría hasta el final del conflicto, en abril de 1939.

La Cuesta de las Perdices fue uno de los lugares del frente madrileño donde la tierra de nadie era más estrecha. Tan estrecha, que apenas ocupaba el ancho de la carretera. Las pocas construcciones existentes en la zona fueron fortificadas, y por su control se desarrollaron cruentos combates que con frecuencia provocaban que éstas cambiasen de manos una y otra vez, hasta quedar reducidas a montones de escombros.

El pulso fue intenso y constante. Cada ejército se enquistó en sus posiciones y la sangre corrió copiosamente por el dominio de pequeños palmos de terreno. La destrucción y la ruina lo inundaron todo, transformando un paisaje que se llenó de trincheras, sacos terreros, galerías subterráneas, alambradas de espino, cráteres de explosiones y escombros.

Durante tres años, la guerra se adueñó del lugar, y la Cuesta de las Perdices se convirtió en uno de los puntos más brutales y terribles del frente madrileño.

No es la primera vez que en este blog se trata el tema (ver sobretodo los apartados dedicados a Casa Camorra). Hoy queremos aportar algunas referencias más sobre las posiciones existentes en este sector. Para ello, nos centramos en un informe realizado por las tropas de Franco a finales de julio de 1937. En aquel momento, la Cuesta de las Perdices estaba guarnecida por soldados de la 5ª Bandera de la Legión, que aguantaban una situación extremadamente delicada frente a un enemigo que se mostraba igual de obstinado que ellos en mantenerse en sus posiciones.

Unas decenas de metros separaba a cada ejército, y aunque la guerra duraba ya varios meses, las posiciones de unos y otros sufrían todavía numerosas carencias y estaban en pleno proceso de organización. Los golpes de mano, la acción de los francotiradores, las explosiones de minas y contraminas, el fuego de morteros y las pequeñas acciones de combate se sucedían un día sí y otro también. Las bajas se multiplicaban a diario, la muerte rondaba los parapetos y los combatientes permanecían en constante alerta, a la espera de los continuos ataques y contraataques.

Como señalaba más arriba, en julio de 1937, los legionarios de la 5ª Bandera dominaban el terreno comprendido entre las alturas de Camarines y la carretera de La Coruña. Aprovechando las diferentes construcciones existentes en la zona, estas tropas habían dividido su posición en tres sectores, denominados P. A. (Punto de Apoyo), pero encontraban numerosas dificultades para poder establecer un correcto plan defensivo. Además, los republicanos, bien parapetados en sus posiciones, ejercían una constante presión sobre los legionarios. En el informe del que estamos hablando, podemos leer:

“Durante el presente mes el enemigo no ha efectuado los relevos semanales que llevaba a cabo antes y hemos tenido permanentemente frente a nosotros los Batallones FERRER, PI Y MARGALL Y PASIONARIA (de izquierda a derecha).

(…) La Infantería atacó dos veces, uno de los ataques fue nocturno y el otro, que revistió más intensidad, fue a las cinco de la tarde y fue llevado a cabo por dos Compañías del Batallón PASIONARIA sobre nuestra avanzadilla, llegando a las inmediaciones de ésta, haciéndosele doce o catorce bajas vistas. Para distraer el resto de nuestra Unidad, llevaron a cabo un tiroteo sobre toda la línea que duró tres horas.”

Respecto a la acción de la artillería republicana, se informa de tiros de prohibición realizados contra el cruce de carreteras (de La Coruña, de Castilla y de Aravaca) y fuego de contrabatería sobre Pozuelo y Aravaca. La extremada cercanía del enemigo, hacía que la artillería no pudiera abrir fuego contra la posición, pues, inevitablemente, los daños y destrozos afectarían a sus propias fuerzas, a menos que éstas se retirasen de la primera línea.

También se informa sobre la actividad de la aviación republicana:

“La aviación, que en los primeros días hizo demostraciones que eran un verdadero alarde de fuerza, hasta el punto de bajar a ametrallar a nuestras trincheras, fue disminuyendo, y a los tres días, en que se colocaron antiaéreos en Pozuelo y Aravaca, ya volaba más alta y, sobretodo al regreso, se notaba descomposición.

Se vieron caer tres aparatos, uno en la Playa, otro al parecer en Húmera y el tercero, que explotó en el aire y cayeron restos y aviadores en la carretera de Aravaca a Carabanchel, y entre aquella y la Estación de Pozuelo.”

Se notifica que, para evitar riesgos, las cocinas de la tropa se han trasladado a la carretera de Castilla, ocultas a la vista del enemigo en abrigos construidos para tal fin y comunicados con las respectivas Unidades a través de caminos cubiertos. También se señalan las normativas dadas respecto al puesto de socorro de la posición, y de la higiene que debe mantener la tropa para evitar bajas por enfermedad y parásitos.

Pero sin duda, lo que más preocupa en este informe a las tropas de Franco es poder establecer un correcto plan defensivo y de fortificación:

“La situación del emplazamiento de la Bandera no ha podido sufrir variaciones a pesar de que la disposición de las Compañías debiera ser otra en realidad, o sea, formando un triangulo acutángulo; con el fin de que atacase el enemigo por donde atacara, siempre quedaría una Compañía en reserva; pero se conoce que al llevarse a cabo la ocupación de este sector, una de las Unidades naturalmente se arrimó a las tapias de la Casa de Campo y empezó a fortificarse tras de aquella, lo que trajo como consecuencia inmediata el que el P. A. 3 (ver croquis) quedase en la actual situación, debiendo haberlo estado más cerca de este Puesto de Mando, volando previamente la tapia, pero como no se hizo esto en un principio, en la actualidad no se puede llevar a cabo, ya que la trinchera que hoy existe en la tapia, sería un preciosos apoyo para la actuación del enemigo, lo que hace que nos tengamos que adaptar a aquella plantilla y trae como consecuencia estar sin reservas de Bandera.

Tampoco había línea de sostenes, que en la actualidad se están llevando a cabo con el fin de que los P. A. los tengan, lo que dará como resultado inmediato el poder sacar de la línea de resistencia la mayor parte de las maquinas, así como los lanzallamas pesados, con el fin de que aquellas puedan llevar a cabo misiones de tiro lejano en la secundaria, y éstos, no sólo batir las trincheras enemigas caso de asalto, sino efectuar fuego dentro de la posición, con lo que aumenta su efectividad.

Las obras no se han podido terminar por carecer de sacos terreros para construir los nidos de ametralladoras y cubrecabezas para la segunda línea de trincheras, pero se ofició solicitándolos para llevar a cabo dichas obras y cumplimentar de esta forma el escalonamiento en profundidad que preconiza nuestro reglamento táctico y nos ordenó el Generalísimo en Órdenes fecha 7 y 27 de julio.

En la avanzadilla se han llevado a cabo obras que han dado como resultado visualidad a aquella, ya que tal como estaba podía llegar el enemigo al asalto sin ser visto por la guarnición, y esto es lo que ocurrió el día 10 de julio por la tarde, y que costó 33 bajas al rechazarlo.

Las obras de referencia consisten en galerías que salen a la superficie en los puntos muertos de la avanzadilla y que de aquí en adelante evitarán la sorpresa. Claro está que mientras Ingenieros no apuntalen debidamente las galerías, éstas no ofrecerán la seguridad apetecida.

También se batió un molino, referencia preciosa para la Artillería, y en sus proximidades se instalará un puesto de ametralladoras que batirá la carretera de El Escorial en tiro lejano.

Estas son, groso modo, las obras llevadas a cabo en la fortificación y con ellas se trata de conseguir que sin variar la disposición de los P. A. tengan en breve líneas de sostenes todas las Unidades, es decir, cada Unidad está en disposición de triangulo con la base hacia adelante y, caso de ser roto el frente en cualquier lado, actúan como una red, ya que cerraría tras de ellos la línea y encontrarían siempre delante a una Unidad bien organizada.”

En aquel momento, la posición franquista de la Cuesta de las Perdices, entre otro armamento, contaba con 16 ametralladoras, 4 lanzallamas (dos pesados y dos ligeros), varios emplazamientos de mortero y diversos fusiles ametralladores. Esto proporciona una idea de la importancia que tenía este punto del frente. Si además, sumamos el apoyo de fuego que la Cuesta de las Perdices recibía desde las posiciones del Cerro del Águila y del Barranco del Arroyo Pozuelo, podemos suponer que, como señala este informe, “la barrera debe ser suficiente para evitar la sorpresa y desarticular un ataque enemigo.”

Las comunicaciones entre los diferentes P. A, y entre éstos y el Puesto de Mando, se mantenían aseguradas a través de caminos cubiertos y numerosas trincheras. También se disponía de una red telefónica de dos líneas de cable para comunicar con el Mando y la retaguardia, así como con los reglamentarios enlaces.

Pero todo esto, no era más que el principio. Durante toda la guerra, los trabajos de fortificación continuaron sin interrupción. Por la Cuesta de las Perdices fueron pasando diferentes unidades que debieron de aguantar las difíciles y peligrosas condiciones de vida de aquellas posiciones. Los combates se sucedieron de manera ininterrumpida, pero la situación general apenas varió. En las múltiples acciones desarrolladas, algunos puntos del sector cambiaban de manos, pero pronto eran recuperados o se arrebataba al enemigo otros nuevos, dando lugar a una desesperante guerra de desgaste.

Existen bastantes fotografías de la Cuesta de las Perdices durante la guerra civil (algunas de ellas han sido ya publicadas en este blog). Todas ellas muestran unos paisajes lúgubres, tristes, solitarios y fantasmagóricos. El blanco y negro de las imágenes acentúa estas sensaciones. Las huellas de la guerra son visibles por todas partes: ruinas, destrucciones, impactos de bala y metralla… Parece como si no hubiera nadie. Sin embargo, quienes realizaron esas fotografías se la estaban jugando, porque aunque no lo parezca, en esos mismos lugares, cientos de combatientes permanecían acechantes y en guardia, ocultos de los francotiradores y de las balas perdidas, protegidos entre las ruinas y los escombros, hormigueando entre trincheras y refugios subterráneos.

Tétricas imágenes que muestran unos tiempos de devastación y guerra.


JAVIER M.CALVO MARTÍNEZ


Fotografías 1 y 2: La Cuesta de las Perdices durante la guerra.
Fotografía 3: Croquis realizado por la 5ª Bandera de la Legión en julio de 1937 con el plan de fuegos de la posición de la Cuesta de las Perdices (AGMA)

Documentaciónprocedente del AGMA.

sábado, 19 de junio de 2010

86) DEHESA DE MAHADAHONDA





Como a un kilómetro y medio al suroeste del casco histórico de Majadahonda, se encuentra La Dehesa. Este bosquecillo es lo que queda de un antiguo encinar que ha podido llegar hasta nuestros días gracias a las diversas repoblaciones (principalmente de pino) efectuadas a lo largo de las últimas décadas.

La Dehesa de Majadahonda es una zona protegida incluida dentro del “Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su Entorno” (aunque no por ello, como suele ser habitual, deja de sufrir agresiones de diverso tipo). Ocupa una superficie aproximada de 80 hectáreas y, aunque su acceso puede resultar un tanto tortuoso, la visita merece la pena. En su interior, además de otras especies autóctonas, aun es posible contemplar algunas encinas centenarias. También son de destacar los lagartos ocelados, que en los meses de calor, pueden sorprender al caminante con su rápida y zigzagueante huída.

Respecto al tema que nos interesa en este blog, la guerra civil en el noroeste de Madrid, hay que señalar los diversos restos de atrincheramientos pertenecientes al Ejército Nacional que aun resisten el paso del tiempo en este lugar. Es de suponer que las tropas de Franco, desde que ocuparon la zona en enero de 1937, debieron de tener en cuenta las alturas de la Dehesa de Majadahonda en su dispositivo defensivo. Sin embargo, hasta la fecha, las primeras referencias documentales que he podido localizar de estas posiciones, datan de julio de 1937, momento en el que, concluida la Batalla de Brunete, cada ejército reorganizó sus respectivos sistemas defensivos en el sector.

Entre otras disposiciones, y “de manera primordial”, el Alto Mando del Ejército Nacional va a ordenar la construcción de diversos puntos de resistencia en la orilla izquierda del arroyo Plantío, cuyo curso discurre, desde su nacimiento en Las Rozas, hasta su desembocadura en el río Guadarrama, a la altura de Villafranca del Castillo. La misión principal de estas posiciones era la de “asegurar por completo la prohibición de filtraciones de elementos enemigos por dicho arroyo.”

De esta manera, todas las alturas de importancia entre el arroyo Plantío y Majadahonda, van a ir siendo fortificadas, constituyendo una segunda línea del frente que contará con algunos de los mejores observatorios del sector.

Los restos de algunas de estas posiciones, en cuyo estudio e interpretación aun tengo que profundizar, son visibles en diferentes puntos de la Dehesa de Majadahonda, aunque eso sí, cada vez están más deteriorados por el paso del tiempo. Por si la acción propia de la erosión no fuera suficiente, en los últimos meses, estos atrincheramientos han sufrido una irreparable agresión. Las últimas repoblaciones forestales efectuadas en la zona se han llevado por delante importantes tramos de trincheras, que, en algunos sitios, han sido aprovechadas para plantar los arbolitos. Nunca estaremos en contra de que se repueble la zona con especies autóctonas, pero es lamentable que, por unos motivos u otros, los vestigios de la guerra civil sean siempre objeto de agresiones y destrucciones.

Además de sus trincheras, la Dehesa cuenta con otro pequeño y desconocido recordatorio de la guerra civil. Se trata de una solitaria cruz de granito ubicada en su extremo occidental, en cuya base puede leerse la siguiente inscripción:

ANTONIO
MARTÍNEZ
SANTA-OLALLA
12-VIII-1909
BURGOS
8-IX-1936
TORREJÓN DE ARDÓZ

Durante mucho tiempo, este monumento fue una incógnita para mí. Estaba claro que hacía alusión a una persona fallecida durante la guerra civil (la fecha coincidía con las primeras jornadas de la Batalla de Madrid), pero no contaba con ninguna otra referencia que me sirviera para confirmar su relación directa con el conflicto.

Sin embargo, esos apellidos no me eran del todo extraños. No sabía dónde, pero ese nombre, lo había escuchado o leído en algún sitio. Mis primeras consultas no dieron ningún resultado, y la cuestión, poco a poco, fue quedando casi olvidada. Sólo cuando volvía a la Dehesa de Majadahonda, y me topaba otra vez con la cruz de granito, la curiosidad afloraba de nuevo. Pero de nuevo también, mis pesquisas terminaban sin encontrar ninguna respuesta satisfactoria.

Durante varios años, el nombre de Antonio Martínez Santa-Olalla, y las referencias cronológicas que aparecen en el pedestal de la cruz, permanecieron apuntados en una de mis libretas de notas, a la espera de que algún día apareciera la pista aclaratoria del misterio. Y al final, un día, la pista apareció.

Pero esa primera pista, al contrario de lo que había pensado, no la encontré en los libros o publicaciones sobre la guerra civil, sino en el campo de la arqueología. Un día, revisando algunos de los apuntes que años antes había cogido en alguna clase de la Facultad, me topé con el apellido Martínez Santa-Olalla. De primeras, me pasó lo mismo que me había sucedido la primera vez que vi la cruz de la Dehesa de Majadahonda, el nombre me sonaba, aunque no sabía bien de qué. Pero pensando un poco, me acordé. Rebusqué entonces entre mis carpetas y papeles hasta dar con la referencia que años antes había anotado, y efectivamente, era el mismo apellido, aunque, como pude comprobar también, el nombre no coincidía.

El que aparecía en mis antiguos apuntes de clase era Julio Martínez Santa-Olalla, mientras que el que estaba grabado en la cruz de Majadahonda era Antonio. El misterio no estaba aclarado, pero parecía haber dado por fin con una buena pista que seguir y, algunas cosas, empezaron a salir a la luz.

El nombre que aparecía en mis apuntes de clase, Julio Martínez Santa-Olalla, correspondía al de un personaje poco conocido hoy en día, pero que en su momento, contó con cierto prestigio, y que, durante el franquismo, llegaría a ocupar cargos de importancia en el campo de la arqueología y la antropología nacional. Julio había nacido en Burgos en 1905, y era hijo del general de Aviación José Martínez Herrera y de Consuelo Santa-Olalla Cadiñanos. Su padre, que era amigo personal de Franco, había ocupado temporalmente la alcaldía de Barcelona, en sustitución de Pi y Sunyer, tras el intento revolucionario de octubre de 1934, en el que Companys, llegó a proclamar (aunque solo por un día) el Estado Catalán de la República Federal Española.

Doctorado en la Universidad de Madrid, Julio Martínez Santa-Olalla fue profesor de la Universidad de Bonn entre los años 1927 y 1931. Al igual que tantos otros intelectuales españoles de su época, desarrolló un fuerte sentimiento germanófilo, que en su caso, le llevaría a simpatizar e identificarse con muchos de los principios del nacional-socialismo, cuyo auge y ascenso pudo vivir en primera persona durante su estancia en Alemania. A su regreso a España, ocuparía la cátedra de Historia del Arte, Arqueología y Numismática de la Universidad de Santiago de Compostela.

Parece ser que para 1936, Julio Martínez Santa-Olalla es ya militante de Falange Española. La sublevación militar de julio le sorprenderá en Madrid, donde es detenido y trasladado a una de las peores checas existentes en la zona republicana, la checa de Fomento, situada en los sótanos del Círculo de Bellas Artes, en la calle Alcalá nº 40.

Rápidamente, sus amigos y colegas de profesión se movilizan para intentar ayudarle. Parece ser que fue el propio Julián Besteiros (catedrático de Psicología, Lógica y Ética, y que, como es sabido, fue un destacado político socialista durante la Segunda República), el que conseguiría finalmente su liberación. Buena parte de la guerra, Julio Martínez Santa-Olalla, la pasaría refugiado en la Embajada francesa de Madrid, hasta que en 1938, logró pasarse a la zona nacional.

Tras la contienda, Martínez Santa-Olalla, fue nombrado Comisario General de Excavaciones Arqueológicas, cargo que ocuparía hasta 1956. Fuertemente influenciado y atraído por las ideas nazis sobre la expansión de los pueblos germanos en Europa, entabló una intensa relación con algunos de los miembros más destacados de la Ahnenerbe ("Herencia Ancestral Alemana"), institución alemana creada por los nazis, entre los que destacaban personajes tan siniestros como Wolfram Sievers, o el mismísimo comandante en jefe de la SS, Heinrich Himmler, con quien Martínez Santa-Olalla se carteaba personalmente y al que acompañó durante la fugaz visita que el jerarca nazi realizó a España en 1940, según cuentan, interesado en la búsqueda del Santo Grial.

En aquellos años, Julio Martínez Santa-Olalla, basándose en el supuesto pasado celta de la península, desarrolló su teoría sobre la "arianización” de España. También dio gran importancia a la etapa visigoda, un tema, el de la expansión de los pueblos germanos tras la desintegración del Imperio Romano, muy del agrado de los nazis.

Hoy en día, las teorías e interpretaciones sobre la Prehistoria de la Península Ibérica realizadas por Julio Martínez Santa-Olalla (fallecido en Madrid en 1972), están totalmente superadas y, en buena medida, desprestigiadas. Quien desee profundizar más en la biografía y obra de este arqueólogo español, recomiendo el trabajo de Alfredo Mederos Martín, "Julio Martínez Santa-Olalla y la interpretación aria de la Prehistoria de España (1939-1945)", que puede ser consultado en el siguiente enlace:


Respecto a Antonio Martínez Santa-Olalla, en cuya memoria se levanta la cruz de granito existente en la Dehesa de Majadahonda, la información que he podido recopilar es la siguiente. Antonio era el hermano menor de Julio Martínez Santa-Olalla, y como señala la inscripción de la cruz, nació en Burgos en 1909. Desde antes de la guerra, militaba activamente en Falange Española, perteneciente posiblemente a la 5ª Bandera de Madrid. Como señalado camisa vieja, tras el fracaso de la sublevación en la capital, fue detenido e ingresó en la Cárcel Modelo de Moncloa, donde permaneció hasta noviembre de 1936, momento en el que se produjeron las conocidas sacas de Torrejón de Ardoz y Paracuellos del Jarama. Según las investigaciones realizadas por Gibson, entre la noche del 6 al 7, la tarde del 7, y la noche del 7 al 8 de noviembre, en estos pueblos fueron fusilados 968 presos políticos de la Cárcel Modelo. En las listas correspondientes a las sacas del 8 de noviembre, aparece el nombre de Antonio Martínez Santa-Olalla que, como señala la cruz de Majadahonda, fue fusilado aquel día en Torrejón de Ardoz.

Lo que de momento no he sido capaz de saber, es cual era tipo de relación que Antonio Martínez Santa-Olalla mantenía con Majadahonda como para que, terminada la guerra, se levantará una cruz en su memoria, y el por qué de que se eligiera precisamente la Dehesa de este pueblo para ubicar dicho monumento.

Quizás, con el tiempo, encuentre nuevas pistas que aporten más luz a este asunto. O quizás, alguno de los lectores o lectoras de este blog, conozcan algún otro dato interesante y quieran compartirlo con todos nosotros.

La Historia está repleta de dudas y preguntas sin respuesta. De momento, la cruz de granito y las trincheras de la Dehesa de Majadahonda permanecen en sus respectivos lugares, como recordatorios de un trágico y triste Pasado.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía 1) Panorámica de la Dehesa de Majadahonda (JMCM)
Fotografía 2) Algunos restos bélicos encontrados al pasear entre las trincheras de la Dehesa de Majadahonda: metralla, vainas, peines, cartuchos y bala Mauser (JMCM)
Fotografía 3) La cruz de granito levantada en memoria de Antonio Martínez Santa-Olalla (JMCM)

miércoles, 9 de junio de 2010

85) LA CRUZ DE HIERRO ALEMANA EN VILLANUEVA DEL PARDILLO




Hasta bien entrados los años noventa del siglo pasado, existía en Villanueva del Pardillo una estela funeraria en memoria de un miembro de la Legión Cóndor muerto en combate el 14 de enero de 1937, es decir, durante la última fase de la batalla de la carretera de La Coruña.

En esta estela, encabezada con el grabado de una cruz de hierro (la "Eisemes Kreuz" alemana) podía leerse, si bien algo deteriorada, la siguiente inscripción:

“Hier……….in [Kampf] / fuer ein freies S[panien] / Rudi Eppert / + 14 enero 1937 F/88 / Muerto por Dios y por España”.

O lo que es lo mismo:

“Aquí cayó en combate / por una España libre / Rudi Eppert / + 14 enero 1937 F/88 / Muerto por Dios y por España”.

Desconozco cual ha sido el destino de esta placa que, en algún momento, alguien debió de considerar poco apropiada para que permaneciera en la avenida principal del pueblo. Puede que, como ha sucedido con otras similares, haya ido a parar a un museo, o quizás, permanezca olvidada en algún almacén municipal.

Durante mucho tiempo creí que dicha estela hacía alusión a un piloto de la Legión Cóndor cuyo caza había sido derribado en combate, e imaginaba espectaculares duelos aéreos en los cielos de Villanueva del Pardillo entre los Heinkel He-51 alemanes y los Polikarpov I-15 (“Chato”) soviéticos. Pero estaba equivocado.

Combates aéreos los hubo, pero la estela funeraria no correspondía a un piloto de caza, sino a un soldado de las defensas antiaéreas, pues, como posteriormente he podido comprobar, el Batallón Motorizado de Artillería Antiaérea de la Legión Cóndor recibía el nombre de Flak-Abteilung (mot.) F/88

Como es de sobra conocido, la Legión Cóndor fue el nombre con el que se bautizó al Cuerpo de Voluntarios de la Luftwaffe que intervino en la guerra civil española a favor de las tropas de Franco. Dentro del organigrama de las Fuerzas Aéreas Alemanas, a la Legión Cóndor se le asignó el número 88.

Ramón Hidalgo Salazar, que fue oficial del Ejército del Aire, en su libro “La ayuda alemana a España 1936-39”, escribe que esta unidad:

Se creó en virtud del propósito de Alemania de mantener en España un centenar aproximado de aviones, mientras durase la contienda, tras la petición de ayuda por parte de Franco. Constituyó una gran unidad con mando y personal propios, ya que se trataba de militares profesionales procedentes de la Wehrmacht. Aunque considerado como un Organismo exclusivamente aéreo, se encuadraron también en la Cóndor unidades de artillería antiaérea, cañones antitanques, tanques, transportes y elementos de tierra y de marina.”

La creación y organización de la Unidad 88, así como su actuación en España (especialmente en los primeros meses de la contienda), se intentó mantener en la mayor discreción posible. Hitler y sus generales, vieron en España el lugar idóneo donde ensayar el conflicto mundial que se avecinaba. Aproximadamente, se calcula que fueron unos 16.000 los hombres que formaron parte de esta unidad, aunque sólo entre 6.000 y 6.500 llegarían a luchar al mismo tiempo.

Desde el comienzo de la contienda, el gobierno alemán (al igual que el italiano) se mostró muy partidario de apoyar a los sublevados en todo lo que necesitasen (material de guerra, combustible, equipos…). Este apoyo se fundamentaba en aspectos ideológicos, militares, y económicos.

Además de una pretendida lucha contra la expansión del comunismo, Hitler vio en la guerra civil española una magnífica oportunidad para probar y experimentar armas, equipos y técnicas bélicas en condiciones reales de guerra.

Especialmente importante fue, al comienzo de la contienda, el puente aéreo (considerado el primero de la historia), establecido por aviones alemanes e italianos, para que el Ejército de África pudiera llegar a la península sorteando el bloqueo de la Marina republicana en el estrecho de Gibraltar.

Pero la ayuda prestada por los nazis a los sublevados no iba a ser gratis. Además de convertir a España en un campo de pruebas, Hitler no quiso desaprovechar la oportunidad de conseguir importantes beneficios económicos que favorecieran su carrera armamentística.

Según algunos estudios, los servicios prestados por el III Reich a Franco, costaron a España más de 500 millones de marcos, unos 1.650 millones de pesetas, de aquella época, (que cada uno haga sus cálculos en euros). Los cuales, tuvieron que ser satisfechos al gobierno alemán a todo lo largo de la guerra civil española y parte de la Segunda Guerra Mundial. La deuda fue cubierta en metálico y por contrapartidas en alimentos, manufacturas, productos industriales y minerales. Algo, esto último, de gran interés para el rearme de Alemania.

El 1 de noviembre de 1936, la Legión Cóndor embarca en el puerto de Hamburgo, y los días 6 y 7 del mismo mes, los primeros 6.500 hombres que componían la Unidad, más el material que la acompañaba, desembarcan en suelo español. A su mando, se encontraba el mayor general Hugo von Sperrle (que en España tomaría el seudónimo de "Sander"), con el coronel Wolfran Freiher von Richthofen, como jefe de su Estado Mayor.

Volviendo al libro de Ramón Hidalgo Salazar podemos leer:

“La Legión Cóndor, si bien con sus mandos alemanes, quedó adscrita a las órdenes de operaciones que dimanaban del jefe de la Aviación Nacional, general Kindelán, según lo acordado. Sólo en contadas ocasiones actuó en formaciones independientes.

La agrupación de tanques, sin embargo, intervino desde el primer momento afecta y en combinación con las unidades de tierra españolas, bajo las directrices de los estados mayores de las mismas, contando con dotaciones y mandos subalternos mixtos (germano-españoles), una vez instruido el personal español.”

En el frente de Madrid, las primeras escuadrillas de aviones de la Legión Cóndor hicieron su aparición el día 18 de noviembre de 1936, con una serie de bombardeos sobre la capital en los que intervinieron cerca de cincuenta Ju-52 (acciones que se repetirán sin interrupción hasta el día 22). Produciéndose también, en los cielos madrileños, los primeros duelos entre cazas, que serían seguidos con verdadero entusiasmo y curiosidad por los madrileños.

El 18 de noviembre, una escuadrilla de aviones alemanes efectuó un ataque masivo sobre el aeródromo de Alcalá de Henares, que sufrió serios daños. Sería también en esos días, cuando en el sector Húmera-Pozuelo, actuaron, con nefastos resultados para los alemanes, los tanques “Panzer I”, que se enfrentaron con los T-26 de fabricación soviética, en el que está considerado el primer combate entre blindados de la historia (ver el apartado de este blog, “DUELO DE BLINDADOS”).

Durante la batalla de la carretera de La Coruña, la Legión Cóndor jugó un muy papel destacado. Especialmente entre los días 3 y 16 de enero (última fase de la batalla) en los que el apoyo prestado por la aviación alemana a las tropas de tierra del ejército de Franco resultó fundamental. Los eficaces bombardeos y los certeros ametrallamientos realizados por los cazas en ataques rasantes tuvieron unos terribles efectos sobre las tropas republicanas, que en diferentes momentos, totalmente desmoralizados, cedieron descontroladamente sus posiciones.

Fue precisamente durante la batalla de la carretera de La Coruña, cuando los técnicos y asesores alemanes pusieron en práctica por primera vez alguna de las tácticas y estrategias propias de lo que años después, durante la Segunda Guerra Mundial, se conocería como Britzkrieg o “Guerra Relámpago”.

También en esas jornadas se produjeron duros combates aéreos. En los grises cielos madrileños de aquellos días, los cazas alemanes He-51, junto a los CR-32 (“Chirri”) de fabricación italiana, se enfrentaron en espectaculares vuelos con escuadrillas compuestas por cazas Polikarpov I-15 (“Chatos”) e I-16 (“Rata” o “Mosca”), de fabricación soviética.

La Legión Cóndor experimentaría diversas reorganizaciones a lo largo de la guerra civil y su apoyo a los sublevados resultó decisivo en muchas de las grandes batallas (El Jarama, Ofensiva del Norte, Brunete, Teruel, El Ebro, Campaña de Cataluña…).

El episodio más oscuro protagonizado por esta unidad fue el bombardeo de Guernica, realizado el 26 de abril de 1937, con el apoyo de la aviación italiana. Sobre esta villa vasca, carente de valor estratégico o militar, los JU 52/3M alemanes y los SM-79 italianos, descargaron casi 30.000 toneladas de bombas incendiarias y explosivas. Guernica quedó arrasada (el 74% de sus edificios fueron destruidos) y su población, que fue perseguida por los ametrallamientos de los aviones a baja altura, sufrió cerca de 300 muertos y numerosos heridos.

A lo largo de la guerra, esta unidad se apuntó en su haber 296 derribos de aviones enemigos (algunas fuentes aumentan esta cifra hasta los 386), de los cuales, cerca de 60 habrían sido abatidos por las baterías antiaéreas del F/88 (destacando en esta función los míticos y temidos cañones Krupp del calibre 88). El piloto más destacado fue el teniente Möldes, con 14 derribos, y fueron numerosos los oficiales pertenecientes a los grupos de bombardeo (K/88), de caza (J/88) y de las unidades de artillería antiaérea (F/88) los que recibieron la Medalla Militar Individual y otras condecoraciones de carácter civil o militar.

En cuanto a las pérdidas sufridas por esta unidad, también se barajan diversas cifras. En lo referente al material perdido en combates aéreos, derribos causados por la caza enemiga, en bombardeos en tierra o destruidos en accidente, se calcula que las bajas totales debieron estar cerca de los 110 aviones, a lo que habría que añadir las bajas de carros, piezas de artillería y de vehículos de transporte.

El número de heridos es difícil de precisar por falta de la suficiente documentación. Las cifras estimadas de fallecidos son las siguientes: muertos en acción de guerra 174; muertos en accidente 84; muertos por enfermedad 28.

Entre estas cifras se encuentra el soldado perteneciente al Grupo F/88 (Antiaéreos), Rudi Eppert, al cual estaba dedicada la estela funeraria colocada hasta no hace demasiados años en Villanueva del Pardillo. En la “Relación nominal del personal de la Legión Cóndor fallecido en la guerra española por acción de guerra, accidente o muerte natural”, en el apartado dedicado a las bajas del F/88, puede leerse:

“Cabo Rudolf Eppert, fallecido el 14 de enero de 1937 en Villafranca (Madrid), Causa de la Muerte: Tiro en el pecho.”

Un nombre más, rescatado de en una larguísima relación de nombres y apellidos germanos. Una pequeña mención en una amplia lista de bajas. Una lista en la que se especifican las causas por las que falleció cada combatiente: “Bombardeo de artillería”, “Tiro de fusil”, “Derribado por la Artillería Antiaérea.”, “Explosión de su avión en el aire”, “Metralla de granada”, “Derribado por la caza enemiga”, “Fusilado”, “Herida en la cabeza”… y un triste etcétera que constituye un amplio y completo surtido de los desastres de la guerra.

Estelas funerarias en recuerdo de soldados de la Legión Cóndor existen por toda la geografía nacional. Fueron colocadas al finalizar la guerra civil por iniciativa del gobierno alemán, y durante más de setenta años han permanecido bien visibles en los lugares en los que habían caído soldados alemanes. Algunas fueron destruidas y otras, poco a poco, han sido llevadas a museos o lugares parecidos. Imagino que con la Ley de la Memoria Histórica, las que queden, serán definitivamente retiradas.

Que yo sepa, en la zona existió, al menos, otra estela similar a la que había en Villanueva del Pardillo. Ésta sí, recordaba a un piloto de la Legión Cóndor, concretamente a Roland Reinhold, perteneciente a la Escuadrilla de Reconocimiento (Aufkklärungsstafell) A/88, cuyo avión fue derribado el 10 de julio de 1937 durante la Batalla de Brunete. En la actualidad, creo que la placa de Roland Reinhold se encuentra en el Museo de la Aviación de Getafe.

La Historia la escriben los vencedores, por ello, todos los monumentos relacionados con la guerra civil en el noroeste de Madrid recuerdan, única y exclusivamente, a los pertenecientes a uno de los bandos enfrentados: las estelas de la Legión Cóndor, el monumento a los voluntarios rumanos en Majadahonda, placas de “caídos por Dios y por España” en los cementerios de Pozuelo y Aravaca o en la iglesia de Las Rozas, los monumentos en recuerdo a los combatientes de la batalla de Brunete en este pueblo o en Quijorna, etc.

La Historia, con demasiada frecuencia, es así: selectiva, ideologizada y partidista.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía: Estela funeraria de la Legión Cóndor que existió en Villanueva del Pardillo hasta los años noventa.

sábado, 29 de mayo de 2010

84) RETALES



El Tiempo es una especie de enorme devorador. Un devorador de lugares, paisajes y entornos; un devorador de nombres, individuos y personajes; un devorador de hechos, sucesos y situaciones; un devorador de datos, fechas y referencias…

El Tiempo hace que todo, antes o después, termine agonizando en el abismo del Olvido, hasta que acaba desapareciendo por completo, como si nunca hubiera sucedido, como si nunca hubiera existido.

La Historia entabla una lucha desigual contra el Olvido. Una especie de constante pulso por rescatar y salvaguardar la mayor cantidad posible de información sobre el Pasado del que venimos.

El historiador o la historiadora rastrean el enorme magma de la Antigüedad (de la más lejana a la más cercana en el tiempo). Bucean en los profundos e inabarcables océanos de información a la búsqueda y captura de todo aquello que pueda resultar interesante para conocer y entender los tiempos que nos precedieron.

Para ello, existen diversas herramientas: la arqueología, la epigrafía, la numismática, la antropología, la geografía, la sociología, la archivística, la museología, la cartografía… Diferentes sistemas y métodos con los que poder enfrentarse a las que, técnicamente, se denominan fuentes historiográficas, verdadera materia prima de la Historia: fuentes documentales (documentos políticos, judiciales, económicos, militares…); iconográficas (pintura, escultura, arquitectura, fotografía…); audiovisuales (cine, TV); bibliográficas (libros, revistas, periódicos…) y un largo etcétera.

Esta labor no suele resultar sencilla. Más bien, todo lo contrario. Sobretodo requiere tiempo, no solo para localizar la información, también para procesarla, interpretarla y darla a conocer. Una información que suele aparecer fragmentada e incompleta, dejando numerosas lagunas y vacíos que imposibilitan el poder profundizar todo lo que quisiéramos en el Pasado.

Es como tratar de organizar un enorme rompecabezas, colocando piezas que van apareciendo sin orden ni concierto, lo que muchas veces obliga a deshacer todo lo anterior para volver a comenzar de nuevo.

A base de retales sueltos que, según van apareciendo, obligan a nuevas reflexiones, a nuevas interpretaciones e hipótesis. Una especie de espesa telaraña, un complicado laberinto sin principio ni fin que te lleva de un lado a otro, siguiendo pistas que se entremezclan con otras, dando paso a nuevas dudas e incógnitas que, a su vez, plantean otras preguntas y éstas, de nuevo, crean la necesidad de encontrar más respuestas.

La guerra civil española ha sido investigada desde múltiples perspectivas (políticas, sociales, militares, culturales, ideológicas…), lo que ha provocado una enorme cantidad de estudios, reflexiones y aportaciones de todo tipo. Contamos así con una amplia visión de sus antecedentes, desarrollo y posteriores consecuencias. Se ha ido formando lo que podríamos denominar una especie de “macro” Historia del conflicto que sacudió a España entre 1936 y 1939.

Dentro de esta “macro” Historia encontramos a los principales protagonistas, las grandes batallas,las fases y etapas de la guerra, las organizaciones políticas que participaron en ella, el contexto internacional en el que se desarrolló, etc.

Surge así una visión amplia y general. Imprescindible y necesaria para adentrarnos en el conocimiento de aquel trágico episodio de nuestra Historia reciente, pero que resulta poco satisfactorio a la hora de profundizar más en él. Por ejemplo, esa “macro” Historia nos habla de la Batalla de Madrid, las consiguientes “Batallas de Cerco” que la sucedieron y la posterior estabilización del frente madrileño desde los primeros meses de 1937, limitándose a señalar algunos de los episodios y personajes que se consideran más importantes y significativos.

Es una especie de HISTORIA con mayúsculas: la Historia de los grandes nombres, las fechas claves, y los lugares emblemáticos. Pero es una Historia que deja fuera una enorme cantidad de información, condenando a una importante parte de la misma al olvido y el desconocimiento.

Cuando recorro las viejas posiciones de guerra del noroeste madrileño, sus ruinas solitarias y silenciosas, reflexiono sobre estas cuestiones. Los grandes libros y estudios de la guerra civil no suelen detenerse en ellas, las ignoran, como si no existieran. Sin embargo, están ahí, integradas en el paisaje como recordatorio claro y evidente de aquella Historia.

Cuando comencé, hace ya un porrón de años, a interesarme por estos restos, comprobé, con cierta decepción, que prácticamente no existía nada de donde poder extraer información o datos sobre los mismos. A lo sumo, encontraba algunas referencias a las grandes operaciones militares que habían tenido lugar por la zona. Cuando intentaba profundizar un poco más en el material publicado sobre el desarrollo de la guerra civil en el noroeste de Madrid, más allá de batallas tales como la de la carretera de La Coruña o la de Brunete, chocaba siempre con un desesperante término: “frente estable”.

Siempre lo mismo. Todos los libros que iba encontrando hablaban de las grandes operaciones militares, pero a partir de éstas, todos ellos, al referirse al resto de la guerra civil en el noroeste madrileño, concluían con la genérica y abstracta definición de “frente estable”. Madrid se había convertido en un frente estable que, para la “macro” Historia, dejaba de tener interés. Sin embargo, para mí, el estudio y conocimiento de ese “frente estable” tenía un interés especial y primordial. Era ahí, donde se encontraban las claves para poder interpretar y entender la enorme cantidad de restos que yo iba descubriendo por la zona.

Lugares olvidados e ignorados durante muchas décadas, estaba claro que no habían sido construidos por capricho, sino respondiendo a una importante necesidad. También era evidente que en ellos habían vivido cientos de personas durante los largos y penosos meses de guerra. Unas personas, cuyas experiencias y vivencias, permanecían sumergidas en el pozo de la indiferencia.

En algún lugar tenían que quedar pistas, datos y referencias que permitiesen ir conociendo esa parte de la Historia. Una Historia, cuyos restos, tan cercanos y sugerentes me resultaban. Con el tiempo fui adentrándome en las confusas y farragosas espesuras de los documentos, a la caza de información y datos. Una cacería que, poco a poco, fue cobrándose sus piezas, localizando aquí y allá, retales de un Pasado prácticamente olvidado y desconocido.

Y así, poco a poco, comenzó a aparecer lo que realmente se ocultaba tras la genérica y pobre definición de “frente estable”: la cruda y dura realidad de una guerra de trincheras. Una guerra de posiciones en la que se habían visto inmersos miles de combatientes y que, lejos de resultar poco interesante o insulsa, aparecía atrayente y sugestiva, repleta de datos y referencias que hablaban de las duras condiciones de vida en las trincheras, de innumerables acciones de combate, de explosiones de minas y contraminas, de concienzudos y constantes trabajos de fortificación, de bajas y deserciones, de una tierra de nadie surcada por disparos y explosiones, con cadáveres abandonados durante días sin que nadie se decidiera a retirarlos… en fin, de todo lo que más de dos años de guerra pueden generar en los lugares donde dos ejércitos, muy cercanos entre sí, se pegan al terreno, hostigándose y vigilándose mutuamente.

Todas aquellas referencias no aparecían en la “macro” Historia de las grandes obras. Constituían una especie de “migajas de la Historia” que los investigadores habían ignorado. Sin embargo, a mi me parecían imprescindibles para poder contar con una visión más nítida y definida de la guerra civil en el noroeste de Madrid.

Ha sido así como, poco a poco, he podido interpretar los restos de trincheras y fortificaciones; definir las líneas de frente; descubrir los diferentes centros de resistencia; conocer las unidades que guarnecieron estos lugares; las vías de comunicación que utilizaban para abastecer sus posiciones; estudiar los puestos de mando, los observatorios, las baterías artilleras y antiaéreas; saber donde se encontraban los acantonamientos de tropa, los centros sanitarios, etc.

Pasito a pasito he podido ir adentrándome en la cruda y descarnada realidad que se vivía en las primeras líneas de fuego. Una guerra de trincheras repleta de acciones locales, de golpes de mano, de emboscadas, acciones de descubierta, fuego artillero, asaltos, minas y forcejeos. Una guerra de trincheras que se cobró cientos de bajas y dejo sus huellas materiales esparcidas por el paisaje, muchas de las cuales, aun pueden ser visitadas.

Existen multitud de vivencias, hechos, sucesos y experiencias, que nunca aparecerán en los grandes trabajos de Historia, pero que para quienes los sufrieron o protagonizaron, constituyeron algo único e imborrable. Adentrarse en todo aquello, me parece que es una forma de “humanizar” la Historia, pues, más allá del abstracto que suponen las grandes referencias genéricas, permite profundizar en multitud de elementos reales y concretos.

El estudio de esta “micro” Historia proporciona infinidad de datos sobre fechas, lugares y personas determinadas y específicas. De esta manera, en algunos casos, he podido conocer, con pelos y señales, episodios concretos. Por ejemplo: día y hora exacta de un golpe de mano; las unidades que en él participaron, el desarrollo del mismo; los nombres y apellidos de las bajas sufridas en uno y otro bando; los soldados que merecieron condecoración o mención especial por su actuación en el combate; el armamento utilizado, la munición consumida, etc.

Como es fácil imaginar, con toda esta información, visitar los escenarios bélicos se reviste de un significado especial. Por ello, parte de este intenso trabajo de investigación historiográfica, me gusta compartirlo con los lectores y lectoras de este blog, para que así, cuando visiten alguno de los numerosos restos que aun existen puedan valorarlos y entenderlos con mayor facilidad.

Y en ello continúo, a la búsqueda de los deshilachados jirones de la Historia para, a base de retales sueltos, ir confeccionando parte de un Pasado ignorado y desconocido durante mucho tiempo.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía de JMCM.

domingo, 16 de mayo de 2010

83) POSICIÓN 38 ORIENTAL GUADARRAMA





Haciendo un repaso general de los contenidos de este blog, he caído en la cuenta del poco espacio dedicado a Majadahonda. Esto no quiere decir que no de importancia a la relación que este municipio tuvo con la guerra civil. Muy al contrario, en mis trabajos de investigación, Majadahonda, como no podría ser de otra manera, siempre tiene un lugar preferente.

El estudio de la guerra civil en el noroeste de Madrid da para tantos temas que es difícil abarcarlos todos. Por otro lado, las características de este blog limitan mucho el poder profundizar todo lo que me gustaría en ciertas cuestiones, viéndome obligadoo a dejar una mayor extensión de sus contenidos para otros medios o cauces más apropiados. Con todo, la poca atención prestada hasta ahora a Majadahonda no tiene excusa, y creo llegado el momento de empezar a solventarlo.

Me ha parecido buena idea comenzar con una de las posiciones más importantes de Majadahonda, cuyos restos, aun pueden ser visitados. Se trata de la que se conoció como “Posición 38 Oriental Guadarrama”, un conjunto de fortificaciones del ejército franquista situadas en el kilómetro 2 de la M-851, justo en el inicio del Camino de la Puentecilla (antiguo Camino del Picotejo).

Como ya he señalado en diferentes apartados de este blog, la batalla de la carretera de La Coruña supuso el completo control y dominio, por parte de los nacionales, de todas las alturas importantes situadas en la orilla izquierda del río Guadarrama. En líneas generales, estas cotas y vértices eran muy modestas, unas simples ondulaciones en algunos casos, pero que, a falta de otras más notables, acabaron teniendo una gran importancia, tanto en el desarrollo de la batalla, como en la posterior guerra de trincheras que se desarrollaría hasta el final de la contienda. J. M. Martínez Bande, en su libro “La lucha en torno a Madrid” realiza el siguiente análisis sobre el terreno del que estamos hablando.

“Caracterizaba esta zona topográfica la ausencia de accidentes destacados. En esencia, apenas si aparecían definidos tres valles a veces suaves, otras ondulados y movidos: los del río Manzanares, Guadarrama (con su afluente el Aulencia) y Perales, a los cuales y siguiendo casi siempre direcciones perpendiculares, iban las aguas de algunos riachuelos y arroyos, generalmente de curso intermedio y cauces profundos, obra de la erosión. Las alturas eran escasas y nunca sobresalientes; citarlas quizá parezca superfluo (…) El terreno no ofrecía obstáculos de consideración más en cambio carecía de buenos observatorios, siendo la visibilidad casi siempre problemática” (Martínez Bande, “La lucha en torno a Madrid”, Edt. San Martín, Madrid, 1984, pp. 54-55).

Esas alturas de poca importancia, que Martínez Bande considera quizá superfluo el citarlas, son de sobra conocidas por los lectores de este blog: El Mosquito, Romanillos, los vértices Manilla, Cristo, Barrial, lomas como La Bellota, La Mocha (que recibiría el nombre de Loma Artillera”), la “Loma Fortificada”… entre otras muchas.

En la zona concreta que nos ocupa, la altura más importante la constituía el Vértice Cumbre, en Las Rozas, y, complementando a éste, todas las posiciones (un total de 11 Islotes de Resistencia) que fueron surgiendo en paralelo a la carretera de Las Rozas a Villanueva del Pardillo (actual M-851), terrenos que en los mapas reciben el nombre de La Cumbre y cuyo control suponía una clara ventaja, tanto en lo referido a la visibilidad, como en lo concerniente al campo de tiro, lo que proporcionó a las guarniciones franquistas un excelente plan de fuegos contra las posiciones republicanas.

Esta ventaja, en la que nos detendremos algo más cuando hablemos de las posiciones de La Puentecilla, constituyó un grave y constante riesgo para las posiciones republicanas del sector, que tuvieron que desarrollar grandes esfuerzos para intentar minimizarla, sin que nunca lo consiguieran del todo.

La “Posición 38 Oriental Guadarrama”, como señalábamos más arriba, fue uno de los puntos más fuertes del sector. Integrada en el “Centro de Resistencia D” (que en enero de 1939 pasaría a denominarse “C. R. IV”), estaba compuesta por los Islotes de Resistencia nº 78 y nº 79.

Fue éste, uno de los puntos del frente donde las líneas de unos y otros estuvieron más próximas (apenas unas decenas de metros según los informes nacionales y republicanos). También era éste, uno de los lugares donde la topografía hacía más probable un ataque republicano. Estas circunstancias provocaron que esta posición, junto a la situada en el Vértice Cumbre (1.500 m al noreste), fuera una de las más fortificadas de todo el sector.

Los trabajos de fortificación fueron constantes a lo largo de toda la guerra, pero será a partir de agosto de 1938, momento en que la 20 División Nacional se hace cargo de la defensa de este frente, cuando estos trabajos se intensifiquen. Desde esa fecha se procede a una profunda reorganización de las posiciones franquistas, la cual dará lugar a la mayor parte de las fortificaciones que, del Ejército Nacional, han llegado hasta nuestros días en el noroeste madrileño.

Como indica Ricardo Castellano en su libro “Los restos del asedio” (Edt. Almena, Madrid, 2004), desde octubre de 1938, serían las Compañías 21 y 22 del Batallón de Zapadores nº 8 (asignado a la 20 División) las encargadas de los trabajos de fortificación en este sector.

Por lo que respecta a la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, la reorganización fue intermitente, viéndose paralizada en diferentes momentos por tener que atender otros lugares que requerían más urgencia. Con todo, se finalizaron diversas construcciones de hormigón (entre ellas, dos nidos para arma automática), refugios subterráneos, un completo sistema de galerías y trincheras (de combate, de comunicación, de evacuación…), Puesto de Mando y alambrada con dos filas de piquetes. De todo ello, en la actualidad solo quedan los restos de cuatro construcciones, alguna de ellas en muy buen estado de conservación, aunque, como es habitual, con escombros, basuras y otros residuos en su interior. También es destacable la existencia de una inscripción grabada en cemento, que hace alusión a una de las unidades que por aquí pasaron.

En febrero de 1939 (poco antes del final de la guerra), la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, estaba guarnecida por tropas del regimiento de Infantería de Toledo nº 26. Un total de 53 soldados (oficiales: 1; suboficiales: 2; tropa: 50). Entre su armamento, contaban con una ametralladora Hotchkiss, un fusil-ametrallador Breda modelo 30, y 48 fusiles Mauser 7 mm.

Quien visite esta posición, además de poder contemplar los restos de interesantes construcciones bélicas, disfrutará de una estupenda vista de la sierra y del denominado pie de sierra, con unos atardeceres que merecen la pena.

El visitante que conozca algo sobre la guerra aquí vivida, disfrutará observando los lugares por los que discurrían las cercanas posiciones republicanas, y no le costará demasiado imaginar las lomas y quebradas que formaban la primera línea de fuego, surcadas por parapetos de sacos terreros, alambradas de espino y puestos de tirador. Podrá contemplar también, La Cervera y La Puentecilla, lugares en los que se situaban las líneas de sostén de la 111 Brigada Mixta y, en la otra orilla del río Guadarrama, alturas como el Cerro Martín, uno de los puntos más fuertes e importantes del sistema defensivo republicano en este sector.

Los mismos lugares hacia los que apuntan, desde hace más de setenta años, las troneras de las fortificaciones de la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, como esperando a un enemigo ya inexistente.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografías 1 y 2: Algunas de las construcciones existentes en lo que fue la “Posición 38 Oriental Guadarrama” (JMCM)
Fotografía 3: Croquis de la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, utilizado por la 20 División Nacional como superponible en los mapas topográficos (AGMA).

Documentación procedente del AGMA.

viernes, 7 de mayo de 2010

82) BOMBAS PSICOLÓGICAS





Hace ya algún tiempo, en este blog, escribíamos un artículo sobre la importancia que en la guerra de trincheras tuvo la propaganda dirigida al enemigo (ver apartado "GUERRA DE PROPAGANDA").

En ese artículo señalábamos como la proximidad a la que muchas veces se encontraban las posiciones de los unos y los otros, y el hecho de hablar un mismo idioma, provocó, desde el principio de la contienda, un espontáneo intercambio de insultos, provocaciones, amenazas y pequeños sermones políticos con los que se intentaba influir en la moral del adversario.

Muy pronto, los mandos de cada Ejército, conscientes de que la moral de la tropa constituye un elemento fundamental para el combatiente, comenzaron a organizar de manera oficial sus propios servicios de propaganda y contrapropaganda. Con ello, se pretendía, tanto fortalecer psicológicamente a sus unidades, como influir negativamente en el espíritu del adversario.

Cada brigada republicana o regimiento nacional contó con su propia sección de información y propaganda. Estas unidades daban formación ideológica a los soldados, intentando mantener su moral alta, reforzando así, la “voluntad de vencer”. También se preocupaban de la propaganda lanzada por el enemigo, y de los efectos que ésta podía tener sobre la tropa. Todos los días, junto a los partes de novedades, los estadillos de bajas y las estadísticas del consumo de munición, se elaboraba un informe con la propaganda emitida por el enemigo. En él, se daba cuenta de todo lo que se había recibido desde las posiciones contrarias, tanto de forma oral (a viva voz o a través de megafonía) como escrita (panfletos, volatinas, etc.).

La lectura de estos partes resulta muy curiosa, porque en ellos se recogen las controversias y discusiones que se vivían en las primeras líneas de fuego: acusaciones, eslóganes políticos, informaciones de otros frentes, bulos, etc. Algunas de esas polémicas se podían alargar durante varios días (especialmente cuando trataban sobre las batallas importantes que se estaban desarrollando en otra zona) y, en algunos frentes, fue frecuente también la aparición de lo que podríamos denominar como “estrellas mediáticas”, es decir, oradores que terminaron alcanzando cierto prestigio, tanto en sus filas, como en las del enemigo, que llegaba a reclamar su intervención cuando éste faltaba.

Como es lógico, fueron muy frecuentes también los duelos dialécticos en los que dos oradores enemigos se enfrentaban verbalmente, manteniendo un intenso pulso de réplicas y contrarréplicas que la tropa seguía con atención e interés, viendo quien era capaz de manejar mejor sus argumentos y terminar desmontando los del contrario, lo que suponía una especie de pequeña victoria moral que se celebraba como si se hubiera ocupado una nueva posición.

Junto a este tipo de propaganda verbal, se utilizaba la propaganda escrita. Cientos de panfletos lanzados sobre las líneas enemigas por medio del vuelo bajo de los aviones o, más frecuentemente, por cohetes y proyectiles artilleros que, al hacer explosión, soltaban una intensa lluvia de papeles impresos. Hace poco, he dado con un pequeño surtido de este tipo de propaganda. Se trata de una serie de volatinas republicanas lanzadas contra las posiciones nacionales de la Cuesta de las Perdices en julio de 1937. Algunos de estos panfletos fueron recogidos por la sección de propaganda del sector e incluidos en uno de los informes de la 5ª Bandera de la Legión, desplegada en la zona en aquel momento.

Lo primero que llama la atención de esta documentación, es que se elaboraban panfletos específicos para cada tipo de soldado: campesinos, falangistas, requetes, legionarios, regulares… Una especie de “propaganda a la carta”. En ellos se incidía en los temas que potencialmente más podían influir en la moral de cada tipo de combatiente. Por ejemplo, en una volatina dirigida a los campesinos puede leerse.

¡CAMPESINOS! La República ha expropiado al terrateniente de la tierra que explotaba con tu sudor. El Gobierno de la República ha hecho entrega de esa misma tierra al trabajador que la cultiva.

Se ayuda a cultivarla con auxilios en dinero y semillas. Campesino: ¿Es tuya la tierra que cultivas?

Tu amo de siempre te paga por trabajarla un jornal de hambre. No siegues el grano que ha de engordar al que te explota.

A los requetes y falangistas se les habla de la invasión extranjera (italianos, alemanes, moros) que han venido a combatir a España para hacerse con sus riquezas. A la Legión se les recuerda que todos son españoles, y que luchar en contra de la República significa luchar en contra de sus propios intereses, en contra de España y en contra del pueblo, animándoles a disparar contra sus oficiales y pasarse a las filas republicanas.

Los panfletos dirigidos a los norteafricanos están escritos en árabe y, suponiendo que muchos no sabrían leer, incluyen ilustraciones con las que se les invita a volverse a su tierra. Uno de los dibujos representa lo bien que podría estar en su casa: sonriente, fumando de una shisha y tomándose tranquilamente un té moruno; el otro reproduce lo que les espera a los que vienen a luchar a España: la muerte.

También se lanzaba propaganda genérica, como para “todos los públicos”:

Napoleón llegó a tomar Madrid y fue derrotado por el pueblo español.

Hitler y Mussolini no han tomado Madrid ni lo tomarán.

El Pueblo que lucha por su independencia, por su Pan y su Libertad, aplastará a los invasores y a los traidores que les han abierto las puertas de la Patria.

¡Obreros, campesinos, empleados, militares!: Pensad de que lado está vuestro deber de españoles.

Uníos a las fuerzas de la República o ayudad desde ahí al Ejército Popular."

La fecha en que esta propaganda es lanzada sobre las líneas nacionales, julio de 1937, coincide con la ofensiva republicana de Brunete, por ello, tampoco faltan volatinas centradas en este tema. Dos ejemplos:

¡SOLDADOS DE FRANCO! Las fuerzas leales a la República han conquistado Brunete, Villanueva de la Cañada, Romanillos, Los Llanos, El Mosquito, Quijorna y otras posiciones importantes cerca de Madrid.

Las posiciones liberadas han recibido a las tropas con júbilo. Los prisioneros son tratados con cariño, y los evadidos ya luchan valientemente a nuestro lado.

La ofensiva continúa con arrojo. ¡Terminará sólo con el aplastamiento de los traidores y de los invasores extranjeros!

¡No disparéis! ¡Pasad a nuestro lado! ¡Viva la república!


¡ESPAÑOLES! A pesar de las mentiras de vuestros generales traidores, la bandera de la España libre y republicana esta bien pintada en Brunete, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y en el Castillo de Vilafranca.

¡Más de mil prisioneros cogidos, enorme material de guerra conquistado! ¡Nuestra aviación ha derribado en cuatro días de combate en el cielo de Madrid, cincuenta y seis aeroplanos rebeldes!

Nuestra ofensiva continúa, y no pasarán muchos días en que las tropas de Franco que están en los frentes de Madrid, acosadas por todos lados, estarán obligadas a rendirse o morir (…)

¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA LA REPÚBLICA!

El efecto que este tipo de propaganda podía tener en la moral de la tropa es difícil de precisar. En general, sería poco, pero no debe subestimarse del todo su efectividad. Una guerra civil resulta especialmente complicada a la hora de definir claramente al enemigo. A mucha gente, el estallido de la guerra le sorprendió en la zona equivocada. Otros, fueron obligados a integrarse en alguno de los dos ejércitos. Muchos, carecían del suficiente estímulo ideológico como para permanecer indefinidamente en las inmundas y peligrosas trincheras del frente madrileño.

Los desertores y evadidos estaban a la orden del día. Leyendo los informes de las diferentes unidades comprobamos como fue bastante habitual que soldados de uno y otro ejército se pasaran a las líneas enemigas, algunas veces, con equipo y documentación.

Fuera como fuese, lo cierto es que a lo largo de la guerra civil se dio una enorme importancia a la propaganda (se calcula que fueron arrojados 130 millones de octavillas). Los combatientes de primera línea, además de recibir raciones diarias de plomo y metralla, tenían que aguantar las dosis de propaganda que cotidianamente lanzaba el enemigo. Con ella, se intentaba rebajar, debilitar y destruir la moral de la tropa, creando dudas, fomentando descontentos y generando temores y desconfianzas.

Bombas psicológicas que al estallar soltaban su carga de panfletos y volatinas. Una carga que el viento iba expandiendo entre las alambradas, parapetos y trincheras del triste frente madrileño.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografías: Algunos ejemplos de las volatinas republicanas lanzadas sobre posiciones nacionales (AGMA).

Documentación procedente del AGMA