martes, 26 de mayo de 2009

31) Cuesta de Mataborricos



CUESTA DE MATABORRICOS

Hasta finales de los años ochenta, existió en Las Rozas, en lo que hoy es la C/ de Nuestra Señora del Retamar, y que en aquel entonces no era más que un tortuoso camino de tierra, la llamada cuesta de Mataborricos, muy popular entre todos los roceños.

Hoy, esta cuesta, no pasa de ser una suave pendiente, bien asfaltada, con grandes aceras y un considerable tránsito de vehículos y personas, por encontrarse situada entre el pueblo de Las Rozas, uno de sus polígonos empresariales, y la zona verde que constituye la Dehesa de Navalcarbón, además de ser una de las principales vías de acceso a Monte Rozas.

Pero la Cuesta de Mataborricos, hasta su profunda remodelación, realizada a finales de los ochenta para facilitar el acceso al nuevo polígono empresarial, era, como su ilustrativo nombre indica, un auténtico barranco, cuyo ascenso y descenso no resultaba especialmente cómodo ni fácil, debido al viejo camino de tierra, polvoriento en verano, embarrado y encharcado en invierno, que servía para atravesarlo.

A mitad de camino entre Las Rozas y La Dehesa, esta cuesta de Mataborricos se encontraba en una zona tranquila, rodeada de descampados donde los chavales de Las Rozas podían disfrutar de un gran espacio en el que jugar. Sólo existía en el lugar un viejo cementerio de coches, lo que proporcionaba un encanto especial al sitio. Acudir a esta zona tenía algo de trasgresor para los niños y niñas de la época, porque muchas veces suponía saltarse las normas impuestas por los adultos de no alejarse demasiado de casa.

Montados en las viejas bicicletas, que habían ido pasando por las manos de los hermanos y primos mayores hasta llegar a las de los más pequeños, la chavalería del pueblo acudía en diferentes pandillas, los días de verano o las tardes de fin de semana. Una vez allí, se jugaba al juego de temporada (canicas, chapas…), se exploraba el entorno, se cazaban pequeñas culebras y lagartijas, o lo que surgiera.

Existía una especie de “rito de iniciación” o “prueba de valor”, que consistía en ser capaz de bajar los pronunciados terraplenes de la zona, llenos de baches y profundos surcos causados por las lluvias, montados en las destartaladas bicicletas sin hacer uso de los frenos (de los que, por otra parte, muchas carecían). Era una prueba temeraria que no todos se atrevían a realizar, tan peligrosa o más, que la otra costumbre que consistía en ser capaz de bajar, también en bici y sin frenos, las escalinatas de la iglesia hasta la calle Real. Las caídas, heridas y llantos eran de antología.

Todos estos recuerdos me vinieron a la memoria hace poco, cuando revisando viejos documentos de la 8 ª División del II º Cuerpo del Ejército Popular de la República, en el Archivo General Militar de Madrid, apareció en diferentes momentos referencias a este lugar. En dichos informes, se mencionan explícitamente la Cuesta de Mataborricos y el Barranco de Mataborricos como lugares integrados en los Centros de Resistencia del frente republicano.

De esta manera, y por poner sólo algún ejemplo, en un “Plan de Fortificación de la 111 ª Brigada Mixta”, fechado en julio de 1938, podemos leer que, en ese momento, la zona constituía el Centro de Resistencia nº 5 de este Subsector del Frente. En este documento se habla de una Línea de Obstáculos “constituida por una línea de alambrada continua y algunos campos de minas”, y una Línea Principal de Resistencia “con buena cantidad de refugios, pero de poca capacidad de resistencia, pozos de tirador, de granadero, emplazamientos para maquinas automáticas y lanzabombas”. Aconsejándose mejoras en las defensas, tales como la construcción de “casamatas antitanque” y “de fortines”.

Unos meses más tarde, en febrero de 1939, a punto de terminar la guerra, en otro documento de la 111 ª Brigada Mixta, un “Informe Relativo a la Situación de Fuerzas”, en el Subsector nº 3 del frente republicano, incluye la Cuesta de Mataborricos en el Centro de resistencia nº 1, que estaba guarnecido por el 443 Batallón. Para esta fecha, el trabajo de las compañías de Zapadores ha dado sus frutos: “La fortificación de este Centro de Resistencia se ha consolidado últimamente por reconstruir en mampostería los emplazamientos de armas automáticas que anteriormente lo eran de rollizos. No obstante haberse trabajado bastante en esto, quedan, aunque en número muy reducido, algún emplazamiento que hacerse en la línea principal de resistencia, que está constituida por trinchera corriente en zig-zag descubierta, en buen estado de conservación”.

Los trabajos de fortificación fueron interrumpidos unas semanas más tarde por la rendición del Ejercito Republicano y el final de la guerra. Distribuidos por el entorno, quedaban abandonados los fortines, las trincheras y demás obras defensivas. Los fortines fueron resquebrajados por los chatarreros de posguerra para extraerles el hierro y acero que componían sus estructuras, las trincheras y refugios perecieron bajo la acción de los tractores, el paso del tiempo y la erosión hicieron el resto.

Los restos de aquellos fortines de mampostería también vinieron a mi memoria. Se trataban de pequeñas construcciones de cemento y piedra, cuyas ruinas asomaban aquí y allá entre la vegetación. Eran los “bunkers” de la guerra, distribuidos por diferentes lugares de Las Rozas idad (El Pinar, La Marazuela, El Montecillo…). Lugares perfectos para jugar y construir cabañas, y en los que los más mayores compartían cigarrillos que habían sisado a los adultos, o hacían hogueras en las que asaban patatas.

Hace tiempo que todo aquello terminó. La calle ya no es el juguete preferido de los niños, un espacio en el que poder desarrollar su propio mundo paralelo al de los adultos. La cuesta de Mataborricos no se parece en nada a la de aquellos años. El Polígono Európolis y las constantes obras y construcciones de todo tipo han modificado profundamente el entorno. Más o menos, en el lugar que ocupaba la cuesta de Mataborricos, se ha construido recientemente un parque no demasiado bonito. En su parte más alta, todavía es posible hacerse una idea de la importancia que tuvo éste lugar para las defensas republicanas. Se tenía un dominio visual muy bueno de la carretera de El Escorial y de las posiciones franquistas de Cerro Alto (Posición Rubio) y del Vértice Cumbre. Además, permitía un excelente control del pueblo de Las Rozas, en manos de los nacionales desde los combates de enero de 1937.

Hoy, todo aquello, solo pervive en la memoria de algunos y en viejos documentos archivados en carpetas durante décadas.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografías: Dos panorámicas desde la cuesta de Mataborricos en la actualidad.
de Mataborricos en la actualidad.

Documentación procedente del AGMA

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