EN LAS CALLES DE POZUELO
Desde los primeros momentos de la batalla de la Carretera de La Coruña (finales de noviembre/principios de diciembre de 1936). Pozuelo había sido un objetivo prioritario para las tropas franquistas. En el primer intento de alcanzar la carretera (iniciado el 29 de noviembre), las columnas de Varela habían sido incapaces de progresar mas allá del cementerio de Pozuelo, teniendo que abandonarlo tras chocar, una y otra vez, contra la tenaz resistencia de los republicanos, fuertemente parapetados en el Cerro de los Perdigones, el casco urbano y la estación (ver apartado “Cementerio de Pozuelo”).
Tras este fracaso, los atacantes amplían el arco de maniobra, trasladando los combates a varios kilómetros de la capital (Boadilla del Monte, Villanueva de la Cañada…), intentando aprovechar la superioridad que sus experimentadas tropas demuestran en campo abierto. Frente a Pozuelo, las fuerzas de Garcia-Escaméz fijan sus posiciones, desde las que se hostiga constantemente a los republicanos a la espera de otra oportunidad.
La guerra no cesa, pero habrá que esperar al tercer y definitivo intento de cortar la carretera de La Coruña (principios de enero de 1937), para que las tropas franquistas intenten un nuevo asalto a Pozuelo.
Tras la caída de Majadahonda, Las Rozas, Bosque de Remisa y El Plantío, las líneas republicanas se quiebran por diferentes puntos. El día 6 de enero de 1937 la ofensiva rebelde converge con todo su potencial hacia el Este, y la amenaza se cierne sobre Pozuelo. Las columnas de Barrón y de Asensio alcanzan el kilómetro 13 de la carretera nacional, mientras que Buruaga progresa hacia la Estación de Pozuelo. La orden del Alto Mando de la Defensa es la de resistir a toda costa.
Sobre el terreno se encuentra desplegada la 38 Brigada Mixta, a la que se irán uniendo diferentes refuerzos y parte de las tropas que retroceden desde Las Rozas y Majadahonda. Hace semanas que los republicanos permanecen parapetados en los edificios de Pozuelo. Su iglesia, la estación y la gran cantidad de casas de verano que rodean el pueblo han sido fuertemente fortificadas. De sus ventanas y balcones asoman fusiles y armas automáticas. Tras sus muros, milicianos y brigadistas de diversas nacionalidades están dispuestos a cumplir la consigna del ¡No Pasarán! y lograr que la nueva ofensiva se estrelle otra vez contra sus defensas. Entre estas fuerzas destacará el Batallón Comuna de París (integrado mayoritariamente por franceses y belgas), cuyas ametralladoras supondrán un mortífero obstáculo para las tropas de choque franquistas.
A medida que van cerrando el cerco sobre Pozuelo, los curtidos legionarios y moros (entre los que destacará el III Tabor de Tetuán, el mismo que semanas antes cruzara el Manzanares o defendiera fieramente El Clínico), se van encontrando con más y más obstáculos. La lluvia de días y la intensa acción de la artillería han convertido el terreno en un lodazal. El barro cubre las botas, salpica las ropas, mancha las armas. Un barro sucio y espeso que dificulta los movimientos y llena los huesos de frío y humedad. Aquí y allá aparecen edificios en ruinas, casas sospechosas, cercas y vallas que cortan el paso. Avanzan entre las balas que silban por todas partes. Las defensas republicanas constituyen un auténtico laberinto lleno de trampas mortales. El cronista franquista Victor Ruiz Albéniz, más conocido por el seudónimo del Tebib Arrubi (el "Médico Cristiano" que le llamaban los bereberes),escribiría pocos años más tarde en su libro “Madrid en el cepo”:
“Desde primeras horas de la mañana tuvieron todas nuestras fuerzas que emplearse a fondo, porque a cada paso se encontraban con líneas de trincheras tendidas en Pozuelo y Aravaca, revestidas en su mayoría de cemento, con nidos de ametralladoras de cemento y hierro y todas con doble alambrada de seis hilos dobles”.
Los defensores son tan tenaces como los atacantes. La lucha es dura, las bajas se multiplican, la muerte campea a sus anchas, mientras un frío helador lo envuelve todo. Las columnas franquistas, que muchas veces no saben desde donde les disparan, avanzan con decisión y profesionalidad, apoyadas en algunos puntos por los blindados. Los milicianos, que en ciertos momentos quedan aislados o incomunicados, hostigan constantemente al enemigo. Conocen bien el terreno y los puntos de resistencia establecidos, y aunque en ocasiones retroceden, lo suelen hacer combatiendo, intentando sorprender y contraatacar cuando es posible.
La resistencia republicana terminará quebrándose a lo largo del día 7 de enero. Tras horas de incesante lucha, las fuerzas combinadas de García-Escámez y Buruaga se hacen con el control del pueblo. Pero el avance franquista no ha terminado todavía. García-Escámez ataca y ocupa Húmera, y los hombres de Buruaga rebasan el barrio de La Estación y se sitúan en el kilómetro 11 de la carretera de La Coruña, enlazando con la columna de Asensio. Los partes nacionales dicen haber contabilizado más de doscientos cadáveres enemigos en la zona de Pozuelo-Humera.
Los republicanos se repliegan hacia Aravaca. El movimiento de tropas es frenético, se intenta enviar refuerzos, se reorganizan batallones y compañías con lo que se puede, que es muy poco. Faltan municiones, falta armamento y falta organización. La situación, una vez más, es crítica. Pero sobra espíritu y decisión. Hay que evitar que el frente caiga del todo. Madrid debe resistir.
De todos aquellos combates hoy no queda prácticamente nada. Pozuelo, que sufrió graves destrozos durante la guerra, fue reconstruido al finalizar ésta. En sus calles aun pueden verse algunos edificios de época, pero es difícil encontrar huellas de la contienda en su casco urbano, muy modificado y alterado por la actividad urbanística de las últimas décadas. Sólo en las fotografías podemos encontrar algunas referencias interesantes. Escasos instantes retenidos para siempre en viejas estampas en blanco y negro que hoy en día constituyen un magnifico documento historiográfico. En ellas podemos contemplar lugares y personas desaparecidas hace ya muchos años. Son algunos de los auténticos escenarios y protagonistas de unos hechos que, afortunadamente, hoy podemos contemplar desde la distancia.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Desde los primeros momentos de la batalla de la Carretera de La Coruña (finales de noviembre/principios de diciembre de 1936). Pozuelo había sido un objetivo prioritario para las tropas franquistas. En el primer intento de alcanzar la carretera (iniciado el 29 de noviembre), las columnas de Varela habían sido incapaces de progresar mas allá del cementerio de Pozuelo, teniendo que abandonarlo tras chocar, una y otra vez, contra la tenaz resistencia de los republicanos, fuertemente parapetados en el Cerro de los Perdigones, el casco urbano y la estación (ver apartado “Cementerio de Pozuelo”).
Tras este fracaso, los atacantes amplían el arco de maniobra, trasladando los combates a varios kilómetros de la capital (Boadilla del Monte, Villanueva de la Cañada…), intentando aprovechar la superioridad que sus experimentadas tropas demuestran en campo abierto. Frente a Pozuelo, las fuerzas de Garcia-Escaméz fijan sus posiciones, desde las que se hostiga constantemente a los republicanos a la espera de otra oportunidad.
La guerra no cesa, pero habrá que esperar al tercer y definitivo intento de cortar la carretera de La Coruña (principios de enero de 1937), para que las tropas franquistas intenten un nuevo asalto a Pozuelo.
Tras la caída de Majadahonda, Las Rozas, Bosque de Remisa y El Plantío, las líneas republicanas se quiebran por diferentes puntos. El día 6 de enero de 1937 la ofensiva rebelde converge con todo su potencial hacia el Este, y la amenaza se cierne sobre Pozuelo. Las columnas de Barrón y de Asensio alcanzan el kilómetro 13 de la carretera nacional, mientras que Buruaga progresa hacia la Estación de Pozuelo. La orden del Alto Mando de la Defensa es la de resistir a toda costa.
Sobre el terreno se encuentra desplegada la 38 Brigada Mixta, a la que se irán uniendo diferentes refuerzos y parte de las tropas que retroceden desde Las Rozas y Majadahonda. Hace semanas que los republicanos permanecen parapetados en los edificios de Pozuelo. Su iglesia, la estación y la gran cantidad de casas de verano que rodean el pueblo han sido fuertemente fortificadas. De sus ventanas y balcones asoman fusiles y armas automáticas. Tras sus muros, milicianos y brigadistas de diversas nacionalidades están dispuestos a cumplir la consigna del ¡No Pasarán! y lograr que la nueva ofensiva se estrelle otra vez contra sus defensas. Entre estas fuerzas destacará el Batallón Comuna de París (integrado mayoritariamente por franceses y belgas), cuyas ametralladoras supondrán un mortífero obstáculo para las tropas de choque franquistas.
A medida que van cerrando el cerco sobre Pozuelo, los curtidos legionarios y moros (entre los que destacará el III Tabor de Tetuán, el mismo que semanas antes cruzara el Manzanares o defendiera fieramente El Clínico), se van encontrando con más y más obstáculos. La lluvia de días y la intensa acción de la artillería han convertido el terreno en un lodazal. El barro cubre las botas, salpica las ropas, mancha las armas. Un barro sucio y espeso que dificulta los movimientos y llena los huesos de frío y humedad. Aquí y allá aparecen edificios en ruinas, casas sospechosas, cercas y vallas que cortan el paso. Avanzan entre las balas que silban por todas partes. Las defensas republicanas constituyen un auténtico laberinto lleno de trampas mortales. El cronista franquista Victor Ruiz Albéniz, más conocido por el seudónimo del Tebib Arrubi (el "Médico Cristiano" que le llamaban los bereberes),escribiría pocos años más tarde en su libro “Madrid en el cepo”:
“Desde primeras horas de la mañana tuvieron todas nuestras fuerzas que emplearse a fondo, porque a cada paso se encontraban con líneas de trincheras tendidas en Pozuelo y Aravaca, revestidas en su mayoría de cemento, con nidos de ametralladoras de cemento y hierro y todas con doble alambrada de seis hilos dobles”.
Los defensores son tan tenaces como los atacantes. La lucha es dura, las bajas se multiplican, la muerte campea a sus anchas, mientras un frío helador lo envuelve todo. Las columnas franquistas, que muchas veces no saben desde donde les disparan, avanzan con decisión y profesionalidad, apoyadas en algunos puntos por los blindados. Los milicianos, que en ciertos momentos quedan aislados o incomunicados, hostigan constantemente al enemigo. Conocen bien el terreno y los puntos de resistencia establecidos, y aunque en ocasiones retroceden, lo suelen hacer combatiendo, intentando sorprender y contraatacar cuando es posible.
La resistencia republicana terminará quebrándose a lo largo del día 7 de enero. Tras horas de incesante lucha, las fuerzas combinadas de García-Escámez y Buruaga se hacen con el control del pueblo. Pero el avance franquista no ha terminado todavía. García-Escámez ataca y ocupa Húmera, y los hombres de Buruaga rebasan el barrio de La Estación y se sitúan en el kilómetro 11 de la carretera de La Coruña, enlazando con la columna de Asensio. Los partes nacionales dicen haber contabilizado más de doscientos cadáveres enemigos en la zona de Pozuelo-Humera.
Los republicanos se repliegan hacia Aravaca. El movimiento de tropas es frenético, se intenta enviar refuerzos, se reorganizan batallones y compañías con lo que se puede, que es muy poco. Faltan municiones, falta armamento y falta organización. La situación, una vez más, es crítica. Pero sobra espíritu y decisión. Hay que evitar que el frente caiga del todo. Madrid debe resistir.
De todos aquellos combates hoy no queda prácticamente nada. Pozuelo, que sufrió graves destrozos durante la guerra, fue reconstruido al finalizar ésta. En sus calles aun pueden verse algunos edificios de época, pero es difícil encontrar huellas de la contienda en su casco urbano, muy modificado y alterado por la actividad urbanística de las últimas décadas. Sólo en las fotografías podemos encontrar algunas referencias interesantes. Escasos instantes retenidos para siempre en viejas estampas en blanco y negro que hoy en día constituyen un magnifico documento historiográfico. En ellas podemos contemplar lugares y personas desaparecidas hace ya muchos años. Son algunos de los auténticos escenarios y protagonistas de unos hechos que, afortunadamente, hoy podemos contemplar desde la distancia.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografía 1: Regulares descansando en la estación de Pozuelo, junto a un parapeto republicano en el que aun puede leerse No Pasarán (ABC).
Fotografía 2: Estación de Pozuelo tras los combates (ABC).
Fotografía 3: Un atrincheramiento republicano en uno de los accesos a Pozuelo, poco después de ser conquistado por los nacionales(ABC).
Fotografía 4: Las calles de Pozuelo después de la guerra.
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