CASTILLO DE VILLAFRANCA
El día 3 de enero de 1937, tras varios días de pausa por el mal tiempo reinante, las columnas rebeldes reanudan su ofensiva. Después de jornadas de frío helador, de espesas nieblas y de lluvias intensas, amanece un día esplendido. Es invierno, pero brilla el sol y el paisaje aparece despejado bajo un cielo azul y limpio. “Un buen día para combatir”, piensan los mandos franquistas. “Un buen día para morir”, piensan los legionarios.
Desde las primeras horas de la mañana, apenas los primeros rayos de sol permiten a los observatorios divisar los objetivos, la artillería franquista y la Legión Cóndor comienzan a batir las primeras líneas republicanas. Las trincheras, los puestos fortificados, las vías de comunicación… reciben una intensa lluvia de fuego, metralla y estruendos ensordecedores. Los pueblos de la retaguardia inmediata: Majadahonda, Las Rozas, El Plantío… son también duramente castigados. Los obuses van levantando espesas nubes de polvo, provocando aparatosos incendios, derribando tejados y paredes de los caseríos convertidos ya en frente de batalla. Los pocos vecinos que por un motivo u otro aun no han evacuado estas localidades, huyen ahora apresuradamente de sus casas con lo poco que pueden llevar encima. Irremediablemente, la guerra ha llegado.
Con los prismáticos en los ojos, el coronel José Iruretagoyena Solchaga, al mando de la Columna Izquierda, observa, desde su base de partida, en la orilla sur del río Aulencia, las posiciones republicanas que, en este momento, reciben como desayuno un intenso fuego artillero. Sus tropas pronto tendrán que cruzar el río y lanzarse contra las líneas enemigas. Iruretagoyena tiene a sus órdenes al 7º Regimiento de Infantería, formado por un batallón de tiradores de Ifni, el VI tabor de Tetuán, el II batallón de Serrallo, el VII de Mérida y el VIII de San Quintín. Cuenta también con cinco grupos de caballería pie a tierra, siete escuadrones y una sección a caballo. En general, tropas africanas, fuerzas de elite duras de pelar, acostumbradas al combate, a las explosiones, a la muerte. Como complemento, la columna cuenta con varias baterías artilleras, piezas “antitanque” y una sección de carros de combate.
Frente a ellos, coronando una loma en la confluencia de los ríos Aulencia y Guadarrama, se yergue la tosca silueta del castillo de Villafranca. Una vieja fortaleza medieval de estilo mudéjar castellano. Es este el primer obstáculo que las tropas de Iruretagoyena han de superar.
Los batallones Madrid, Pacífico y Asturias de la 35 Brigada Mixta y la XI Brigada Internacional se encuentran atrincherados en este sector del frente, aguantando como pueden la metralla y las explosiones.
Hacia las 8:00 h de la mañana, las tropas de Iruretagoyena, apoyadas por un intenso fuego artillero comienzan el ataque. La caballería y la infantería se lanzan a las bravas contra los muros del castillo. Los gritos de guerra de los africanos, el repiqueteo de las ametralladoras, el relinchar de caballos muertos y heridos, llenan el ambiente. En la fortaleza se siente el miedo, se creen desbordados, incapaces de enfrentarse a lo que se les viene encima. La situación se viene abajo para los republicanos. Los defensores se retiran desordenadamente, invadidos por el pánico. En la desordenada huida quedan, abandonados en el castillo armas, documentos, muertos y heridos que no pueden escapar.
Los asaltantes ocupan su primer objetivo sin demasiadas pérdidas. El primer asalto concluye con un éxito total. En el Parte Oficial de Guerra Nacional emitido la noche del 3 de enero de 1937 podrá leerse:
“En el frente de Madrid se ha llevado a cabo un importante avance en el sector de Boadilla del Monte-Villanueva de la Cañada, ocupándose por nuestras tropas, después de brillantísimo combate, en que el enemigo fue desalojado en sus líneas de fortificación, los puntos siguientes: Villafranca del Castillo, Castillo de Villafranca, posiciones al norte de Romanillos y Manilla, Casa de Valdecañas y Casa del Guarda. Se cogieron al enemigo dos tanques rusos con cañón, ametralladoras, fusiles ametralladores, fusiles, camionetas y varios coches ligeros. El número de muertos que abandonó en el Castillo de Villafranca, Casa del Guarda, trincheras y otros puntos, es muy elevado, contándose entre ellos un comandante francés, que mandaba los carros, un capitán y dos tenientes de la misma nacionalidad, pertenecientes a la llamada Brigada Internacional y muchos otros franceses de baja categoría”.
No es más que el principio. Son sólo las primeras horas de la tercera fase de la Batalla de la Carretera de La Coruña y quedan por delante muchos días de lucha, de asaltos a la bayoneta, de bombas de mano, de ataques aéreos y artilleros. El día acaba de empezar y la columna de Iruretagoyena tiene que seguir avanzando en dirección Villanueva del Pardillo.
El frente republicano se ha roto. El Alto Mando de la Defensa intenta desesperadamente cerrar las brechas abiertas por el enemigo. La estampida de los defensores de Villafranca ha creado una situación delicada, casi crítica. Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor de Madrid, ha llegado al límite de su paciencia con Kleber. Inmediatamente ordena su destitución, sin demora y en el mismo terreno de los combates, entregando el mando del sector al comandante Cuevas.
Los muros del castillo de Villafranca se encuentran plagados de las cicatrices de la guerra. Esta importante posición volvería a verse envuelta en los terribles combates de la Batalla de Brunete, en el verano de 1937, de los que posiblemente hablemos algún día en este blog. En la actualidad, la zona esta ocupada por fincas privadas, cotos de caza, picaderos de caballos. Todo esta cercado por vallas y alambradas que impiden el paso. La fortaleza sólo puede verse desde la distancia, pero su silueta sigue transmitiendo una fuerza y magnetismo especiales. No resulta del todo difícil imaginar a las tropas de choque de Iruretagoyena subiendo las rampas que llevan a las murallas y torre del homenaje donde yacían, muertos o heridos, numerosos combatientes nacionales e internacionales.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Desde las primeras horas de la mañana, apenas los primeros rayos de sol permiten a los observatorios divisar los objetivos, la artillería franquista y la Legión Cóndor comienzan a batir las primeras líneas republicanas. Las trincheras, los puestos fortificados, las vías de comunicación… reciben una intensa lluvia de fuego, metralla y estruendos ensordecedores. Los pueblos de la retaguardia inmediata: Majadahonda, Las Rozas, El Plantío… son también duramente castigados. Los obuses van levantando espesas nubes de polvo, provocando aparatosos incendios, derribando tejados y paredes de los caseríos convertidos ya en frente de batalla. Los pocos vecinos que por un motivo u otro aun no han evacuado estas localidades, huyen ahora apresuradamente de sus casas con lo poco que pueden llevar encima. Irremediablemente, la guerra ha llegado.
Con los prismáticos en los ojos, el coronel José Iruretagoyena Solchaga, al mando de la Columna Izquierda, observa, desde su base de partida, en la orilla sur del río Aulencia, las posiciones republicanas que, en este momento, reciben como desayuno un intenso fuego artillero. Sus tropas pronto tendrán que cruzar el río y lanzarse contra las líneas enemigas. Iruretagoyena tiene a sus órdenes al 7º Regimiento de Infantería, formado por un batallón de tiradores de Ifni, el VI tabor de Tetuán, el II batallón de Serrallo, el VII de Mérida y el VIII de San Quintín. Cuenta también con cinco grupos de caballería pie a tierra, siete escuadrones y una sección a caballo. En general, tropas africanas, fuerzas de elite duras de pelar, acostumbradas al combate, a las explosiones, a la muerte. Como complemento, la columna cuenta con varias baterías artilleras, piezas “antitanque” y una sección de carros de combate.
Frente a ellos, coronando una loma en la confluencia de los ríos Aulencia y Guadarrama, se yergue la tosca silueta del castillo de Villafranca. Una vieja fortaleza medieval de estilo mudéjar castellano. Es este el primer obstáculo que las tropas de Iruretagoyena han de superar.
Los batallones Madrid, Pacífico y Asturias de la 35 Brigada Mixta y la XI Brigada Internacional se encuentran atrincherados en este sector del frente, aguantando como pueden la metralla y las explosiones.
Hacia las 8:00 h de la mañana, las tropas de Iruretagoyena, apoyadas por un intenso fuego artillero comienzan el ataque. La caballería y la infantería se lanzan a las bravas contra los muros del castillo. Los gritos de guerra de los africanos, el repiqueteo de las ametralladoras, el relinchar de caballos muertos y heridos, llenan el ambiente. En la fortaleza se siente el miedo, se creen desbordados, incapaces de enfrentarse a lo que se les viene encima. La situación se viene abajo para los republicanos. Los defensores se retiran desordenadamente, invadidos por el pánico. En la desordenada huida quedan, abandonados en el castillo armas, documentos, muertos y heridos que no pueden escapar.
Los asaltantes ocupan su primer objetivo sin demasiadas pérdidas. El primer asalto concluye con un éxito total. En el Parte Oficial de Guerra Nacional emitido la noche del 3 de enero de 1937 podrá leerse:
“En el frente de Madrid se ha llevado a cabo un importante avance en el sector de Boadilla del Monte-Villanueva de la Cañada, ocupándose por nuestras tropas, después de brillantísimo combate, en que el enemigo fue desalojado en sus líneas de fortificación, los puntos siguientes: Villafranca del Castillo, Castillo de Villafranca, posiciones al norte de Romanillos y Manilla, Casa de Valdecañas y Casa del Guarda. Se cogieron al enemigo dos tanques rusos con cañón, ametralladoras, fusiles ametralladores, fusiles, camionetas y varios coches ligeros. El número de muertos que abandonó en el Castillo de Villafranca, Casa del Guarda, trincheras y otros puntos, es muy elevado, contándose entre ellos un comandante francés, que mandaba los carros, un capitán y dos tenientes de la misma nacionalidad, pertenecientes a la llamada Brigada Internacional y muchos otros franceses de baja categoría”.
No es más que el principio. Son sólo las primeras horas de la tercera fase de la Batalla de la Carretera de La Coruña y quedan por delante muchos días de lucha, de asaltos a la bayoneta, de bombas de mano, de ataques aéreos y artilleros. El día acaba de empezar y la columna de Iruretagoyena tiene que seguir avanzando en dirección Villanueva del Pardillo.
El frente republicano se ha roto. El Alto Mando de la Defensa intenta desesperadamente cerrar las brechas abiertas por el enemigo. La estampida de los defensores de Villafranca ha creado una situación delicada, casi crítica. Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor de Madrid, ha llegado al límite de su paciencia con Kleber. Inmediatamente ordena su destitución, sin demora y en el mismo terreno de los combates, entregando el mando del sector al comandante Cuevas.
Los muros del castillo de Villafranca se encuentran plagados de las cicatrices de la guerra. Esta importante posición volvería a verse envuelta en los terribles combates de la Batalla de Brunete, en el verano de 1937, de los que posiblemente hablemos algún día en este blog. En la actualidad, la zona esta ocupada por fincas privadas, cotos de caza, picaderos de caballos. Todo esta cercado por vallas y alambradas que impiden el paso. La fortaleza sólo puede verse desde la distancia, pero su silueta sigue transmitiendo una fuerza y magnetismo especiales. No resulta del todo difícil imaginar a las tropas de choque de Iruretagoyena subiendo las rampas que llevan a las murallas y torre del homenaje donde yacían, muertos o heridos, numerosos combatientes nacionales e internacionales.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografía 1: Castillo de Villafarnca en los años 70 del siglo XX, en la que aun podían apreciarse restos de la estructura de la cubierta y la veleta que la coronaba.
Fotografías 2 y 3: Castillo de Villafranca en la actualidad (JMCM)
Fantastico articulo,que me despejan algunas dudas que tenía sobre este frente.Gracias.Juanra.
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