LA BAYONETA
Mucha gente se sorprende al conocer el gran uso que se hizo de la bayoneta durante la guerra civil española, considerando este arma más propia de épocas ya muy lejanas. Sin embargo, la bayoneta resultó un complemento indispensable en el equipo de los soldados de infantería de ambos ejércitos.
Este arma blanca, que convierte el fusil en una especie de lanza corta, tiene un remoto origen, allá por los últimos años del siglo XVII, como evolución o desarrollo de las viejas picas, lanzas y alabardas con las que, en la Edad Media, los infantes intentaban frenar las demoledoras cargas de los acorazados caballeros, quienes, desde el año 900 y hasta el 1500 aproximadamente, impusieron su superioridad en los campos de batalla de toda Europa.
El progresivo uso que de la pólvora comenzaron a hacer todos los ejércitos occidentales desde el siglo XV, supuso una profunda remodelación en los equipamientos, técnicas y tácticas de combate. Desde ese momento comenzaron a crearse destacamentos combinados de arcabuceros y piqueros. Éstos formaban cerrados cuadros con las lanzas y picas por delante, creando una barrera de filos y puntas que protegía a los lentos arcabuceros del rápido y contundente ataque de la caballería. Las formaciones de picas y alabardas llegaron a estar tan bien organizadas y eran tan disciplinadas, que incluso podían avanzar en orden cerrado en medio de la batalla. De éste modo, los soldados de infantería comenzaron a ganar protagonismo e importancia en las guerras, desplazando a los caballeros que, durante varios siglos, habían sido los dueños del campo de batalla.
Los alabarderos y piqueros llegaron a ser los más temidos soldados de infantería de toda Europa. Sus armas llegaban a tener mangos de hasta 5,5 m de largo que los soldados alzaban hacia los caballeros antes de que éstos pudiesen acercarse. Usadas en formación cerrada podían frenar la más furiosa carga de caballería. Las picas se fueron perfeccionando, y aparecieron diferentes formas y modelos con los que derribar a los jinetes de sus sillas y atravesar sus escudos y armaduras. La táctica de los cuadros cerrados fueron perfeccionándose, y durante toda la Edad Moderna, constituyeron la forma de combate más demoledora y eficaz (el ejemplo más claro lo encontramos en los temidos Tercios Españoles).
Poco a poco, el perfeccionamiento y desarrollo de las armas de fuego, permitieron un uso más ágil y sencillo de las mismas, lo que proporcionó una mayor libertad de movimiento para los fusileros. Las picas fueron reduciendo su número y tamaño en los destacamentos de infantería, hasta que desaparecieron del todo, siendo sustituidas por la bayoneta: arma corta, de quita y pon, a la que el infante podía recurrir cuando era necesario.
El nombre de bayoneta, parece tener su origen (aunque existen muchas teorías), en el hecho de haber sido en la ciudad francesa de Bayona donde primero se utilizó este arma, concretamente, durante el asedio al que las tropas españolas sometieron a esta plaza en 1523. Según se cuenta, parte de sus defensores, agotada la polvora, decidieron atar sus cuchillos a los mosquetes para poder continuar combatiendo. Sea cual fuera su origen, lo cierto es que desde entonces, la bayoneta es parte indispensable de la mayoría de los cuerpos de infantería de todo el mundo, creándose y perfeccionándose una disciplina propia: la esgrima de bayoneta o esgrima con fusil, que exige destreza, velocidad y mucha decisión, pues la más leve vacilación, una vez que se ha llegado al cuerpo a cuerpo, puede costar la vida.
Como señalábamos más arriba, durante la guerra civil española la bayoneta fue un arma muy utilizada. Los combates que se desarrollaron en la zona noroeste de Madrid están repletos de episodios en los que su uso tuvo un protagonismo de primer orden. La escasez de munición con la que se enfrentaron las tropas republicanas hizo que, en muchas ocasiones, sólo pudieran contar con bayonetas y algunas bombas de mano para atacar al enemigo, teniendo que recurrir al armamento y munición que arrebataban a éste para poder continuar la lucha.
Entre las tropas nacionales, los combatientes norteafricanos tenían fama de expertos en el manejo de armas blancas, prestando una muy especial atención al cuidado de sus bayonetas, cuyos filos procuraban tener siempre en perfecto estado. Son muchos los episodios y testimonios (mezclados a menudo con el mito) de cómo se las gastaban estos combatientes cuando llegaban al cuerpo a cuerpo, y los pocos miramientos que tenían con los heridos o prisioneros, que muchas veces, sufrían el cruel tormento de los cuchillos y bayonetas de los moros. Esta leyenda negra que giraba en torno a las tropas marroquíes, en parte era exagerada y alimentada como arma psicológica contra el enemigo, pero no dejaba de tener su parte de realidad. La guerra de Marruecos (1911-1926) había sido un enfrentamiento cruel y despiadado en el que el salvajismo y la barbarie de uno y otro bando había dado rienda suelta a todo tipo de crueldades y actos sangrientos. Estas sádicas prácticas, atroces y despiadadas, fueron utilizadas por el Ejército de África en la península para extender el terror entre sus adversarios. Por ello, fueron abundantes las mutilaciones, tormentos y torturas que se practicaron, tanto con los soldados enemigos como con la población civil, jugando la bayoneta y el cuchillo un especial protagonismo en éstos actos.
En el libro de Francisco Sánchez Ruano, “Islam y guerra civil española”, el autor recoge el testimonio de Sellam, perteneciente al III tabor de Regulares de Tetuán, referente a las macabras rondas nocturnas que efectuaban los moros en el frente de Madrid durante los combates de 1936: “se iban de noche, bajo la hilera de árboles y volvían luego con… testículos humanos que exhibían delante de nosotros”. Otros testimonios hablan de orejas cortadas que, a modo de guirnaldas, eran ensartadas en alambres que colgaban del cinturon como trofeos de guerra. Parece ser que "lindezas" de este tipo eran habituales en aquellos días. La guerra es así, desata las peores pasiones y da pie a los más siniestros actos del ser humano.
Pero el principal uso de la bayoneta estaba en el combate. Si los defensores de una posición no se rendían o huían, y los atacantes lograban alcanzar las trincheras enemigas, la lucha cuerpo a cuerpo se hacía inevitable, y tanto atacantes como defensores, recurrían a la bayoneta. Estos combates cara a cara son salvajes y brutales: gritos, filos que cortan y sajan, algún disparo suelto, bombas de mano, confusión, puños, culatazos y patadas, sangre y sudor, mordiscos y arañazos. Una lucha fea y sucia, un choque salvaje y primitivo, a base de golpes y entre cortantes filos, donde se hecha mano de todo lo que sirve para atizar: armas, herramientas, piedras, etc. Aquí se ve la cara del que mata y del que muere, se siente al enemigo, su miedo, su odio, su rabia, su dolor… Son combates agotadores que suponen difíciles experiencias y emociones a quienes los viven.
La variedad de bayonetas que se usaron durante la guerra civil española es enorme. Cada modelo de fusil contaba con la suya y, fusiles, se usaron de todo tipo. Hoy nos detendremos en la bayoneta mauser modelo 1893, que era el fusil reglamentario del ejército español al comenzar la guerra civil y, por tanto, uno de los más utilizados durante la contienda por uno y otro bando.
De la bayoneta mauser modelo 1893, en función de sus formas y dimensiones, existieron dos variedades: el cuchillo-bayoneta, con hoja corta (25 cm. de longitud); y el machete-bayoneta, con una hoja más larga de casi 40 cm. Salvo las cachas de la empuñadura, que solían ser de madera de nogal, sujetas a la espiga por medio de pasadores remachados, esta bayoneta era de una sola pieza de acero fosfatado para evitar su corrosión. La hoja, de un solo filo, estaba surcada en ambas caras por un canal que servía, tanto para reducir peso, como para facilitar la entrada de aire en el cuerpo del herido, lo que agravaba enormemente la lesión. Su adaptación al fusil se realizaba gracias al ojal de su cruz, por donde se introducía la bocacha, y por el pomo soldado al extremo de la empuñadura, el cual tenía una ranura o canal para la introducción del soporte que llevaba el fusil, quedando éste anclado gracias a un sistema de pulsador, muelle y trinquete instalado en el pomo de la bayoneta.
Cuando la bayoneta no estaba armada en el fusil, permanecía enfundada en una vaina que protegía su hoja. Esta vaina era de cuero y contaba con dos flejes interiores que, por presión, impedían que la bayoneta se desprendiera. La funda terminaba en una protección metálica, rematada con una bola que cuidaba la punta de posibles golpes y servía para, a través de una cinta, sujetar la vaina al muslo del soldado. Por medio de un tahalí y abrazaderas todo ello quedaba bien ajustado en el cinto.
El relucir de las hojas de bayonetas enemigas, a pocos metros de una posición, debía de ser una visión terrorífica para los defensores que en ella se encontraban. Los asaltantes, como embriagados por la locura, la rabia y el miedo, asaltaban los parapetos tras haber superado una desesperada carrera entre balas, alambradas de espino y metralla. En el camino quedaban los compañeros muertos o heridos, a los que no se podía atender. Exhaustos por el esfuerzo y la tensión llegaban a su objetivo, donde les esperaban unos defensores dispuestos a batirse hasta la muerte. Gritos y alaridos saliendo de gargantas enrojecidas, mientras las bayonetas atravesaban cuerpos, tajaban músculos y sesgaban tendones, cortando venas y arterias, impregnándose las hojas de una sangre caliente y espesa.
Un desesperado combate a vida o muerte, que se hizo habitual en el noroeste de Madrid aquel frío invierno de 1936/1937.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografía: Machetes-bayonetas mauser modelo 1893 encontradas en el noroeste de Madrid (JMCM)
Las bayonetas del Mauser de 7 mm eran de acero desnudo, lo que las convertía en prontas víctimas del óxido si se descuidaban. La del Mauser 1943 de 7'92 sí iba pavonada. Pero en España la primera bayoneta fosfatada fue la del fusil de asalto Cetme.
ResponderEliminarTengo también entendido que la bayoneta larga se inventó para que la longitud total del mosquetón M.1916 con dicha bayoneta se aproximara a la del fusil M.1893 con la bayoneta corta.
Hola Lorenz.Bienvenido a este blog. Es un honor poder contar con tus conocimientos y ayuda. Se agradece tu atención e interés.
ResponderEliminarTienes toda la razón en tus correcciones. Es la bayoneta del fusil de asalto Cetme la que tiene la hoja fosfatada. Por error o desconocimiento, he mezclado ese dato de la bayoneta mauser y de la bayoneta cetme.
Cualquier otra corrección o comentario que consideres oportuno o necesario hacer, será bien recibido.
Se ve que controlas y te gusta el tema de munición. Una pregunta: ¿además de cartuchería, dominas sobre armamento de la guerra civil en general?
Un saludo y hasta pronto.
Tengo una bayoneta checa comprada en Oviedo y quisiera saber para qué es la pequeña ranura que tiene en el mango.No me refiero al calce del fusil sino a la pequeña en las cachas. Gracias
ResponderEliminarTiene sello s en hoja y vaina
ResponderEliminarZ
ResponderEliminarHola Gustavo.
ResponderEliminarNo tengo ninguna vaina de bayoneta, por lo que no se decirte si tenían algún tipo de inscripción.
Respecto a la bayoneta, la que yo tengo, en la base de la hoja, junto a la empuñadura, por una cara parece haber una D, y por la otra cara parece tener un recuadro con algo un par de palabras dentro, pero no soy capaz de entender lo que pone por la corrosión y el desgaste del metal.
La ranura que hay en la empuñadura (entiendo que te refieres a la que hay en la parte trasera del pomo) es para fijar la bayoneta al fusil.
Un saludo.