miércoles, 12 de enero de 2011

100) DESDOBLAMIENTO DE LA M-509




El proyecto de duplicación de la M-509 viene de lejos. Si no me equivoco, fue en la Legislatura 1999-2003 cuando el Ayuntamiento de Villanueva del Pardillo inició las primeras gestiones con la Comunidad de Madrid para impulsar este proyecto. Desde entonces, ha habido un poco de todo: Adjudicaciones, Estudios, Convocatoria de Concursos, Partidas Presupuestarias, empresas vinculadas con el Caso Gürtel…

Años de tiras y aflojas en los que dicho proyecto no terminaba de arrancar más allá de la aparición de algunas estacas de colores en los márgenes de la carretera y de la colocación de grandes carteles de presentación en lugares bien visibles. Carteles cuya aparición solía coincidir con la cercanía de periodos electorales, momentos en los que el tema volvía a aflorar en la prensa local como de inminente realización, pero que, pasadas las elecciones, se iba, poco a poco, quedando olvidado de nuevo.

El año que acaba de comenzar, el 2011, será un año de elecciones municipales y, otra vez, el proyecto de duplicación de la M-509 se reactiva. Han vuelto a aparecer los carteles, las estacas de colores y algunas señales de obras. También se han realizado algunos pequeños movimientos de tierras y, el pasado mes de diciembre, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, acompañada de algunas autoridades locales, protagonizó un acto en el que, ella en persona, colocó la primera señal de obras en la zona. Un acto cuyas fotos decidimos no publicar en este blog por respeto al buen gusto y a la sensibilidad de nuestros lectores y lectoras.

Esta vez parece que, definitivamente, la cosa va en serio. Sea como sea, lo cierto es que la cuestión vuelve a estar presente en los medios y, otra vez, vuelven a aparecer las cifras, los datos y las justificaciones del proyecto. Según podemos leer en la prensa:

"Más de 100.000 habitantes de Majadahonda, Villanueva del Pardillo y Villanueva de la Cañada se beneficiarán de las obras de duplicación de la M-509 entre Villanueva del Pardillo y Majadahonda, que se ejecutarán en un tramo de 5,1 kilómetros y tendrán un coste de 26 millones de euros (…)

La nueva autovía contará con dos carriles por sentido y, según la Comunidad, supondrá un importante ahorro de tiempo para los conductores que diariamente se desplazan por el Noroeste de la región. El enlace con la M-50 desde Villanueva del Pardillo se realizará mediante ramales directos, evitando así que los conductores tengan que detenerse en la rotonda.

La duplicación de esta vía supondrá una mejora en los accesos a las urbanizaciones colindantes, como Las Vegas, Villafranca del Castillo y Santa María. Para ello se eliminarán tres rotondas, dos que actualmente dan servicio a las urbanizaciones y otra que permite la comunicación con la carretera de Las Rozas (M-851), transformado estos enlaces mediante la creación de vías de servicio.

El proyecto prevé también la construcción de nuevas aceras de dos metros de ancho, la reubicación de las paradas de autobús y la construcción de una estructura sobre el río Guadarrama. Además, contará con arcenes más amplios, y estará vallada en todo su recorrido para evitar que entren animales.

Para toda la obra, serán necesarias 11 estructuras entre las que destacan: dos viaductos sobre el Río Guadarrama, además de otro viaducto para salvar los accesos a la depuradora del Canal de Isabel II; tres pasos superiores, cuatro inferiores, y una pasarela peatonal para el acceso a la urbanización Entreálamos. Además serán necesarios ocho muros de contención, siete de ellos de hormigón y otro prefabricado.” (Sierra Oeste de Madrid, 28-12-2010)

Con todo ello, se pretende mejorar la circulación de los 23.000 vehículos que utilizan esta carretera cada día (y que se calcula, se incrementarán hasta los 30.000 vehículos diarios en el próximo año), evitando así, los embotellamientos en las horas punta y logrando aumentar la seguridad vial.

No vamos a analizar aquí los aciertos y desaciertos técnicos de este importante proyecto. Nos faltan datos y ganas para ello. Son tantas décadas de mala gestión, de depredación urbanística, de derroche presupuestario, de falta de previsión… que los datos hablan por si mismos y cada uno puede sacar sus propias conclusiones. La única idea que parece tener validez es la de crecer y crecer, ampliar y ampliar, asfaltar y hormigonar. Parece evidente que es necesario mejorar ciertas comunicaciones e infraestructuras, pero también es verdad que la forma en la que se suelen planificar las cosas deja mucho que desear y suele caracterizarse por una enorme falta de sensibilidad hacia cualquier otro aspecto que no sea netamente económico.

Un caso especialmente sangrante e íntimamente relacionado con la duplicación de la M-509, es la construcción del macro-centro comercial “Gran Plaza 2” en el límite de Majadahonda con Las Rozas, junto a la M-50: 57.500 m2 de superficie, 250 locales, un hipermercado y 3680 plazas de aparcamiento. Si queréis echar un vistazo a este deprimente y clasista proyecto pinchar aquí.

¿De verdad es necesario otro centro comercial en la zona? ¿Qué más da que se mejoren las infraestructuras y carreteras si, antes de que estas mejoras se finalicen, ya resultan insuficientes por la insaciable depredación urbanística? Y lo peor no es solo eso, lo peor es que el proceso parece imparable, porque la construcción de un nuevo centro comercial, o la ampliación de una carretera, suponen nuevas recalificaciones de terrenos, lo que facilita e impulsa nuevas obras, más urbanizaciones, otros centros comerciales y así, hasta que todo el espacio queda inundado de asfalto, ladrillo, hormigón y coches. Deprimente.

Esta es la dinámica habitual de las últimas décadas y, en este blog, se han criticado y denunciado en diferentes momentos las salvajadas urbanísticas y especulativas desarrolladas contra los entornos naturales y el patrimonio histórico-cultural del noroeste de Madrid. Unas agresiones constantes que se justifican en nombre de un supuesto progreso, una pretendida modernidad y un quimérico motor económico, pero cuyos resultados dejan mucho que desear y demuestran la mediocridad cultural, moral y política de buena parte de los responsables políticos. A este paso, no me extrañaría que llegásemos al colapso total y absoluto.

El traer a este blog el tema de la duplicación de la M-509 (con sus efectos sobre la M-851) y de la construcción del gran centro comercial junto a la M-50, es por la enorme relación que toda esta zona tiene con la guerra civil. Como bien saben los lectores y lectoras de este blog, esta bolsa de terreno comprendida entre Villanueva del Pardillo, Villanueva de la Cañada, Majadahonda y Las Rozas, constituyó uno de los escenarios bélicos más emblemáticos e importantes de la contienda, conservándose en ella, algunos de los restos de arqueología militar más destacados y valiosos del noroeste madrileño. Por refrescar un poco la memoria, y a modo de pequeño resumen, recordaremos algunas cuestiones, datos e informaciones sobre la cuestión.

La guerra tardó algún tiempo en llegar al noroeste madrileño pero, irremediablemente, terminó llegando. A finales de noviembre de 1936, el imparable avance de las columnas sublevadas se había visto frenado en los mismos arrabales de la capital. Para entonces, hacía ya tiempo que las columnas de Mola no habían sido capaces de superar los puertos de la sierra (finales de julio del 36) y, el 23 de noviembre, el general Franco, tras reunirse con su Estado Mayor en Leganés, decide poner fin al ataque directo a la capital. Contra todo pronóstico, Madrid resistía y se hacía imprescindible buscar alternativas al colapso que sufrían las tropas sublevadas. Se iniciaba entonces una serie de operaciones militares en el flanco izquierdo de los atacantes cuyo objetivo era mejorar la delicada situación de las guarniciones infiltradas en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, alcanzando la carretera de La Coruña para intentar cortar las comunicaciones de Madrid con la sierra y, de ser posible, progresar por el noroeste de la capital para intentar un nuevo ataque envolvente. Estas acciones militares, que chocarían con una fuerte resistencia republicana, se conocieron como Batalla de la carretera de La Coruña (nov.36-ene.37), la cual, se dividió en tres fases, de las cuales, para el tema que ahora nos interesa, nos fijaremos en la última de ellas.

El 3 de enero de 1937 se inicia el tercer y definitivo intento de las tropas de Franco por alcanzar la ansiada carretera. La Orden de Operaciones establecía como misión la de “avanzar a ocupar la línea Cerro del Águila-Cuesta de las Perdices-Aravaca-Bosque de Remisa-cruce de carreteras al Suroeste de Las Rozas-Majadahonda-Villanueva del Pardillo, para dominar el paso por la carretera y ferrocarril de La Coruña.” No me extenderé en los detalles de esta operación porque ha sido ampliamente tratada en diferentes apartados de este blog.

La zona por la que en la actualidad discurre la M-509, y que pronto se verá afectada por una profunda transformación, estaba cubierta en aquel entonces por la 35 Brigada, la antigua Columna Barceló, comandada ya por el italiano Nino Nanetti. Esta Brigada se integraba en la 8ª División, al mando de Kleber, la cual se desplegaba desde Valdemorillo a Villafranca del Castillo. También en esa bolsa de terreno se encontraba en aquel momento la XI Brigada Internacional al mando de Hans, que opondrá una fuerte resistencia a las columnas de Asensio y Barrón en su avance sobre Majadahonda.

La zona surcada por las carreteras M-509 y M-851 fue exactamente por la que atacó la Columna de Iruretagoyena. El día 3 de enero, estas tropas, tras cruzar el río Aulencia consiguen ocupar el castillo y el pequeño caserío de Villafranca. Al día siguiente se apoderan de Villanueva del Pardillo y, utilizando las carreteras que se dirigían a Majadahonda y Las Rozas (y que prácticamente tenían el mismo trazado que las actuales M-509 y M-851) progresan sobre este último pueblo, enlazando en el cruce de carreteras al sureste de Las Rozas con las fuerzas de Barrón que, tras ocupar Majadahonda y alcanzar la carretera de La Coruña, se preparan para el asalto definitivo a Las Rozas, donde, entre otras fuerzas, resisten los hombres de la llamada Brigada E, al mando del Campesino.

Para el día 6 de enero, las tropas de Franco se han apoderado de todas las alturas importantes en la orilla izquierda del río Guadarrama, entre las que destaca el Vértice Cumbre, en la actual M-851. Las tropas de Iruretagoyena se sitúan en plan defensivo, mientras el resto de columnas progresan hacia la capital aprovechando la carretera de La Coruña. Pero el contraataque republicano no se haría esperar y el día 11 de enero se inicia una potente contraofensiva apoyada por carros de combate. La XII B. I y la XIV B. I., junto a otras fuerzas recuperan el Vértice Cumbre y ponen en un serio aprieto a las guarniciones de Las Rozas y Majadahonda, pero finalmente, los refuerzos provenientes de Boadilla, al mando de Asensio, consiguen restablecer la situación y expulsar a las tropas enemigas que se habían infiltrado entre Majadahonda, Las Rozas y Villanueva del Pardillo.

Comienza entonces la fortificación del sector por parte de ambos ejércitos, quedando el frente delimitado en esta zona, más o menos, por la línea que discurre en paralelo a las actuales M-509, M-851 y M-505 (carretera de El Escorial) hasta Las Rozas. Se iniciaba así una guerra de trincheras aderezada de múltiples golpes de mano, guerra de minas y pequeñas escaramuzas que se alargaría hasta el final de la guerra y en donde se volvería a sufrir la crudeza de una gran batalla en julio de 1937, cuando el bisoño Ejercito Popular de la República desencadena una poderosa ofensiva que daría lugar a la Batalla de Brunete (del 6 al 25 de julio de 1937).

Esta batalla tuvo un enorme impacto sobre la zona atravesada por la M-509. No se trata aquí de adentrarse en los entresijos de aquellos combates (que darían para un blog entero) pero, al hilo de lo que estamos tratando aquí (la duplicación de la M-509) nos detendremos un poco en lo que se desarrolló en la zona que nos ocupa.

También en esta ocasión, los efectos de la batalla tardarían unos días en notarse en este sector (ya que el esfuerzo inicial se desencadenó en la zona de Brunete, Quijorna y Villanueva de la Cañada), pero, finalmente, toda la zona terminó convirtiéndose en un verdadero infierno, engullida por una terrible batalla que alcanzaría tintes apocalípticos.

El día 9 de julio el Alto Mando republicano emitía la esperada orden de ocupar Villanueva del Pardillo y Villafranca del Castillo, posiciones franquistas defendidas en aquel momento por el 8º Batallón de San Quintín (con 2 piezas antitanque) y una centuria de la Falange (con 5 piezas antitanque y una batería del 75) respectivamente. Guarniciones aparentemente insuficientes para resistir la acometida republicana que se les venía encima pero que, como veremos, mostrarían una autentica resistencia numantina.

Dejaremos para otra ocasión las acciones desarrolladas en posiciones tales como el Vértice Mocha, la Loma Bellota o el Castillo de Villafranca, algo alejadas de nuestra zona, y nos centraremos en los puntos que se verán más afectados por las obras de la M-509.

Uno de los objetivos principales para los republicanos lo constituyó Villanueva del Pardillo y su Loma Fortificada (675 m), ambos puntos íntimamente relacionados con la M-509. El ataque, protagonizado por las 2ª y 111ª Brigadas Mixtas (10ª División) fue precedido de una impresionante preparación artillera complementada con algunos bombardeos aéreos. A las 16:00 h del día 9 de julio de 1937 comenzó el primer asalto. Los batallones republicanos, apoyados por los carros, atacaron las posiciones por el norte y el este, pero los defensores lograron frenar el asalto, dejando fuera de combate 4 tanques. Los asaltos se alargaron a lo largo de toda la tarde y continuaron de madrugada, pero las posiciones siguieron resistiendo, aunque, eso sí, a costa de un enorme desgaste y de numerosas bajas, incluida la del propio oficial al mando, el comandante Cabezas Gómez, alcanzado por el proyectil de un tanque, asumiendo entonces el mando el capitán Cabrera Gallego que, al día siguiente, resultaría mortalmente herido (algunas fuentes hablan de suicidio) rindiéndose la posición y logrando, por fin, ocupar los republicanos Villanueva del Pardillo y la importante posición de Loma Fortificada, apropiándose a la vez de un importante botín de guerra y capturando  cerca de 500 prisioneros.

La que no cayó fue Villafranca del Castillo, presionada por la XII B. I. y por la 3ª B. M. La lucha aquí, también fue terrible, llegándose al combate cuerpo a cuerpo en diferentes momentos. La llegada de refuerzos el día 11 de julio (el 2º Tabor de Tetuán), definitivamente, imposibilitó las aspiraciones republicanas. Con todo, la situación siguió siendo desesperada, dándose el caso de la huída del propio oficial al mando, el comandante Dorrego que, tras abandonar a sus hombres a su suerte, se presento en el cuartel general de Varela, en Boadilla del Monte, donde éste le acusó de cobarde y le ordenó que se retirase de su vista, tras lo cual, el comandante Dorrego se suicidó disparándose un tiro en la sien. Según cuentan, al ruido del disparo, acudió el general Varela, el cual se inclinó ante el cadáver, le besó en la frente y dijo: “¡Pobre…! Yo hubiera hecho lo mismo” (nunca me ha quedado claro si Valera se refería a pegarse un tiro o a huir de la posición de Villafranca del Castillo).

La ofensiva republicana fue terrible, pero agotada ésta, se desencadenaría la contraofensiva franquista, en la que los niveles de sacrificio, sufrimiento y violencia por parte de ambos ejércitos alcanzó niveles increíbles y en los que, a los desastres de la guerra, se sumarían los horribles efectos del asfixiante verano madrileño, combatiendo a temperaturas de infierno y sufriéndose la desesperante falta de agua, lo que ha llevado a diferentes autores a definir la Batalla de Brunete como la “Batalla de la Sed”.

Con la ofensiva republicana agotada y la llegada de enormes cantidades de refuerzos al sector, entre los que destacan los aviones de la Legión Cóndor, que terminaron proporcionando el dominio aéreo a las tropas de Franco y numerosas fuerzas sacadas del Norte (lo que paralizó la campaña en ese frente), se inició la contraofensiva franquista. En ella, se intentó recuperar Villanueva del Pardillo y la Loma Fortificada, posición clave en el sector, pero durante días, las tropas al mando de Asensio chocarían con una resistencia infranqueable, al igual que le ocurrió, días después, a la V División de Navarra, al mando de J. Bautista Sánchez que, literalmente, se rompería los dientes contra las posiciones defendidas por la 111ª B. M.

En las últimas fases de la batalla, Miaja todavía intentaría alguna acción en su extremo izquierdo, ordenando a fuerzas de la 45 División actuar sobre la línea que, desde el Puente del Guadarrama (M-509) se extendía hasta el Vértice Cumbre, al noroeste de Las Rozas-Majadahonda. De estos combates, que se alargaron durante cerca de 24 horas sin interrupción, ya hemos hecho mención en algún otro apartado de este blog y, algún día, nos extenderemos más en su desarrollo, porque fueron realmente duros, tanto para atacantes como para defensores.

Terminada la Batalla de Brunete, que había supuesto algunos cambios importantes en la distribución del frente, comenzó la intensa labor fortificadora que dio lugar a la casi totalidad de fortificaciones que se conservan en el noroeste de Madrid. En la zona que nos ocupa, conservamos los restos de las posiciones franquistas Guadarrama Oriental, Vértice Cumbre (ambas en la M-851) y Posición Rubio (M-505), junto a algunos otros vestigios e interesantes atrincheramientos. Los restos de fortificaciones republicanas en el noroeste de Madrid son más numerosos, pero concretamente, en la zona que nos ocupa (M-509), son pocos y en un estado de conservación bastante delicado. Con todo, resultan de un gran interés porque, entre otras cosas, nos proporcionan referencias de por donde discurría la primera línea, una primera línea que, en esta zona, se situaba muy próxima a las líneas franquistas.

Es difícil precisar de qué manera se verán afectados los restos de la guerra civil por las obras en la M-509 y la M-851. A priori, parece que la mayoría de ellos no serán directamente afectados, pero el tema es como para preocuparse. Llevo muchos años pateándome el lugar. Tengo catalogados todos los restos que se conservan en la zona, con una interpretación historiográfica bastante completa (basada en un meticuloso trabajo de campo y en el estudio de la documentación de la época). Los restos de la M-851 parecen fuera de peligro, sobretodo el Vértice Cumbre que, además de encontrarse bastante separado, cuenta con algún tipo de protección (al menos en teoría). Más dudas me provocan los restos de la posición Guadarrama Oriental, de los cuales habrá que estar muy atentos.

Los restos que más podrían verse afectados, son los correspondientes al frente republicano. En general, se trata de atrincheramientos bastante machacados por el paso del tiempo, pero, como indicaba antes, muy interesantes porque marcan los puntos que recorría la línea de frente. Existen también algunos fortines republicanos muy deteriorados, pero creo que están lo bastante alejados de la carretera como para no verse afectados. Como digo, todo lo tengo perfectamente catalogado: fotografías, medidas, ubicación GPS, cartografía, unidades que los cubrieron, Centros de Resistencia a los que pertenecían, etc. Esta información puede ser utilizada en caso de confirmarse que alguno de los restos pudiera verse afectado.

En cualquier caso, más allá de los restos de la guerra civil, el principal impacto, sin duda, va a ser el paisajístico y ambiental. Algo frecuente en las últimas décadas pero a lo que no terminamos de acostumbrarnos. Desde una perspectiva historiográfica, es una pena, porque estas obras van a conllevar profundas transformaciones en una zona que, aun con grandes cambios (urbanizaciones, deslomes, crecimiento urbanístico, vertido de escombros…), en algunos puntos sigue manteniendo un aspecto bastante similar al que tenía durante la guerra, lo que permite hacerse una idea más clara e interpretar mejor lo que fue campo de batalla y línea de frente. Incluso, las propias carreteras M-509 y M-851, aun habiendo experimentado algunos cambios, conservan buena parte de su trazado original.

Cierto es que la zona, de manera progresiva, ha ido sufriendo diferentes dentelladas urbanísticas a lo largo de los años. Villanueva del Pardillo poco tiene que ver con el pueblo que fue. La destrucción que sufrió durante la guerra fue tan intensa que, a la hora de su reconstrucción, el plan de “Regiones Devastadas” decidió resituar el centro del municipio justo al otro lado de la carretera, debido, principalmente, a la enorme cantidad de escombros que existían en la ubicación original.

Villafranca del Castillo resulta totalmente irreconocible, habiendo sido engullida por una gran urbanización que abarca una extensión muchísimo mayor de la que ocupaba el antiguo caserío.

La Loma Fortificada sigue existiendo, pero solo parcialmente. Media loma se ha convertido en un impresionante desmonte. Hace algunos años, las excavadoras se llevaron por delante una de sus laderas, haciendo desaparecer varias líneas de trincheras. El aspecto actual es desolador, porque el impresionante movimiento de tierras, cuyo objetivo inicial era la construcción de un centro comercial (otro más), no sirvió de nada, ya que, finalmente, las obras quedaron paralizadas, constituyendo hoy esta loma, un hiriente ejemplo de los desmanes que se han cometido en la zona durante las últimas décadas. En esas mismas excavaciones, parece ser que aparecieron varias fosas de cal, que bien podrían corresponder a alguno de los muchos enterramientos de emergencia que se efectuaron durante y después de la batalla. Unas fosas que rápidamente fueron destruidas por las máquinas, no fueran a suponer un freno a los delirios urbanísticos y lucrativos que suelen estar detrás de este tipo de proyectos.

Igualmente dañino y doliente es el cambio que va a dar el lugar para todos aquellos que disfrutamos paseando por la zona, bajando las barrancas, subiendo las lomas, disfrutando de los cada vez más escasos espacios libres y descubriendo, aquí y allá, huellas y vestigios de aquella terrible guerra. No quiero ni imaginar la enorme cantidad de restos bélicos (metralla, munición, espoletas…) que acabaran desapareciendo para siempre en algún vertedero de escombros como consecuencia del intenso movimiento de tierras que va a sufrir toda la zona para la duplicación de la M-509.

Lo ideal sería poder efectuar un profundo trabajo de documentación arqueológica e historiográfica en toda la zona que va a verse afectada por estas obras, pero la falta de voluntad institucional en iniciativas de este tipo provoca que, quienes nos podemos sentir sensibilizados con estos temas, casi siempre lleguemos tarde, sin a penas margen de maniobra para poder desarrollar acciones concretas.

Mientras tanto, año tras año, a golpe de decreto y excavadora, todo un pedazo de nuestra Historia reciente, y buena parte del entorno y el paisaje en el que vivimos, desaparecen sin el menor escrúpulo.

Lamentablemente, los casos aquí expuestos, constituyen meros ejemplos en una larguísima lista de abusos y despropósitos.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía: Uno de los flamantes carteles recientemente instalado en la M-509 (JMCM)

martes, 21 de diciembre de 2010

99) CIRUGÍA DE ALTO RIESGO





En los últimos años del franquismo y principios de la transición democrática (finales de los años 60 y década de los 70) surgieron una serie de publicaciones especializadas en Historia y dirigidas al gran público que alcanzarían un considerable éxito. Eran tiempos de cambio y muchas personas tenían curiosidad por conocer aspectos del pasado más o menso reciente que, por motivos obvios, habían permanecido ocultos, ignorados o muy tergiversados.

La guerra civil española y los años que la habían precedido fueron temas que volvieron a despertar interés y de los que comenzó a escribirse desde nuevas perspectivas, rescatando del olvido esa parte de la Historia que la censura y la ideología imperante habían mantenido ocultos o manipulados durante cuatro décadas.

De esta manera, por las páginas de revistas como “Historia y Vida”, “Tiempo de Historia”, “Historia 16”, etc. comenzaron a desfilar sucesos, episodios, organizaciones, ideas, personajes… de los que hacía mucho tiempo que nadie hablaba.

Este boom editorial e historiográfico duró lo que duró y, aunque algunas de estas publicaciones han seguido hasta nuestros días, lo cierto es que, poco a poco, el interés por ciertos temas fue enfriándose hasta prácticamente desaparecer del todo. Hoy en día, los que vivimos en Madrid, podemos encontrar con facilidad esas revistas en lugares tales como El Rastro, La Cuesta de Moyano o las diferentes librerías de viejo que existen por toda la ciudad. De hecho, constituyen un clásico del mercado de segunda mano, variando bastante los precios y el estado de conservación en función de donde se compren.

Yo, tengo la fortuna de contar con una buena colección de estas revistas. Colección que en aquellos tiempos inició mi padre y que, a trompicones y cada vez con menso regularidad, ha continuado aumentando a lo largo de los años. Recorrer esas viejas páginas puede proporcionar sorpresas y hallazgos curiosos. Entre la enorme cantidad de artículos, cartas al director, consultas de los lectores, etc., es fácil toparse con interesantes trabajos sobre algunas de las batallas más importantes de la guerra civil; con curiosas fotografías históricas; con firmas como las de Martínez Bande, los hermanos Salas Larrazábal, Casas de la Vega, Carlos Engel… o con memorias y entrevistas de algunos de los protagonistas más destacados.

Otro aspecto que resulta especialmente interesante en las revistas históricas de aquellos años es la participación de multitud de lectores más o menos anónimos que, a raíz de lo publicado en diferentes artículos o a través de secciones tales como “Consultas del Lector” o “Cartas al Director”, aportan sus opiniones, recuerdos, experiencias, vivencias, etc. sobre los años de guerra que les tocó vivir, proporcionando un buen número de datos, curiosidades, episodios desconocidos, nombres propios, anécdotas… que, de otra manera, posiblemente nunca hubieran salido a la luz.

Lo malo que tienen estas publicaciones es lo confuso que resulta manejarse eficazmente con sus contenidos. El enorme número de revistas existentes, en las que se entremezclan los temas más variados, y la falta de buenas bases de datos sobre las mismas, provoca que, en líneas generales, las cosas se localicen casi por puro azar. Últimamente, algunas hemerotecas digitales van incluyendo revistas de este tipo en sus fondos, lo cual, suele facilitar bastante las cosas, pero todavía queda mucho por hacer. En cualquier caso, animo a bucear en ellas, especialmente las editadas a finales de los 60 y durante la década de los 70, porque es seguro que proporcinarán gratas sorpresas.

Algo así me pasó hace unos días cuando, echando una ojeada a algunos de los viejos números con los que cuento, me topé con un espeluznante asunto relacionado con la guerra civil. Se trata de una serie de casos en los que el proyectil de un mortero se incrustó literalmente en el cuerpo de algún combatiente, pero sin detonar, viéndose los médicos que tuvieron que atender a los afectados en una situación extremadamente delicada por el alto riesgo de explosión que suponía la manipulación de un proyectil de estas características, un arma, el mortero, que, como es sabido, fue una de las más numerosas y utilizadas en la guerra de trincheras que se generó en los frentes estables (ver artículo “A MORTERAZO LIMPIO”).

Aunque parecen sacados de una película, casos tan extraordinarios como estos sucedieron. El ejemplo lo encontramos en el número 68 de la revista “Historia y Vida” (noviembre de 1973), concretamente en su sección “Correo del Lector”, donde se publican dos cartas que, a raíz de la aparición de un artículo anterior, dos lectores se animan a escribir. Los testimonios son tan llamativos y sobrecogedores que me limito a copiarlos íntegramente para compartirlos con los lectores y lectoras del blog. También reproduzco las fotografías (con las que encabezo esta entrada) que aparecen en dicha revista. Unas fotografías que ponen los pelos de punta.

“HERIDAS POR PROYECTILES DE MORTERO QUE NO ESTALLARON”

Señor Director:

He leído en el nº 64 de su revista, correspondiente al pasado mes de julio, una referencia titulada “Herido por un proyectil de mortero que no llegó a estallar”, escrito por el doctor Joaquín Barrios Gutiérrez, de Sevilla, a quien no tengo el gusto de conocer, pero puedo confirmar lo que refiere y completar la historia, por ser en esa fecha ayudante del doctor don Cosme Valdovinos (fallecido al término de la guerra), jefe de la Segunda Clínica de Cirugía del Hospital Militar de Madrid, en el Hotel Palace. Como fue un caso verdaderamente extraordinario, conservo la historia clínica, cuyos datos de forma resumida les comunico:

El día 2 de julio de 1937, a la una de la madrugada, ingresó el soldado llamado Blas Martín Mora, de 22 años de edad, natural de Domingo Pérez (Toledo), perteneciente a la 48 Brigada Mixta, 3 Batallón, 1ª Compañía. Lo traían en camilla por no atreverse a su evacuación en ambulancia, ya que presentaba una bomba de mortero enclavada en dirección anteroposterior y oblicua a nivel del tórax izquierdo, por debajo de la clavícula, en su parte externa. En la región posterior, en el espacio escapulodorsal, se apreciaba una prominencia cubierta por los músculos y la piel.

El estado del herido era de una gran ansiedad, hecho comprensible porque no ignoraba que el grueso proyectil no había estallado.

El problema quirúrgico tenía que resolverse sin poner en peligro la vida del herido ni la de los que presenciábamos la escena, que éramos el equipo quirúrgico de guardia, formado por el doctor Valdovinos, la enfermera (Matilde), el enfermero (Alejandro) y yo, los únicos que permanecíamos en el quirófano, pues el técnico de Artillería que había acudido para tratara de desmontar el percutor de la bomba nos dijo que era de tipo desconocido para él y desapareció del lugar.

Ante la pericia quirúrgica del doctor Valdovino, su gran tranquilidad y sus consejos en ese momento, tuve que sostener con los dedos el proyectil y cuando fue posible sacarlo del cuerpo del herido (cosa de pocos minutos, pero que a todos nos pareció una eternidad) salí al pasillo entregándoselo al técnico, no sabiendo más del asunto y sin poder terminar la operación.

El soldado, independientemente de la intervención, muy peligrosa por la gran vascularización de la región donde se había insertado el proyectil, sólo tenía, como se pudo comprobar posteriormente por radiografías, dos costillas fracturadas y el hueso omóplato izquierdo con múltiples esquirlas, pero afortunadamente todas las lesiones curaron y el día 16 de octubre de 1937 fue dado de alta con absoluta integridad de su vida, quedando útil para todo el servicio.

No se si seremos los primeros médicos en la historia de la Medicina que operamos un caso semejante. En la guerra de entonces hubo otro caso parecido, operado por el doctor Sánchez Brezmes (fallecido) y ayudado por el doctor Santiago Cifuentes Langa, que se publicó ya en una revista médica. (Joaquín Herrero-Fontana, Madrid).

----------------

Señor director:

He leído, en el “Correo del lector”, una carta del doctor don Joaquín Barrios Gutierrez, de Sevilla, el cual manifiesta que fue el primero que vio un herido por proyectil de mortero sin estallar enclavado en el tórax.

En relación con este asunto me creo obligado (en memoria del que fue gran cirujano y profesor de la Universidad de Madrid y hermano mío) a poner en claro algunos puntos.

Estando en el hospital de primera línea, como cirujano, el doctor don Martín Sánchez Brezmes llegó (antes de las fechas enunciadas por el distinguido compañero en su carta a “Historia y Vida”) un herido que no había querido ser recogido por los camilleros ni por la ambulancia, portando un proyectil enclavado en la región posterior del brazo. Al parecer y según manifestaciones del herido, había recorrido varios hospitales sin recibir atención en alguno.

Cuando llegó al Sanatorio del doctor León, situado en la Plaza de Mariano Cavia, entonces hospital de guerra de primera línea, fue recibido por el doctor Sánchez Brezmes, quien le dio ánimos, diciéndole que no se preocupase, que aquello sería extraído en pocos momentos. Posteriormente, dicho doctor se ponía en comunicación telefónica con nuestro padre, militar, que se encontraba escondido en Madrid, el cual, telefónicamente le explico las características de estos proyectiles, así como dónde se encontraba el percutor, aconsejándole gran prudencia en la manipulación del mismo.

Fue anestesiado el herido y se procedió a seccionar los tejidos encima del percutor, liberando éste de los tejidos que le cubrían; fue desenroscado y extraído el proyectil, haciendo posteriormente una incisión liberadora del mismo y retirando éste. Había ocasionado una fractura de húmero, en pico de flauta, por lo que (una vez extraído el proyectil y limpiado perfectamente los tejidos) se procedió a la sutura, haciéndose una cura retardada y una aeroplano de escayola.

El herido quedó totalmente curado, sin secuelas.

He de hacer constar una vez más que la importancia de la extracción, radica:

1. Ser (por primera vez) extraído un proyectil de mortero.

2. En el gran peligro que corrieron el cirujano y su equipo.

3. Haberlo realizado a cuerpo limpio, sin protección alguna de sacos terreros y, naturalmente, el éxito de la intervención y curación (sin secuelas) del herido.

Yo conocía, por referencias, que se había extraído otro proyectil, en el “Palace”, posteriormente a esta extracción, y de una manera no muy ortodoxa, puesto que (según referencias) anestesiaron al herido, ataron al estabilizador una cuerda, pusieron un colchón en el suelo, perforaron un tabique y tiraron de dicha cuerda, desde la otra habitación, hasta la extracción del proyectil.

El caso referido por mí fue perfectamente presentado en la prensa médica, en el año 1941, en la revista “Clínica Médica”, editada en Zaragoza. (Dalmacio Sánchez Brezmez).

“HISTORIA Y VIDA” Año VI, nº 68, Barcelona-Madrid, noviembre 1973, pp. 123-124.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Fotografía 1) Blas Mrtín Mora y el proyectil de mortero que le fue extraído del torax. Un sanitario sostiene la granada.
Fotografía 2) Otro herido por proyectil de mortero que no llegó a estallar. Muy probablemente es el que fue asistido por el doctor Sánchez Brezmes.


martes, 7 de diciembre de 2010

98) GOLPE POR GOLPE



A estas alturas, quienes siguen este blog deben de estar familiarizados ya con nombres como Casa Camorra, Casa de Cuba, Casa Amarilla, Ermita de Camarines… viejos topónimos de guerra situados, todos ellos, en la Cuesta de las Perdices.

Han sido varios los artículos que he dedicado a este convulso y emblemático sector del frente ubicado en la carretera de La Coruña. Uno de los puntos en los que la tierra de nadie fue más estrecha, podría decirse que reducida a su mínima esencia, y en donde los golpes de mano se sucedieron ininterrumpidamente a lo largo de toda la contienda. No quiero repetirme y, por ello, remito a anteriores entradas de este blog a todo el que quiera refrescar la memoria (“CUESTA DE LAS PERDICES”, “CASA CAMORRA”, etc.).

Seguir el rastro de todas las operaciones que tuvieron lugar en este punto, conocer las diferentes unidades que por aquí pasaron y delimitar con precisión las posiciones que unos y otros ocuparon a lo largo de los casi tres años de guerra, resulta verdaderamente complicado. En la Cuesta de las Perdices se desarrolló un muy especial tipo de guerra, combatiéndose arduamente por el control de pequeños palmos de terreno, en un confuso contexto de edificios en ruinas, profundas e intrincadas trincheras, subterráneas minas y contraminas, combates cuerpo a cuerpo y un desolado paisaje lunar repleto de cráteres de explosiones, escombros y todo tipo de destrucciones.

Llevo tiempo intentando establecer una mínima cronología de la guerra en este sector, pero cuanto más creo avanzar en este objetivo, más dudas y preguntas me surgen. Más o menos, está claro que fue en este punto donde las tropas de Franco se vieron definitivamente frenadas en enero de 1937. Las características del lugar, en el que existía un buen número de construcciones (hotelitos, restaurantes, etc.) posibilitó el desarrollo de un espeso sistema defensivo por parte de los republicanos, que dio lugar a una confusa lucha entre ruinas y escombros por el control de esos edificios. Tras jornadas de un intenso pulso, puede decirse que ninguno de los dos ejércitos consiguió imponerse sobre el otro y, agotados física y materialmente, terminaron la partida en una especie de tablas, procediendo rápidamente a fortificarse lo mejor posible en sus inestables posiciones.

Estas circunstancias dieron lugar a un movedizo frente que obligó, a unos y otros, a una constante actividad defensiva, una defensa que implicó obligatoriamente pequeñas y constantes acciones ofensivas encaminadas a lograr alguna mínima ventaja sobre el oponente: obtener observatorios, eliminar desenfiladas en los planes de fuego, desalojar al enemigo de puntos peligrosos, lograr la hegemonía en la amenazante guerra de minas que se desarrolló en el subsuelo, etc.

Seguir la pista de todo ello es confuso y complicado, quedando muchos huecos por rellenar y abundantes dudas que resolver. El problema no está solo en el estudio e interpretación de las acciones de combate y de las unidades que participaron en ellas, la cosa se complica enormemente porque el lugar en sí, la Cuesta de las Perdices, ha experimentado profundas transformaciones desde entonces y, la mayoría de los topónimos y referencias que aparecen en la documentación, dejaron de existir hace muchas décadas.

Casa Camorra, Casa de Cuba, Casa Amarilla… son lugares difíciles de ubicar con exactitud hoy en día. Sin embargo, esa labor es esencial para poder profundizar en el desarrollo de la guerra en la Cuesta de las Perdices. Algunos de estos edificios, separados entre ellos por unas pocas decenas de metros, cambiaron de manos varias veces, en ocasiones, en muy breve plazo de tiempo. Uno de los ejemplos más característicos es el de la Casa de Cuba, de la que ya he comentado algo en diferentes puntos de este blog. Construcciones que terminarían reducidas a montones de escombros, pero por cuyas ruinas se seguiría combatiendo ininterrumpidamente.

En su día (“CASA CAMORRA” y “CASA CAMORRA (2ª PARTE)”), traía a este blog, rescatándola del olvido absoluto en el que se encontraba, una de las muchas acciones de combate que tuvieron lugar en la Cuesta de las Perdices. Se trataba de un golpe de mano realizado por fuerzas de la 20 División Nacional a finales de agosto de 1938. La acción, que se inicio en las posiciones de Casa Camorra, logró desalojar a los republicanos de las construcciones que ocupaban al otro lado de la carretera de La Coruña.

El ataque de los nacionales tuvo un importante éxito inicial, pero los republicanos no iban a quedarse quietos. Inmediatamente se lanzaron varios contraataques que, a pesar de algún pequeño y momentáneo éxito, quedarían prácticamente neutralizados, lo que provocó una seria reprimenda por parte del Mando a las unidades del sector, tanto por haberse dejado arrebatar las posiciones, como por ser incapaces de recuperarlas en los sucesivos contraataques desarrollados. La cosa no podía quedar así, y no se pararía hasta lograr algún tipo de éxito que volviera a equilibrar la balanza. De esta manera, pocos días después, el 4 de septiembre de 1938, el ABC de Madrid se hacía eco de ciertos éxitos militares en la Cuesta de las Perdices, los cuales, si bien no lograban desalojar por completo al enemigo de sus recientes conquistas, por lo menos, conseguían arrebatarles algunos puntos de gran importancia, creándoles nuevamente una situación delicada y peligrosa. Reproduzco otra vez fragmentos de la noticia publicada en ABC por parecerme especialmente ilustrativa.

“UNA FELIZ OPERACIÓN EN LA CUESTA DE LAS PERDICES”

“(…) en las operaciones que se llevan a cabo en la Cuesta de las Perdices el enemigo sufrió ayer un serio castigo. En la madrugada última fue volada una mina, hábil y rápidamente preparada, que en cortos instantes terminó en destruir el Moto Club, de la colonia cubana, conocido por el nombre de Casa de Cuba, que los facciosos habían convertido en observatorio y depósito de material. El enemigo sufrió considerable número de bajas.

La eficaz operación nos ha permitido ocupar nuevamente posiciones que fueron nuestras, y que mejoran notablemente la situación en dicho sector.” (ABC de Madrid, publicado el 4 de septiembre de 1938).

Aunque parcialmente, los republicanos lograban, una vez más, devolver el golpe sufrido. El mismo día que la prensa madrileña daba a conocer los pequeños éxitos de sus tropas en la Cuesta de las Perdices, el Estado Mayor del IIº Cuerpo de Ejército republicano emitía una “INSTRUCCIÓN PARTICULAR RESERVADA A LOS JEFES DE DIVISIONES”. En ella, se analizaba lo sucedido en la Cuesta de las Perdices, sacándose interesantes conclusiones que, hoy en día, resultan muy ilustrativas sobre la delicada situación que se vivía en ese sector y de la que venimos hablando en diferentes puntos de este blog.

Una de las cosas que más me llama la atención de esta circular es la afirmación de la existencia de unidades especiales en las filas enemigas, las cuales habrían tenido un gran protagonismo en las acciones desarrolladas:

“En el Boletín de Información correspondiente al día 26 de pasado mes se señalaba la presencia en este frente de compañías enemigas especialmente organizadas para la ejecución de golpes de mano.

El día 27, por fuerzas enemigas entre las que se encontraba una compañía de este tipo, reforzada posteriormente, se efectuó un golpe de mano sobre posiciones propias de la Cuesta de las Perdices y, a pesar de la rapidez con que nuestras fuerzas contraatacaron, ocupando las trincheras perdidas, ya se encontraban en ellas grandes cantidades de municiones, de arma portátil y de granadas de mano.

Del abundante material de guerra enemigo recogido, después de contraataque, puede decirse que estas unidades están dotadas de un equipo extraordinariamente ligero, adaptado y fraccionado para llevarse a la espalda por los atacantes. Los cadáveres abandonados por el enemigo, vestían camisa azul con insignias fascistas pero sin documentación alguna. Con esto se ha comprobado la noticia dada en el Boletín citado.”

Unidades con una preparación especial y que están equipadas específicamente para actuar en un frente con unas características muy particulares. Un dato que me parece muy curioso y significativo. Pero, posiblemente, lo más importante de este documento sea el análisis que realiza sobre la situación del frente en la Cuesta de las Perdices, un análisis que corrobora la idea de un sector especialmente tenso, peligroso y activo, en el que los ataques y contraataques de unos y otros forman parte de la rutina cotidiana, a pesar de que, en teoría, nos encontremos en un frente “estabilizado”:

“Aunque, dada la situación defensiva que las circunstancias imponen a ambas partes en este frente, lo que no hace presumible que el enemigo pueda intentar una acción ofensiva de importancia para la que necesitaría gran cantidad de efectivos y elementos que no habrían de escapar a nuestra observación, es perfectamente lógico admitir que golpes de mano como el expuesto pueden repetirse y estar a cargo de estas unidades especiales su iniciación y ejecución y, caso de buen éxito, serían explotados seguramente por las reservas locales.

Encaja pues, dentro de la precisión de los mandos en todos los escalones, la posibilidad de que estos hechos se produzcan y, ante tal eventualidad, es preciso adoptar medidas y precauciones para contrarrestar rápidamente los propósitos del enemigo.

Por sus efectivos, organización, armamento y equipo, las unidas enemigas recibirán seguramente como misiones el apoderarse de posiciones propias que, por estar próximas a sus líneas, puedan proporcionar al enemigo: la posesión de un buen observatorio; el adelantar sus líneas para salvar un ángulo muerto; destruir y ocupar una posición propia que les cause normalmente perturbación o baja.

Cabe también suponer la ejecución de acciones más profundas iniciadas por infiltración en frentes no continuos, con objeto de rodear y hacer caer por envolvimiento alguna posición aislada y que les proporcione las ventajas expuestas.”

Por todo ello, se ordenaba la realización de estudios basados en el profundo conocimiento del frente, “repasando con detalle las acciones propias y enemigas que se han desarrollado en el ya dilatado periodo de estabilización, para deducir que posiciones propias interesan más al enemigo, es decir, realizar el mismo estudio que éste efectuará, seguramente, al proyectar sus golpes de mano, y de cuyo estudio darán cuenta a este Estado Mayor.”

El documento continúa con una serie de disposiciones para evitar las acciones enemigas y, en caso de producirse éstas, como han de actuar las fuerzas que defienden ese sector para neutralizar y rechazar lo antes posible esos golpes de mano. Como vemos una vez más, tras la definición de “frente estable”, muchas veces, se oculta una pequeña pero intensa guerra repleta de acciones locales, golpes de mano, ataques y contraataques.

Esa fue la realidad vivida (o sufrida) en muchos puntos del frente de Madrid, entre ellos, la Cuesta de las Perdices, un sector en el que el pulso fue constante, lo que obligaba a permanecer en guardia y preparado, manteniéndose un tenaz forcejeo en el que se intentaba devolver las agresiones recibidas, golpe por golpe.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ


Documentación procedente del AGMA

Agradecimiento especial a J. A. Zarza por las fotografías proporcionadas.

Fotografía: Cuesta de las Perdices en julio de 1937. A la izquierda de la imagen Casa Camorra, a la derecha edificio del Moto Club (Fotografía de Díaz Casariego, publicada en la revista "Crónica").

domingo, 14 de noviembre de 2010

97) LOS NOVIOS DE LA MUERTE




“-¡Caballeros legionarios! Sí. ¡Caballeros! Caballeros del Tercio de España, sucesor de aquellos viejos Tercios de Flandes. ¡Caballeros!... Hay gentes que dicen que antes que vinierais aquí erais… yo no sé qué, pero cualquier cosa menos caballeros; unos erais asesinos y otros ladrones, y todos con vuestras vidas rotas, ¡muertos! Es verdad lo que dicen Pero aquí, desde que estáis aquí, sois Caballeros. Os habéis levantado, de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estáis muertos, que vuestras vidas están terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir. Es a morir a lo que se viene a la Legión. ¿Quién sois vosotros? Los novios de la muerte. Los caballeros de la Legión. Os habéis lavado de todas vuestras faltas, porque habéis venido aquí a morir y ya no hay más vida para vosotros que esta Legión. Pero debéis entender que sois caballeros españoles, todos. Como caballeros eran aquellos otros legionarios que, conquistando América, os engendraron a vosotros. En vuestras venas hay gotas de la sangre de aquellos aventureros que conquistaron un mundo y que, como vosotros, fueron caballeros, fueron novios de la muerte. ¡Viva la muerte!”

Arturo Barea, en su novela autobiográfica “La forja de un rebelde”, nos recuerda esta arenga que, en torno a 1921, el entonces teniente coronel Millán Astray, lanzaba a sus hombres en la víspera de uno de los muchos combates que se desarrollaron durante la guerra de Marruecos. Aunque muchos años después, Barea seguiría recordando la fuerte impresión que le causó, en aquel entonces, el jefe de La Legión. Esa especie de transformación histérica que su cuerpo experimentaba y la estentórea voz que parecía tronar, sollozar y aullar mientras “escupía a la cara de aquellos hombres toda su miseria, toda su vergüenza, su suciedad y sus crímenes, y después los arrastraba en una furia fanática a un sentimiento de caballerosidad, a un renunciamiento de toda esperanza fuera de la de morir una muerte que lavara todas las manchas de su cobardía en el esplendor del heroísmo.”

Arturo Barea nunca perteneció a La Legión, pero tuvo ocasión de convivir y combatir junto a ella en el norte de África durante la guerra de Marruecos. En su libro (escrito a principios de los años cuarenta) asegura que “…su contacto me llenó de un miedo, casi diría terror, hacia el Tercio, que ha durado por toda mi vida.”

Quien sí formó parte de La Legión, como teniente del Tercio, fue Fermín Galán, uno de los organizadores de la llamada “Sublevación de Jaca” (12 de diciembre de 1930), aquel frustrado intento por derrocar al rey Alfonso XIII, que terminaría con los fusilamientos del capitán Ángel García y del propio Fermín Galán (en aquel momento, ya capitán), el 14 de diciembre de 1930, sólo cuatro meses antes de que en España se proclamase la Segunda República. Años antes de aquellos sucesos, Galán, basándose en sus experiencias como teniente del Tercio en el norte de África, escribiría “La barbarie organizada. Novela del Tercio”, un libro con un fuerte componente autobiográfico y que constituye una descarnada y cruda visión de la guerra de Marruecos. Esta novela fue editada por primera vez en torno a 1931 y, desde entonces, resultaba prácticamente imposible conseguir un ejemplar de la misma, hasta que, en el año 2008, la editorial Galland Books tuvo la genial idea de reeditarla. De sus páginas, extraemos un episodio parecido al que reproduce Barea en “La forja de un rebelde”:

“Encajados en las filas, como en un bazar se encajan los muñecos, varios cientos de hombres, sacados del gran almacén donde el azar los volcó como despojos sobrantes del mundo civilizado, esperamos formados a lo largo de la avenida de entrada al campamento, la llegada del tren especial que ha de trasladarnos a un punto de dislocación, camino de las posiciones avanzadas. Vamos a cubrir bajas de diferentes unidades.

Momentos antes de embarcar, el comandante se presenta ante nosotros. Manda firmes. Los muñecos se estiran permaneciendo inmóviles. El comandante nos arenga:

-¡Animo, muchachos! Haced honor a La Legión, madre de los expatriados y Cuerpo heroico. ¡Enalteced a vuestros pueblos y a vuestras regiones…! Vosotros, que os habéis formado bajo esta bandera gloriosa, lleváis en vuestros pechos el espíritu inmortal de nuestra raza. ¡Sed todos héroes! Que no sólo os honraréis a vosotros mismos y a vuestros pueblos, sino a La Legión que os alienta y os dirige, en nombre de la civilización. Designios de la Providencia, os envían para que llevéis, con la fuerza de vuestro empuje, la cultura y el progreso a estas tierras incultas, de oscuridad y tiranía. "

He reproducido aquí estos fragmentos de “La forja de un rebelde” y de "La barbarie organizada. Novela del Tercio" (lecturas que, de paso, recomiendo a todo el mundo) porque me parece que reflejan muy bien, tanto el espíritu que se deseaba inocular a los legionarios en aquella época, como la mística y leyenda que, a lo largo de las décadas, se ha generado en torno a esta unidad de combate.

La Legión se había creado por una Real ordenanza el 28 de enero de 1920. Su nombre original fue el de Tercio de Extranjeros, que en 1925 se cambió por el de Tercio de Marruecos y, muy poco tiempo después, por el Tercio a secas. Aunque esta unidad también era conocida como La Legión, no sería hasta 1937, en plena guerra civil, cuando el general Franco institucionalice oficialmente el nombre.

El principal inspirador del Tercio fue el propio José Millán-Astray y Terreros que, tras estudiar los métodos y organización de la Legión Extranjera Francesa en Argel, impulsó la creación de una fuerza de élite preparada para afrontar la dureza de la guerra en el norte de África. Surgió así esta unidad integrada por voluntarios españoles y extranjeros, compuesta entonces por cuatro banderas (tipo batallón), cada una de ellas con dos compañías de fusiles y una de ametralladoras.

Al estallar la guerra civil El Tercio formaba parte del llamado Ejército de África (o de Marruecos), las fuerzas mejor preparadas y con mayor experiencia de combate con las que contaba el Ejército Español. Este Ejército de África, cuya misión principal hasta 1936 había sido la defensa del Protectorado de Marruecos, estaba formado por la 1ª Legión (Ceuta) y la 2ª Legión (Melilla) del Tercio, con tres banderas cada una, más cinco grupos de Fuerzas Regulares Indígenas, con tres tabores (equivalentes, al igual que las banderas, a un batallón) de infantería y uno de caballería por grupo, seis batallones de cazadores y otros cuatro de ametralladoras, zapadores y transmisiones, apoyados por dos escuadrillas de aviones y una de hidroaviones.

Entre agosto y septiembre de 1936 y ayudados por los Savoia italianos y los Junkers alemanes, el grueso de estas fuerzas logrará sortear el bloqueo que los destructores republicanos mantenían en el estrecho de Gibraltar y plantarse en la península. Las aguerridas unidades de La Legión y los Regulares formarán una poderosa columna que pronto se pone en marcha hacia Madrid. El papel decisivo que estas experimentadas y profesionales fuerzas jugaron a lo largo de la guerra es sobradamente conocido. Sería precisamente durante la guerra civil, cuando La Legión Española alcance el máximo de sus efectivos, llegando a constituirse un total de dieciocho banderas.

En los combates desarrollados por el control de la carretera de La Coruña entre noviembre de 1936 y enero de 1937, como no podía ser de otra manera, las banderas de La Legión tuvieron un protagonismo de primer orden. A lo largo de este blog se han señalado diferentes episodios bélicos en los que participaron los legionarios. Prácticamente, puede decirse que estuvieron en todos los combates de importancia, continuando algunas de sus unidades en las posiciones de primera línea una vez que la batalla finalizó y el frente comenzó a estabilizarse.

En esta ocasión, y aprovechando algunos de los contenidos de la página Web, “Los Amigos del Tercio” vamos a reproducir algunas de las narraciones sobre la actuación del Tercio en el noroeste de Madrid en aquellos lejanos días.

Para llevar cierto orden, comenzaremos por el primer intento de las tropas de Franco por alcanzar la carretera de La Coruña, operación iniciada el 28 de noviembre de 1936 y que en este blog se ha tratado en apartados tales como “CEMENTERIO DE POZUELO” o “POZUELO DE ALARCÓN”. Según los contenidos que podemos encontrar en “Los Amigos del Tercio”:

“El 30 de noviembre prosiguió el avance sobre Madrid marchando la VII por el flanco derecho y después de conquistar la Casa del Marques de Larios, llegó a enlazar con la Columna del Teniente Coronel Bartomeu. La VII partió de la Colonia de la Cabaña, consiguiendo ocupar varios grupos de casas de Pozuelo, próximas al cementerio donde el enemigo se había fortificado por su situación dominante, quedó guarnecida por una Compañía. Como era de esperar, el bando republicano reaccionó violentamente y la Compañía que defendía La Atalaya tuvo que replegarse sobre la línea del Cementerio, habiendo sufrido más de la mitad de bajas en sus efectivos. Por su parte la Bandera tuvo ochenta y tres bajas, entre muertos y heridos.

La VII Bandera reanudaba la marcha sobre la capital el 1 de diciembre de 1937, formando la vanguardia del despliegue general, atacando por la izquierda el pueblo de Pozuelo. Ocupó en rápida progresión la denominada Colonia de la Paz para establecer dos posiciones atrincheradas, después de duro combate con un enemigo que, como habitualmente, ofreció tenaz resistencia. Al amanecer del siguiente día, en otro nuevo ataque que culminó en violento asalto, conquistó un grupo de casas inmediatas a la Colonia. Se estableció rápidamente a la defensiva con todas las unidades en línea y el flanco derecho protegido por fuerzas de Regulares. Desde la madrugada de este día y hasta el siguiente, 3 de diciembre, desencadenó el enemigo una serie de violentos ataques contra la Colonia defendida por la VII, con tres carros rusos en vanguardia y varios Batallones de Carabineros. Lucharon incansablemente por apoderarse de las posiciones, en medio de una lluvia torrencial que en muchos momentos dificultaba la visibilidad. Los parapetos saltaban destruidos unos tras otros por el fuego artillero de tal forma que los legionarios se defendían casi a pecho descubierto.

Las vanguardias enemigas consiguieron llegar hasta las mismas alambradas, pero allí, en enérgica y tenaz resistencia, fueron detenidos por los defensores. En sus intenciones no entraba para nada ceder ni un palmo de terreno. Frenaron todos los contraataques hasta el día 23, que fueron relevados. Los legionarios de la VII Bandera, una vez más, habían demostrado su bravura. Dejaron la situación perfectamente controlada. Entre las numerosas bajas habidas en estos combates se encontraba el Capitán González Pérez Caballero, Jefe accidental de la Bandera, el del heroico asalto a Badajoz al frente de la 16 Cía de la IV Bandera, donde se concedió la Laureada colectiva a la 16 Cía (luego 3ª Cía). Murió al efectuar una peligrosa salida con la 26 Cía de esta VII Bandera. También murió gloriosamente el de igual empleo Manuel Sanjurjo de Carricarte.”

En la misma página de “Los Amigos del Tercio” encontramos referencias a la actuación de la VIII Bandera de La Legión durante la segunda fase de la batalla de la carretera de La Coruña, la que se desarrolló en torno a Boadilla del Monte (mediados de diciembre de 1936) y que en este blog se ha tratado en apartados como “OBJETIVO BOADILLA”, “¡GEFALLEN!, o “TRINCHERAS VACÍAS” entre otros:

“La VIII continuó en este mes de diciembre de 1936 defendiendo las posiciones de Carabanchel Bajo, en las que la permanencia se hacía intolerable por las fuertes tormentas de lluvia y viento que azotaba de continuo. Esto impedía utilizar los caminos cubiertos, debido a lo cual el municionamiento y suministro se hacía con grandes dificultades. Los legionarios se encontraban faltos de todo, descalzos, semidesnudos la mayoría, en pleno invierno y sin otra esperanza que la de capturar algún prisionero para abrigarse con su ropa, puesto que al ser evacuado en retaguardia le darían con qué cubrirse. Pese a todas estas penalidades y sufrimientos la moral no decayó ni un momento. Los legionarios de la Colón, dando cumplimiento al espíritu de sufrimiento y dureza de su credo cantaban con optimismo y combatían en las trincheras encarnizadamente. Aquella era una manera, como otra cualquiera, de entrar en calor, y entre su peculiar idiosincrasia estaba el crecerse ante la desgracia.

Por fin, desaparecidos los obstáculos naturales que impedían el avance, prosiguió la Columna con la Bandera en vanguardia, llegando las guerrillas, en tres asaltos sucesivos, hasta las inmediaciones de Boadilla. En eso, tres carros aparecieron por la izquierda del pueblo, cayendo sobre ellos los legionarios, que pronto se deshicieron de dos, quemándolos y apoderándose del tercero. Explotando este éxito, avanzaban de manera impetuosa. Atacaron después, con granadas de mano, el Palacio del Duque de Sueca, convertido en baluarte por los milicianos. Conquistado el Palacio, se extendieron las Compañías por todo el pueblo, combatiendo duramente hasta las últimas horas de la tarde momento en el que, con la retirada de los últimos enemigos, finalizó la lucha. Quedaron en poder de la Bandera sesenta prisioneros y gran cantidad de víveres, armamento y material de guerra. Montados los servicios de vigilancia, se atendieron los heridos abandonados por el enemigo, retirándose al mismo tiempo los cadáveres que quedaron sobre el terreno.

Durante la mañana del 19 continuó el ataque para ocupar unas posiciones entre Boadilla y Majadahonda. Se entabló reñido combate en el que los milicianos perdieron hombres, armamento y el estandarte de la Primera Brigada Internacional, capturado por la 30 Cía. Los contraataques se sucedieron a un ritmo cada vez mas violento, poniendo más empeño el enemigo en reconquistar lo perdido que en conservar lo ocupado. No obstante, los legionarios rechazaban una y otra vez los constantes esfuerzos que realizaban los republicanos para recuperar sus primitivas posiciones. En una de estas acciones se distinguió notablemente el Teniente Karoly (llamado Inocencio Kadar Szaes), que con una Sección hizo frente al ataque de cuatro carros rusos y cuatrocientos milicianos que consiguieron llegar hasta las mismas alambradas. Durante varios minutos lucharon cuerpo a cuerpo, siendo rechazados finalmente a costa de veinte bajas de la Sección. Esta acción fue premiada con la concesión de la Medalla Militar al Teniente Karoly y la consiguiente felicitación a los hombres que con él participaron en la lucha.”

Por último, recogemos también algunas de las referencias que aparecen en “Los Amigos del Tercio” referidas a las últimas etapas de la batalla de la carretera de La Coruña (enero de 1937), y que dieron lugar al corte de la misma, pudiéndose consultar en este blog apartados tales como “POZO MISTERIOSO”, “UN CRUCE PELIGROSO” o “RESISTIR”, para complementar la información:

“La VIII Bandera reanudó el avance al amanecer del día 7 de enero de 1937. La resistencia opuesta por el enemigo fue dura desde los primeros momentos, sobre todo en el kilómetro 12 de la carretera de La Coruña. Allí el mando republicano parecía haber acumulado grandes efectivos en hombres y material. Los contraataques de su Infantería, bien apoyada por el fuego de la Artillería y gran número de carros, adquirieron gran dureza al tropezar con la denodada oposición de los legionarios. Se empeñaron violentísimos combates de corta duración, pero muy sangrientos. La Bandera hubo de desplegar todas sus Compañías, que, atacando y sin dar un momento de tregua, llegaron a hacer imposible toda resistencia. Avanzaban las guerrillas en saltos sucesivos con matemática precisión.

Los Oficiales llevaban sus Secciones con la serenidad de un ejercicio táctico y los legionarios se deslizaban por el terreno, ágiles y flexibles, con insuperable facilidad. El Padre Illundain, Capellán de la Bandera, marchaba en vanguardia, atendiendo espiritualmente a los que lo necesitaban. Las Baterías enemigas, diestramente manejadas por artilleros experimentados, causaban gran número de bajas entre las Compañías. Pese a todo se ocupó el Plantío y prosiguió el avance rebasándolo. Continúo la lucha entre ambas Infanterías, que veían disminuir sus efectivos de manera harto visible. Las bajas de la Bandera pasaron de cien, entre muertos, heridos y contusos. Entre los heridos se contaba el Capitán Médico, el Capellán y varios Oficiales, algunos de los cuales se negaron a ser evacuados, a pesar de estar hasta dos veces heridos, siendo un ejemplo admirable para su tropa. En esta compenetración entre el mando y la tropa estaba precisamente el secreto de las victorias obtenidas por los legionarios.

Sin tiempo para reponer estas numerosas bajas, la VIII Bandera salió el día 10 de enero de 1937 hacia Casa Oriol, dejando a la 30 Cía defendiendo las tapias de El Pardo.”

Según podemos leer en “Los Amigos del Tercio”, las máximas condecoraciones concedidas a personal de la VIII Bandera por su actuación durante la batalla de la carretera de La Coruña fue la Medalla Militar Individual al Teniente D. Inocencio Kadar Szas (19-12-36, Boadilla, Majadahonda): “La concesión de esta condecoración al teniente Kadar Sas, más conocido como Teniente Karoly, lo fue por su valerosa actuación en la ocupación de las posiciones situadas entre Boadilla del Monte y Majadahonda, el día 19 de diciembre de 1936. Recordemos que en el avance de las fuerzas nacionales hacia Madrid y con la ocupación de Boadilla del Monte, la Sección del Teniente Karoly hizo frente al contraataque de cuatro carros de combate rusos y a 400 milicianos, que intentaban recobrar las posiciones consiguiendo llegar hasta las mismas alambradas, pero fueron rechazados en lucha cuerpo a cuerpo, sufriendo 20 bajas en la Sección.”

La que podríamos denominar como “mística de los novios de la muerte” se explotó como arma psicológica durante toda la guerra por parte del Ejército Nacional. Más allá de mitos y leyendas, la realidad es que, en aquellos días del crudo invierno del 36/37, los legionarios sufrieron y causaron numerosísimas bajas en el noroeste de Madrid. La eficacia y profesionalidad de estas fuerzas de élite fueron uno de los puntos fuertes de las tropas atacantes, pero el objetivo principal, la ocupación de Madrid, no se alcanzaría hasta el final de la guerra.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ



Fotografía: Legionarios en el frente de Madrid, noviembre de 1936 (Archivo Fernández Larrondo).