viernes, 1 de agosto de 2025

190) HÚMERA: CAMPO DE BATALLA

Granada rompedora del calibre 155 aparecida en Húmera


Muchas veces, los lugares guardan huellas de su pasado. Algunas de ellas son claras, evidentes y visibles para todo el que pasa por ese sitio. Otras son más sutiles, y requieren un poco de atención y capacidad de interpretación para detectarlas. También las hay totalmente imperceptibles, al encontrarse ocultas o enterradas, como si fueran secretos bien guardados.

A lo largo del tiempo, las huellas más recientes se van superponiendo a las más antiguas, formando una serie de capas o niveles. Algo así como las hojas en otoño, que progresivamente van desprendiéndose de los árboles para caer al suelo, formando una especie de alfombra en la que las últimas en caer van tapando a las anteriores.

Una metáfora a la que se puede sumar otra más, también muy común sobre las huellas que dejan la historia y el paso del tiempo, como es la del palimpsesto, es decir, el pergamino cuyo texto se raspaba para borrarlo y poder escribir otro nuevo, y que muchas veces, con las técnicas adecuadas, es posible recuperar la escritura eliminada, lo que permite descubrir contenidos mucho más antiguos e interesantes que los que aparecen a primera vista.

Metáforas e imágenes más o menos líricas que disciplinas como la arqueología, la paleontología o la geología, por medio de la estratigrafía, han convertido en método científico con el que tratar de establecer cronologías e interpretar la historia y el pasado de un territorio.

Por ello resulta tan importante el control arqueológico de movimiento de tierras en todos aquellos lugares susceptibles de conservar huellas interesantes de su pasado. Y por ello también, en un mismo lugar, pueden aflorar restos pertenecientes a momentos históricos muy diferentes y distanciados en el tiempo.

Algo así ha ocurrido en la población de Húmera, en Pozuelo de Alarcón, donde lo que aparentemente no era más que una parcela un tanto degradada por los escombros, tras realizarse unos desbroces mecánicos, han aparecido una serie de antiguas estructuras circulares excavadas en el terreno, correspondientes a silos que, a tenor de lo que puede desprenderse de los abundantes restos cerámicos recuperados en sus interiores, muy probablemente sean de época medieval, periodo histórico en el que precisamente se situaría el origen de esta población.


El desbroce mecánico de una parcela en Húmera descubre varias estructuras circulares excavadas en el terreno, correspondientes a silos de época medieval 


Pero a la vez, el movimiento de tierras hizo aflorar otro llamativo vestigio histórico, esta vez mucho más cercano en el tiempo y algo más peligroso, como fue un proyectil artillero de la Guerra Civil (1936-1939).

En concreto, se trataba de una granada rompedora del calibre 155 mm, montada con una espoleta de cebo Garrido modelo 24, que por algún motivo no llegó a explosionar. Estos proyectiles, con más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm, podían recorrer distancias de varios kilómetros a una velocidad que superaba los 400 metros por segundo. La onda expansiva y la lluvia de metralla que ocasionaban al detonar alcanzaban radios de acción de hasta 200 m, removiendo violentamente el terreno y generando enormes embudos.

Este hallazgo nos retrotrae a finales de 1936, cuando el pequeño caserío de Húmera, al igual que sucedió con otros muchos puntos del noroeste madrileño, quedó convertido en campo de batalla.


Mapa topográfico de 1929 (Archivo Cartográfico de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército)

Plano de Húmera a principios del siglo XX (Archivo Cartográfico de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército)

Para entonces, el ataque frontal a Madrid había fracasado y Franco y sus generales se afanaban en planificar acciones que mejorasen la mala situación táctica que sus vanguardias sufrían en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Se trataba de no perder la iniciativa, desarrollando un amplio movimiento ofensivo sobre la carretera de La Coruña con el objetivo principal de fortalecer el ala izquierda de su dispositivo.

Para tratar de desbaratar estos planes, las Fuerzas de la Defensa de Madrid, al mando del general Miaja, tenían desplegadas en el sector a la 3ª Brigada Mixta del comandante José María Galán, defendiendo Pozuelo y sus alrededores, y la denominada Brigada X, del comandante Palacios, situada en torno a Aravaca, con el apoyo artillero de diez piezas de diversos calibres.

El primer ataque se inició el 29 de noviembre. Dirigía la operación el coronel García-Escámez, con tres columnas mandadas respectivamente por los tenientes coroneles Barrón, Siro Alonso y Gavilán. 


El coronel García-Escámez dirige las operaciones de noviembre de 1936 en el sector de Pozuelo de Alarcón (Narodowe Archiwum Cyfrore)

Operaciones de noviembre de 1936 en el sector de Pozuelo de Alarcón (El Mundo)


Las fuerzas al mando de Bartoméu (5ª Bandera de la Legión, 2º Tabor de Ceuta, un Tabor de la Mehala de Larache y 4º Batallón de Toledo, con dos baterías ligeras y una sección de carros) atacaron de madrugada desde la Casa de Campo, apoderándose del Hospital de Bellas Vistas (anteriormente conocido como de Nuestra Señora de las Mercedes), situado unos 700 metros al sur de Húmera, población que no conseguirían conquistar. 

Al mismo tiempo, un poco más al oeste, la columna de Siro Alonso (7ª Bandera de la Legión, 1º Tabor de Alhucemas, 2º y 5º de Larache, 2º de Tetuán y un Tabor de la Mehala del Rif, reforzadas con cuatro baterías ligeras y dos compañías de carros), desarrollaba la acción principal, consistente en progresar desde Retamares para ocupar la línea determinada por la Colonia de la Paz, Pozuelo, su Estación, Aravaca, Cuesta de las Perdices y Cerro del Águila, pero su avance quedaría frenado al poco de iniciarse, quedando sus fuerzas fijadas al sur de Pozuelo, en su cementerio y en los hotelitos de la Colonia de la Paz, situada a las mismas puertas del casco urbano. 

Por último, la caballería de Gavilán, formada por siete escuadrones, con el apoyo de dos pelotones de infantería, desde el Ventorro del Cano trataría de desbordar Pozuelo por el oeste, pero apenas lograría avanzar más allá del vértice Valle Rubios, ubicado unos cuatro kilómetros y medio al suroeste de Pozuelo.

Además de las fuerzas mencionadas, esta operación ofensiva contaba con un importante apoyo artillero, compuesto por una batería de 75, dos de 105 y dos de 155. Precisamente, a este último calibre pertenece la granada rompedora aparecida en los movimientos de tierra recientemente efectuados en una parcela de Húmera, por lo que muy bien podría haber sido disparada en aquellas jornadas de finales de noviembre de 1936.


Sanatorio de Bellas Vistas en los años 20, conquistado por las tropas de Bartoméu el 29 de noviembre de 1936 (Archivo personal de JMCM)

Cementerio de Pozuelo de Alarcón, ocupado por las fuerzas de Siro Alonso el 29 de noviembre de 1936 (Narodowe Archiwum Cyfrore)


Frenada de momento la ofensiva en el sector de Pozuelo, con pocos resultados para las fuerzas atacantes, el esfuerzo principal se trasladaba varios kilómetros al oeste de Madrid, a la línea de frente definida entre Quijorna y Villaviciosa de Odón, con Boadilla del Monte como primer objetivo relevante para, a continuación, progresar en dirección Majadahonda-Las Rozas y, alcanzando la carretera de La Coruña, avanzar por la misma en dirección oeste-este, tratando de barrer todas las resistencias republicanas hasta ocupar la Cuesta de las Perdices y el Cerro del Águila. Todo ello supondría un duro forcejeo que se alargaría hasta mediados de enero de 1937, momento en el que las tropas de Franco lograban sus objetivos, aunque ya les resultaría imposible intentar nuevos avances en el frente noroeste, que entró en una fase de estabilización.

Por lo que respecta a Húmera, tras los mencionados combates de finales de noviembre, las fuerzas de ambos ejércitos adoptaron una posición defensiva, tratando de mantener sus posiciones y fijar al enemigo en las suyas, hostigándose constantemente desde la distancia y desarrollando eventuales golpes de mano que no supondrían alteraciones en la situación general del sector. Este periodo de semi espera sería aprovechado por el mando republicano para reorganizar sus fuerzas. La 3ª Brigada, muy castigada en los combates, fue retirada y reemplazada por la 38ª Brigada que, para principios de 1937, bajo el mando del capitán Zulueta, defendía todo el sector de Pozuelo. A continuación, desde Húmera hasta el puente de San Fernando, se mantenía la Brigada X del comandante Palacios, que recibió la nueva denominación de 39ª Brigada. Ambas unidades estaban integradas en la 5ª División del teniente coronel Juan Perea, que defendía todo el sector de Pozuelo hasta el río Manzanares. Fuerzas a las que se irían sumando otras más, una vez reanudados los combates.



Ofensiva de enero de 1937 en el noroeste de Madrid (El Mundo)


El 3 de enero, una potente masa de maniobra formada por 4 columnas bajo el mando conjunto del general Orgaz rompía el frente al noroeste de Madrid y alcanzaba la carretera de La Coruña a la altura de Las Rozas. Los combates se prolongaron a lo largo de los días siguientes, avanzando las columnas atacantes en dirección a la capital. El día 7, las tropas de García-Escámez y de Buruaga conseguían conquistar Pozuelo; las de Barrón alcanzaban el kilómetro 11 de la carretera de La Coruña y las de Asensio avanzaban en dirección a Aravaca. Tras la conquista de Pozuelo, las fuerzas que habían ocupado el pueblo se dividieron para continuar su avance: Buruaga lograba tomar el barrio de la Estación y progresar en dirección al Cerro del Águila; por su parte, García-Escámez conquistaba Húmera y enlazaba con las fuerzas desplegadas en la Casa de Campo. Según sus informes, la conquista de Húmera supuso un importante botín: 30 lanzabombas, 30 cajas de bombas, 5 ametralladoras, 180 fusiles, 4 fusiles ametralladores y material diverso, contabilizándose más de 200 cadáveres en la parte de Húmera-Pozuelo.


Tropas moras y Regulares hacen acopio del botín obtenido tras los combates en el sector de Pozuelo de Alarcón  (Narodowe Archiwum Cyfrore)


El avance continuó en los días siguientes. El 8 de enero, tras una lucha durísima, las topas de Asensio ocupaban Aravaca, y el día 9, esas mismas fuerzas, en colaboración con las de Buruaga y García-Escámez, lograban alcanzar los últimos objetivos de Cuesta de las Perdices y Cerro del Águila. Unos días después, neutralizados los contraataques republicanos en el sector de Las Rozas y Majadahonda, la batalla llegaba a su fin.


Destrucciones en una calle de Pozuelo de Alarcón (Biblioteca Nacional de España)


La primera línea se situaba a partir de ese momento a caballo de la carretera de La Coruña, quedando Húmera muy a retaguardia de la misma (a algo más de 7 kilómetros). Los combates y bombardeos desarrollados entre noviembre de 1936 y enero de 1937 habían causado enormes destrucciones en su pequeño casco urbano, congregado en torno a la iglesia de Santa María Magdalena, destrucciones que continuarían hasta el final de la contienda debido, principalmente, al abandono y al aprovechamiento que sus edificios y ruinas ofrecían para el esfuerzo bélico y el día a día de las tropas desplegadas en el frente. Tras la guerra, la población sería reconstruida por la Dirección General de Regiones Devastadas.

Hoy en día, Húmera es una tranquila población en cuyas calles no hay nada que recuerde o sugiera el pasado bélico que acabamos de repasar. Sin embargo, retomando la metáfora del palimpsesto con la que comenzábamos esta entrada, podemos decir que, muchas veces, el pasado no desaparece del todo, sino que puede permanecer latente bajo la superficie del presente, emergiendo sus huellas en el momento en que se raspan las capas más superficiales, y así, en una pequeña parcela de su casco urbano en la que aparentemente no existe nada relevante, al desbrozar el terreno podemos encontrar, al mismo tiempo, vestigios de un pasado que va desde casi los orígenes de Húmera, allá por la Edad Media, hasta el invierno de 1936-1937, en que la población se convirtió en un terrible campo de batalla.


Granada rompedora de 155 mm aparecida en una parcela del casco urbano de Húmera

Una superposición de diferentes momentos históricos, cada uno de los cuales ha dejado su huella en el subsuelo de Húmera. ¿Cuántos secretos más permanecerán ocultos?


Javier M. Calvo Martínez


NOTAS: 

           

 

lunes, 3 de marzo de 2025

179) ARPILLERA

Soldados británicos en una posición construida a base de sacos terreros durante la Primera Guerra Mundial

Uno de los elementos más característicos de la guerra de trincheras fue el saco terrero, con el que se levantaban parapetos y se reforzaban y revestían los paramentos y cubiertas de las fortificaciones, tal y como podemos apreciar en múltiples fotografías y grabaciones de época.

Estos sacos estaban confeccionados con un grueso y áspero material textil, fabricado a base de estopa, normalmente de cáñamo o lino, llamado arpillera, por lo que eran fáciles de transportar en grandes cantidades para ser rellenados con tierra en los mismos lugares en los que se estaba fortificando, permitiendo construir con ellos, de manera económica, rápida y sencilla, multitud de estructuras defensivas de gran eficacia frente a las balas y la metralla del enemigo.


Combatiente republicano haciendo fuego desde un parapeto de sacos terreros en el frente de Madrid (Archivo Histórico del PCE)

Como es lógico, al tratarse de un tejido a base de fibras vegetales, la arpillera soporta muy mal los elementos erosivos y tiende a desaparecer por completo pasado un tiempo. Por tanto, salvo circunstancias muy excepcionales, rara vez aparecen vestigios de estas piezas hoy en día.

Pero resulta que estos sacos eran empleados también para el transporte de materiales de construcción, tales como el yeso, la cal, el cemento o la grava, algunos de los cuales, al entrar en contacto con el agua, se endurecen. Por ello, no es del todo extraño que, al visitar o excavar arqueológicamente una posición de la Guerra Civil, entre los materiales que pueden aparecer, nos topemos con bloques solidificados de cemento, mortero o cal con la forma de los sacos que los contenían, apreciándose en muchos de ellos la característica impronta dejada por la arpillera.



Sacos de arpillera petrificados en posiciones de la Guerra Civil en Las Rozas de Madrid (Fotografías J. M. Calvo)

En algunos casos se trataría de sacos que quedaron olvidados o abandonados, siendo la lluvia y la humedad la responsable de su endurecimiento. En otros, quizás se buscó intencionadamente ese resultado. De cualquier manera, pasado el tiempo la arpillera que había actuado de molde desapareció, pero nos quedó su evidencia en estos bloques petrificados que, de otra manera, solo podríamos imaginarnos a través de lo que vemos en las antiguas imágenes o leemos en los documentos históricos.



Restos de dos sacos de arpillera petrificados en una posición de la Guerra Civil en Las Rozas de Madrid (Fotografías J. M. Calvo)


Humildes pero interesantes vestigios del pasado que, muchas veces, pueden pasar desapercibidos, confundidos con piedras o escombros sin ninguna relevancia.


Javier M. Calvo Martínez

domingo, 23 de febrero de 2025

RUTAS POR EL FRENTE DE LAS ROZAS



Durante el mes de marzo, la Asociación Histórico-Cultural Cierzo realizará una serie de rutas y visitas guiadas a las que fueron algunas de las posiciones más importantes del noroeste madrileño durante la Guerra Civil.

En los primeros días de 1937, en el municipio de Las Rozas se desarrolló parte de la última fase de la batalla de la Carretera de La Coruña, también conocida como batalla de las Niebla.

Estos combates conllevaron la ocupación militar del pueblo, cuyo casco urbano quedó convertido en primera línea de fuego, y supusieron una estabilización del frente que daría paso a una guerra de posiciones en la que ambos ejércitos desarrollaron una intensa actividad fortificadora, algunos de cuyos restos han llegado hasta nuestros días.

Las rutas y visitas propuestas en el mes de marzo por la asociación Cierzo para conocer estos restos históricos y las características que tuvo el frente de Las Rozas durante la guerra son las siguientes (pinchar sobre el título para ir al enlace de la actividad):


(2-marzo) RUTA VÉRTICE CUMBRE

(9-marzo) RUTA ARROYO DE LA PUENTECILLA

(16-marzo) VISITA POSICIÓN RUBIO

(23-marzo) RUTA DEHESA DE NAVALCARBÓN

(30-marzo) VISITA POSICIÓN ORIENTAL GUADARRAMA


Información e inscripciones:

Correo electrónico: info@asociacioncierzo.net

Teléfono: 630748470

CONOCE CÓMO SE FORTIFICABA, CÓMO SE COMBATÍA Y CÓMO ERAN LAS DURAS CONDICIONES DE VIDA EN LAS TRINCHERAS DE LAS ROZAS.

viernes, 24 de enero de 2025

178) EL HORROR DE UN CAMPO DE BATALLA

Maxilar inferior y dientes humanos recuperados en la intervención arqueológica de la posición del Km. 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete (enero 2024)
 

Ninguna novela, película, crónica o recreación es capaz de reproducir la espantosa experiencia que para los soldados supone el campo de batalla.

La ansiedad previa al combate, la furia, el terror, el abatimiento emocional, e incluso, la ruptura psicológica que se puede llegar a sentir durante la lucha, o una vez que esta ha finalizado.

Las batallas son extremadamente violentas y confusas: los atronadores sonidos, los ruidos perturbadores, las visiones horrendas, el sufrimiento, los peligros, la pérdida de compañeros y amigos, el dolor de las heridas o la sensación de poder morir en cualquier momento, suponen una terrible prueba difícil de superar.

Aunque algunos autores, especialmente aquellos que pasaron por esas durísimas experiencias, nos han dejado magníficas memorias y relatos literarios, lo cierto es que se carece del lenguaje y las metáforas necesarias para poder describir con precisión el horror de un campo de batalla.

La historia militar, basada en los documentos de época, nos habla de fechas, estrategias, tácticas, unidades, movimientos, armamento, combates y bajas, pero una batalla es mucho más que eso, al menos, para quienes se ven inmersos en el fragor de la lucha. Para ellos, una batalla es todo lo que nos cuentan las crónicas y los libros de historia, pero a la vez, incluso mucho más, una batalla es una experiencia vital profunda y extrema en la que se entremezclan todo tipo de factores internos y externos al individuo: las características del terreno, los elementos meteorológicos, las condiciones físicas y mentales, las motivaciones ideológicas, la moral, las dudas, los temores, los miedos, el valor, la temeridad, el heroísmo, la cobardía, el sentido del deber y el instinto de supervivencia, el compañerismo y el egoísmo, los nervios, la ansiedad, el estrés, el peligro máximo, la violencia descarnada, la destrucción, la devastación, la confusión, el retumbar de explosiones, detonaciones, ráfagas, gritos y alaridos, los olores densos, el humo, los gases, el polvo, el sofoco intenso y el aire irrespirable, la resistencia, el sacrificio, el cansancio, el abatimiento, el vacío, la angustia, la euforia, la suciedad, el asco, el dolor, las heridas, la muerte, la victoria, la derrota…

Un sinfín de dinámicas, circunstancias, elementos, experiencias, pensamientos, sentimientos y emociones retroalimentándose mutuamente y sucediendo al mismo tiempo en múltiples puntos del combate, que pueden llegar a embargar a los soldados que lo afrontan llevándolos al límite de sus capacidades. Algo que solo pueden entender en su total magnitud aquellos que lo han vivido en primera persona y que el que fuera uno de los más insignes renovadores de la historia militar, el británico John Keegan, intento definir, allá por los años 70 del siglo pasado, con inevitable lirismo, como “the Face of Battle”: el Rostro de la Batalla del que es imposible hacer una descripción completa y realista, pero que queda grabado para siempre en lo más profundo de todos aquellos que lo han presenciado, conocido y vivido.

En el tórrido verano de 1937, entre el 6 y 26 de julio, tuvo lugar en el oeste de Madrid la batalla de Brunete, que por el volumen de tropas y medios empleados sería la más importante de las desarrolladas en el frente madrileño durante la Guerra Civil. A lo largo de 21 días, cerca de 100.000 combatientes de uno y otro ejército se enfrentaron en una terrible lucha de desgaste. El “Rostro de la Batalla”, al que se refería el historiador John Keegan, se manifestó en todo su esplendor y con toda su dureza: el calor abrasador, la aridez del terreno, los incendios, la sed insufrible, la potencia de fuego empleado (aviación, artillería, carros de combate, morteros, bombas de mano, armas automáticas, fusilería), los constantes ataques y contraataques, los combates cuerpo a cuerpo, los pueblos reducidos a montones de escombros, la imposibilidad de asistir a todos los heridos o de retirar a todos los muertos, fue la tónica general durante las largas jornadas de lucha, alcanzando tintes apocalípticos para quienes combatieron en primera línea en multitud de puntos del campo de batalla: Romanillos, El Mosquito, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Brunete, Villafranca del Castillo, El Cortijo, Loma Fortificada, Loma Artillera, Casa del Monje, La Bellota, Castillo del Aulencia, Las Barrancas, Palacio Rúspoli, Loma Quemada, La Vilanosa, El Olivar, Los Llanos, Vértice Cumbre…

Lugares todos ellos tranquilos y apacibles hoy en día, hasta el punto que cuesta creer que en estos mismos escenarios, hace ahora 88 años, se desencadenase un infierno de tal magnitud que supuso la devastación total de los pueblos afectados por los combates y que acabó causando cerca de 40.000 bajas entre los dos ejércitos, de las cuales, aproximadamente un tercio corresponderían a víctimas mortales. Datos terribles y difíciles de calibrar en su exacta magnitud a pesar de lo que nos cuentan los documentos, las memorias, los testimonios, los estudios e investigaciones.

Pero sucede que un día, removiendo la tierra en una excavación arqueológica, en la posición situada en el Km. 33 de laM-600, en el término municipal de Brunete, a no demasiada profundidad, aparece un maxilar inferior humano, y los antropólogos forenses que se hacen cargo del hallazgo, a falta de un estudio completo, te informan que la dentadura indicaría que perteneció a una persona joven que debía rondar los 20 años de edad y que parece que el hueso tiene un pequeño desgarro en la zona del mentón que bien lo podría haber ocasionado una esquirla de metralla, y entonces, de golpe, rememoras todo lo que has leído e investigado sobre los combates que acontecieron durante la batalla de Brunete y te acuerdas de ensayos como los del mencionado John Keegan e, irremediablemente, tomas conciencia de la magnitud de la catástrofe y te impresionas y conmueves por la tragedia que se vivió en estos lugares y por el horror que todavía guardan los viejos campos de batalla.


Javier M. Calvo Martínez


Nota: siguiendo los protocolos establecidos para este tipo de hallazgos, el maxilar y los dientes fueron entregados a profesionales especializados para su estudio forense, antropológico y genético.

lunes, 13 de enero de 2025

177) ELEMENTOS LOCALIZADOS EN EL YACIMIENTO “FORTIFICACIONES DE LA PEÑUELA”, EN VILLANUEVA DE LA CAÑADA

 

Limpieza manual del nido de ametralladoras

Entre los meses de octubre y noviembre de 2024 se ha realizado una peritación arqueológica para la localización y documentación de estructuras defensivas en el yacimiento arqueológico denominado “Fortificaciones de la Peñuela”, inscrito en el Catálogo de Bienes del Patrimonio Cultural con el código CM/176/0016 y ubicado al sur del núcleo urbano de Villanueva de la Cañada. Esta peritación ha consistido en un estudio histórico y documental previo, prospección, desbroces mecánicos, limpieza manual de las estructuras halladas y redacción de la correspondiente Memoria sobre el resultado de los trabajos para el Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, promotor de la intervención, y la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.

Los trabajos han sido realizados por “Urquiaga. Trabajos en y para la arqueología”, con la dirección arqueológica y técnica de David Urquiaga Cela y Javier M. Calvo Martínez, y la colaboración de Víctor Calvillo en los trabajos de topografía y de Francisco Pino en la realización de vídeos y fotografías con dron.

La zona en la que se ha intervenido formaba parte de la primera línea del frente de la 69ª División republicana, en concreto, de la denominada “Posición nº 19 Monte Bajo”, que se extendía desde la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete (actual M-600) hasta el pequeño promontorio en el que se han realizado los trabajos arqueológicos, y que al final de la guerra estaba defendida por fuerzas del 395º Batallón de la 99 Brigada Mixta

Los restos objeto de nuestro estudio se encontraban en el extremo suroeste de dicha posición, y constituían solo una pequeña parte de un sistema defensivo mucho más amplio, que estaba formado por otros elementos en los que, de momento, no se ha intervenido, pero con los que estaban estrechamente relacionados, algunos de los cuales son visibles en el terreno, como el inicio de una galería subterránea construida en ladrillo, un nido de ametralladoras de características similares al que se ha intervenido o una estructura circular que interpretamos como un posible puesto de observación.


Desbroces mecánicos y limpieza manual 

La prospección superficial, los desbroces mecánicos y la limpieza manual en este espacio han permitido localizar las fábricas superiores de un interesante complejo formado por diversas estructuras defensivas: ramales de trincheras, la mayoría de ellas revestidas de ladrillo macizo; 6 pozos de tirador, 5 de ellos conformando un característico puesto de escuadra; 1 posible puesto de granadero; 2 espacios o habitáculos de planta rectangular con muros de hormigón y 1 nido de ametralladoras circular.

Todos estos elementos, completamente colmatados en la actualidad, fueron excavados en el terreno durante la guerra y algunos de ellos contaban con cubierta, posiblemente a base de vigas o rollizos y tierra.



Fotografía aérea de la zona antes y después de los trabajos arqueológicos, con la señalización de los elementos localizados (Fotografía Francisco Pino)

A continuación, pasamos a analizar cada uno de los elementos localizados:

TRINCHERAS

Como es sabido, las trincheras son zanjas profundas y estrechas excavadas en el terreno para ocultar a los defensores de una posición y protegerlos del fuego enemigo. En esencia, podríamos hablar de dos tipos de trincheras: las de combate, desde las que atacar o defenderse, y las de comunicación, que como su propio nombre indica servían para moverse por los diferentes elementos que conformaban una posición, recibiendo también el nombre genérico de zanjas o ramales de comunicación. Los tramos localizados durante la intervención arqueológica pertenecen a este último modelo.

Aunque desconocemos la medida exacta, entendemos que en su momento estas trincheras podrían tener en torno a 1,80 m de profundidad, la cual se complementaría con la protección que ofrecían los parapetos de tierra hasta alcanzar los 2 m de altura a los que se refieren los documentos de época consultados sobre esta posición. En cuanto al ancho, este varía entre los 0,5 m y los 0,95 m aproximadamente. En general, presentan un trazado ondulado y sus paredes están revestidas de ladrillo macizo.



Ramales de trinchera y pozos de tirador

POZOS DE TIRADOR

Los pozos de tirador eran pequeños espacios excavados en el terreno y ligeramente adelantados a las trincheras desde los que el soldado, protegido del fuego enemigo por la propia excavación y un parapeto de tierra y sacos terreros, podía hacer uso de un fusil o de un fusil ametrallador. Los pozos de tirador localizados en esta posición son individuales y de planta circular. Tal y como sucede con las trincheras, tienen sus paredes revestidas de ladrillo macizo.


PUESTO DE ESCUADRA

La escuadra era la unidad de Infantería más pequeña, formada por unos 5 soldados, con un cabo o jefe de escuadra al mando. Por tanto, un puesto de escuadra sería una obra de fortificación habilitada para este número de fusileros. En el caso que nos ocupa, encontramos un puesto de escuadra compuesto por cinco pozos de tirador individuales unidos a un ramal de circulación con forma de herradura, todo ello con las paredes revestidas de ladrillo. En su extremo derecho, el puesto de escuadra se complementa con otra estructura circular de mayor tamaño que los pozos de tirador, la cual interpretamos como un posible puesto de granadero.


Fotografía aérea del puesto de escuadra formado por 5 pozos de tirador y el posible puesto de granadero a la izquierda de la imagen (Francisco Pino)


PUESTO DE GRANADERO

Los puestos de granadero eran estructuras defensivas situadas por delante de las trincheras o ramales de comunicación, diseñadas para que el soldado pudiera lanzar granadas de mano en caso de que el atacante se encontrase lo suficientemente cerca de la posición (se calcula que la distancia máxima que puede alcanzar una granada lanzada a mano es de 30 a 40 m).

En las posiciones de la Guerra Civil no es del todo extraño encontrar puestos de granaderos complementando puestos de escuadra. Esto es lo que nos lleva a interpretar esta estructura circular, con las paredes revestidas de ladrillo macizo, como un posible puesto de granadero, aunque de momento no podemos asegurarlo taxativamente.


HABITÁCULOS


Uno de los habitáculos de planta rectangular con dos accesos, uno de los cuales se encuentra tapado por la encina

Durante los desbroces mecánicos y manuales han aparecido dos habitáculos o habitaciones de planta rectangular. Sus dimensiones aproximadas son de 5,74 m de longitud y entre los 1,71 m y 2,65 m de anchura. El más pequeño de ellos enlaza con el ramal que da paso al puesto de escuadra. El más grande se sitúa en las proximidades del nido de ametralladoras. Ambos parecen tener muros de hormigón en masa y cuentan con dos accesos situados paralelamente en una de sus paredes. En su momento debieron de contar con algún tipo de cubierta. Resulta complicado precisar la función que pudieron haber tenido: alojamiento, depósito, almacén… Quizás, una excavación completa de los mismos podría facilitar alguna información relevante sobre el uso que tuvieron estos espacios.


NIDO DE AMETRALLADORAS

La ametralladora era el elemento fundamental en el que se basaban las organizaciones defensivas de la Guerra Civil. Por este motivo, resultaba muy importante disponer de adecuados asentamientos para estas armas.


Imagen cenital del nido de ametralladoras (Fotografía Francisco Pino)

El nido de ametralladoras en el que se ha intervenido es de planta circular, con un diámetro total de aproximadamente 3,90 m. El sistema constructivo parece haber sido a base de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos con el espacio interior relleno de hormigón en masa. Cuenta con tres troneras de tamaños similares. Ha perdido la cubierta y dispone de un único acceso en codo que enlaza con un ramal de trinchera. El interior consiste en una cámara circular de aproximadamente 2,55 m de diámetro, totalmente colmatada en la actualidad.

 

Trabajos manuales en pozos de tirador y nido de ametralladoras

Trabajos de topografía


Cubrición de las estructuras localizadas con geotextil antes de ser cubiertas con una capa de tierra para evitar su deterioro


Como ya hemos señalado, de momento solo se han descubierto y limpiado las fábricas superiores de estas estructuras con el fin de localizarlas y documentarlas. El resto de estas obras no ha sido excavado, al igual que los otros elementos que conforman el yacimiento, y en los que de momento no se ha intervenido. Sin duda, futuras actuaciones arqueológicas podrán seguir aportando información interesante para interpretar adecuadamente esta posición situada en lo que fue la primera línea de fuego en el frente de Brunete.


JAVIER M.CALVO MARTÍNEZ