jueves, 21 de mayo de 2009

30) Entre la niebla


ENTRE LA NIEBLA

Uno de los testimonios más ilustrativos de lo que supuso la contraofensiva republicana en enero de 1937 en el noroeste de Madrid, lo encontramos en un libro escrito por uno de los combatientes más emblemáticos de las Brigadas Internacionales: Gustav Regler.

La vida de Regler, como la de tantos otros jóvenes de su generación, resulta propia de una novela de aventuras. Como señaló Dostoiewski, “la realidad, muchas veces, supera la ficción”.

Gustav Regler, había nacido en la ciudad alemana de Merzig, en 1898. Participó en la Primera Guerra Mundial, en la que resultó herido, y tras el conflicto desarrolló una intensa actividad intelectual. Cursó estudios de filosofía, historia y francés, consiguiendo su doctorado en 1922. Muy pronto desarrolló una intensa actividad política, ingresando en el Partido Comunista (del que terminaría alejándose tras la guerra civil española). El progresivo ascenso del nacionalsocialismo le hizo tomar una posición decidida y comprometida contra el III Reich. La llegada de Hitler al poder convirtió a Regler en el “enemigo público nº 19 de la nación alemana”. Continuó su lucha clandestina en Alemania, hasta que acosado por la Gestapo, se traslado a El Sarre (territorio situado entre la provincia francesa de Lorena y Luxemburgo que, tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, pasó a ser administrado por la Sociedad de Naciones), teniendo que pasar a Francia cuando en 1936 Hitler se apoderó de este enclave.

El estallido de la guerra civil española convence a Regler de que es en España donde la lucha antifascista debe de presentar batalla. En el otoño de 1936 consigue entrar en la península y ocupa (tras ganar el pulso a Louis Aragon) el cargo de director de los servicios de propaganda del gobierno de la República, puesto del que no se encarga por mucho tiempo, ya que enseguida es nombrado comisario político de la XII Brigada Internacional y destinado al frente de Madrid. Durante la contienda, Gustav Regler será un testigo de excepción en muchas de las principales operaciones militares (resultando gravemente herido en el frente de Huesca).

Tras la guerra civil acabó en el campo de concentración francés de Le Vernet, donde permaneció hasta 1940, cuando con la intervención de destacados abogados, como Eleanor Roosevelt o de amigos como Ernest Hemingway, logró su liberación, justo a tiempo para poder escapar, una vez más, de las garras de la Gestapo que, con la ocupación parcial de Francia por parte del ejército alemán, intentaba ajustar cuentas con todos los disidentes políticos refugiados en suelo galo. Trasladado a México, continuó su actividad intelectual (política, literatura, cine, periodismo...), viajando por diferentes países hasta su muerte en Nueva Delhi, en 1968.

Con sus diarios de guerra escribió la obra a la que nos referíamos al principio, “The Great Crusade“, escrita directamente en inglés y que nunca ha sido editada en español. Prologado por Ernest Hemingway, constituye un importante testimonio (con calidad literaria) de las experiencias vividas por Regler en España. Una de las partes más importantes de este libro, se refiere a la lucha en el noroeste de Madrid en el invierno 1936/37. De hecho, fue Gustav Regler quien acuñó la definición "Batalla de la Niebla" para referirse a los combates por el control de la carretera de La Coruña.

Uno de los fragmentos más conocidos de "The Great Crusade" recuerda las jornadas de la contraofensiva republicana de enero del 37:

"La batalla duró tres días más. Los batallones deambulaban ciegos a uno y otro lado de la niebla. Allí permanecieron helados y tosiendo, al borde de las últimas colinas al norte de Las Rozas y al oeste de Majadahonda. La Brigada era como una aguda trampa de zorro en los pies del enemigo: con los talones heridos, el enemigo sangraba y forcejeaba; y en sus violentos intentos por liberarse habían aflojado la presión sobre Madrid. La cosa resultó, y los dos pueblos estaban repletos de armas y de muerte.

Los batallones se hallaban agazapados en los cráteres de niebla, y contemplaban las casas, que aveces parecían ponerse al alcance de la mano, y otra vez se hundían en las oleadas blancuzcas, convirtiendo todo en un sueño. Pero el sueño era interrumpido por las balas, que eran más peligrosas que en un ataque abierto, porque surgían de pronto de aquella nada blanca y buscaban su víctima dentro de aquella masa de algodón sucio que unas veces amortiguaba el grito y otras lo hacía sonar como si fuese el alarido de una compañía entera.

Los sanitarios corrían entre las líneas como perros borrachos. Señalaban los hombres a un árbol en el que creían haber oído gritar a un herido, y allí encontraban tres soldados que bebían en silencio. Mientras respiraban tranquilos, al volverse, sus botas chocaban con la frente todavía tibia de un cadáver. Los árboles se burlaban de ellos, los arbustos les jugaban malas pasadas como si fuesen enemigos; los pájaros chillaban y tropezaban. Una vez se quedaron petrificados en medio de los campos, convencidos de estar en territorio enemigo; pero el humo de una chabola próxima les hizo ver que se encontraban muy dentro de las líneas propias. Otra vez, al gritar su consigna a un centinela, oyeron en respuesta “Arriba España“ y pasaron en silencio y aterrorizados junto al vigía enemigo.

(...) Los polacos, impetuosos como siempre, habían intentado un asalto salvaje a Villanueva. Los defensores del pueblo les habían recibido con centenares de réfagas. Pero los polacos no se retiraron. Como perros que tienen clavados sus dientes en la presa y se olvidan de los golpes recibidos, se lanzaron una y otra vez contra las paredes imposibles hasta que fueron cayendo todos.

Los que fueron retirados sorprendieron a los sanitarios con sus gritos pidiendo ser devueltos al frente, no llevados al hospital. Emil Glasauge, el médico, les había hablado como a niños. Iban llorando a la retaguardia.

Entonces, al tercer día, la cortina de niebla empezó a levantarse y de pronto apareció al sol el pueblo, la línea de cráteres, caminos, cañones y ambulancias, todos ellos sorprendidos por el paisaje. Todo el mundo corrió a protegerse. Pero los cañones tenían su oportunidad, y enrojecían y se desvencijaban. Un tanque enemigo se encontró de pronto, al sol, entre los Garibaldis; la sorpresa fue tan enorme para todos que el tanque y los Garibaldis se volvieron de espalda, en rápido silencio, y sin hacerse daño.

En las trincheras de los internacionales la esperanza brillaba con los mismos rayos del nuevo sol. Todos aguardaban la llegada de los aviones. Algunos creían oir ya el ruido de los motores sobre las colinas. Cuando, de pronto, metro a metro, el viento helado volvió a tender sobre el paisaje la cortina de niebla. Y la muerte lenta comenzó otra vez..."


Estos fragmentos son solo algunos ejemplos de una obra que, al igual que su autor, permanece prácticamente olvidada en España, el mismo lugar en el que Gustav Regler y tantos otros como él, dejaron los mejores años de su juventud y, muchos de ellos, incluso su vida. Un olvido selectivo, un silencio generalizado durante décadas que provoca que esa memoria histórica de la que tanto se habla últimamente,se encuentre permanentemente segmentada, lo que facilita su manipulación y falseamiento.


Entre las nieblas del silencio y el olvido permanece una Historia por descubrir.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Gustav Regler en México, 1940.

1 comentario:

  1. MAGNÍFICO Y DESCRITIVO FRAGMENTO LLENO DEL DRAMATISMO DE LA GUERRA CIVIL Y A LA VEZ DE CALIDAD LITERARIA.

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