viernes, 24 de enero de 2025

178) EL HORROR DE UN CAMPO DE BATALLA

Maxilar inferior y dientes humanos recuperados en la intervención arqueológica de la posición del Km. 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete (enero 2024)
 

Ninguna novela, película, crónica o recreación es capaz de reproducir la espantosa experiencia que para los soldados supone el campo de batalla.

La ansiedad previa al combate, la furia, el terror, el abatimiento emocional, e incluso, la ruptura psicológica que se puede llegar a sentir durante la lucha, o una vez que esta ha finalizado.

Las batallas son extremadamente violentas y confusas: los atronadores sonidos, los ruidos perturbadores, las visiones horrendas, el sufrimiento, los peligros, la pérdida de compañeros y amigos, el dolor de las heridas o la sensación de poder morir en cualquier momento, suponen una terrible prueba difícil de superar.

Aunque algunos autores, especialmente aquellos que pasaron por esas durísimas experiencias, nos han dejado magníficas memorias y relatos literarios, lo cierto es que se carece del lenguaje y las metáforas necesarias para poder describir con precisión el horror de un campo de batalla.

La historia militar, basada en los documentos de época, nos habla de fechas, estrategias, tácticas, unidades, movimientos, armamento, combates y bajas, pero una batalla es mucho más que eso, al menos, para quienes se ven inmersos en el fragor de la lucha. Para ellos, una batalla es todo lo que nos cuentan las crónicas y los libros de historia, pero a la vez, incluso mucho más, una batalla es una experiencia vital profunda y extrema en la que se entremezclan todo tipo de factores internos y externos al individuo: las características del terreno, los elementos meteorológicos, las condiciones físicas y mentales, las motivaciones ideológicas, la moral, las dudas, los temores, los miedos, el valor, la temeridad, el heroísmo, la cobardía, el sentido del deber y el instinto de supervivencia, el compañerismo y el egoísmo, los nervios, la ansiedad, el estrés, el peligro máximo, la violencia descarnada, la destrucción, la devastación, la confusión, el retumbar de explosiones, detonaciones, ráfagas, gritos y alaridos, los olores densos, el humo, los gases, el polvo, el sofoco intenso y el aire irrespirable, la resistencia, el sacrificio, el cansancio, el abatimiento, el vacío, la angustia, la euforia, la suciedad, el asco, el dolor, las heridas, la muerte, la victoria, la derrota…

Un sinfín de dinámicas, circunstancias, elementos, experiencias, pensamientos, sentimientos y emociones retroalimentándose mutuamente y sucediendo al mismo tiempo en múltiples puntos del combate, que pueden llegar a embargar a los soldados que lo afrontan llevándolos al límite de sus capacidades. Algo que solo pueden entender en su total magnitud aquellos que lo han vivido en primera persona y que el que fuera uno de los más insignes renovadores de la historia militar, el británico John Keegan, intento definir, allá por los años 70 del siglo pasado, con inevitable lirismo, como “the Face of Battle”: el Rostro de la Batalla del que es imposible hacer una descripción completa y realista, pero que queda grabado para siempre en lo más profundo de todos aquellos que lo han presenciado, conocido y vivido.

En el tórrido verano de 1937, entre el 6 y 26 de julio, tuvo lugar en el oeste de Madrid la batalla de Brunete, que por el volumen de tropas y medios empleados sería la más importante de las desarrolladas en el frente madrileño durante la Guerra Civil. A lo largo de 21 días, cerca de 100.000 combatientes de uno y otro ejército se enfrentaron en una terrible lucha de desgaste. El “Rostro de la Batalla”, al que se refería el historiador John Keegan, se manifestó en todo su esplendor y con toda su dureza: el calor abrasador, la aridez del terreno, los incendios, la sed insufrible, la potencia de fuego empleado (aviación, artillería, carros de combate, morteros, bombas de mano, armas automáticas, fusilería), los constantes ataques y contraataques, los combates cuerpo a cuerpo, los pueblos reducidos a montones de escombros, la imposibilidad de asistir a todos los heridos o de retirar a todos los muertos, fue la tónica general durante las largas jornadas de lucha, alcanzando tintes apocalípticos para quienes combatieron en primera línea en multitud de puntos del campo de batalla: Romanillos, El Mosquito, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Brunete, Villafranca del Castillo, El Cortijo, Loma Fortificada, Loma Artillera, Casa del Monje, La Bellota, Castillo del Aulencia, Las Barrancas, Palacio Rúspoli, Loma Quemada, La Vilanosa, El Olivar, Los Llanos, Vértice Cumbre…

Lugares todos ellos tranquilos y apacibles hoy en día, hasta el punto que cuesta creer que en estos mismos escenarios, hace ahora 88 años, se desencadenase un infierno de tal magnitud que supuso la devastación total de los pueblos afectados por los combates y que acabó causando cerca de 40.000 bajas entre los dos ejércitos, de las cuales, aproximadamente un tercio corresponderían a víctimas mortales. Datos terribles y difíciles de calibrar en su exacta magnitud a pesar de lo que nos cuentan los documentos, las memorias, los testimonios, los estudios e investigaciones.

Pero sucede que un día, removiendo la tierra en una excavación arqueológica, en la posición situada en el Km. 33 de laM-600, en el término municipal de Brunete, a no demasiada profundidad, aparece un maxilar inferior humano, y los antropólogos forenses que se hacen cargo del hallazgo, a falta de un estudio completo, te informan que la dentadura indicaría que perteneció a una persona joven que debía rondar los 20 años de edad y que parece que el hueso tiene un pequeño desgarro en la zona del mentón que bien lo podría haber ocasionado una esquirla de metralla, y entonces, de golpe, rememoras todo lo que has leído e investigado sobre los combates que acontecieron durante la batalla de Brunete y te acuerdas de ensayos como los del mencionado John Keegan e, irremediablemente, tomas conciencia de la magnitud de la catástrofe y te impresionas y conmueves por la tragedia que se vivió en estos lugares y por el horror que todavía guardan los viejos campos de batalla.


Javier M. Calvo Martínez


Nota: siguiendo los protocolos establecidos para este tipo de hallazgos, el maxilar y los dientes fueron entregados a profesionales especializados para su estudio forense, antropológico y genético.

lunes, 13 de enero de 2025

177) ELEMENTOS LOCALIZADOS EN EL YACIMIENTO “FORTIFICACIONES DE LA PEÑUELA”, EN VILLANUEVA DE LA CAÑADA

 

Limpieza manual del nido de ametralladoras

Entre los meses de octubre y noviembre de 2024 se ha realizado una peritación arqueológica para la localización y documentación de estructuras defensivas en el yacimiento arqueológico denominado “Fortificaciones de la Peñuela”, inscrito en el Catálogo de Bienes del Patrimonio Cultural con el código CM/176/0016 y ubicado al sur del núcleo urbano de Villanueva de la Cañada. Esta peritación ha consistido en un estudio histórico y documental previo, prospección, desbroces mecánicos, limpieza manual de las estructuras halladas y redacción de la correspondiente Memoria sobre el resultado de los trabajos para el Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, promotor de la intervención, y la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.

Los trabajos han sido realizados por “Urquiaga. Trabajos en y para la arqueología”, con la dirección arqueológica y técnica de David Urquiaga Cela y Javier M. Calvo Martínez, y la colaboración de Víctor Calvillo en los trabajos de topografía y de Francisco Pino en la realización de vídeos y fotografías con dron.

La zona en la que se ha intervenido formaba parte de la primera línea del frente de la 69ª División republicana, en concreto, de la denominada “Posición nº 19 Monte Bajo”, que se extendía desde la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete (actual M-600) hasta el pequeño promontorio en el que se han realizado los trabajos arqueológicos, y que al final de la guerra estaba defendida por fuerzas del 395º Batallón de la 99 Brigada Mixta

Los restos objeto de nuestro estudio se encontraban en el extremo suroeste de dicha posición, y constituían solo una pequeña parte de un sistema defensivo mucho más amplio, que estaba formado por otros elementos en los que, de momento, no se ha intervenido, pero con los que estaban estrechamente relacionados, algunos de los cuales son visibles en el terreno, como el inicio de una galería subterránea construida en ladrillo, un nido de ametralladoras de características similares al que se ha intervenido o una estructura circular que interpretamos como un posible puesto de observación.


Desbroces mecánicos y limpieza manual 

La prospección superficial, los desbroces mecánicos y la limpieza manual en este espacio han permitido localizar las fábricas superiores de un interesante complejo formado por diversas estructuras defensivas: ramales de trincheras, la mayoría de ellas revestidas de ladrillo macizo; 6 pozos de tirador, 5 de ellos conformando un característico puesto de escuadra; 1 posible puesto de granadero; 2 espacios o habitáculos de planta rectangular con muros de hormigón y 1 nido de ametralladoras circular.

Todos estos elementos, completamente colmatados en la actualidad, fueron excavados en el terreno durante la guerra y algunos de ellos contaban con cubierta, posiblemente a base de vigas o rollizos y tierra.



Fotografía aérea de la zona antes y después de los trabajos arqueológicos, con la señalización de los elementos localizados (Fotografía Francisco Pino)

A continuación, pasamos a analizar cada uno de los elementos localizados:

TRINCHERAS

Como es sabido, las trincheras son zanjas profundas y estrechas excavadas en el terreno para ocultar a los defensores de una posición y protegerlos del fuego enemigo. En esencia, podríamos hablar de dos tipos de trincheras: las de combate, desde las que atacar o defenderse, y las de comunicación, que como su propio nombre indica servían para moverse por los diferentes elementos que conformaban una posición, recibiendo también el nombre genérico de zanjas o ramales de comunicación. Los tramos localizados durante la intervención arqueológica pertenecen a este último modelo.

Aunque desconocemos la medida exacta, entendemos que en su momento estas trincheras podrían tener en torno a 1,80 m de profundidad, la cual se complementaría con la protección que ofrecían los parapetos de tierra hasta alcanzar los 2 m de altura a los que se refieren los documentos de época consultados sobre esta posición. En cuanto al ancho, este varía entre los 0,5 m y los 0,95 m aproximadamente. En general, presentan un trazado ondulado y sus paredes están revestidas de ladrillo macizo.



Ramales de trinchera y pozos de tirador

POZOS DE TIRADOR

Los pozos de tirador eran pequeños espacios excavados en el terreno y ligeramente adelantados a las trincheras desde los que el soldado, protegido del fuego enemigo por la propia excavación y un parapeto de tierra y sacos terreros, podía hacer uso de un fusil o de un fusil ametrallador. Los pozos de tirador localizados en esta posición son individuales y de planta circular. Tal y como sucede con las trincheras, tienen sus paredes revestidas de ladrillo macizo.


PUESTO DE ESCUADRA

La escuadra era la unidad de Infantería más pequeña, formada por unos 5 soldados, con un cabo o jefe de escuadra al mando. Por tanto, un puesto de escuadra sería una obra de fortificación habilitada para este número de fusileros. En el caso que nos ocupa, encontramos un puesto de escuadra compuesto por cinco pozos de tirador individuales unidos a un ramal de circulación con forma de herradura, todo ello con las paredes revestidas de ladrillo. En su extremo derecho, el puesto de escuadra se complementa con otra estructura circular de mayor tamaño que los pozos de tirador, la cual interpretamos como un posible puesto de granadero.


Fotografía aérea del puesto de escuadra formado por 5 pozos de tirador y el posible puesto de granadero a la izquierda de la imagen (Francisco Pino)


PUESTO DE GRANADERO

Los puestos de granadero eran estructuras defensivas situadas por delante de las trincheras o ramales de comunicación, diseñadas para que el soldado pudiera lanzar granadas de mano en caso de que el atacante se encontrase lo suficientemente cerca de la posición (se calcula que la distancia máxima que puede alcanzar una granada lanzada a mano es de 30 a 40 m).

En las posiciones de la Guerra Civil no es del todo extraño encontrar puestos de granaderos complementando puestos de escuadra. Esto es lo que nos lleva a interpretar esta estructura circular, con las paredes revestidas de ladrillo macizo, como un posible puesto de granadero, aunque de momento no podemos asegurarlo taxativamente.


HABITÁCULOS


Uno de los habitáculos de planta rectangular con dos accesos, uno de los cuales se encuentra tapado por la encina

Durante los desbroces mecánicos y manuales han aparecido dos habitáculos o habitaciones de planta rectangular. Sus dimensiones aproximadas son de 5,74 m de longitud y entre los 1,71 m y 2,65 m de anchura. El más pequeño de ellos enlaza con el ramal que da paso al puesto de escuadra. El más grande se sitúa en las proximidades del nido de ametralladoras. Ambos parecen tener muros de hormigón en masa y cuentan con dos accesos situados paralelamente en una de sus paredes. En su momento debieron de contar con algún tipo de cubierta. Resulta complicado precisar la función que pudieron haber tenido: alojamiento, depósito, almacén… Quizás, una excavación completa de los mismos podría facilitar alguna información relevante sobre el uso que tuvieron estos espacios.


NIDO DE AMETRALLADORAS

La ametralladora era el elemento fundamental en el que se basaban las organizaciones defensivas de la Guerra Civil. Por este motivo, resultaba muy importante disponer de adecuados asentamientos para estas armas.


Imagen cenital del nido de ametralladoras (Fotografía Francisco Pino)

El nido de ametralladoras en el que se ha intervenido es de planta circular, con un diámetro total de aproximadamente 3,90 m. El sistema constructivo parece haber sido a base de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos con el espacio interior relleno de hormigón en masa. Cuenta con tres troneras de tamaños similares. Ha perdido la cubierta y dispone de un único acceso en codo que enlaza con un ramal de trinchera. El interior consiste en una cámara circular de aproximadamente 2,55 m de diámetro, totalmente colmatada en la actualidad.

 

Trabajos manuales en pozos de tirador y nido de ametralladoras

Trabajos de topografía


Cubrición de las estructuras localizadas con geotextil antes de ser cubiertas con una capa de tierra para evitar su deterioro


Como ya hemos señalado, de momento solo se han descubierto y limpiado las fábricas superiores de estas estructuras con el fin de localizarlas y documentarlas. El resto de estas obras no ha sido excavado, al igual que los otros elementos que conforman el yacimiento, y en los que de momento no se ha intervenido. Sin duda, futuras actuaciones arqueológicas podrán seguir aportando información interesante para interpretar adecuadamente esta posición situada en lo que fue la primera línea de fuego en el frente de Brunete.


JAVIER M.CALVO MARTÍNEZ