martes, 15 de diciembre de 2009

62) Los viejos libros del sótano




LOS VIEJOS LIBROS DEL SÓTANO

Hay unos lugares que desde que aparecieron en mi vida me cautivaron y convencieron de manera irreversible. Me refiero a las bibliotecas. No puedo situar exactamente cómo me enteré de su existencia ni quien me explicó su funcionamiento, pero puedo asegurar que fue pronto, muy pronto, y que enseguida me parecieron uno de los mejores inventos del mundo.

Lo que tardó algo más en llegar, fue la posibilidad de acudir a alguna de ellas. Recuerdo que en el colegio existía una pequeña biblioteca, pero siempre estaba cerrada con llave y no sería hasta los últimos años de la desaparecida EGB, cuando en el horario escolar se incluiría una hora obligatoria de lectura.

Por fortuna, a mediados de los ochenta comenzaron a aparecer bibliotecas públicas en todos los pueblos. Cada municipio fue teniendo la suya y en cuanto pude me saqué el carné de la que me correspondía, posiblemente el primer carné de mi vida.

Desde ese momento ha sido constante el fluir de libros de todo tipo que han pasado por mis manos gracias a ellas. Horas y horas de lecturas de manera totalmente gratuita. Estamos tan acostumbrados a su existencia que a penas valoramos lo que significan, pero hay que reconocer que resultan maravillosas.

En casa, desde pequeño, me inculcaron el gusto por los libros y la lectura, una afición que me ha acompañado desde siempre. Fui así apreciando y valorando los libros, no sólo por sus contenidos (que también), sino por el valor que en sí tienen. Ciertas editoriales, ediciones, colecciones, etc. se convirtieron en referentes especiales. Hacerse con ellos, normalmente resulta muy complicado. Viejos y olvidados títulos descatalogados o fuera de circulación desde hace décadas y que jamás se han vuelto a reeditar (ni seguramente se reeditarán). Sin embargo, podemos localizarlos en las bibliotecas, consultarlos y manejarlos.

Gracias a ellas he podido manejar libros y publicaciones que de otra manera habrían resultado inaccesibles, bien por su precio, bien por lo difícil que supone encontrar ciertos ejemplares.

Ni que decir tiene que, en lo que al estudio y conocimiento de la guerra civil se refiere, las bibliotecas resultan imprescindibles e insustituibles. En este sentido, no puedo dejar de hacer una mención muy especial a la Biblioteca de Humanidades de la Universidad Autónoma de Madrid, en la que he pasado y paso tantas horas o más que en los pupitres de las aulas.

El primer día que entré en ella, hace ya unos cuantos años, comprendí que estaba adentrándome en otra dimensión respecto a lo que a bibliotecas se refería. Metros y metros de estanterías repletas de miles de libros especializados, una completísima hemeroteca con publicaciones de medio mundo, audiovisuales, mapas de todas las épocas, grandes catálogos, exhaustivas bases de datos… en fin, todo un mundo de información en el que sumergirse. Moverse por sus pasillos era como adentrarse en un laberinto de autores y títulos, suponía perderse en un extenso océano de información.

Además, el servicio de préstamo interbibliotecario permitía solicitar libros de las bibliotecas de otras facultades y universidades, lo que multiplicaba considerablemente las posibilidades de consultar y manejar una gran variedad de obras.

Centrándome en el tema entorno al cual gira este blog, la guerra civil en el noroeste de Madrid, la Biblioteca de Humanidades de la Universidad Autónoma de Madrid es para mí una referencia inigualable. En ella he podido encontrar gran número de títulos, actuales y más antiguos, de los que poder sacar información sobre el tema. Consultando sus catálogos me he ido topando con buena parte de las bibliografías de obligada consulta para adentrarse en el estudio del tema.

Las “Monografías de la Guerra Civil” de Martínez Bande, editadas por el Servicio Histórico Militar; la mastodóntica obra de Ramón Salas Larrazabal, “Historia del Ejército Popular de la República”; los dos tomos del “Diccionario de la Guerra Civil Española” de Manuel Rublo Cabeza; los libros del general Vicente Rojo; las memorias de algunos importantes personajes, como Cipriano Mera, Enrique Lister o los diarios del general Varela, por citar sólo algunos de ellos; las “Operaciones de la guerra de España” de Luís María de Lojendio, los trabajos de López Muñiz, de G. Colodny, de A. Castells, de J. Gaule, de J. Arrarás, del Tebib Arrumi, de G. Cardona, de Rafael Casas de la Vega, de Julián Zugazagoitia, los “Partes Oficiales de Guerra”, las viejas revistas de "Historia Militar", y un larguísimo etcétera que no mencionaré para no aburrir ni marear más a los lectores.

Un conjunto de obras imposibles de consultar sino fuera por las posibilidades que ofrecen ésta y otras muchas bibliotecas.

Una cosa curiosa es que, cuando consulto los catálogos de los fondos de la Biblioteca de Humanidades a la búsqueda de bibliografía relacionada con las batallas de Madrid y de la carretera de La Coruña, me encuentro con que buena parte de los títulos no se encuentran en las estanterías de sala, sino guardados en los sótanos del edificio, donde la Biblioteca, posiblemente por falta de espacio, guarda un importante número de libros de todo tipo.

El caso es que muchas veces, cuando quiero utilizar ciertos títulos, la referencia que de ellos me encuentro en su ficha informatizada me remite al sótano, lo que supone que hay que acudir al bibliotecario o bibliotecaria de turno y solicitar que te lo suba de las profundidades del edificio. El proceso tarda un rato, porque la bajada a los sótanos se realiza sólo cada media hora.

Un día pregunté cual era el criterio que mantenían para decidir que libros podían permanecer en las estanterías de sala y que otros debían de guardarse en el sótano. La respuesta fue que en los sótanos se mantenían los ejemplares especialmente delicados y antiguos y los títulos menos solicitados y utilizados por los usuarios. Debo confesar que ésta contestación me gustó, porque como habitual solicitante de libros del sótano, me pareció pertenecer a una selecta minoría que gustaba de consultar rarezas y antiguallas.

Desde entonces, mientras espero la entrega del título solicitado, no puedo evitar imaginar unos sótanos oscuros y profundos en los que se amontonan polvorientos y olvidados libros cuyos contenidos, parece hacer mucho tiempo que a nadie interesan. Cuando por fin recibo el ejemplar, una pequeña emoción me acompaña hasta la mesa en la que abro sus tapas y comienzo a ojearlo. Ediciones algo antiguas, algunas ya con varias décadas, de las que he oído hablar y de las que he visto múltiples referencias en libros más modernos, pero cuyos originales es la primera vez que puedo consultar.

En ocasiones, estos libros han sido donaciones particulares a la Biblioteca de Humanidades. Cuando es así, en sus primeras hojas suelen aparecer las referencias del donante. Un donante que en algunos libros se repite, cómo es el caso de un tal Profesor Lorca, del que hasta ahora, nadie a quien he preguntado me ha sabido dar más información, pero que, evidentemente, llegó a tener un interés muy especial por la guerra civil en Madrid, pues buena parte de los libros que solicito del sótano llevan su marca. Es por ello que, sin conocer nada más de estos donantes, no puedo dejar de sentir cierta afinidad con alguno de ellos pues, por lo que parece, en algún momento nos interesaron los mismos temas.

Datos, fechas, referencias, análisis, nombres propios, lugares, mapas, estudios, fotografías, reseñas, narraciones, experiencias, memorias, investigaciones, bibliografías, sucesos, hechos, recuerdos, impresiones, sentimientos, vivencias…

Los libros, sean antiguos o modernos, constituyen auténticos contenedores de información. Una información más o menos objetiva, más o menos manipulada, pero interesante para todo aquel que sepa descodificarla y aprovecharla. Entre las hojas impresas se deslizan los retales y jirones de un tiempo pasado que, en cierta manera, revive cada vez que abrimos un libro.

No cabe duda de que las bibliotecas constituyen uno de los lugares más idóneos y apropiados en los que practicar la “caza” de libros.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografías: Dos imágenes de la Biblioteca de Humanidades de la UAM (JMCM)

3 comentarios:

  1. http://biblioteca.uam.es/humanidades/documentos/memoria2006.pdf

    Mira la pagina 18 de este documento, igual te da alguna pista. La biblioteca de Internet tambien tiene unos limites dificiles de imaginar.

    Un saludo y animo con el blog

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  2. Muchas gracias por la información.

    Don Alejandro Lorca, profesor de la Facultad de Económicas de la UAM. Donación de libros especializados en Historia contemporánea de España. Doy fe de que algunos de los títulos pertenecientes a esta donación, son realmente difíciles de encontrar hoy en día. Verdaderas joyas bibliográficas.

    Un saludo y, una vez más, muchas gracias.

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  3. Enhorabuena, un post delicioso. Me ha rememorado todos los sentimientos que emergen a la hora de aprender leyendo;consultar verdaderas joyas bibliográficas, que debido a los años que acumulan, siempre te hacen pensar por manos de quién han pasado y como el pensamiento o saber de alguien puede perdurar en unos papeles encuadernados.

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