viernes, 9 de diciembre de 2011

108) Sentir la Historia


SENTIR LA HISTORIA

“Me gusta la historia. No sería historiador si no me gustara. Cuando el oficio que se ha elegido es un oficio intelectivo resulta abominable dividir la vida en dos partes, una dedicada al oficio que se desempaña sin amor y otra reservada a la satisfacción de necesidades profundas. Me gusta la historia y por eso estoy contento al hablaros hoy de lo que me gusta.” (L. Febvure, “Combates por la Historia”).

Estas palabras, dirigidas a los alumnos de la Escuela Normal Superior (Francia) en el comienzo del curso de 1941, por el insigne historiador Lucien Febvure (1878-1956), renovador y filósofo de la disciplina, me sirven hoy para iniciar las siguientes reflexiones.

Por lo que puedo observar, la mayor parte de las personas que en algún momento determinado se sienten interesadas por la Historia, bien sea en un periodo concreto, en un personaje determinado o en la historiografía en general, se limitan a consultar alguno de los muchos libros publicados sobre ese tema, y, muchas veces, se autolimitan aun más, acudiendo solo a aquellos libros y autores que presuponen van a coincidir con sus ideas.

Nos encontramos así con un gusto e interés por la Historia un tanto pobre y limitado, más próximo a la literatura de entretenimiento (con todos mis respetos hacia este género) que a la historiografía propiamente dicha.

El mundo académico y profesional también tiene sus pegas. Muchos profesionales de la Historia desarrollan una actividad  que podríamos definir como “fosilizante”. Buena parte del mundo académico termina enclaustrándose en sus despachos y departamentos, moviéndose solo a la caza de una buena subvención, de un atractivo presupuesto para algún proyecto, independientemente del interés que éste pueda suscitar realmente. Trabajando, en el mejor de los casos, de puertas adentro, pero sin apenas contacto con las preferencias, inquietudes y preocupaciones de la sociedad. Acomodados en sus respectivas cátedras, muchos profesores y profesoras se dedican, curso tras curso, a repetir robóticamente los mismos temarios, los mismos programas y planes de estudio. Una perorata de datos, fechas, términos y nombres que rebotan entre las paredes del aula, ante la indiferencia y el aburrimiento generalizado del alumnado. Un alumnado que, por otra parte, parece pasar por la Universidad, sin que la Universidad pase por ellos, deseando concluir lo antes posible sus estudios y conseguir así una titulación que, en muchos casos, les servirá para lograr un trabajo que poco o nada tendrá que ver con lo que han estudiado durante sus años de carrera.

Algunos de esos licenciados se decidirán a emprender la titánica realización de una tesis doctoral, la cual, tras largos años de intensa y profunda investigación, acabará, junto a otras muchas tesis, cogiendo polvo en los estantes de algún departamento sin que nadie se interese nunca por lo que ese trabajo pueda contener entre sus cientos de páginas, y sin que el esfuerzo puesto en su realización garantice a su autor un futuro estable o prometedor.   

Por supuesto que no se puede generalizar, pero hoy he querido centrarme en los aspectos que considero más tristes y deprimentes sobre la forma en la que muchos profesionales, aficionados o simplemente curiosos, suelen entender la Historia.

Lo expuesto anteriormente son ejemplos de una forma de hacer y entender la Historia rígida, pobre, limitada, mustia… sin emoción ni sentimiento. No es extraño, por tanto, que para no pocas personas, la Historia sea algo aburrido, con poco sentido y utilidad, volcando en ella diferentes prejuicios, aprensiones y recelos que acaban cimentando la idea de que la Historia, su estudio y conocimiento, no es más que una pérdida de tiempo, a lo sumo, un mero entretenimiento.

Demasiadas limitaciones para una disciplina que forma parte de la propia esencia del ser humano, porque, una de las cosas que nos diferencia claramente de otras especies animales, es la necesidad de saber de dónde venimos, para así, entender el presente que nos ha tocado vivir. Esa irremediable necesidad de plantear preguntas y buscar respuestas de manera constante sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro indefinible futuro, esta detrás del sentido que para el individuo en concreto, y para la sociedad en general, tiene la Historia, la cual, de una manera u otra, está presente en el resto de disciplinas humanas. En palabras del propio L. Febvure, con el que iniciaba estas reflexiones:

“La historia es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca. Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades humanas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas condiciones de existencia material, política, moral, religiosa, intelectual. Ciencia de ese acuerdo que se negocia, de la armonía que, perpetua y espontáneamente, se establece en todas las épocas entre las diversas y sincrónicas condiciones de existencia de los hombres: condiciones materiales, condiciones técnicas, condiciones espirituales. Por ahí es por donde la historia descubre la vida."

Al hilo de todo esto, me viene a la memoria una novela que leí hace algún tiempo. Se titula “El país del agua”, del escritor británico G. Swift, publicada por Anagrama y de la que existe una adaptación cinematográfica. En ella, su protagonista, que precisamente es un profesor de Historia, reflexiona sobre el sentido de su disciplina:

“Sólo los animales viven absolutamente metidos en el aquí y ahora. Sólo la Naturaleza ignora la memoria y la Historia. El hombre sin embargo (si me permitís brindaros una definición) es el único animal que cuenta historias. Vaya donde vaya, siempre trata de no dejar tras de sí una estela caótica o un espacio vacío, sino unas cuantas pistas en forma de historias. El hombre tiene que seguir contando historias. Tiene que seguir inventándolas. Mientras haya una historia, todo marcha bien. Dicen que incluso en sus últimos momentos, en la fracción de segundos de la fatal caída (o cuando está a punto de ahogarse) el hombre ve pasar velocísimamente ante sus ojos la historia de su vida.”  

Si aceptamos esta idea de que la Historia forma parte de la propia naturaleza humana (yo así lo creo), ¿por qué conformarnos con un acercamiento a ella tan pobre y limitado como el que suele ser habitual? ¿por qué aceptar un tipo de Historia muerta, poco o nada atrayente, perdiéndose así el enorme potencial que nos ofrece?

Por todo ello, yo prefiero entender la Historia como algo vivo y activo, que se integra en el presente, formando parte del aquí y del ahora. Algo que puede destilar sentimiento y emoción y que lejos de permanecer estático en los ferreos y fríos límites del rigor academicistas, fluye por todas partes, al alcance de todo aquel que quiera aproximarse a ella, sumergirse en sus secretos y descubrir lo que oculta, aprendiendo para ello a descodificar sus claves y códigos. El estudio e interpretación del pasado no debería ser cosa de unos pocos. El trabajo de los profesionales es imprescindible y fundamental, pero el conocimiento histórico no es monopolio suyo. Más allá del corsé de los manuales y las grandes obras historiográficas, la Historia puede vivirse como una experiencia, una aventura, un aprendizaje util y práctico del que se pueden sacar enseñanzas para el día a día. Una actividad que puede ser erudita e intelectual, pero también lúdica y divertida. Conciliar conocimiento y entretenimiento no es tan dificil como a priori podría parecer.

Hay un montón de lazos que unen el presente con el pasado, puntos de inflexión en los que no parecemos deparar. La Historia es una especie de espejo en el que tanto los individuos como las sociedades pueden refejarse. Se puede así, aprender a interpretar, de una manera crítica y reflexiva, el estado de las cosas en el que nos encontramos, sacando conclusiones propias. Se trataría de recojer la idea del clásico Cicerón: “La Historia es maestra de la vida y testigo de los tiempos.”

El acercamiento a la Historia debería de ser mucho más que la lectura de las extensas bibliografías existentes. Son tantas las posibilidades y los medios con los que contamos hoy en día para acercarnos al conocimiento e interpretación del pasado, que el campo de acción puede llegar a ser innabarcable, por ello, parece un error reducirse a las fórmulas que podríamos denominar como tradicionales.

Pero, ante todo, creo que el acercamiento a la Historia es, o debería de ser, una cuestión de necesidad, de actitud, de emoción... y, sobre todo, de sentimiento.

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”
(Marco Tulio Cicerón 106 a. C.-43 a.C.)


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

DEDICADO A LA GENTE DEL FORO DE GEFREMA, POR SU MANERA TAN ESPECIAL DE ENTENDER Y ACERCARSE A LA HISTORIA.


Fotografía: Con la Historia bajo nuestros pies (Quijorna, JMCM, 2009)

7 comentarios:

  1. Monumental trabajo maestro.

    Aprovecho para rescatar una frase de Ortega y Gasset leída hace poco en la Biblioteca Fantasma: «Yo creo firmemente que los historiadores no tienen perdón de Dios. Hasta los geólogos han conseguido interesarnos en el mineral; ellos, en cambio, habiendo entre sus manos el tema más jugoso que existe, han conseguido que en Europa se lea menos Historia que nunca». (Revista de Occidente, 1928. OC IV, 1966, p. 524).

    Reciba un cordial saludo y muchas gracias por el brindis en la pequeña proporción que me corresponde.

    Florentino Areneros.

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  2. "A quienes nos gustan la Historia y el Pasado, nos ocurre esto. Empiezas a tirar del hilo y no sabes parar. Una cosa te lleva a otra y, al final, necesitas seguir y seguir profundizando en el mar de datos, fechas, direcciones, referencias, nombres, lugares, personajes, anécdotas, etc.

    Por ejemplo, comienzas interesado por algo puntual relacionado con la guerra civil y terminas por necesitar conocer lo de antes y lo de después. Tiene algo de locura y obsesión, una especie de patología. Hay quienes, para referirse a las personas que padecen esta dolencia, hablan de “enfermos de Pasado”. Un interés agudo e intenso, una necesidad imperiosa por saber y conocer datos sobre personas, lugares y sucesos que hace muchos años que desaparecieron.

    Es evidente que en este Foro nos movemos varias personas afectadas por esta dolencia. Recomiendo prudencia a los que estén libres de dicha patología, pues parece ser una enfermedad excesivamente contagiosa. Hay que procurar evitar la expansión de epidemias, especialmente, las de difícil curación, como es el caso."

    Gerión dixit...

    Totalmente de acuerdo con sus reflexiones -aunque no sé si más bien desear la rápida propagación de este tipo de epidemias, seguramente no nos iría peor que con otras más generalizadas hoy.

    Gracias por su magnífica bitácora.

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  3. Muy agradecido a los dos por sus palabras. Celebro que mis humildes reflexiones puedan resultar de su agrado e interés.

    Don Florentino, yo también soy un entusiasta seguidor de “La Biblioteca Fantasma” desde hace bastante tiempo. También, como bien sabe, de su blog “Sol y Moscas”, con el que tanto aprendo y disfruto, y cuyo estilo, tanto se corresponde con esa forma especial y diferente de entender la Historia que intentaba reivindicar en este artículo. Por cierto, ya me he percatado que ha enlazado este texto en el Foro de Gefrema, muchas gracias por el detalle.

    Orwell, me suena haber escrito eso en algún lugar, pero no recuerdo dónde, ni cuando. Sí recuerdo que la expresión “enfermos de Pasado” la tome de un artículo de Antonio Muñoz Molina, publicado hace algunos años en el diario El País, a raíz de la película de Carlos García-Alix, “El honor de las injurias. Busca y captura de Felipe Sandoval” (2007). Sea como sea, me sigue pareciendo una buena expresión, y esas palabras que parece que algún día escribí, creo que están bien traídas aquí. Gracias.

    Y sí, estoy de acuerdo con usted: hay “epidemias” que quizás no fuera malo que se expandieran un poco más. Desde luego, parece evidente que, al menos en la Red, el virus anda suelto. Por lo que a mí respecta, me temo que ya no tengo cura.

    Reciban los dos un afectuoso saludo.

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  4. Enhorabuena por la entrada. Yo, que no soy historiador, 20 años después de terminada la carrera me siento aguijoneado por la historia y la GC. Quizá, en algún momento, roza la obsesión, vicio al que han colaborado blogs como el suyo o el de Florentino, así como asociaciones del estilo de Gefrema o Colectivo Guadarrama. Ayer mismo, camino de Madrid, con un día de perros, nos paramos a hacer fotos a un fortín que en breve se verá sumergido en las aguas del Guadiana. Volver a leer a Lucien Febvre y sus "combates..", me recuerda a au maestro y padre del medievalismo moderno, Marc Bloch, fusilado por los nazis, que tanto se reverenciaba en la Facultad allá por los 80. Muchas felicidades por su blog.

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  5. Estimado Gerión, celebro que la cita le pareciera oportuna. Está tomada del foro de Gefrema, con fecha 13 de enero de 2010, en el hilo sobre Casa Camorra, que ud. bien conoce.

    Reciba un afectuoso saludo, en espera de poder hacerlo personalmente en un próximo encuentro gefremero

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  6. Hola Nacaital, bienvenido a este blog y gracias por sus comentarios.

    Febvure, Bloch, la Escuela de Annales, Braudel… buenos ejemplos de personas y experiencias que en un momento dado fueron capaces de romper barreras y limitaciones, renovando y reactivando la historiografía, dotándola de nuevos impulsos, de nuevas perspectivas, de nuevos sentimientos…

    Junto a estos ejemplos, podrían citarse muchos otros: diferentes corrientes, autores y publicaciones que, a lo largo de los años, han sabido enriquecer y oxigenar el estudio y el conocimiento historiográfico. Diferentes pruebas de que la historiografía no es (o no debería de ser) un ciencia definitiva y estática, sino en constante evolución y desarrollo, permeable y relacionable con el resto de disciplinas y capaz de poder hacer uso de multitud de herramientas para la investigación e interpretación del pasado.

    Mucha gente tiene una visión muy pobre y estereotipada de la Historia como disciplina, sin embargo, una de las cosas que más llama la atención cuando se comienza a profundizar en la idea de Historia, es lo mucho que se ha reflexionado sobre ella a lo largo del tiempo y el enorme abanico de interpretaciones e ideas que se han generado para intentar responder a preguntas tales como: ¿Qué es la Historia? ¿Para qué sirve la Historia? ¿Es realmente posible estudiar e interpretar el pasado? etc.

    Algunas de las asignaturas que más me interesaron y que más bonitas me parecieron durante los años de carrera fueron, precisamente, aquellas relacionadas con la Filosofía de la Historia, con los diferentes Métodos y Técnicas de investigación, con las diferentes escuelas y corrientes historiográficas. Gracias a esas asignaturas, conocí a autores como Febvure, al malogrado Bloch (arrastrado, como tantos otros contemporáneos suyos, por el torbellino histórico que le tocó vivir) y al resto de los principales continuadores de la Escuela de Annales, pero también a otros muchos autores, escuelas y corrientes historiográficas que me hicieron darme cuenta de lo mucho que puede dar de si esta disciplina, de los muy distintos puntos de vista que un mismo objeto de estudio puede provocar y de las muy diferentes sensibilidades con las que se puede afrontar el estudio del pasado. Por lo que percibo, usted también guarda buen recuerdo de ello.

    Espero que este blog le siga resultando interesante y participe en él siempre que lo estime oportuno. Muchas gracias por todo y reciba un cordial saludo.

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  7. Orwell:

    Muchas gracias por concretarme la procedencia de la cita. La verdad es que tenía curiosidad por saber dónde y cuándo había escrito eso. Como ya le comenté, la cita me parece bien traída a estos comentarios, pero sabiendo que procede del Foro de Gefrema, me lo parece aun más, por lo que éste tiene de espacio abierto de trabajo en equipo, de intercambio de conocimientos, análisis, reflexiones y sentimientos.

    Yo también espero poder saludarle en persona en algún evento gefremero.

    Gracias y un saludo.

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