lunes, 30 de septiembre de 2013

131) NOTICIA EXPLOSIVA




En los primeros días del mes de julio, algunos medios de comunicación se hacían eco de un singular hallazgo. Durante las obras de rehabilitación del Palacio del Infante Don Luis (también conocido como palacio del Duque de Sueca), en Boadilla del Monte, uno de los trabajadores encontraba una granada de mortero de 50 mm sin explosionar incrustada en la cubierta de uno de los portones que dan acceso al recinto palaciego.

Aunque han pasado ya varios meses, considero interesante recoger dicho suceso en este blog, pues constituye un ejemplo más de la presencia que la Guerra Civil Española sigue teniendo en los municipios del oeste y el noroeste madrileño.

Las personas que lo deseen pueden leer la noticia tal y cómo la publicó la prensa digital el día 6 de julio de 2013. Aquí van algunos ejemplos (pinchar encima para abrir los enlaces): "Europapress", "Globedia", "Mirada Oeste", "La Razón". También pueden verse los videos que sobre esta noticia elaboraron en su día "Ciudad Virtual TV" o "Telemadrid".


Como puede comprobarse, todos los medios recogen la noticia prácticamente igual, sin apenas diferencias y aportando una información que, además de muy limitada, parece cuestionable. En esencia, todos ellos, haciéndose eco de las declaraciones del alcalde de Boadilla del Monte, dan por hecho que el artefacto aparecido fue lanzado contra el palacio por el ejército republicano durante la batalla de Brunete. La cosa tendría su gracia si tenemos en cuenta que dicha batalla dio comienzo, precisamente, un 6 de julio de 1937, es decir, exactamente 76 años antes del hallazgo de la granada. Pero esta interpretación, aunque atractiva, parece muy poco probable.

La ofensiva republicana en el sector de Brunete de julio de 1937 estaba planteada como una maniobra de doble envolvimiento con dos ataques simultáneos: uno de ellos, el principal, protagonizado por dos Cuerpos de Ejército, el V y el XVIII, en el espacio comprendido entre los ríos Perales y Guadarrama; el otro ataque, lo tenía que desarrollar un reconstituido II CE en el sector de Vallecas. Estos ataques debían de romper el frente enemigo, enlazando  ambas fuerzas de maniobra a la altura de Alcorcón para así, embolsar y aniquilar a las vanguardias franquistas que asediaban Madrid desde noviembre de 1936.

Boadilla del Monte, en cuyo palacio se encontraba situado el Cuartel General de la 11ª División del Ejército Nacional, al mando de Iruretagoyena en aquél momento, se encontraba entre los objetivos asignados al XVIII CE republicano, que, en diferentes fases, debía avanzar en dirección a Villanueva de la Cañada, Romanillos y El Mosquito, conquistando estos objetivos para, a continuación, ocupar Boadilla del Monte y hacerse con el control de las carreteras que iban hasta Móstoles y Villaviciosa de Odón.

En las primeras horas del día 8 de julio, la XIII BI recibió la orden de ocupar las alturas de Romanillos, y la XV BI el cerro de El Mosquito, debiendo de proseguir hacia Boadilla una vez alcanzados dichos objetivos. Como es sabido, estas unidades se estrellarían una y otra vez contra la tenaz resistencia de El Mosquito y Romanillos, que se convirtieron en una auténtica sangría. Sin embargo, mientras las unidades republicanas se esforzaban en vano por hacerse con el control de estas alturas, y en la zona comprendida entre el Olivar de Miraval y el palacio Rúspoli (o Casa Jardín) se escaramuceaba en una confusa y desgastante lucha, un repentino y poco planificado ataque, permitió que, por sorpresa, una compañía apoyada por algunos carros, lograse avanzar hasta situarse frente a Boadilla. Esta pequeña avanzadilla se topó con la resistencia que se le ofrecía desde el cementerio del pueblo, que había sido convertido en un baluarte defensivo. Lo cierto es que la resistencia que podían ofrecer en aquél momento los defensores de Boadilla dejaba mucho que desear, pero fue suficiente para frenar a los indecisos republicanos y que estos se dieran media vuelta. Sobre este episodio, contamos con el testimonio de un oficial perteneciente a la 11ª D del Ejército Nacional que en aquel momento se encontraba en Boadilla: 

“El día 8 se nos colaron. Este fue el día grave de la defensa de Boadilla. Llegaron a asomarse al cerro de La Mira, que domina el pueblo por el noroeste. Vinieron por la carretera de Brunete. Entonces podían haberse apuntado un triunfo fácil y casi gratis. Nadie podía venir en nuestra ayuda, e incluso habíamos mandado a primera línea una improvisada tropa de escribientes y rancheros. Todavía no sé cómo se pudo evitar lo peor. Eran como un batallón, acompañados de media docena de carros rusos. Lo suficiente para habernos asado en nuestro propio jugo. El hecho es que las fuerzas de seguridad del pueblo, unos guardias civiles, algunos paisanos armados y hasta un par de docenas de soldados, les hicieron frente, y, en vez de venir a por ellos y llevárselos por delante, se limitaron a tirarles cuatro cañonazos, a hacerles una docena de bajas y a retirarse ordenadamente por la carretera.” (Oficial del Ejército Nacional destinado en el Cuartel General de la 11ª D, en Boadilla del Monte).

Este descoordinado y poco decidido ataque, supuso la mayor progresión que lograron los republicanos sobre Boadilla  durante la batalla de Brunete, una progresión que se limitó a un intercambio de fuego desde la distancia con los defensores que se encontraban parapetados en el cementerio del pueblo. Parece difícil, aunque no imposible, que pudiera alcanzarse el palacio del Infante Don Luis con un proyectil de mortero ligero, ya que una granada de 50 mm, como la encontrada durante las obras de rehabilitación, tenía un alcance efectivo de unos 500 m, y un alcance máximo de 1000 m.

Lo más probable es que dicho proyectil no proceda de los combates entablados en el sector de Boadilla del Monte durante la batalla de Brunete (julio de 1937), sino de los que tuvieron lugar a mediados de diciembre de 1936, durante la segunda fase de la batalla de la carretera de La Coruña, unos combates que se alargaron durante varias jornadas y que alcanzaron una gran intensidad, llegándose al cuerpo a cuerpo, no solo en las mismas calles de Boadilla del Monte, sino también en el interior del palacio del Infante Don Luis. Estos episodios han sido tratados ampliamente en este blog, pero parece una buena ocasión para recordarlos, aunque sea brevemente.

Para ello, hay que cambiar el seco y abrasador verano de 1937, en el que se desarrolla la batalla de Brunete, por el gélido y húmedo invierno de 1936, cuando la División Reforzada de Madrid, al mando del general Orgaz, se dispone a realizar un amplio movimiento de avance por el flanco izquierdo de su dispositivo. Estamos en los primeros días de diciembre, las fuerzas que atacan Madrid hace semanas que han quedado frenadas en los arrabales de la ciudad. Las acciones desarrolladas en el sector de Pozuelo para mejorar ese estancamiento han sido muy poco efectivas y se decide actuar con contundencia varios kilómetros al oeste de la capital. La idea principal de maniobra consiste en realizar un ataque de sur a norte, partiendo de la línea Villaviciosa-Brunete. Sobre Boadilla del Monte van a caer tres columnas: la de Barrón, la de Siro Alonso y la de Buruaga. La operación se fija para el 13 de diciembre, aunque las adversas condiciones climatológicas la retrasarán hasta el día 15.

El día 16 la Columna Barrón desborda Boadilla del Monte por el oeste, y la de Siro Alonso por el este, mientras la de Buruaga penetra en el pueblo, entablándose una dura lucha por el control de sus calles y edificios. Estos combates han sido tratados en este blog en entradas anteriores, como por ejemplo, “TRINCHERAS VACÍAS” u “OBJETIVO BOADILLA” (entre otras). Precisamente en esta última, se recogía la reseña que sobre el asalto al palacio de Boadilla recoge Luís María de Lojendio, en su libro “Operaciones militares de la Guerra de España, 1936-1939”, y que vuelvo a reproducir aquí por lo ilustrativo de aquél episodio para el tema que ahora nos ocupa:

“Fuera del pueblo quedaba el castillo: una mole imponente en la que resistía un resto de tropa de la Guardia Civil roja, parapetada con ventaja en su fortaleza. Fue necesario avanzar al asalto como en las grandes ocasiones. Las fuerzas del Tercio derribaron un trozo del muro del jardín y a pecho descubierto emplazaron sus máquinas. La lucha personal, cuerpo a cuerpo, se generalizó hasta en sus últimas instancias (…). De cuál fue la naturaleza del encuentro que allí se libró da idea el hecho de que, al ocupar el castillo, de sus habitaciones hubo que retirar un centenar de cadáveres enemigos. Buena estampa representativa de los violentos combates de esta época en el sector de Madrid.”

A tenor de esta información (y de otras parecidas), se deduce que el palacio del Infante don Luís (al que Lojendio se refiere como castillo) fue uno de los últimos edificios, si no el último, que las tropas de Buruaga lograron ocuparon al entrar en Boadilla del Monte. El esfuerzo principal corrió a cargo de fuerzas del Tercio, que tuvieron que vencer una tenaz resistencia republicana, en la que destacaron fuerzas de la Guardia Nacional Republicana (nombre con el que se rebautizó  a la Guardia Civil que había permanecido leal al gobierno republicano tras la sublevación militar de julio). El acceso al recinto palaciego se realizó abriendo brecha en sus muros y portones. Para ello, casi con toda seguridad, los legionarios harían uso de sus morteros ligeros, un arma característica de las fuerzas de asalto y muy práctica y efectiva en las distancias cortas. Muy probablemente, la granada de mortero 50 mm recientemente encontrada en las obras de rehabilitación del palacio, y que por algún motivo no estalló (posiblemente por un fallo técnico), proceda de aquél asalto en el que los legionarios, tras conseguir derribar partes del muro, fueron avanzando por los jardines del palacio hasta introducirse en el interior del edifico, donde se entabló una lucha desesperada con sus defensores, una lucha a muerte por el control de las diferentes estancias y plantas del palacio.

Como ya he señalado, todo apunta a que la granada encontrada procede de aquellos combates de diciembre de 1936, tanto por las características del artefacto, como por el lugar en el que ha aparecido. Sea como sea, finalmente la granada estalló, aunque eso sí, de forma controlada y setenta y siete años después de haber sido lanzada (ver video de la detonación practicada por los TEDAX en el mismo recinto del palacio).

No es la primera vez, ni será la última, que aparecen proyectiles de la GCE sin explosionar. De hecho, es más frecuente de lo que mucha gente cree. Aunque parezca mentira, más de siete décadas después, son muchas las huellas y restos que aún permanecen de aquél conflicto. Algunas de esas huellas, aun mantienen todo su poder destructivo.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ



NOTA 1

Las fotografías que encabezan este artículo han sido obtenidas de una entrada publicada el 6 de julio en el Foro de la asociación GEFREMA, en donde, por cierto, Guillermo Poza (Guilpomad), buen conocedor del desarrollo de la GCE en esta zona de Madrid, ya aventuraba la misma interpretación que aquí se ofrece sobre el origen de la granada hallada en el palacio de Boadilla del Monte. Ver la entrada del Foro de Gefrema.

NOTA 2

También este verano nos enterábamos de un triste suceso: un joven de San Martín de la Vega sufría graves lesiones al estallarle un artefacto explosivo de la GCE (ver noticia). No conocemos a la persona afectada y desconocemos los detalles de tan trágico episodio, por lo que nos abstendremos de realizar comentarios, valoraciones u opiniones sobre el mismo. Solamente queremos transmitir nuestro apoyo a esta persona, a sus familiares y amigos, deseándole la más pronta y mejor de las recuperaciones.
 


lunes, 5 de agosto de 2013

130) MÁS HUELLAS DE LA GUERRA CIVIL




Hace algunos meses se publicaba en este blog una entrada titulada UNA TENUE PRESENCIA, en la que se incluína algunas fotos con balas de la Guerra Civil que, aún hoy en día, permanecen incrustadas en viejos muros del noroeste madrileño.

Hoy incluimos un par de fotografías de una antigua casa ubicada en lo que fue el frente de Las Rozas, cuya fachada se encuentra cosida por impactos de fusilería, metralla y ametralladoras.

Otro vestigio más que deja constancia de los años de guerra vividos en esta zona.


 JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

miércoles, 3 de julio de 2013

129) LAS BRIGADAS INTERNACIONALES EN LA BATALLA DE LA CARRETERA DE LA CORUÑA




No son pocas las referencias, e incluso los post completos, que se han dedicado en este blog al papel jugado por las BBII durante la batalla de la Ctra. de La Coruña. Pero parece oportuno dedicar un espacio en el que, de una manera resumida, se recoja una visión global y ordenada de los combates en los que participaron los voluntarios internacionales durante aquellas jornadas. Para ello, repasaremos algunos de los artículos publicados aquí con anterioridad, ampliando y complementando la información con nuevos datos, detalles y referencias obtenidos de diferentes fuentes primarias y secundarias.

Empecemos, a modo de introducción, por la llegada de las primeras BBII al frente de Madrid. Estamos a principios de noviembre de 1936. Las tropas de Varela se aproximan a los arrabales de la capital. La ciudad se prepara para la defensa. La batalla de Madrid está a punto de comenzar:

El 4 de noviembre (esta fecha causa cierta controversia entre los investigadores) habían salido precipitadamente de Albacete, hacia el frente madrileño, los tres primeros batallones internacionales: el Edgar André, el Comuna de París y el Dombrowski, matriz de la que sería XI Brigada Internacional. En un primer momento, estas fuerzas fueron desplegadas al sudoeste de la capital, lugar por el que el Estado Mayor republicano esperaba recibir el ataque más fuerte. Sin embargo, ante la posterior certeza de que el enemigo desencadenaría su esfuerzo principal sobre la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, las unidades internacionales fueron trasladadas al noroeste de Madrid. Es así como el día 8 de noviembre encontramos a los internacionales defendiendo la línea del río Manzanares entre el puente de San Fernando y el kilómetro 4,5 de la carretera de La Coruña. En total son unos 1.600 hombres.

El jefe de estas fuerzas, con su puesto de mando en la Facultad de Filosofía y Letras, es un antiguo oficial del ejército austrohúngaro hecho prisionero durante la Primera Guerra Mundial por el ejército ruso y que, en 1917, al desencadenarse la revolución soviética, había combatido en las filas bolcheviques, ingresando posteriormente en la Academia Militar moscovita Frunze. Se trata de un hombre al servicio de la URSS y de la Komintern llamado Manfred Zalmanovich Stern, pero que en España será conocido por el nombre de Emilio Kleber o general Kleber.

Ya en estos primero momentos del ataque directo a Madrid aparecen algunas confusas informaciones sobre la actuación de unidades internacionales en la zona que poco después sería escenario de la batalla de la carretera de La Coruña. Es así como diversa prensa de aquellos días (especialmente del día 9 de noviembre) recoge la actuación de unidades internacionales presionando desde el sector de Pozuelo, Humera y Aravaca sobre el flanco izquierdo de las fuerzas franquistas que intentan progresar por la Casa de Campo. Y en la orden dada por Miaja y Rojo, con fecha 13 de noviembre, se ordena a las fuerzas de Kleber atacar en dirección sur, envolviendo la Casa de Campo por el oeste y progresando en dirección Campamento, acción que obtendría pocos resultados. Las tropas asaltantes presionan muy fuerte sobre ese sector, intentando romper el frente por diferentes puntos. El día 15, el general Miaja ordena a los internacionales cerrar el paso al enemigo en la línea comprendida entre Ciudad Universitaria y Puerta de Hierro.

Para reforzar el dispositivo republicano, el 17 de noviembre llega al sector de la Universitaria la XII BI. Es la segunda brigada internacional que se crea en la base de Albacete. Está formada por los batallones Garibaldi, Thaelmann y André Marty, bajo el mando de Maté Zalka, más conocido en España como general Lukacs. La vida de este singular personaje, que morirá en el frente de Huesca en junio de 1937, tiene ciertas similitudes con la de Kleber: combatió en la Primera Guerra Mundial como oficial del ejército austrohúngaro, fue hecho prisionero por los rusos y deportado a Siberia, al estallar la revolución soviética se alistó como voluntario en el Ejército Rojo, siendo condecorado por sus hazañas bélicas. En 1936 encontramos a Maté Zalka como uno de los principales organizadores de las Brigadas Internacionales.

La XII BI, que apenas un par de días antes ha sufrido un durísimo castigo en el otro extremo del despliegue general de la defensa al intentar ocupar el Cerro de los Ángeles (Cerro Rojo para los republicanos), es inmediatamente situada en primera línea en torno a la carretera de La Coruña, donde sufren un nuevo castigo, teniendo que replegarse y perdiendo importantes posiciones como el Palacete de la Moncloa.

Para finales de noviembre las bajas de las dos brigadas internacionales son muy numerosas. Tras semanas de cruentos combates, estas fuerzas han perdido aproximadamente el 30% de sus efectivos. Se hace necesaria una reorganización general. Kleber, meteóricamente ascendido y laureado por el aparato propagandístico de los comunistas, pasa a asumir el mando general de las dos brigadas internacionales; Hans Khale se encarga ahora de la XI BI, en la que se reúnen los batallones Thaelmann y Edgar André, predominantemente alemanes, mientras que el Dombrowski pasa a la XII BI.

La batalla de Madrid ha finalizado. Las tropas asaltantes han conseguido cruzar el Manzanares introduciendo una peligrosa cuña en la Ciudad Universitaria con su vértice en el Hospital Clínico, pero son incapaces de seguir progresando. La situación de estas vanguardias es muy delicada. El mando franquista no quiere perder la iniciativa y rápidamente prepara nuevas operaciones para desarrollar en el flanco izquierdo de su dispositivo. Las BBII no tendrán mucho tiempo para reponerse del duro castigo recibido. La batalla de la carretera de La Coruña está a punto de comenzar.

El 27 de noviembre, paralizado ya el ataque directo a Madrid, el general Miaja reorganiza su frente y prepara las tropas con las que cuenta para la nueva acometida que van a recibir. Las fuerzas de defensa de la capital son divididas en Sectores. El Primer Sector, que abarca desde la Ciudad Universitaria hasta más allá del río Guadarrama, va a ser el más importante y comprometido, pues será la zona en la que se desarrollen las operaciones de la batalla de la carretera de La Coruña. Al mando de este Primer Sector se sitúa a Kleber, una prueba más de su rápido y sorprendente ascenso, un ascenso que no es bien visto por destacados mandos españoles, empezando por el propio Vicente Rojo, que considera a Kleber, entre otros apelativos nada honrosos, una persona sin dotes de mando, insubordinada y mentirosa.

La batalla de la carretera de La Coruña se inicia el 29 de noviembre, cuando las columnas de Varela rompen el frente en el sector Aravaca-Humera-Pozuelo. No es ahora el momento de profundizar en el desarrollo de estos combates, ampliamente tratados ya en este blog (los interesados en el desarrollo general de la batalla pueden consultar el artículo: “INTENTO DE RESUMEN DE UNA BATALLA”). Como indicaba al inicio de este artículo, nos detendremos solo en los principales episodios protagonizados por las BBII.

En esta primera acometida de las tropas franquistas (ver “CEMENTERIO DE POZUELO”), encontramos a la XII BI actuando en el sector de Pozuelo, defendiendo el terreno e intentando desencadenar algunos contraataques. El día 1 de diciembre, los batallones Dombrowski y Garibaldi se internan en la Casa de Campo, escaramuceando contra moros y legionarios sin lograr resultados destacados. En los días sucesivos, hasta el 4 de diciembre, los internacionales se baten junto a tropas españolas en los alrededores de Pozuelo, destacándose el batallón Garibaldi, cuya actuación recibirá la felicitación del Alto Mando, siendo su jefe, Randolfo Pacciardi, ascendido a teniente-coronel. Con la ocupación del Cementerio de Pozuelo y de la Colonia de la Paz la ofensiva franquista queda neutralizada. La primera fase de la batalla de la carretera de La Coruña ha concluido. 

Los días 7 y 9 de diciembre, inmersas en un apresurado proceso de reorganización, las dos brigadas internacionales XI y XII llegan a El Pardo. Allí reciben el refuerzo de otros 900 combatientes recién venidos de Albacete. No podrán descansar demasiado tiempo, pues el día 14 de diciembre el enemigo vuelve a romper el frente, esta vez, en el sector de Boadilla del Monte (ver artículos “OBJETIVO BOADILLA”, “TRINCHERAS VACÍAS”). Las dos brigadas internacionales son enviadas apresuradamente para intentar cerrar la brecha. Llegan en camiones hasta una distancia prudencial del frente, desde donde se desplazan, casi a la carrera, hacia la primera línea de fuego. No hay tiempo que perder. En el camino se cruzan con el desorganizado repliegue republicano: unidades diezmadas, soldados agotados y desorientados, heridos que no reciben atención médica… La llegada de los internacionales supone una pequeña dosis de moral para las castigadas tropas republicanas. Algunos de los combatientes que se retiraban deciden unirse a los batallones internacionales y vuelven a combatir al frente.

Al amanecer del 16 de diciembre, camuflados por una densa niebla, la XI BI atraviesa los densos encinares y se sitúa frente a Boadilla del Monte, ocupada el día anterior  por las tropas de Franco. Los internacionales, parapetados en improvisadas trincheras, deben de evitar que el enemigo siga avanzando, y contraatacar si es posible. Sobre la actuación del batallón Thaelmann en aquellas jornadas se publicó un pequeño artículo en este blog titulado “¡GEFALLEN!”, basado en las memorias de uno de sus protagonistas, Esmond Romilly. Jacques Delperrie, en su mítico libro “Les Brigades Internationales” (París, 1968), basándose en el testimonio de alguno de sus protagonistas, nos relata la actuación del batallón Comuna de París:

“El 16 de diciembre por la mañana, el batallón Comuna de París está ante Boadilla. Los voluntarios han ocupado posiciones por la noche, han cavado agujeros, en la ladera de una pequeña cresta. A las 6, la bruma se disipa, vienen cocineros con bidones de café, agujereados por la metralla y sin café… De pronto, se oyen ruidos de cadenas y motores: una docena de tanques avanza por la llanura, trepan entre árboles, rugen, insectos pesados y lentos de caparazón de acero lanzando fuego por todas sus piezas.

El jefe de sección, Pierre Rösli, grita a sus hombres: -¡Dejad pasar a los carros y tirad sobre la infantería!- Una bala de ametralladora golpea su casco, lo atraviesa, le abre la sien. Cuando vuelve a abrir los ojos está en tierra y, alrededor de él, bajo los obuses, las ramas vuelan y llueven. Da el mando de la sección a André Sudre, de Burdeos, jefe de grupo. Dos camilleros se precipitan a recogerle. Veinte metros más lejos uno de ellos está muerto.

Los carros avanzan. De sus ametralladoras, de sus cañones salen incesantes disparos. El Comuna de París es expulsado de sus posiciones. Ahora los franceses están en la parte baja de la pendiente, cuerpo a tierra, con ametralladoras que no funcionan, que no se pueden transportar.

Hacia mediodía se levantan y se lanzan hacia la cima cantando La Internacional. La compañía de Jacquot va en cabeza. Dos carros son inmovilizados con granadas.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Ese día, el Comuna de París sufre un durísimo castigo, al final del día termina retirándose en desorden. La noche la pasará enterrando a sus muertos en los mismos encinares en los que han caído. Algo similar cabe decir del batallón Thaelmann, será capaz de realizar pequeños golpes de mano a lo largo de las siguientes jornadas. Algunas de estas acciones desarrolladas en los encinares de Boadilla tendrán éxito, desalojando al enemigo de sus posiciones, capturando hombres y material. Pero otros supondrán una escabechina, como ocurre con el grupo de 30 voluntarios que parte al mando de un alemán de 24 años llamado Oswald. Tras una emboscada en la que se entabla una dura lucha cuerpo a cuerpo, solo regresan 2 internacionales, la mayoría de sus compañeros han sido liquidados a bayonetazos. En las escaramuzas que se entablan en los encinares de Boadilla desaparecen secciones enteras de los internacionales, de las que no volverá a saberse nada. El cadáver de Arnold Jeans, jefe de uno de estos grupos, será encontrado degollado y castrado, una práctica habitual entre los norteafricanos que combaten en las filas de Franco.

Tras días de duros y sucios combates, entre la espesa niebla y un frío helador, la ofensiva franquista se detiene.

El 28 de diciembre, finalizada la segunda fase de la batalla de la carretera de La Coruña, la XII BI (Luckacz) es trasladada desde el frente madrileño al de Guadalajara, donde permanecerá hasta el día 5 de enero, en que nuevamente será enviada con urgencia al noroeste madrileño, esta vez al sector Majadahonda-Las Rozas. Aprovechando el impase de su oponente, el Alto Mando republicano proyecta una operación ofensiva encaminada a reconquistar Villanueva de la Cañada y Brunete. Con este objetivo, el 29 de diciembre,  la XI BI (Hans Kahle) intenta un golpe de mano sobre estos objetivos, que acabará en fracaso (ver artículo “ATAQUE SOBRE LA CAÑADA”). 

El 3 de enero, las reorganizadas y bien reforzadas columnas franquistas, precedidas de una fuerte preparación artillera, rompen nuevamente el frente con una gran cantidad de fuerzas terrestres, carros de combate, aviación y artillería. Haciendo retroceder a la 35 BM (mandada por el italiano Nino Nanetti), toman Romanillos, Villafranca del Castillo, Villanueva del Pardillo, y presionan peligrosamente sobre Las Rozas y Majadahonda. La pésima actuación del jefe del Sector, el general Kleber, es considerada inaceptable por el Estado Mayor republicano, siendo sustituido del mando en plena batalla por el comandante Cuevas (para ampliar información ver el artículo: “CASTILLO DE VILLAFRANCA”). 

La XI BI, tras su fracaso del día 29 frente a Villanueva de la Cañada, se encuentra desplegada entre Villanueva del Pardillo y Majadahonda, donde  intentará cerrar la brecha abierta por el enemigo. Posiblemente, esta brigada sea una de las unidades republicanas que mejor se comportaron durante aquella jornada, pero finalmente retrocede ante el fuerte avance de las unidades blindadas. La presión crece sobre Majadahonda, que es atacada por tres lados diferentes. El batallón Edgar André es prácticamente copado por el enemigo, logrando escapar del cerco, in extremis, gracias al sacrificio de un grupo de ametralladoras formado por 12 alemanes y 3 ingleses, que fallecerán al resistir hasta el final mientras cubren la retirada de sus compañeros. 

Por su parte, el Thaelmann ocupa posiciones al sur de Majadahonda, enlazando por la derecha con lo que queda de la 35 BM. A lo largo de aquel día se rompe el contacto entre las diferentes unidades republicanas. El Thaelmann (401 hombres entre alemanes, austriacos, franceses y españoles) es rodeado, pero aguanta todo el día hasta que consigue replegarse en dirección Galapagar. Cruzan el río Guadarrama en orden y sin perder material, logrando alcanzar la retaguardia republicana. Tras 24 horas de descanso, se reincorporarán nuevamente al combate, sufriendo un terrible y definitivo castigo del que hablaremos un poco más abajo. Finalmente, el día 3 de enero Majadahonda cae en poder de las tropas de Franco.

La acción de la aviación franquista alcanzará al propio puesto de mando de la XI BI, ubicado en el Palacio de la Zarzuela, que será bombardeado, resultando herido el comandante Dumont, al que sustituye Marcel Sagnier.

Tras la caída de Majadahonda, la presión se cierne sobre Las Rozas (ver artículos: “UN CRUCE PELIGROSO”, “POZO MISTERIOSO”), que terminará cayendo el día 4. Ante la crítica situación, el batallón Thaelman, que se encuentra recuperándose en Galapagar, es enviado urgentemente al sector de Las Rozas. Sobre el papel jugado por este batallón en aquellas jornadas se publicaron en este blog dos artículos, “EL THAELMANN A LAS ROZAS” y “SANGRE INTERNACIONAL”, en donde se narraba la trágica experiencia que tuvo que sufrir esta unidad al intentar cortar el paso a las tropas franquistas en la carretera de La Coruña. En esta ocasión, reproducimos la versión que sobre aquellos sucesos nos proporciona Jacques Delperrie de Bayac en su libro anteriormente citado:

“El 7 de enero para el Thaelmann es un día trágico. En el sector de Las Rozas es desbordado una vez más por sus alas mientras intentaba avanzar. Son las once y cuarenta horas cuando los voluntarios de la 1ª Compañía ven ante ellos dos carros, a 300 o 400 metros. Los voluntarios se preguntan si serán amigos o enemigos, cuando surgen otros quince más seguidos por la infantería. La 1ª Compañía tiene el tiempo justo de lanzarse a una trinchera estrecha, cerca de la vía del tren. Los hombres se clavan allí. Casi todos ellos son alemanes y los carros de combate que se dirigen contra ellos son alemanes también. Lanzan granadas pero es demasiado tarde: los carros llegan sobre ellos y enfilan la trinchera, haciendo una masacre. Después ataca la aviación nacional. Dos docenas de aviones pasan y vuelven a pasar sobre el Thaelmann, bombardeando y ametrallando. El batallón es hecho migas. Más de 100 muertos, más de 200 heridos. Los supervivientes franquean el terraplén del ferrocarril. Se reagrupan en un bosque. Todos los heridos y muchas armas han sido abandonados. La moral está rota. Hay hombres que no quieren volver a luchar. Horas más tarde reciben órdenes de contratacar. Responden: Imposible. El batallón Thaelmann ya no puede más.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Los días 7 y el 8 los batallones Edgar André y Comuna de París retroceden con cierto orden mientras siguen combatiendo en dirección a El Pardo, buscando el refugio de sus espesuras. También ellos son atacados por carros de combate y aviones, sufriendo muchas pérdidas. Las bajas de la XI BI se cuentan por cientos.

La lucha en el sector de Remisa-El Plantío fue recogida en este blog en artículos tales como “RESISTIR. La XI BI, la 35 BM, las fuerzas de El Campesino, las de Mera, etc., no son suficientes para cerrar la brecha. Las columnas franquistas avanzan por la carretera de La Coruña en dirección a Madrid, el cerco se cierra ahora sobre el sector de Pozuelo, en donde se combatirá calle a calle, casa a casa (ver artículos: “EN LAS CALLES DE POZUELO” y “POZUELO DE ALARCÓN”). En su libro “Hª militar de la Guerra de España” (Madrid, 1969), Aznar indicará sobre aquella lucha: “en las trincheras y en las calles, trozos de cadáveres son el signo de la violencia de los combates”.

El 9 y 10 de enero se producen duros combates en el Puente de San Fernando. Los sublevados son rechazados. Unidades republicanas, entre las que se encuentran fuerzas de  la XI BI, contraatacan recuperando algunas trincheras que encuentran repletas de muertos. La ofensiva franquista, con la ocupación de parte de la Cuesta de las Perdices y del Cerro del Águila, llega a su fin (ver artículos: “EL FINAL DE UNA OFENSIVA”). Ambos ejércitos están agotados, pero los republicanos necesitan contraatacar para intentar contrarrestar el golpe recibido antes de que su contrincante se recupere del duro desgaste. Para ello se trasladan a Madrid unidades de otros frentes, entre ellas la XII BI, que como indicábamos anteriormente se encontraba combatiendo en Guadalajara desde finales de diciembre, y la XIV BI, que llegará desde el sector de Lopera para estrenarse en el frente madrileño después de un largo y agotador viaje en tren, camiones y duras marchas a pie. J. Delperrie describe de la siguiente manera dicho viaje:

“La XIV BI, muy experimentada tras los combates de en el sector de Lopera, ha embarcado en Andújar con dirección a Madrid. Más allá de Tembleque la vía férrea está cortada por los nacionalistas. Los hombres se apean del tren y son transportados en camiones.

Tienen que rodear Madrid por el este y por el norte. El viaje es muy largo. De noche, los camiones ruedan con los faros apagados. El convoy se estira a lo largo de varios kilómetros. Unos camiones se averían, otros se pierden: volverán a encontrarse después de la batalla. Los voluntarios del 10º batallón se reparten algunas latas de conserva, los del 13º mastican las migas de pan y de tabaco que encuentran en sus bolsillos. Si los alimentos faltan, las granadas, de pronto, abundan. Antes de embarcar han recibido todo un cargamento (…) Por fin, el 9 por la tarde llegan a Galapagar. 

El general Walter reúne a los jefes de sus batallones: Putz, que manda el 13º; Boris Guimpel, que manda el 10º; el inglés George Nathan (el “hombre de la pipa”), que ha reemplazado al desgraciado Delassalle en el mando del 12º. Lo que Walter les anuncia no es como para alegrarse: el ataque está previsto para el día siguiente, no importa que los hombres estén cansados. Misión de la XIV: atacar el flanco de los nacionales, por el norte de Majadahonda. Otra brigada internacional (Walter no precisa cuál) debe encerrar a los franquistas en una tenaza, por el sur. Una tercera brigada, española, la de Galán, traída de Andalucía al mismo tiempo que la XIV Internacional, debe venir por el norte y desembocar en Las Rozas.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

No me detendré en el desarrollo de la contraofensiva desencadenada por los republicanos en el sector de Las Rozas el 11 de enero de 1937, con un importante protagonismo de los internacionales, porque ya ha sido ampliamente tratada en diferentes artículos de este blog: “JORNADAS DE CONTRAOFENSIVA”, “CONTRAATAQUE EN LA NIEBLA”, “COMBATES EN EL SECTOR DE LAS ROZAS” o “ENTRE LA NIEBLA”. En este último artículo recogíamos fragmentos del libro del brigadista internacional Gustav Regler, titulado “The Great Crusade“, en el que, pocos años después de la guerra, plasmaba parte de sus recuerdos e impresiones sobre aquellos combates en los que el mismo había participado. Pero quiero ampliar la información contenida en aquellos artículos con algunas referencias más del libro de J. Delperrie, ya que contienen interesantes detalles y nombres propios que no encontramos en otras obras de referencia:

“A primera hora del 11 de enero empieza la operación. Es casi todavía de noche (…) El 12º Batallón (XIV BI) se pone marcha poco después de medianoche. Sigue la carretera de El escorial, franquea el puente sobre el Guadarrama, después deja la carretera y sigue campo a través, en dirección sudeste. En cabeza está la 1º Compañía, británica, ahora mandada por el comunista inglés Jack Cunningham, condenado a dos años de cárcel en 1920 por haber encabezado un motín en el Regimiento de los “Argyll and Sutherland Highlanders”, en Jamaica.

Los 10º y 13º Batallones, que parten un poco después, siguen igualmente la carretera hasta el puente. Boris Guimpel marcha en cabeza del 10º, lleva un mapa y una brújula. En esa niebla y con la oscuridad que tarda en despejarse, se guía por los campanarios de las iglesias que emergen en la llanura.

En el puente, Guimpel tiene la sorpresa de encontrarse con el doctor Henri Chrétien, un amigo suyo de París que ignoraba estuviese en España. El doctor Chrétien, médico del batallón italiano Garibaldi, tiene un coche (un Citröen coupé), un camión que sirve para transportar el material sanitario y tres ambulancias, dos de ellas recuperadas en Mirabueno. Por él se entera Guimpel de que la brigada que debe tomar Majadahonda por el sur es la XII, traída del sector de Guadalajara.

Son las nueve y la niebla sigue siempre tan densa. Intermitentemente se distinguen los carros que flanquean a las columnas. Dos o tres de ellos están en la carretera, los otros dispersos como apoyo de la infantería.

Hacía las diez, el 13º Batallón, en cabeza de la XIV BI que marcha por la carretera, se encuentra con un blocao. Cinco voluntarios franceses de la 1ª Compañía lo destruyen con granadas. El Batallón Guimpel ha dejado la carretera. Está en alguna parte de la niebla entre Las Rozas y Majadahonda. La artillería nacionalista comienza a tirar. De pronto, reflectores del 10º señalan que ante ellos hay un batallón. ¿Amigo o enemigo? Se entra en contacto: es el Dombrowski, lo que plantea un problema pues, piensa Guimpel, no debería de estar allí, sino, como estaba previsto, al sur de Majadahonda, para cerrar la famosa tenaza (…)

Los enlaces entre el 12º y el 13º y entre éstos y el 10º se han perdido momentáneamente. Los garibaldinos se encuentran en algún punto al oeste de Majadahonda (…) Allá abajo todo parece tranquilo, pero a la derecha, unas ametralladoras suenan: es el 13º que acaba de llegar al nordeste de Majadahonda (…)

Unos minutos más tarde, los cinco carros de combate aparecen entre las crestas, disparando, seguidos de dos compañías del 10º Batallón. Los nacionales responden disparando ametralladoras, pero esta vez son ellos quienes llevan la peor parte: los obuses aplastan los blocaos, los hacen añicos. Las dos compañías internacionales llegan a la línea defensiva, la superan, entran en Las Rozas. Ocupan las primeras casas, intentan avanzar. La niela se ha disipado un poco. Los carros se han marchado. Tras dos horas de lucha, el 10º Batallón tiene 8 muertos y unos 20 heridos. Por la noche, el comandante Guimpel reúne a su batallón en la línea defensiva conquistada. Los heridos son evacuados hacia Galapagar.

El batallón Dombrowski ha atacado a su vez Majadahonda, pero no por el sur, sino por el oeste-noroeste. Los polacos han armado las bayonetas. Se lanzan al ataque y son rechazados con grandes pérdidas. El 13º Batallón de la XIV está a 200 metros de allí. También él ha atacado y fue rechazado. Es Gabriel Hubert, sargento del 13º en Lopera, el que manda la compañía de ametralladoras. Está cuerpo a tierra tras una Colt, ocupado en desencasquillara; cerca de él, el cargador, Emile Lamouroux. Hubert que ha visto muchos carros al borde de la carretera, al comienzo de la operación, se pregunta qué se ha hecho de ellos: no se ve a ninguno.

Está sumido en estas reflexiones cuando Lamouroux le da un codazo. De la esquina del muro del cementerio de Majadahonda, a unos cien metros delante de ellos, acaban de surgir cuatro tanques: y no precisamente amigos. Avanzan hacia ellos, se detienen a menos de un par de metros. Hubert y Lamouroux no disparan, no dicen nada, no piensan nada sino, confusamente, que para ellos todo ha terminado. En cuanto los carros se pongan en marcha, sus cadenas los reducirán a papilla. Pero los carros no les han visto y, de pronto, dan media vuelta. Entonces toda la compañía se despierta, abre fuego con todas sus ametralladoras. Alcanzando por detrás por las balas perforantes, uno de los tanques se inmoviliza. Los otros intentan arrastrarle empujándolo. Las ametralladoras siguen disparando.

El franco-belga André Marty y los garibaldinos también están ante Majadahonda. De este ataque, unos y otros, conservarán el recuerdo con mucha confusión. Compañías, secciones caminan perdidos entre la niebla. El jefe del grupo Fernand Belino ha recogido un obús enemigo que no ha explotado. La propaganda republicana y los periódicos de las brigadas hacen mucho caso a los asuntos de este tipo. Se desmonta la cabeza y se encuentra un papel: “Valor camaradas. Este obús no explotará. Firmado: los obreros de tal fábrica en Italia o Alemania” (…) Se produjeron algunos sabotajes de este tipo en aquella época tanto en Italia como en Alemania. Son reprimidos con gran dureza, pero no todos los obuses explotan, aunque no hayan sido saboteados.

Al terminar, la tarde del 11 vuelve la niebla. El 12º Batallón, mandado por G. Nathan, ha perdido su compañía de ametralladoras. Su jefe, el kabila Oussidoum encuentra a los garibaldinos, que también han perdido la suya. Se une a ellos ante Majadahonda (…)

El 10º Batallón de la XIV ha pasado la noche entre los restos de los blocaos. Hay muchos heridos y algunos muertos. Los voluntarios le ofrecen agua. La mayoría rehúsa: temen que quieran envenenarlos. Los internacionales hacen entonces lo que suele hacerse en estos casos: beben antes, después los heridos enemigos (…)

Aprovechando que está despejado, ese 12 de enero, los jefes de las diferentes unidades se esfuerzan en reagrupar a sus tropas. La Compañía Oussidoum se reúne con el 13º Batallón. Los garibaldinos recuperan su compañía de ametralladoras. Guimpel reestablece contacto con el 12º y el 13º. El franco-belga André Marty ha recibido orden de situarse en reserva, cerca de la carretera de El Escorial. Sin embargo, los enlaces son insuficientes y la falta de coordinación se hace sentir cruelmente (…) Mejora el flanco derecho de los republicanos: la brigada de Nino Nanetti llega a Villanueva del Pardillo y la ocupa.

(…) El 14 de enero, la batalla prosigue, manteniendo de parte de los republicanos el mismo carácter deslavazado y esporádico que tiene desde el principio. El 15 y el 16, los nacionales lanzan pequeños contraataques. Nieva. El frente se estabiliza. Las Brigadas Internacionales son relevadas por unidades españolas (…)

La XI BI, casi destruida por completo, ha sido retirada del frente el 7 por la tarde. El 8 de enero, en el entierro de Antoni Kochanek y de los voluntarios alemanes en el cementerio de Fuencarral, los germánicos del Edgar André y del Thaelmann cantan Ich hate einen Kameraden. Vuelven a cantarlo el 12 de enero, en La Moraleja, como homenaje a todos los caídos, llegados de los cinco continentes, y que descansan para siempre en tierra española. Hablan Mario Nicoletti, comisario de la XI, después Richard Staimer, después Hans Kahle. La moral es baja. Unos días más tarde, la brigada parte para Murcia para ser rehecha.” (“Les Brigades Internationales”, París, 1968, Jacques Delperrie de Bayac).

Hasta aquí la actuación de las BBII en el frente madrileño desde noviembre de 1936 a enero de 1937. Tras los combates de la batalla de la carretera de La Coruña, los internacionales no tendrán mucho tiempo para recuperarse. La XI y XII BBII acudirán desde los primeros momentos a lo más duro de la batalla del Jarama (febrero de 1937). Poco después se unirían también la XIV y la XV. Luego llegaría Guadalajara, Huesca, ¡Brunete!... Más combates, más objetivos, más posiciones que defender o conquistar… más penurias, más sacrificios, más heridos y muertos. Así a lo largo de toda la guerra. Al menos hasta finales de 1938, en que las BBII son disueltas y sus integrantes extranjeros “invitados” a abandonar España. No todos lo harán: muchos no pueden volver a sus respectivos países (alemanes, italianos, portugueses, austriacos, rumanos… incluso gobiernos como el polaco o el búlgaro se niegan a aceptar a sus compatriotas, considerándolos apátridas); otros no quieren dejar España. 

Para entonces, estos internacionales son un incómodo problema para el gobierno republicano: militarmente no suponen ya un gran peso en las filas del Ejército Popular, su potencia combativa es muy escasa, hace mucho tiempo que en las BBII el número de combatientes de nacionalidad española es muy superior al de extranjeros (ya no acuden voluntarios a la guerra de España); diplomáticamente suponen un obstáculo en las aparatosas negociaciones, reuniones y comisiones que se vienen realizando entre gobiernos, con la Sociedad de Naciones y el Comité de No Intervención de por medio. Por último, está la posición de la URSS, impulsora en el verano de 1936 de las BBII a través de la Komintern, para la que la guerra de España ha perdido ya todo interés a finales de 1938.

La despedida oficial de los brigadistas tuvo lugar en Barcelona a finales de octubre de 1938: discursos, desfiles, ofrendas florales, recital de poemas, himnos y marchas militares. El 12 de noviembre sale para Francia el primer convoy de brigadistas. La retirada será lenta, larga e incompleta, tanto, que todavía se podrán encontrar internacionales entre los republicanos que a finales de marzo de 1939, con la caída definitiva de los frentes de guerra, van llegando al puerto de Alicante en busca de barcos. Después, la detención, el confinamiento, la deportación, la persecución… y, pocos meses después, la Segunda Guerra Mundial.

Hoy en día, en los lugares en los que estas unidades combatieron durante la batalla de la carretera de La Coruña (Las Rozas, Majadahonda, Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte, Aravaca, Villanueva del Pardillo…) no existe la más mínima referencia a ellas. Solo en la Ciudad Universitaria se ha levantado recientemente un monumento en su recuerdo, no exento de críticas y polémicas. Mucha gente del noroeste madrileño ignora completamente que hace algo más de siete décadas, por las mismas calles por las que hoy pasean y en las mismas carreteras por las que hoy circulan, combatieron decenas de nacionalidades diferentes  bajo la bandera de la República española. Muchos de ellos quedaron para siempre aquí, enterrados en improvisadas tumbas en los mismos lugares en los que cayeron. Otros recibieron sepultura en el cementerio de Fuencarral, pero tras la guerra esas tumbas fueron destruidas y los restos que contenían arrojados a fosas comunes.

La historia de las BBII está rodeada de tragedia y epopeya, de añoranzas y nostalgias, de idealismos y miserias, de amarguras y alegrías… Una historia con una fuerte carga emocional que aún despierta sentimientos de todo tipo. Una historia que, cuando menos, hay que conocer.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ 

Fotografía de las BBII realizada por Capa