martes, 16 de julio de 2019

164) Materiales del periodo bélico recuperados en la Dehesa de Navalcarbón



MATERIALES DEL PERIODO BÉLICO RECUPERADOS EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN

Los trabajos arqueológicos desarrollados en la Dehesa de Navalcarbón en el mes de noviembre de 2017, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid, permitieron recuperar un considerable número de materiales procedentes del periodo bélico.

En todas las estructuras en las que se ha trabajado (2 nidos de ametralladora de hormigón armado, 2 nidos de mampostería, 3 asentamientos de mampostería para fusil ametrallador, 1 observatorio blindado, 1 puesto de mando y 2 estructuras auxiliares) han aparecido diversos objetos, tanto en el interior de las fortificaciones como en su perímetro más próximo.

Estos materiales, algunos de los cuales ya han sido presentados en este blog, pueden agruparse en tres categorías diferentes:

Armamento.
Construcción.
Vida cotidiana.

Armamento:

A pesar de que la Dehesa de Navalcarbón no fuera escenario de batallas o combates, y que las fortificaciones construidas en ella formaran parte de la segunda línea defensiva del Ejército Popular de la República, alejada unos dos kilómetros de la primera línea de fuego y de contacto con el enemigo, en este lugar se empleó y acumuló una importante cantidad de armamento y material bélico.

Los servicios de recuperación del ejército, que al concluir el conflicto se encargaron de desactivar y limpiar de material de guerra las zonas en las que se habían establecidos posiciones defensivas, o la intensa actividad chatarrera desarrollada en esos mismos lugares  durante los años de posguerra, no han impedido que durante los trabajos arqueológicos desarrollados en Navalcarbón se haya recuperado un considerable número de restos de armamento.

Además de abundante metralla y de otros vestigios artilleros (espoletas y vasos de proyectiles), que evidencian el castigo al que era sometida la Dehesa de Navalcarbón durante la guerra por parte de la artillería, los restos de armamento más numerosos que han sido recuperados corresponden a cartuchería, de los que han aparecido ejemplos de diversos modelos y calibres en la mayor parte de las estructuras excavadas.

Localización de una vaina de Mauser 7 mm durante la excavación de una de las fortificaciones de Navalcarbón

En total, se han localizado 269 objetos: 40 cartuchos, 186 vainas, 22 balas y 21 peines. Estos hallazgos nos proporcionan interesante información sobre el tipo de fusiles y armas automáticas que pudo emplear la tropa desplegada en las posiciones de la Dehesa de Navalcarbón.

La munición recuperada corresponde a seis tipos: Mauser 7 mm (168), Mauser 7,92 mm (8), Mosin-Nagant (21), 303 British (28), Mannlicher (1) y 9 Largo (2). Para más información sobre este tipo de munición aparecido en las excavaciones visitar las entradas “Munición en la Dehesa de Navalcarbón” y “El calibre 9 mm Largo”.

En los marcajes que figuran en las vainas y cartuchos que pueden ser leídos (algunos son ilegibles por la corrosión, otros están montados en peines de los que no pueden ser extraídos o, simplemente, carecen de marcaje, aparecen 8 países de fabricación diferentes: España (30%), México (21%), Austria (15%), Grecia (10%), URSS (9%), Inglaterra (7%), Checoslovaquia (4%) y EUA (4%).

El país de fabricación que figura en los marcajes no tiene por qué indicar necesariamente que ese tipo de munición procediese directamente de esos lugares, ya que gran parte del material bélico llegaba a España por cauces no oficiales (proveedores clandestinos, operaciones secretas, contrabando, mercado negro…), especialmente, a partir de la firma del Pacto de No Intervención, el 9 de septiembre de 1936.

Acopio de vainas y cartuchos aparecido al excavar una de las estructuras auxiliares de Navalcarbón

Analizando  los marcajes identificados en la munición recuperada podemos sacar algunas conclusiones:

En buena parte de la munición de origen español (un 30% del material recuperado), y que básicamente corresponde al Mauser 7 mm (fusil reglamentario del Ejército Español desde 1893), figuran fechas muy anteriores al inicio de la Guerra Civil (1917, 1918, 1919, 1921, 1924, 1926, 1927), es decir, se trata de material bélico que, en algunos casos,  había permanecido cerca de dos décadas almacenado en los depósitos y arsenales militares. Por otro lado, y como es lógico al tratarse de posiciones del ejército republicano, las fechas de fabricación más próximas en el tiempo a la contienda que figuran en los marcajes (1933, 1935, 1936) se interrumpen en 1936, ya que, a partir de ese año, tanto las plantas de Pirotecnia Militar de Sevilla (PS), como las de la Fábrica Nacional de Toledo (FNT), dos de las tradicionales productoras nacionales, y cuyos marcajes aparecen en toda la munición de fabricación española localizada en Navalcarbón,  quedaron dentro de la zona sublevada y, por tanto, el gobierno de la República dejó de poder disponer de esos recursos.

Entre la munición aparecida en Navalcarbón destaca por su número la de origen mexicano (21% del material recuperado), correspondiente al Mauser 7 mm, con los marcajes México y FNC (Fábrica Nacional de Cartuchería) y con fechas de fabricación comprendidas entre 1930 y 1931. Es muy probable que esta munición provenga de los envíos de armamento que el gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, realizó en apoyo de la República española desde septiembre de 1936 hasta, por lo menos, septiembre de 1938, en momentos en los que otros países se negaban a hacerlo, al menos de manera abierta y reconocida.

Respecto a la munición de Mosin-Nagant, de origen soviético y que durante la Guerra Civil fue masivamente empleada por el Ejército Popular de la República, los restos recuperados en Navalcarbón suponen un 9% del total. Sus marcajes nos hablan de tres fábricas diferentes (Lugansk, Volodarskogo y Tula), y las fechas de producción que aparecen en los culotes van desde 1924 hasta 1936. Sabemos que, durante la Guerra Civil, la URSS vendió directamente a la República española grandes cantidades de armamento, pero también que utilizó como pantalla a otros países para este tipo de comercio. Aunque la URSS mandó material de guerra muy moderno, también aprovechó el conflicto español para deshacerse de todo el material bélico anticuado que guardaba desde hacía muchos años en sus arsenales.

Tanto la munición de origen inglés, como la fabricada en EEUU, que ha aparecido en Navalcarbón (un 7% y un 4% del total, respectivamente), corresponde íntegramente  al modelo 303 British (7,7 mm), y las fechas de fabricación que aparecen en los marcajes de sus culotes, comprendidas entre 1915 y 1918, demuestran que se trata de excedentes de la Primera Guerra Mundial  (1914-1918), muy probablemente, llegada a España por cauces no oficiales.

Clandestinamente debió de llegar también la munición del calibre 7,92 mm recuperada en Navalcarbón, casi toda ella producida en Checoslovaquia (4%) por  la fábrica Sellier & Bellot de Praga, con fechas comprendidas entre 1935 y 1936.

Mención especial merece la munición que ha aparecido con marcajes que indican una producción clandestina, o al menos discreta, por parte de algunos países, en un intento de burlar las prohibiciones impuestas por el Pacto de No Intervención. Dentro de esta categoría se encuentra toda la munición que ha aparecido para Mauser 7 mm con el marcaje XII 36B, fabricada en Grecia (10%) por la Fábrica de Pólvora y Cartuchería Helénica, en diciembre de 1936. También forma parte de esta categoría la totalidad de la munición de origen austriaco (15%) que se ha recuperado en Navalcarbón con el marcaje M, también para Mauser 7 mm, así como las vainas cuyos culotes carecen de marcaje.

El escaso número de restos de munición 9x23 Largo (1 cartucho y 2 vainas), todos ellos de fabricación española, entra dentro de lo normal, al constituir el tipo de munición empleado por armas cortas y, por tanto, de uso exclusivo de los oficiales.

Por último, la única vaina de Mannlicher que ha aparecido en Navalcarbón, fabricada en Austria en 1915, aunque podría indicar un empleo anecdótico o irrelevante de este tipo de munición, lo cierto es que solo con esa muestra no nos es posible sacar conclusiones.

Algunos de los peines-cargador para Mauser 7 mm y para Mauser 7,92 mm recuperados en Navalcarbón

Además de cartuchos y vainas, ha sido recuperado un considerable número de guías de cargador, conocidos como peines cuando tienen montados los cartuchos. Salvo dos peines y los restos de un tercero, correspondientes al modelo 303 British, la totalidad de los peines recuperados en Navalcarbón son para Mauser 7 mm (9) y para Mauser 7,92 mm (10). Todos los peines de 7,92 mm se encuentran muy dañados por la corrosión, por lo que resulta imposible apreciar ningún tipo de marcaje, sin embargo, en cinco de los peines para munición de 7 mm, se aprecia la inscripción México (4) y FNC (1). La escasez, o total ausencia, de otros modelos de peines puede deberse, como sucede con los modelos para 303 British o para Mosin-Nagant, a su destrucción por lo muy vulnerables que son a la corrosión.

 Vainas de Mauser 7 mm montadas en peines
Peine montado con cartuchos 303 British

Respecto a las balas, los modelos recuperados corresponden al 7 mm (7), 7,92 mm (5), 7,62 mm (6) y 7,7 mm (4), estas últimas engarzadas a fragmentos de golletes rotos, lo que significa rotura de los cartuchos. Es muy probable que muchas de estas balas no hayan sido disparadas, sino desengarzadas del gollete de la vaina voluntariamente o de manera fortuíta.

A modo de conclusión, creemos que los restos de cartuchería aparecidos en la Dehesa de Navalcarbón dan testimonio de una gran variedad de calibres (hasta 7 tipos diferentes). Ello nos hace intuir unas importantes complicaciones logísticas causadas por la considerable heterogeneidad de fusiles y armas automáticas que conformaban el armamento de la tropa que guarnecía estas posiciones. Los marcajes de la munición demuestran una amplia diversificación de naciones y proveedores, así como la existencia de diferentes cauces, tanto de carácter oficial como clandestinos, empleados para hacer llegar el material a España. Todo ello, reflejaría las dificultades que existían para equipar de armamento y abastecer de municiones a las tropas republicanas que, en la etapa final de la guerra, guarnecían el frente de Las Rozas.

Durante los trabajos de excavación se han recuperado también diferentes elementos pertenecientes a granadas de mortero de 50 mm, modelo Valero. En concreto, 2 ojivas, 2 cuerpos, 3 culotes de cartuchos de proyección y diversos fragmentos de ojiva, cuerpo, bandas de conducción y otros restos. Los lugares  en los que han aparecido los restos hace pensar que estos proyectiles no fueron disparados, sino inutilizados y abandonados en el mismo lugar en el que han aparecido, posiblemente, por los servicios militares de recuperación y desactivación de material de guerra que estuvieron trabajando en la zona al finalizar la contienda. Ver la entrada “Granadas de mortero Valero en Navalcarbón”.

Por último, se ha localizado un importante número de fragmentos de metralla, procedente de proyectiles artilleros de diferentes modelos y calibres. Ver la entrada “Del tiempo en el que las bombas estallaban en la Dehesa de Navalcarbón.”

Culo de una granada rompedora de 105 mm aparecido en Navalcarbón

Otro objeto curioso que hemos encontrado, y que podemos incluir en la categoría de armamento defensivo, es el filtro de una máscara antigás (ver la entrada “Guerra química”).

Construcción:

Lógicamente, una de las actividades más importantes realizadas en la Dehesa de Navalcarbón durante la Guerra Civil fue la construcción de todos los elementos que conformaron la posición allí establecida. No sólo las estructuras que son más visibles hoy en día, como los fortines y las trincheras, también un gran número de obras y construcciones auxiliares y complementarias, tales como refugios subterráneos, abrigos para la tropa, depósitos, etc., mucho menos consistentes y que han ido desapareciendo por efecto de la erosión y el paso del tiempo.

Además de los materiales con los que están construidos los fortines, como cemento, grandes piedras de granito, ladrillo o balasto de las vías del ferrocarril, y que han aparecido en gran cantidad durante las labores de desescombro y excavación de las estructuras, también se han recuperado muchos otros objetos y elementos relacionados con el proceso constructivo de las fortificaciones de Navalcarbón.

En líneas generales, la Guerra Civil fue una guerra de pocos recursos, por lo que las unidades que realizaban trabajos de fortificación procuraban aprovechar al máximo los medios que les proporcionaban las mismas zonas en las que trabajaban. En Las Rozas de Madrid, y las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón no fueron una excepción, fue especialmente significativo el aprovechamiento que el ejército republicano  hizo de los materiales provenientes de las infraestructuras ferroviarias que existían en la zona del municipio bajo su control, especialmente la Línea del Norte y la Estación Clasificadora de Las Matas.

La colocación de emparrillados formados por raíles de tren entre los muros y las cubiertas de los fortines de mampostería, elemento esencial en el blindaje de la estructura, ha quedado atestiguada, tanto en el negativo o impronta que esos raíles han dejado en los muros y cubiertas de los fortines, como en los escombros extraídos durante la excavación, ya que los raíles actuaron como molde, dando su forma al cemento, e incluso, dejando grabados los marcajes con la factoría y el año de producción en algunos de ellos. También el cascajo de piedra, que es el balasto con el que se intenta minimizar el efecto de las vibraciones de los trenes al circular sobre las vía, fue trasladado en grandes cantidades a Navalcarbón para reforzar el hormigón en masa con el que se construyeron las cubiertas de los fortines de mampostería.

Fragmento de cemento, con la forma de uno de los raíles de ferrocarril que conformaba la cubierta de una de las fortificación de Navalcarbón, en el que quedó impresa la marca del fabricante: KRUPP,  que, entre finales del siglo XIX y mediados del XX, fue la todopoderosa productora de acero alemán, tanto para uso civil como militar.

La aparición de pasadores, placas de asiento, pernos, tornillos, tuercas, etc. demuestra el aprovechamiento que se hizo de los diferentes herrajes característicos de las vías férreas para la construcción de las fortificaciones y, con toda seguridad, atestiguaría también el empleo de traviesas de madera procedentes de las vías para múltiples usos constructivos (vigas, refuerzos, cubiertas, parapetos, etc.). Con el paso del tiempo, esta madera habría desaparecido, pero habrían permanecido los elementos metálicos que se encontraban atornillados o anclados a ella.

Entre los útiles aparecidos destaca una pala, herramienta básica, junto a los picos (estos últimos no han aparecido), para la realización de trabajos de fortificación. También una pieza rectangular, de hierro macizo, que parece haber sido una especie de pequeño yunque. Curiosa ha sido la aparición de un bloque de cemento con la forma del cubo, cubeta o espuerta que lo contenía. También han aparecido piquetas de alambrada empleadas en la construcción de alguna de las fortificaciones.

Pala recuperada en la Dehesa de Navalcarbón

Los restos más numerosos de elementos relacionados con la construcción  que han sido recuperados durante la excavación arqueológica son los clavos, puntas y tornillos de diferentes  tipos y tamaños, así como una buena cantidad de trozos de alambre. Suponemos también que muchos de los fragmentos de metal sin forma definida que han sido recuperados, corresponderán a elementos utilizados en el proceso constructivo, siendo imposible su interpretación debido al estado de corrosión en que se encuentran.

Vida cotidiana:

Un grupo de materiales recuperados especialmente interesante lo constituye el de los objetos relacionados con la vida cotidiana de los soldados que fortificaban y guarnecían las posiciones del frente. Estos objetos nos hablan del día a día de aquellos hombres que se vieron inmersos en la trágica realidad que supone una guerra de trincheras y, por tanto, son los que nos proporcionan una visión más humana de aquel periodo histórico. En las excavaciones de la Dehesa de Navalcarbón hemos recuperado diferentes elementos que pertenecen a esta categoría de materiales.

Desenterrando una lata de conservas aparecida en el suelo de una de las estructuras auxiliares 

Comenzamos señalando los que tienen que ver con la alimentación, como es el caso de un plato de aluminio esmaltado, varios fragmentos de un plato de loza, diferentes latas de conservas, abrelatas o variados recipientes de bebida, como una botella de vino, fragmentos de un porrón, de un botijo y de otras botellas que debieron de emplearse para contener agua, vino o algún tipo de licor. Dentro de los objetos relacionados con la alimentación, hay que incluir una serie de fragmentos de huesos de animales que aparecieron en el suelo de una de las que hemos denominado estructuras auxiliares, y que debieron formar parte de la dieta de la tropa, bien en forma de guiso o como ingrediente en algún tipo de caldo. El pequeño tamaño y estado fragmentario de estos huesos no permite identificar con exactitud a qué especie animal pertenecieron, pero las características que presentan hacen  muy probable que se trate de algún tipo de bóvido, équido o suido.

Otra serie de objetos recuperados son los relacionados con la higiene y el aseo, tales como dos peines para el cabello o un tubo de pasta dentífrica, a los cuales les dedicamos ya la entrada “Higiene personal.”

Localización de un peine para cabello en una de las estructuras auxiliares

Además de las botellas de cristal anteriormente mencionadas, han aparecido varias botellas de vidrio y cristal correspondientes a envases de medicamentos, seguramente, de jarabes, pastillas, sales o complejos vitamínicos. Entre los recipientes de cristal, destacan también los correspondientes a tinteros.


Tintero y botella de medicamento aparecidos en el suelo del puesto de mando

Los fragmentos de un  quinqué nos hablan de los rudimentarios sistemas de iluminación que se empleaban en muchas de estas posiciones.

Entre los objetos de uso personal y cotidiano, también han aparecido dos navajas de bolsillo, un objeto muy práctico y con múltiples utilidades, que seguramente sería muy común entre los soldados.

Se han recuperado también algunos objetos que tiene que ver con la vestimenta, como algunos botones metálicos, una pequeña hebilla, el tirador de una cremallera, una suela de calzado, o el tacón claveteado de una bota.

Otros objetos que podemos mencionar, son una moneda de 25 céntimos de la República, del año 1934, un par de pequeñas llaves, o unos hilos telefónicos que aparecieron en el interior del puesto de mando.

Por último, y quizás como elemento más llamativo por lo vulnerable del material, habría que mencionar los fragmentos de periódico y cartón que aparecieron en una de las estructuras auxiliares que fueron excavadas, y al que ya dedicamos la entrada “Prensa de trinchera.”

Vainas de Mauser 7 mm adheridas a fragmentos de cartón

Todos estos objetos y materiales han sido limpiados, inventariados, catalogados y estudiados, presentando la correspondiente memoria en la Dirección General de Patrimonio Cultural, y entregados al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.

Almacén del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares el día de la entrega de los materiales recuperados en la Dehesa de Navalcarbón

sábado, 13 de julio de 2019

163) El Plan Regional de Fortificaciones en el municipio de Los Molinos


EL PLAN REGIONAL DE FORTIFICACIONES EN EL MUNICIPIO DE LOS MOLINOS

Durante el mes de noviembre de 2018, dentro de las actuaciones que forman parte del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid, patrocinado por la Dirección General de Patrimonio Cultural, tuvimos la oportunidad de participar en el proyecto de limpieza y excavación de algunas de las estructuras defensivas que se conservan en el término municipal de Los Molinos.

Esta actuación fue realizada por el Gabinete de Proyectos Arqueológicos S.L, bajo la dirección de los arqueólogos Luis Fernando Abril Urmente y José Manuel Curado Morales, con el historiador Javier M. Calvo Martínez y los arqueólogos Aldo Petri y José Manuel Vallejo Jorge en el equipo técnico.

En total se actuó en cuatro nidos de ametralladoras que, en líneas generales, estaban en buen estado de conservación, pero cuyo interior y perímetro más próximo se encontraban totalmente colmatados de tierra, vegetación, escombros y vertidos de todo tipo.

Nido situado en el paraje denomina Los Huertos

Nido de Oncisa, situado en el interior de una zona urbanizada

Nido en Majaltoboso/Cerrillo de la Guerra antes de la intervención.

Los trabajos realizados permitieron la limpieza interior y exterior de las fortificaciones, así como la eliminación de los elementos extraños que habían sido incorporados a las estructuras desde el final de la contienda. También fueron  desenterrados los ramales de trincheras que daban acceso a los nidos, los cuales se encontraban totalmente soterrados.
La actuación realizada fue recogida en la correspondiente memoria arqueológica, depositada en la Dirección General de Patrimonio Cultural, en la que, además de los detalles concernientes a los trabajos realizados en las estructuras, se incluyó el estudio descriptivo de las mismas, con tipología, medidas, fotografías, etc., así como su contextualización e interpretación historiográfica.

Retirada de escombros en el nido de Majaltoboso/Cerrillo de la Guerra 

Esta actuación arqueológica, al igual que otras similares realizadas también dentro del Plan Regional de Fortificaciones, tiene como uno de sus principales objetivo el dar a conocer al conjunto de la sociedad este tipo de vestigios históricos, facilitando su visita y proporcionando los elementos necesarios para su correcta interpretación.

Los nidos de ametralladoras en los que se ha intervenido hasta la fecha son los situados en los lugares conocidos como Los Veneros, Oncisa/Balcón de La Peñota, Majaltoboso/Cerrillo de la Guerra y Los Huertos, todos ellos, como ya hemos señalado, pertenecientes al término municipal de Los Molinos.


Trabajos de limpieza en el exterior y el interior de los nidos

LA LUCHA EN GUADARRAMA:

Fracasada la sublevación en Madrid, el general Mola envió desde el norte tres columnas, procedentes de Pamplona, Burgos y Valladolid, con el objetivo de ocupar la capital. Las dos primeras se dirigirían hacia Somosierra y la tercera al Alto del León.

La reacción republicana fue rápida. Neutralizada la sublevación en Madrid en la jornada del 20 de julio, ese mismo día comenzaron a tomarse medidas para adueñarse de los puertos del sistema Central y cerrar el paso a las columnas rebeldes que avanzaban amenazadoramente hacia la capital. Al norte de la sierra la lucha se centraría en el puerto de Somosierra, al oeste en el Alto del León. Somosierra se sitúa muy alejada de nuestra zona de estudio, por lo que solo nos centraremos en lo ocurrido en el Alto del León y Navacerrada.

Croquis La lucha en Guadarrama. (Servicio Histórico Militar. Monografías de la Guerra de España 1)

Combates en el Alto del León:

El general Luis Castelló, que había sido nombrado ministro de la Guerra el 19 de julio, organizó desde los primeros momentos diferentes columnas de combate compuestas por una heterogénea mezcla de tropas y mandos regulares junto a milicias procedentes de las diferentes organizaciones políticas y sindicales. El día 21 de julio, una columna al mando del coronel Castillo alcanzaba el puerto de Guadarrama y lo ocupaba.

Puerto del León, septiembre de 1936 (BNE)

Mientras, en la zona bajo poder de los sublevados, una columna compuesta por unos 800 hombres partía de Valladolid la madrugada del 22 bajo el mando del coronel Ricardo Serrador. Esta fuerza llegó a San Rafael pasado el mediodía y se encontró con que el Alto del León estaba ocupado por los milicianos y soldados del coronel Castillo, entablando combate ambas fuerzas ese mismo día. Una pésima organización y actuación de las fuerzas gubernamentales que defendían el Alto del León provocaron que las fuerzas de Serrador se hicieran con el control de este importante paso. Entre los días 23 y 27 se sucederían los intentos republicanos por reconquistar esta posición, produciéndose una serie de ataques y contraataques, de gran intensidad y violencia, en los que no faltaron los bombardeos de la aviación y una destacada actividad artillera. Sin embargo, los sublevados no solo fueron capaces de resistir, sino que pasaron a la ofensiva y, descendiendo el puerto, adelantaron sus líneas hasta situarse a unos 3 kilómetros del pueblo de Guadarrama, sin que las acciones republicanas para intentar eliminar esa cuña tuvieran éxito. Entre los días 10 y 15 de septiembre, los rebeldes todavía desencadenarían acciones ofensivas contra Cabeza Renales, Cabeza Líjar y Cueva Valiente, lo que suponía el dominio de la vertiente occidental del Guadarrama medio. A partir del día 17 la lucha decayó y ambos contrincantes se dedicaron a fortalecer sus respectivas posiciones.

Combates en el puerto de Navacerrada:

Las primeras fuerzas en llegar a Navacerrada fueron el grupo de asalto del comandante Burillo y un batallón de milicianos, al mando del capitán Arturo Fernández Gil, que recibía el nombre de batallón Octubre. Esta fuerza ocupó el puerto sin mayor dificultad al amanecer del día 22 de julio. Ese mismo día salía de Segovia una columna al mando del teniente coronel Manuel Zabaleta, que junto a las fuerzas del capitán Olivé, situadas en La Granja, inició el ascenso del puerto con cierto éxito, pero siendo incapaz de seguir progresando a partir de las Siete Revueltas, en cuyas alturas se encontraban bien parapetadas las fuerzas republicanas. Tras varias horas de combates, los rebeldes se vieron obligados a replegarse a Valsaín, donde quedó fijada la línea de frente.

Artillería rebelde en el sector de Guadarrama, verano de 1936 (BNE)

Estabilización del frente:

Finalizados los combates por el control de los pasos de la sierra, ambas fuerzas pasaron a la defensiva, entrando el frente en una fase de estabilización.

En nuestra zona de estudio, las posiciones de los sublevados descendían desde el Alto del León hasta aproximadamente el kilómetro 51 de la ctra. de La Coruña, situándose la primera línea de fuego a menos de tres kilómetros de distancia de la población de Guadarrama. Esta línea se apoyaba en las posiciones establecidas en cotas dominantes como Cueva Valiente, collado del Hornillo, Cabeza Líjar, Tablada, Gudillos y La Campanilla.

Por su parte, la línea republicana se extendía por el cerro de La Salamanca, cerro de la Viña, zona de La Jarosa, Guadarrama, Dehesa de Los Poyales, El Tomillar, Matalafuente, Peña del Cuervo y La Peñota.

Esquema topográfico-militar del sector del Alto del León, en el que se muestra la disposición que tenía el frente una vez estabilizado. (Servicio Histórico Militar. Monografías de la Guerra de España 7)

El sector de Guadarrama volvería a convulsionarse en mayo de 1937, cuando el Ejército Popular de la República desencadenó una ofensiva contra Valsaín y La Granja con la intención de seguir progresando hacia Segovia. El objetivo que se buscaba era doble, por un lado apoyar la resistencia en el frente norte, por otro obtener la conquista de una capital de provincia. Sin embargo, y a pesar de ciertos éxitos iniciales, el ataque republicano no tendría éxito y terminaría siendo totalmente neutralizado por la reacción de sus enemigos, que consiguieron recuperar todas las posiciones que habían perdido en las primeras acometidas republicanas. Durante esta batalla, en nuestra zona de estudio las tropas republicanas atacaron las posiciones enemigas del Alto del León, en una acción de distracción que partió del cerro de Matalasfuentes, en Los Molinos, sin que se lograse alcanzar el objetivo.

La ofensiva republicana sobre Valsaín y La Granja no supuso, por tanto, cambios significativos en la disposición que había tenido el frente de la sierra desde que finalizasen los combates del verano de 1936, pero contribuyó a su definitiva consolidación y endurecimiento. A partir de ese momento, en este sector se desarrollaría una guerra de trincheras, o guerra de posiciones, modalidad bélica que se mantendría ya hasta el final de la contienda, y que supondría un continuo proceso de fortificación por parte de ambos ejércitos. Este proceso de fortificación se hizo especialmente intenso a partir de mediados de 1938, momento en el que las respectivas Comandancias de Ingenieros desarrollaron sistemas defensivos cuidadosamente planificados. Es en este contexto de guerra de posiciones, dentro de un frente estabilizado, en el que se enmarcan las fortificaciones de Los Molinos en las que se ha intervenido.

Unidades militares en el frente de Guadarrama:

En cuanto a las unidades militares que ocuparon este frente, nos centraremos solo en las correspondientes a la etapa final de la guerra, momento en el que fueron construidos los nidos de Los Molinos.

Por lo que respecta al ejército franquista, desde la estabilización del frente, nuestra zona de estudio fue cubierta por la 72 División, del I Cuerpo de Ejército. Esta Gran Unidad se había formado el 1 de marzo de 1937 con las fuerzas de las columnas de Guadarrama. Su jefe era el coronel de Infantería  Eladio Valverde Quintana, con Cuartel General en Villacastín (Segovia). La 72 D cubrió el sector comprendido entre Peguerinos y la Peña Cabra, que incluía Cabeza Líjar, el Alto del León, La Sevillana, Cabeza Grande, Valsaín, La Granja, Puerto del Reventón, Collado Flecha y Puerto de Malagosto. Este sector experimentaría diferentes modificaciones hasta el final de la contienda, pero nuestra zona de estudio siempre permaneció guarnecida por unidades adscritas a la 72 D. (Engel, 2010: 166)

En cuanto a las unidades republicanas, sería la 2ª División la encargada de cubrir el sector de Guadarrama. Esta División, perteneciente al I Cuerpo de Ejército, se había formado el 31 de diciembre de 1936. Su jefe en la etapa final de la guerra era el mayor José Suárez Montero, con Puesto de Mando en Los Berrocales. En marzo de 1939, la 2ª División estaba formada por las Brigadas Mixtas 34ª y 29ª. De estas brigadas, la que más nos interesa es la 29ª, que es la que cubría las posiciones de Los Molinos.

Cabecera del boletín "Leal", órgano del Bón. 3 de la 29ª BM

La 29ª Brigada Mixta se creó en octubre de 1936 con fuerzas de origen miliciano procedentes de la columna Cuevas, que combatía en la sierra de Guadarrama. La brigada fue adjudicada a la 2ª División del I Cuerpo de Ejército, cubriendo el frente de la sierra. En mayo de 1937 participó en la ofensiva sobre Segovia, protagonizando un ataque secundario contra el Alto del León que no obtuvo éxito. Tras esta acción, la 29ª BM volvió a establecerse en plan defensivo en el sector de Guadarrama, ocupando estas posiciones hasta el final de la guerra. (Engel, 2005: 57)

LAS FORTIFICACIONES DE LOS MOLINOS:

La Línea de Detención de la 2ª División republicana:

Las fortificaciones  de Los Molinos en las que se ha intervenido formaron parte del denominado “Plan de Trabajos 2-A”, que se desarrolló entre mediados de 1938 y principios de 1939 en el espacio de terreno comprendido entre la vertiente sur de La Peñota y la población de Guadarrama.

En ese momento, este sector del frente, como ya hemos señalado, estaba cubierto por la 29ª Brigada Mixta, de la 2ª División, del I Cuerpo de Ejército. De hecho, la denominación 2-A, parece hacer referencia al plan A de fortificación de la 2ª División.

Dentro de este Plan 2-A, los nidos de Los Molinos pertenecieron a la denominada Línea de Detención de la 2ª División. Esta Línea de Detención constituía un segundo escalón defensivo dentro de los Sectores que cubrían las diferentes Divisiones del Ejército Popular de la República en la etapa final de la guerra. Se situaba unos dos kilómetros a retaguardia de la Línea Principal de Resistencia, o primera línea de fuego. Su ubicación debía ser planificada por cada jefe de sector, y tenía que ser fuertemente fortificada con todos los elementos necesarios para garantizar su defensa, ya que, en caso de producirse una ruptura en la primera línea (algo bastante probable si el enemigo desarrollaba una ofensiva de envergadura), la Línea de Detención debía suponer una barrera infranqueable para los atacantes.



Fotografía aérea realizada por un vuelo de reconocimiento en febrero de 1939 en la que se aprecia el complejo defensivo del que formó parte el nido que actualmente se conserva en Oncisa/Balcón de la Peñota, desaparecido a consecuencia de las actuaciones urbanísticas desarrolladas en la zona (CECAF)

Hasta la fecha, se han publicado pocos trabajos que hayan estudiado de una manera rigurosa y completa el sistema defensivo al que pertenecieron las fortificaciones de Los Molinos. Los mejores estudios son los realizados por Ricardo Castellanos (2007) y Jacinto M. Arévalo (2016 y 2018), principales referentes en los que nos hemos basado y cuyos libros incluimos en la bibliografía. Tampoco ha sido posible localizar demasiada documentación sobre estas posiciones en los archivos históricos cuyos fondos han sido consultados, especialmente, el Archivo General Militar de Ávila (AGMA) y el Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid, disponiendo de una documentación que proporciona una información escasa y fragmentaria. No obstante, creemos que es suficiente para poder documentar adecuadamente las fortificaciones de Los Molinos en las que se ha actuado.

Por lo que respecta a las fuentes primarias, disponemos de un documento del I Cuerpo de Ejército, firmado por el Comandante Principal de Ingenieros y fechado el 11 de octubre de 1938, en el que, entre otras cuestiones, se indican los trabajos que debían realizarse en el frente que ocupaba el I CE para lograr una adecuada organización defensiva. Por lo que respecta a nuestra zona de estudio, dicho documento recogía lo siguiente:

“Es también necesario dar profundidad a las organizaciones de Guadarrama, terminando la construcción de la línea de sostenes correspondiente al Plan de Trabajos 2-A de este cuerpo de Ejército, y organizar los collados de la línea de detención estudiada por orden del ejército, para lo cual se cuenta con el Batallón nº 65, en caso de que sea enviado el personal necesario y sea organizado con mandos dicho batallón.” (Documentación procedente del AGMA. Castellanos, 2007: 56)

Según se desprende de la lectura de este documento, en octubre de 1938 ya se venía trabajando en el denominado Plan de Trabajos 2-A, haciéndose mención de la necesidad de finalizar la línea de sostenes. Esta línea de sostenes, también denominada de apoyo en muchos documentos, se situaba entre 200 y 400 metros por detrás de la línea principal de resistencia, o primera línea de fuego. Estaba convenientemente fortificada y su misión era complementar, o apoyar, el fuego de las posiciones de primera línea. Además, su ubicación le permitía abrir fuego sobre la primera línea en caso de que el enemigo la llegase a ocupar.

El mismo documento nos habla de la necesidad de organizar una línea de detención, de cuyas características generales ya hemos hablado, articulada en torno a los collados existentes en el sector y que, en su parte central, se correspondería con los nidos existentes en Los Molinos. Se menciona aquí al Batallón de Obras y Fortificaciones nº 65 como el encargado de llevar a cabo estos trabajos, pero, según se desprende de la lectura de este documento, parce que dicha unidad se encontraba todavía en proceso de organización y sin personal suficiente.

Aunque este documento recoge ya la necesidad de organizar una línea de detención en el sector de la 2ª División, el primer documento localizado hasta la fecha en el que se menciona claramente la realización de trabajos de fortificación en la línea de Los Molinos no procede del Ejército Popular de la República sino de su adversario, el Ejército Nacional. Se trata de un informe del Servicio de Información y Policía Militar (SIMP), con fecha del 14 de diciembre de 1938, en el que podemos leer:

“Desde las estribaciones de la Peñota, hasta la casa del Jaral, situada a unos 250 metros del km. 8 de la carretera Escorial-Torrelaguna, se construye una línea de casamatas de hormigón, empezada sobre el 25-6-38.” (Documentación procedente del AGMA. Arévalo, 2018: 236)

La información que proporciona este documento es escueta, pero en él se habla ya claramente del empleo de hormigón para la construcción de fortificaciones entre La Peñota y el pueblo de Guadarrama, aportando también una referencia cronológica que situaría el comienzo de los trabajos de esta línea defensiva a mediados de 1938. Sin embargo, sabemos que en enero de 1939 seguía la construcción de muchos de los nidos de hormigón del Plan de Trabajos 2-A que actualmente se conservan en la zona de Los Molinos. Esto nos lleva a pensar que, como parece lógico, se dio prioridad a la realización de los trabajos de fortificación en las posiciones de primera línea (línea principal de resistencia y línea de sostenes), acometiéndose después la construcción de la segunda línea, o línea de detención, que discurría desde el pueblo de Guadarrama, siguiendo una trayectoria paralela a la actual ctra. M-622, hasta alcanzar el pueblo de Los Molinos, donde doblaba en dirección noroeste hasta la ladera sur de La Peñota.

Por la numeración que estos nidos reciben en la documentación podríamos entender que se construyeron en torno a 25 de ellos, y que se pretendían levantar más de 40, pues en la documentación la numeración de los nidos proyectados alcanza la cifra 46. Este es un aspecto sobre el que todavía hay mucho que investigar, ya que existen numerosas dudas entre las obras proyectadas y las que pudieron ser construidas, desconociendo también el número exacto de obras que han podido desaparecer desde la conclusión de la guerra como consecuencia de la expansión urbanística o la realización de infraestructuras.

Además, queda documentado que, sobre el Plan de Trabajos 2-A inicial, proyectado a mediados de 1938 e iniciado por esas mismas fechas, se fueron añadiendo nuevas variantes tendentes a complementarlo y fortalecerlo. En este sentido, un documento titulado Orden Fraccional de Ejecución nº 3, fechado el 20 de febrero de 1939, recoge unas instrucciones de la Comandancia Principal de Ingenieros del I Cuerpo de Ejército en las que se ordena la construcción de cinco nuevas casamatas, cuyos trabajos debían ser realizados por la 3ª Compañía del Batallón de Obras y Fortificaciones nº 2 del Ejército Centro. Según dicho documento, sobre el primitivo trazado de la línea de casamatas del Plan 2-A, y sin prejuicio de la construcción de todas las proyectadas, se consideraba de primera urgencia la ejecución de una variante que comprendía 5 casamatas nuevas. El documento aporta curiosos detalles sobre la forma en que deben de ser construidas estas obras defensivas para tratar de pasar desapercibidas a los observatorios enemigos:

“Las 5 casamatas solo se comenzarán cuando haya sido construido un enmascaramiento previo, adaptado a la apariencia del terreno circundante o bien fingiendo una vivienda rústica en construcción.”

Y se  recalcaba la urgencia y rapidez con la que estas obras debían ser construidas:

“El Batallón ejecutante tomará las disposiciones necesarias para que las casamatas nº 20, 21, 31, 32, 33 y 34 del primitivo Plan 2-A más las 5 de la variante queden completamente terminadas en el plazo máximo de 15 días a partir de la fecha de la presente orden.” (Documentación procedente del AGMA. Castellanos, 2007: 58)

Como ya hemos indicado, desconocemos el número exacto de casamatas que fueron construidas en esta línea de detención. Quien ha realizado un  estudio más completo sobre este aspecto, inventariando en la zona numerosos restos de obras defensivas que hasta entonces eran desconocidas o no habían sido catalogadas, ha sido Jacinto M. Arévalo. Según sus cálculos, pueden cifrarse, tirando por lo alto, en unas 25 las obras que llegaron a construirse, y aunque considera excesivas las nomenclaturas 41 y 46 que aparecen en la documentación respecto a los restos que se localizan en la actualidad, considera que este es un tema pendiente de clarificar. No obstante, Arévalo ha registrado y documentado un número muy significativo de restos pertenecientes a esta línea, número que previsiblemente se incrementaría si pudieran realizarse adecuadas labores de prospección en algunas fincas privadas en las que, presumiblemente, existen más vestigios, pero a las que no ha sido posible acceder.

Plano elaborado por J. M. Arévalo, sobre mapa 1:50.000 del IGN, con la situación de las obras catalogadas por el autor, pertenecientes a la línea de detención de 2ª División. Circulados en rojo, los nidos en los que se ha intervenido. (Arévalo, 2016: 48)

Jacinto M. Arévalo divide el espacio por el que se extendió la línea de detención de la 2ª División en tres tramos bien diferenciados:

El primer tramo lo sitúa entre la vertiente sur de La Peñota y la vía del ferrocarril, donde identifica un mínimo de 6 nidos en diferente estado de conservación y diverso proceso constructivo. Todos ellos, dentro del término municipal de Los Molinos.

El segundo tramo se extendería entre la vía del ferrocarril y el término municipal de Guadarrama. A este tramo pertenecen los 4 nidos en los que se ha intervenido dentro del Plan Regional de Fortificaciones, más otros dos nidos, también en el término de Los Molinos pero ubicados en fincas privadas, y uno más, dentro ya del término municipal de Guadarrama.

El tercer tramo englobaría los nidos situados en el pueblo de Guadarrama e inmediaciones, donde existen algunos nidos que no fueron finalizados. (Arévalo, 2016: 50-52)

Arévalo describe un total de 16 nidos de ametralladoras cuyos restos son  identificables a día de hoy sobre el terreno, a los que suma otros restos de interpretación más dudosa. Además, según se desprende de la interpretación que realiza de la documentación con la que contamos, calcula que faltarían todavía un mínimo de siete nidos por localizar. También hace alusión a otras obras que pudieron haberse realizado, pero que habrían sido destruidas por la actividad urbanística de las últimas décadas. Como ejemplo, señala que el documento fechado a finales de febrero de 1939, anteriormente citado, menciona la construcción de dos obras más en el cerro de San Pantaleón, totalmente urbanizado en la actualidad, y tres más al este del pueblo de Guadarrama, en una zona que también ha sido urbanizada.

Características generales de los nidos de Los Molinos:

Los nidos de Los Molinos respondían a un modelo estandarizado que en la documentación militar consultada recibían el nombre de “casamata de ametralladora en hormigón en el I Cuerpo de Ejército.” (Documentación procedente del AGMA. Arévalo, 2016: 50)

En esta documentación, encontramos también un plano o croquis, fechado en agosto de 1938, en el que se aprecian las características generales que se repiten en los nidos de Los Molinos. Según se desprende de la información que proporcionan los documentos consultados, sumado a lo que podemos apreciar en los modelos en los que se ha intervenido, las características generales de estos nidos eran las siguientes: forma casi cilíndrica en el frente y con tronera doble, con la parte trasera, en la que se sitúa el acceso, de forma rectangular con ángulos achaflanados. El techo parece contar con una sobrecubierta, rematada también en chaflán en su unión con los muros. Las dimensiones medias son 4 m de ancho, 3,60 m de fondo y una altura de 3,20 m, aunque esta variaba algo en función de si se construía sobre roca o sobre tierra.

Modelo de casamata para ametralladora según las instrucciones 2-A de 1938 (Arévalo, 2016: 49)

Como las ametralladoras eran máquinas automáticas pesadas, de gran peso y fuerte retroceso, estas se instalaban sobre un trípode que, además, posibilitaba que el arma girase sobre su propio eje para disparar en diferentes direcciones. Por este motivo, en el interior de estos nidos se construyó un afuste cilíndrico de hormigón que actuaba como banqueta para asentar la ametralladora. Estas estructuras se conservan completas en los nidos de Los Veneros y de Oncisa/Balcón de la Peñota, habiendo sido destruidas en los nidos de Majaltobar/Cerrillo de la Guerra y de Los Huertos, aunque se sigue apreciando la impronta que dejaron en el suelo de las fortificaciones. Según la documentación, estas banquetas contaban con  rebajes pre establecidos para las patas de la ametralladora modelo Hotchkiss 7 mm, que era la reglamentaria del Ejército español al estallar la Guerra Civil y, por tanto, muy empleada durante la contienda por ambos ejércitos.

Interior del nido de Los Veneros tras su limpieza, habiendo quedado al descubierto el afuste de hormigón cilíndrico que se empleaba como banqueta para la ametralladora

Vista del acceso al nido de Los Veneros tras su limpieza, quedando al descubierto el suelo de la trinchera y los muretes de mampostería que reforzaban las paredes de la misma

Según la documentación de época, estos nidos fueron construidos con hormigón en masa, proporcionándonos información también sobre la clase de hormigón empleado: 200 kg de cemento por metro cúbico de hormigón para la solera o cimentación, de 250 kg para los muros, y 350 kg de cemento por metro cúbico de hormigón para el techo. El hormigón se realizaba con cemento y cascajo de piedra, que en el caso de los nidos de Los Molinos es de granito y recuerda al balasto del ferrocarril. También se recomendaba el uso de hierro como refuerzo de las estructuras. De hecho, en todos los nidos de Los Molinos en los que se ha intervenido son apreciables elementos metálicos formando parte de las estructuras, siendo fácilmente identificable el empleo de piquetas de alambradas.

Nido situado en Los Huertos antes y después de la actuación arqueológica

A pesar de la enorme cantidad de obras defensivas realizadas en el sector de Los Molinos, creemos que la mayoría de ellas nunca llegaron a ser ocupadas por la tropa que guarnecía el sector. Basamos esta afirmación en los siguientes argumentos:

Los nidos de Los Molinos formaron parte de la línea de detención.  Esta línea constituía un segundo escalón defensivo que no necesariamente tenía que estar ocupado de manera permanente, sino solo en buenas condiciones de mantenimiento por si era necesario su utilización.

La mayoría de los nidos se construyeron en la etapa final de la guerra. Por ejemplo, el nido Los Veneros cuenta con un gran Año 1939 grabado durante el fraguado en el hormigón del muro frontal, justo encima de las troneras. Además, según se desprende de la documentación con la que contamos, la línea no llegó a finalizarse. En este sentido, resulta ilustrativo que el documento fechado el 20 de febrero de 1939, al que ya nos hemos referido en diferentes momentos, indique claramente que, para esa fecha, todavía no se habían finalizado, al menos, seis de las casamatas proyectadas en el primitivo Plan 2-A del que formaban parte los nidos de Los Molinos, además de los correspondientes a la variante o ampliación de dicho plan. Si tenemos en cuenta que la guerra en el frente madrileño finalizó el 28 de marzo de ese año, y que a principios de ese mismo mes se producía la sublevación del coronel Segismundo Casado, que supuso un durísimo enfrentamiento interno en las filas del ejército republicano, en el que las unidades del I Cuerpo de Ejército, al mando de su jefe, el coronel Luis Barceló, tuvieron un destacado protagonismo, podemos deducir que dichos planes de fortificación no pudieron llevarse a cabo en su totalidad y, por tanto, muchas de estas fortificaciones no fueron utilizadas.

Todo ello, junto a las sucesivas reutilizaciones que estos nidos han tenido desde el final de la contienda (refugio de pastores y montañeros, aprisco y porquerizas, cobertizo para herramientas y materiales, etc.), justificaría la ausencia de materiales procedentes del periodo bélico durante los trabajos arqueológicos realizados en los nidos de Los Molinos.


Nido de Majaltoboso/Cerrillo de la Guerra antes y después de la intervención, quedando al descubierto la trinchera de acceso tallada en la propia roca natural

Por último, cabe mencionar el entramado de trincheras que complementaban las posiciones de Los Molinos en las que se situaban los nidos excavados. Aunque muchas de ellas han desaparecido por la destrucción o colmatación de sus zanjas, durante los trabajos de excavación, como ya indicamos al principio de este texto, se han recuperado parte de los ramales de acceso a los nidos, siendo especialmente llamativo el ramal de trinchera excavado en el nido Majaltoboso/Cerrillo de la Guerra, que en gran medida está tallado en la roca natural. Además, todavía se aprecian sobre el terreno las huellas de numerosos trazados, especialmente en el entorno del nido Los Veneros, donde los atrincheramientos que se conservan son más numerosos y se encuentran en mejor estado.

Plano de ubicación de los nidos de Los Molinos en los que se ha intervenido

La actuación arqueológica desarrollada en algunos de los nidos de ametralladoras que se conservan en el municipio de Los Molinos se complementa con el acondicionamiento de dichas estructuras para la visita y la colocación de una serie de paneles informativos, creando así una ruta de unos 2 kilómetros y medio de recorrido que, partiendo del propio casco urbano, permite la visita, tanto a los nidos en los que se ha intervenido, como a otros pertenecientes a la misma línea defensiva y que, en líneas generales, se conservan también en buen estado.

Además, dentro del Plan General de Fortificaciones, la Dirección General de Patrimonio Cultural, con la colaboración de los ayuntamientos de cada zona, tiene proyectada la creación de diferentes centros de interpretación repartidos por la Comunidad de Madrid, entre los que se encontrarían los centrados en las batallas de Guadarrama y Somosierra.

Interesantes iniciativas que, sumadas a otras muchas que se están llevando a cabo en diferentes puntos de lo que fue el frente de Madrid, suponen un reconocimiento al enorme potencial cultural que tiene este tipo de patrimonio histórico y una respuesta al creciente interés que todo ello despierta.

Fotografía de encabezado: Nido de Los Veneros.

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