MATERIALES DEL PERIODO BÉLICO RECUPERADOS
EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN
En todas las estructuras en las
que se ha trabajado (2 nidos de ametralladora de hormigón armado, 2 nidos de
mampostería, 3 asentamientos de mampostería para fusil ametrallador, 1
observatorio blindado, 1 puesto de mando y 2 estructuras auxiliares) han
aparecido diversos objetos, tanto en el interior de las
fortificaciones como en su perímetro más próximo.
Estos materiales, algunos de los
cuales ya han sido presentados en este blog, pueden agruparse en tres
categorías diferentes:
Armamento.
Construcción.
Vida cotidiana.
Armamento:
A pesar de que la Dehesa de
Navalcarbón no fuera escenario de batallas o combates, y que las
fortificaciones construidas en ella formaran parte de la segunda línea
defensiva del Ejército Popular de la República, alejada unos dos kilómetros de
la primera línea de fuego y de contacto con el enemigo, en este lugar se empleó
y acumuló una importante cantidad de armamento y material bélico.
Los servicios de recuperación del
ejército, que al concluir el conflicto se encargaron de desactivar y limpiar de
material de guerra las zonas en las que se habían establecidos posiciones
defensivas, o la intensa actividad chatarrera desarrollada en esos mismos
lugares durante los años de posguerra,
no han impedido que durante los trabajos arqueológicos desarrollados en Navalcarbón
se haya recuperado un considerable número de restos de armamento.
Además de abundante metralla y de
otros vestigios artilleros (espoletas y vasos de proyectiles), que evidencian
el castigo al que era sometida la Dehesa de Navalcarbón durante la guerra por
parte de la artillería, los restos de armamento más numerosos que han sido
recuperados corresponden a cartuchería, de los que han aparecido ejemplos de
diversos modelos y calibres en la mayor parte de las estructuras excavadas.
Localización de una vaina de Mauser 7 mm durante la excavación de una de las fortificaciones de Navalcarbón
En total, se han localizado 269
objetos: 40 cartuchos, 186 vainas, 22 balas y 21 peines. Estos hallazgos nos
proporcionan interesante información sobre el tipo de fusiles y armas
automáticas que pudo emplear la tropa desplegada en las posiciones de la Dehesa
de Navalcarbón.
La munición recuperada
corresponde a seis tipos: Mauser 7 mm (168), Mauser 7,92 mm (8), Mosin-Nagant
(21), 303 British (28), Mannlicher (1) y 9 Largo (2). Para más información
sobre este tipo de munición aparecido en las excavaciones visitar las entradas
“Munición en la Dehesa de Navalcarbón” y “El calibre 9 mm Largo”.
En los marcajes que figuran en
las vainas y cartuchos que pueden ser leídos (algunos son ilegibles por la
corrosión, otros están montados en peines de los que no pueden ser extraídos o,
simplemente, carecen de marcaje, aparecen 8 países de fabricación diferentes:
España (30%), México (21%), Austria (15%), Grecia (10%), URSS (9%), Inglaterra
(7%), Checoslovaquia (4%) y EUA (4%).
El país de fabricación que figura
en los marcajes no tiene por qué indicar necesariamente que ese tipo de
munición procediese directamente de esos lugares, ya que gran parte del
material bélico llegaba a España por cauces no oficiales (proveedores
clandestinos, operaciones secretas, contrabando, mercado negro…), especialmente,
a partir de la firma del Pacto de No Intervención, el 9 de septiembre de 1936.
Acopio de vainas y cartuchos aparecido al excavar una de las estructuras auxiliares de Navalcarbón
Analizando los marcajes identificados en la munición
recuperada podemos sacar algunas conclusiones:
En buena parte de la munición de
origen español (un 30% del material recuperado), y que básicamente corresponde
al Mauser 7 mm (fusil reglamentario del Ejército Español desde 1893), figuran
fechas muy anteriores al inicio de la Guerra Civil (1917, 1918, 1919, 1921,
1924, 1926, 1927), es decir, se trata de material bélico que, en algunos
casos, había permanecido cerca de dos
décadas almacenado en los depósitos y arsenales militares. Por otro lado, y
como es lógico al tratarse de posiciones del ejército republicano, las fechas
de fabricación más próximas en el tiempo a la contienda que figuran en los
marcajes (1933, 1935, 1936) se interrumpen en 1936, ya que, a partir de ese
año, tanto las plantas de Pirotecnia Militar de Sevilla (PS), como las de la
Fábrica Nacional de Toledo (FNT), dos de las tradicionales productoras nacionales,
y cuyos marcajes aparecen en toda la munición de fabricación española
localizada en Navalcarbón, quedaron
dentro de la zona sublevada y, por tanto, el gobierno de la República dejó de
poder disponer de esos recursos.
Entre la munición aparecida en Navalcarbón
destaca por su número la de origen mexicano (21% del material recuperado),
correspondiente al Mauser 7 mm, con los marcajes México y FNC (Fábrica Nacional
de Cartuchería) y con fechas de fabricación comprendidas entre 1930 y 1931. Es
muy probable que esta munición provenga de los envíos de armamento que el
gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, realizó en apoyo de la
República española desde septiembre de 1936 hasta, por lo menos, septiembre de
1938, en momentos en los que otros países se negaban a hacerlo, al menos de
manera abierta y reconocida.
Respecto a la munición de
Mosin-Nagant, de origen soviético y que durante la Guerra Civil fue masivamente
empleada por el Ejército Popular de la República, los restos recuperados en
Navalcarbón suponen un 9% del total. Sus marcajes nos hablan de tres fábricas
diferentes (Lugansk, Volodarskogo y Tula), y las fechas de producción que aparecen en los culotes van desde 1924 hasta
1936. Sabemos que, durante la Guerra Civil, la URSS vendió directamente a la
República española grandes cantidades de armamento, pero también que utilizó como
pantalla a otros países para este tipo de comercio. Aunque la URSS mandó
material de guerra muy moderno, también aprovechó el conflicto español para
deshacerse de todo el material bélico anticuado que guardaba desde hacía muchos
años en sus arsenales.
Tanto la munición de origen
inglés, como la fabricada en EEUU, que ha aparecido en Navalcarbón (un 7% y un
4% del total, respectivamente), corresponde íntegramente al modelo 303 British (7,7 mm), y las fechas
de fabricación que aparecen en los marcajes de sus culotes, comprendidas entre
1915 y 1918, demuestran que se trata de excedentes de la Primera Guerra
Mundial (1914-1918), muy probablemente,
llegada a España por cauces no oficiales.
Clandestinamente debió de llegar
también la munición del calibre 7,92 mm recuperada en Navalcarbón, casi toda
ella producida en Checoslovaquia (4%) por
la fábrica Sellier & Bellot de Praga, con fechas comprendidas entre
1935 y 1936.
Mención especial merece la
munición que ha aparecido con marcajes que indican una producción clandestina,
o al menos discreta, por parte de algunos países, en un intento de burlar las
prohibiciones impuestas por el Pacto de No Intervención. Dentro de esta categoría
se encuentra toda la munición que ha aparecido para Mauser 7 mm con el marcaje
XII 36B, fabricada en Grecia (10%) por la Fábrica de Pólvora y Cartuchería
Helénica, en diciembre de 1936. También forma parte de esta categoría la
totalidad de la munición de origen austriaco (15%) que se ha recuperado en
Navalcarbón con el marcaje M, también para Mauser 7 mm, así como las vainas
cuyos culotes carecen de marcaje.
El escaso número de restos de
munición 9x23 Largo (1 cartucho y 2 vainas), todos ellos de fabricación
española, entra dentro de lo normal, al constituir el tipo de munición empleado
por armas cortas y, por tanto, de uso exclusivo de los oficiales.
Por último, la única vaina de
Mannlicher que ha aparecido en Navalcarbón, fabricada en Austria en 1915,
aunque podría indicar un empleo anecdótico o irrelevante de este tipo de
munición, lo cierto es que solo con esa muestra no nos es posible sacar
conclusiones.
Algunos de los peines-cargador para Mauser 7 mm y para Mauser 7,92 mm recuperados en Navalcarbón
Además de cartuchos y vainas, ha
sido recuperado un considerable número de guías de cargador, conocidos como
peines cuando tienen montados los cartuchos. Salvo dos peines y los restos de
un tercero, correspondientes al modelo 303 British, la totalidad de los peines
recuperados en Navalcarbón son para Mauser 7 mm (9) y para Mauser 7,92 mm (10).
Todos los peines de 7,92 mm se encuentran muy dañados por la corrosión, por lo
que resulta imposible apreciar ningún tipo de marcaje, sin embargo, en cinco de
los peines para munición de 7 mm, se aprecia la inscripción México (4) y FNC
(1). La escasez, o total ausencia, de otros modelos de peines puede deberse,
como sucede con los modelos para 303 British o para Mosin-Nagant, a su
destrucción por lo muy vulnerables que son a la corrosión.
Vainas de Mauser 7 mm montadas en peines
Peine montado con cartuchos 303 British
Respecto a las balas, los modelos
recuperados corresponden al 7 mm (7), 7,92 mm (5), 7,62 mm (6) y 7,7 mm (4),
estas últimas engarzadas a fragmentos de golletes rotos, lo que significa
rotura de los cartuchos. Es muy probable que muchas de estas balas no hayan
sido disparadas, sino desengarzadas del gollete de la vaina voluntariamente o de manera fortuíta.
A modo de conclusión, creemos que
los restos de cartuchería aparecidos en la Dehesa de Navalcarbón dan testimonio
de una gran variedad de calibres (hasta 7 tipos diferentes). Ello nos hace
intuir unas importantes complicaciones logísticas causadas por la considerable
heterogeneidad de fusiles y armas automáticas que conformaban el armamento de
la tropa que guarnecía estas posiciones. Los marcajes de la munición demuestran
una amplia diversificación de naciones y proveedores, así como la existencia de diferentes cauces, tanto de carácter oficial como clandestinos, empleados para
hacer llegar el material a España. Todo ello, reflejaría las dificultades que existían
para equipar de armamento y abastecer de municiones a las tropas republicanas
que, en la etapa final de la guerra, guarnecían el frente de Las Rozas.
Durante los trabajos de
excavación se han recuperado también diferentes elementos pertenecientes a
granadas de mortero de 50 mm, modelo Valero. En concreto, 2 ojivas, 2 cuerpos,
3 culotes de cartuchos de proyección y diversos fragmentos de ojiva, cuerpo,
bandas de conducción y otros restos. Los lugares en los que han aparecido los restos hace
pensar que estos proyectiles no fueron disparados, sino inutilizados y
abandonados en el mismo lugar en el que han aparecido, posiblemente, por los
servicios militares de recuperación y desactivación de material de guerra que estuvieron
trabajando en la zona al finalizar la contienda. Ver la entrada “Granadas de mortero Valero en Navalcarbón”.
Culo de una granada rompedora de 105 mm aparecido en Navalcarbón
Otro objeto curioso que hemos
encontrado, y que podemos incluir en la categoría de armamento defensivo, es el
filtro de una máscara antigás (ver la entrada “Guerra química”).
Construcción:
Lógicamente, una de las
actividades más importantes realizadas en la Dehesa de Navalcarbón durante la
Guerra Civil fue la construcción de todos los elementos que conformaron la
posición allí establecida. No sólo las estructuras que son más visibles hoy en
día, como los fortines y las trincheras, también un gran número de obras y
construcciones auxiliares y complementarias, tales como refugios subterráneos,
abrigos para la tropa, depósitos, etc., mucho menos consistentes y que han ido
desapareciendo por efecto de la erosión y el paso del tiempo.
Además de los materiales con los
que están construidos los fortines, como cemento, grandes piedras de granito,
ladrillo o balasto de las vías del ferrocarril, y que han aparecido en gran
cantidad durante las labores de desescombro y excavación de las estructuras,
también se han recuperado muchos otros objetos y elementos relacionados con el
proceso constructivo de las fortificaciones de Navalcarbón.
En líneas generales, la Guerra
Civil fue una guerra de pocos recursos, por lo que las unidades que realizaban
trabajos de fortificación procuraban aprovechar al máximo los medios que les
proporcionaban las mismas zonas en las que trabajaban. En Las Rozas de Madrid,
y las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón no fueron una excepción, fue
especialmente significativo el aprovechamiento que el ejército republicano hizo de los materiales provenientes de las
infraestructuras ferroviarias que existían en la zona del municipio bajo su
control, especialmente la Línea del Norte y la Estación Clasificadora de Las
Matas.
La colocación de emparrillados
formados por raíles de tren entre los muros y las cubiertas de los fortines de
mampostería, elemento esencial en el blindaje de la estructura, ha quedado
atestiguada, tanto en el negativo o impronta que esos raíles han dejado en los
muros y cubiertas de los fortines, como en los escombros extraídos durante la
excavación, ya que los raíles actuaron como molde, dando su forma al cemento, e
incluso, dejando grabados los marcajes con la factoría y el año de producción
en algunos de ellos. También el cascajo de piedra, que es el balasto con el que
se intenta minimizar el efecto de las vibraciones de los trenes al circular
sobre las vía, fue trasladado en grandes cantidades a Navalcarbón para reforzar
el hormigón en masa con el que se construyeron las cubiertas de los fortines de
mampostería.
Fragmento de cemento, con la forma de uno de los raíles de ferrocarril que conformaba la cubierta de una de las fortificación de Navalcarbón, en el que quedó impresa la marca del fabricante: KRUPP, que, entre finales del siglo XIX y mediados del XX, fue la todopoderosa productora de acero alemán, tanto para uso civil como militar.
La aparición de pasadores, placas
de asiento, pernos, tornillos, tuercas, etc. demuestra el aprovechamiento que
se hizo de los diferentes herrajes característicos de las vías férreas para la
construcción de las fortificaciones y, con toda seguridad, atestiguaría también
el empleo de traviesas de madera procedentes de las vías para múltiples usos
constructivos (vigas, refuerzos, cubiertas, parapetos, etc.). Con el paso del
tiempo, esta madera habría desaparecido, pero habrían permanecido los elementos
metálicos que se encontraban atornillados o anclados a ella.
Entre los útiles aparecidos
destaca una pala, herramienta básica, junto a los picos (estos últimos no han
aparecido), para la realización de trabajos de fortificación. También una pieza
rectangular, de hierro macizo, que parece haber sido una especie de pequeño
yunque. Curiosa ha sido la aparición de un bloque de cemento con la forma del
cubo, cubeta o espuerta que lo contenía. También han aparecido piquetas de
alambrada empleadas en la construcción de alguna de las fortificaciones.
Pala recuperada en la Dehesa de Navalcarbón
Los restos más numerosos de
elementos relacionados con la construcción
que han sido recuperados durante la excavación arqueológica son los
clavos, puntas y tornillos de diferentes
tipos y tamaños, así como una buena cantidad de trozos de alambre.
Suponemos también que muchos de los fragmentos de metal sin forma definida que
han sido recuperados, corresponderán a elementos utilizados en el proceso
constructivo, siendo imposible su interpretación debido al estado de corrosión
en que se encuentran.
Vida cotidiana:
Un grupo de materiales
recuperados especialmente interesante lo constituye el de los objetos
relacionados con la vida cotidiana de los soldados que fortificaban y
guarnecían las posiciones del frente. Estos objetos nos hablan del día a día de
aquellos hombres que se vieron inmersos en la trágica realidad que supone una
guerra de trincheras y, por tanto, son los que nos proporcionan una visión más
humana de aquel periodo histórico. En las excavaciones de la Dehesa de
Navalcarbón hemos recuperado diferentes elementos que pertenecen a esta
categoría de materiales.
Desenterrando una lata de conservas aparecida en el suelo de una de las estructuras auxiliares
Comenzamos
señalando los que tienen que ver con la alimentación, como es el caso de un
plato de aluminio esmaltado, varios fragmentos de un plato de loza, diferentes
latas de conservas, abrelatas o variados recipientes de bebida, como una
botella de vino, fragmentos de un porrón, de un botijo y de otras botellas que
debieron de emplearse para contener agua, vino o algún tipo de licor. Dentro de
los objetos relacionados con la alimentación, hay que incluir una serie de
fragmentos de huesos de animales que aparecieron en el suelo de una de las que
hemos denominado estructuras auxiliares, y que debieron formar parte de la
dieta de la tropa, bien en forma de guiso o como ingrediente en algún tipo de
caldo. El pequeño tamaño y estado fragmentario de estos huesos no permite identificar
con exactitud a qué especie animal pertenecieron, pero las características que
presentan hacen muy probable que se
trate de algún tipo de bóvido, équido o suido.
Otra serie de objetos recuperados
son los relacionados con la higiene y el aseo, tales como dos peines para el
cabello o un tubo de pasta dentífrica, a los cuales les dedicamos ya la entrada
“Higiene personal.”
Localización de un peine para cabello en una de las estructuras auxiliares
Además de las botellas de cristal
anteriormente mencionadas, han aparecido varias botellas de vidrio y cristal
correspondientes a envases de medicamentos, seguramente, de jarabes, pastillas,
sales o complejos vitamínicos. Entre los recipientes de cristal, destacan
también los correspondientes a tinteros.
Tintero y botella de medicamento aparecidos en el suelo del puesto de mando
Los fragmentos de un quinqué nos hablan de los rudimentarios
sistemas de iluminación que se empleaban en muchas de estas posiciones.
Entre los objetos de uso personal
y cotidiano, también han aparecido dos navajas de bolsillo, un objeto muy
práctico y con múltiples utilidades, que seguramente sería muy común entre los
soldados.
Se han recuperado también algunos
objetos que tiene que ver con la vestimenta, como algunos botones metálicos,
una pequeña hebilla, el tirador de una cremallera, una suela de calzado, o el
tacón claveteado de una bota.
Otros objetos que podemos
mencionar, son una moneda de 25 céntimos de la República, del año 1934, un par
de pequeñas llaves, o unos hilos telefónicos que aparecieron en el interior del
puesto de mando.
Por último, y quizás como
elemento más llamativo por lo vulnerable del material, habría que mencionar los
fragmentos de periódico y cartón que aparecieron en una de las estructuras
auxiliares que fueron excavadas, y al que ya dedicamos la entrada “Prensa de trinchera.”
Vainas de Mauser 7 mm adheridas a fragmentos de cartón
Todos estos objetos y materiales
han sido limpiados, inventariados, catalogados y estudiados, presentando la
correspondiente memoria en la Dirección General de Patrimonio Cultural, y
entregados al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.
Almacén del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares el día de la entrega de los materiales recuperados en la Dehesa de Navalcarbón