domingo, 28 de enero de 2024

170) Ruina y escombros

 


RUINA Y ESCOMBROS

La mayoría de las veces, la excavación de una fortificación de la Guerra Civil tiene más  de desescombro que de cualquier otra cosa. Tanto el interior de estas estructuras, como su perímetro más cercano, suelen verse afectados por los vertidos y la acumulación de todo tipo de residuos.

En la Comunidad de Madrid, hasta el año 2013 estos vestigios no han sido considerados como un patrimonio histórico digno de ser conservado, careciendo de cualquier tipo de protección legal, lo que muchas veces suponía su destrucción cada vez que uno de estos elementos se veía afectado por alguna intervención urbanística o de infraestructuras. Hoy en día estas fortificaciones están protegidas, pero ello no impide que muchas de ellas se encuentren en un estado deplorable.

Normalmente, lo que uno se encuentra al visitar muchas de estas construcciones defensivas son estructuras muy colmatadas, de las que apenas asoman algunos restos en el terreno, siendo muchas veces difícil su correcta interpretación. Esta gran colmatación es debida a múltiples factores, unos de carácter natural y otros causados por la acción humana. Los procesos de deterioro por los que han pasado desde el final de la contienda son muchos y variados, pero entre todos ellos creemos que destacarían los siguientes:

Terminada la guerra, las posiciones fueron abandonadas. La falta de mantenimiento provocó los primeros desperfectos, con arrastre de sedimentos como consecuencia de la erosión que causan los fenómenos meteorológicos, especialmente las lluvias y escorrentías que estas ocasionan, pero también el viento, el hielo, el sol o la presencia de animales y plantas, que poco a poco debilitaron y dañaron las estructuras. Se trata de un proceso natural lento pero continuado, que a lo largo de las décadas y en función de las características del terreno puede acabar derrumbando o enterrando prácticamente en su totalidad una de estas construcciones, especialmente si tenemos en cuenta que muchas de ellas eran semisubterráneas.


Fortificación prácticamente colmatada en las cercanías del vértice Madroñal, en Colmenarejo

Pero sin duda, las mayores destrucciones y alteraciones que afectan a las fortificaciones de la Guerra Civil han sido causadas de manera intencionada por diferentes actividades humanas. La primera comenzó nada más terminar la contienda, y consistió en un intensivo trabajo de recuperación de todos los materiales aprovechables que conformaban estas estructuras, muy especialmente los elementos metálicos (vigas, raíles, planchas, piquetas…). Esta labor chatarrera conllevó la destrucción de muchos muros y cubiertas, cuyos cascotes cayeron en gran medida al interior de las fortificaciones, provocando una potente colmatación a la que contribuyeron también los agentes naturales a los que ya nos hemos referido.

Asentamientos para arma automática cuyas cubiertas de hormigón fueron destruida tras la guerra para recuperar los raíles de ferrocarril empleados en su construcción. Arroyo de La Retorna, en Las Rozas de Madrid

La necesidad de recuperar para las actividades agropecuarias los terrenos que habían sido líneas de frente, en los que existían numerosas trincheras, zanjas, excavaciones y diversos elementos constructivos que entorpecían y causaban serios problemas (en ocasiones, incluso ciertos peligros), provocó su soterramiento, quedando muchas estructuras enterradas o semienterradas. Otras, al situarse en puntos que interrumpían el paso de los arados y tractores, cuyas cuchillas se deterioraban al chocar con la fábrica y cimientos de las fortificaciones, y suponer demasiado esfuerzo su total eliminación, fueron aprovechados por los agricultores para depositar los pedruscos que salían al roturar y arar sus campos, generándose pequeños túmulos formados por múltiples guijarros  de diversos tamaños, bajo los que, en ocasiones, asoman los restos de estos vestigios históricos.


Muchas de las fortificaciones situadas en campos de cultivo se han visto seriamente dañadas por las labores agrícolas y han sido aprovechadas para acumular las piedras que estorbaban al arado. Ejemplos en Majadahonda y Las Rozas de Madrid

Durante décadas, muchas posiciones de la Guerra Civil se convirtieron también en lugar predilecto para el vertido de escombros, siendo habitual encontrar las fortificaciones y su entorno más inmediato sepultados bajo grandes cantidades de residuos de obras y demoliciones, así como de los desechos más variopintos.


Posición de primera línea sepultada bajo los vertidos ilegales de escombros. Majadahonda

Por último, muchas fortificaciones se han convertido en tristes contenedores de basuras, auténticos vertederos en los que se acumulan latas, vidrios, plásticos, desperdicios orgánicos y porquerías de todo tipo.


Interior de un nido de ametralladoras convertido en un contenedor de basuras. Las Rozas de Madrid

Lo normal es que la mayoría de las fortificaciones que han llegado hasta nuestros días se hayan visto afectadas, en mayor o menor grado, por alguno o varios de estos procesos, y así, es frecuente encontrar una misma estructura dañada al mismo tiempo por los agentes erosivos de carácter natural, semidestruida por la actividad chatarrera de posguerra, soterrada como consecuencia de las labores de recuperación de espacios tras la guerra y convertida en un desagradable contenedor de escombros y basuras.

Cierto es que algunos lugares, especialmente los más aislados o alejados de los grandes núcleos urbanos, como pueden ser las zonas de montaña o los espacios naturales que cuentan con algún tipo de protección especial, se han librado en cierta medida de alguno de estos males, y en ellos las fortificaciones, a pesar de haber sufrido destrucciones y ser víctimas del abandono y la falta de mantenimiento, poco a poco se han ido integrando en el entorno, armonizando con este y contribuyendo a conformar un  interesante y evocador paisaje histórico y natural que, no obstante, no impide que su proceso de erosión y deterioro continúe.


Las ruinas de una fortificación integradas en el bonito paraje natural de La Hinojera, entre Zarzalejo y Robledo de Chavela 

Pero, en la mayoría de los casos, lo que prima es la destrucción y la suciedad: metros cúbicos de tierra, escombros y basuras. Esto es lo que suele ser habitual a la hora de prospectar, catalogar, documentar, estudiar, interpretar, excavar o, simplemente, visitar una fortificación de la Guerra Civil.

Una lamentable realidad que, al menos a quien escribe esto, le hace reflexionar sobre la fugacidad de las cosas y el enorme contraste que en ocasiones se genera entre el presente y el pasado vivido en ciertos lugares. Muchos de los espacios que hace algo más de ochenta años fueron campos de batalla y frentes de guerra, en los que cientos de combatientes pasaron calamidades de todo tipo, si no han desaparecido por la expansión urbanística o las transformaciones experimentadas en el territorio, se han convertido en sitios degradados, en los que los vestigios de trincheras y fortificaciones sucumben bajo los acopios incontrolados de escombros, desechos y basuras.


En primer término los restos de una fortificación de mampostería prácticamente sepultada por las escorrentías de la ladera en la que se ubica y, al fondo, una gran escombrera ilegal. Majadahonda

Lugares históricos, patrimoniales y de memoria convertidos en vertederos de  olvido y ruina.

Pero, a pesar de todo ello, en los últimos años han comenzado a cambiar algunas cosas que, aun siendo insuficientes, demuestran un considerable giro respecto al tratamiento que, hasta hace muy poco, recibía la arquitectura militar de la Guerra Civil.


viernes, 16 de septiembre de 2022

169) Volvemos a las trincheras


 
VOLVEMOS A LAS TRINCHERAS

Esta semana, de la mano de los arqueólogos Miguel Ángel Bru Castro y Pablo Schnell Quiertant, hemos tenido la oportunidad de volver a excavar fortificaciones de la guerra civil. En esta ocasión, estamos trabajando en una peculiar estructura defensiva que formó parte de lo que fue la primera línea del frente, en la sierra de Guadarrama.

Por delante, días de pico, pala y desescombro para desenterrar otro pequeño pedazo de historia que, tras su recuperación y estudio, se señalará y acondicionará para poder ser visitado.

Todo ello, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil que, desde hace algunos años, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.

viernes, 29 de octubre de 2021

168) Los ecos del pasado

 


LOS ECOS DEL PASADO


Aunque no vivo en Villanueva del Pardillo, es un municipio que, especialmente por motivos familiares, visito con frecuencia desde hace muchos años.

Siguiendo mi costumbre de recorrer los lugares de la Guerra Civil que encuentro referenciados en documentos y bibliografía, me gusta pasear por los alrededores del pueblo, recorrer los mismos espacios que, hace más de ochenta años, se convirtieron en campos de batalla, líneas de frente y posiciones defensivas.

Las informaciones referentes a despliegue y movimiento de tropas, trabajos de fortificación, combates o difíciles condiciones de vida en las trincheras, permiten mirar todo con otros ojos, reflexionar, comprender mejor lo leído y, de alguna manera, penetrar en el paisaje, descubrir las huellas que la historia ha dejado impresas en el territorio.

Hace pocos días, en uno de estos solitarios y meditabundos paseos, me topé con un proyectil artillero del calibre 155 mm sin explosionar, aparentemente, desenterrado por las labores agrícolas, muy habituales todavía en Villanueva del Pardillo.

No es la primera vez que me encuentro este tipo de restos y, por tanto, tampoco es la primera vez que aviso a la policía para que los especialistas se hagan cargo del mismo. Así lo hice también en esta ocasión, procediendo los artificieros a trasladarlo a unas canteras abandonadas, donde lo detonaron de manera controlada y segura.

Granada rompedora de 155 mm aparecida en Villanueva del Pardillo


Como ya he señalado, se trataba de un proyectil de 155 mm, en concreto, una granada rompedora de más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm que debió ser disparada en algún momento de la guerra por la artillería pesada desde una distancia de 7, 8, 9, 10, o incluso más kilómetros, a una velocidad superior a los 400 m/sg.

Los efectos producidos por las explosiones de las granadas rompedoras eran (y son) terroríficos: una estrepitosa explosión, una potente onda expansiva, una lluvia de cascotes de metralla que alcanzaban radios de acción de hasta 200 m,  una enorme polvareda y grandes embudos que removían el terreno.

La potencia destructiva de estas armas se acrecentaba por el empleo conjunto de varias piezas artilleras (bien cañones u obuses), agrupadas en baterías (normalmente formadas por 3 o 4 piezas del mismo calibre) o en agrupaciones compuestas por varias baterías y piezas de diferentes calibres.

Artillería en plena acción durante la Guerra Civil


El proyectil localizado tenía montada en su ojiva una espoleta de cebo Garrido modelo 24, ingenio diseñado por el coronel Antonio Garrido Valdivia (de quien recibe el nombre), cuyo complejo mecanismo interno provocaba que la granada explosionara al chocar con el terreno (podéis consultar una amplia y detallada información sobre este tipo de espoleta y su funcionamiento en la página amonio.es, referente imprescindible para todo lo relacionado con armamento de la Guerra Civil).

Espoleta recuperada tras la detonación controlada
 realizada por los especialistad de la Guardia Civil


Evidentemente, algo falló para que en su momento no explosionase este proyectil, posiblemente, su trayectoria no fuera la correcta al impactar, lo que provocó que la espoleta no se activase, pero su capacidad destructiva continuaba activa a pesar de los largos años transcurridos desde que fue disparado.

Por este motivo, los Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Guardia Civil procedieron a su destrucción, haciéndolo explosionar en un lugar seguro y con las medidas adecuadas para minimizar al máximo sus devastadores efectos.

Canteras abandonadas como esta, suelen ser empleadas 
por los artificieros para detonar los proyectiles que aparecen

Embudo producido por la detonación controlada

Algunos de los fragmentos de metralla 
recuperados tras la detonación controlada


La artillería dejó de atronar hace más de 80 años en Villanueva del Pardillo, pero todavía hoy, de vez en cuando, es necesario neutralizar peligrosos restos de aquel pasado bélico, y alguna detonación bajo control vuelve a romper el silencio, impregnando el ambiente del acre aroma que dejan la trilita y otros viejos explosivos.

Ecos del pasado que, afortunadamente, hoy  son solo historia.


jueves, 13 de mayo de 2021

167) Hallazgos



 

HALLAZGOS

“Un paisaje es un producto del tiempo y en él se guardan las objetivas huellas de éste”

(Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo, escritor y montañero)

 

No es la primera vez que al pasear íntima y conscientemente por lo que un día fueron terribles campos de batalla o enmarañadas líneas de trincheras, mientras mi mente evoca las informaciones y los datos obtenidos en libros y documentos, me topo con algún resto material de aquellos tiempos bélicos. Pequeños jirones de historia cuyo hallazgo despierta diversos sentimientos, todos ellos envueltos en una especie de suave tristeza, al pensar en quienes tuvieron que vivir un pasado tan duro y obscuro.

En uno de mis últimos paseos por los alrededores de Villanueva del Pardillo me topé con esta granada de mortero Valero de 50 mm. El artefacto había perdido su cola estabilizadora, pero su carga explosiva, compuesta por 125 gramos de trilita, se mantenía intacta, por lo que avisé a la policía e indique a los agentes su ubicación para que procedieran a su retirada.



martes, 17 de diciembre de 2019

166) Excavando una trinchera de la Guerra Civil en Los Molinos



EXCAVANDO UNA TRINCHERA DE LA GUERRA CIVIL EN LOS MOLINOS

Durante la última quincena de octubre de 2019, tuvimos la oportunidad de volver al municipio madrileño de Los Molinos y continuar con las actuaciones que se están desarrollando para la recuperación, acondicionamiento y musealización de alguno de los muchos vestigios de la Guerra Civil  que se conservan en la zona.

Estos trabajos se enmarcan dentro del Plan Regional de Fortificaciones que, desde el 2016, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural en diferentes puntos de la región.

En noviembre de 2018 estuvimos participando ya en la limpieza y documentación arqueológica de cuatro nidos de ametralladoras en Los Molinos (ver la entrada “EL PLAN REGIONAL DE FORTIFICACIONES EN EL MUNICIPIO DE LOS MOLINOS”). En esta ocasión hemos regresado para excavar parte de la trinchera que da acceso a uno de estos nidos, en concreto, el situado en el atractivo paraje natural que recibe el nombre de Los Guijos (Nido Los Veneros, CM/0087/023).

Esta actuación se ha realizado bajo la dirección del arqueólogo Luis Fernando Abril Urmente, con la participación  de José Manuel Vallejo Jorge (arqueólogo) y Javier M. Calvo Martínez (historiador).

La trinchera que da acceso al nido de ametralladoras ha sido desbrozada, desescombrada y excavada siguiendo la metodología arqueológica, lo que ha permitido desenterrar varios metros de la zanja que los zapadores del I Cuerpo de Ejército y el Batallón de Obras y Fortificaciones nº 2 abrieron en la propia roca natural hace ahora ochenta años.

La trinchera de acceso antes de su excavación

La trinchera tras el desbroce y con un primer tramo excavado

La trinchera de acceso tras su excavación

La trinchera tiene el característico trazado en zigzag y, como peculiaridad, cuenta con unos escalones que fueron labrados en la roca para salvar cómodamente el desnivel que da acceso al nido de ametralladoras, cuyas paredes junto a la entrada están revestidas de mampostería.

Escalones labrados en la roca natural que dan acceso al nido de ametralladoras

Desenterrar esta trinchera ha sido un trabajo duro porque se encontraba totalmente colmatada de rocas, cascajo de piedra y muchos metros cúbicos de tierra, pero, sin duda, la labor que realizaron durante la guerra las unidades de fortificación en su construcción fue mucho más penosa, ya que, no solo tuvieron que cavar, sobre todo, hubieron de picar y tallar la trinchera en la dura roca natural que conforma el subsuelo y aflora en la superficie.
Un ejemplo del duro trabajo que debieron realizar las unidades de fortificación lo encontramos en la gran losa rocosa que tuvieron que romper para permitir el acceso al nido de ametralladoras, cuyos grandes fragmentos descansan sobre los parapetos de la trinchera, tal y como puede apreciarse en esta fotografía.

Grandes cantidades de tierra removida a base de pico y pala, y roca granítica, de gran dureza y tamaño, cuya resistencia fue vencida usando las herramientas propias de la cantería tradicional: mazos, macetas, cinceles, cuñas, puntales, gradinas o bujardas, todo ello realizado de forma manual y en el duro contexto que suponía el frente de guerra serrano en la etapa final de la contienda.




Diferentes momentos de la excavación arqueológica

Son incalculables los metros lineales de trinchera que, entre mediados de 1938 y principios de 1939, fueron abiertos en el espacio comprendido entre la vertiente sur de La Peñota y la población de Guadarrama para la construcción de esta segunda línea defensiva, en el Sector de la 2ª División (I CE) del Ejército Popular de la República, todo ello, dentro del denominado “Plan de Trabajos 2-A”. Los tramos que últimamente han sido recuperados en Los Molinos, junto a los nidos de ametralladoras en los que se ha actuado arqueológicamente, son una pequeñísima parte de todo aquello, pero constituyen un buen ejemplo para conocer y comprender, sobre el terreno, el enorme esfuerzo humano que la guerra exigió a las unidades de fortificación.

Junto a los trabajos arqueológicos, y su correspondiente documentación historiográfica, la Dirección General de Patrimonio está complementado estas actuaciones acondicionando los nidos de ametralladora y las trincheras en las que se ha intervenido, e instalando una serie de paneles explicativos que ayudan a comprender e interpretar adecuadamente estos vestigios históricos.

Nido de Los Veneros (CM/0087/023) limpio de pintadas y con su señalética instalada

Señalética junto al nido ubicado en el paraje denominado Los Huertos (CM/0087/028)

Por nuestra parte, nos sentimos muy satisfechos y afortunados de poder participar en esta y otras actuaciones del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939) de la Comunidad de Madrid.

domingo, 13 de octubre de 2019

165) Tras las huellas de la guerra. Recorrido por las fortificaciones de Navalcarbón


TRAS LAS HUELLAS DE LA GUERRA. RECORRIDO POR LAS FORTIFICACIONES DE NAVALCARBÓN

Entre octubre y noviembre de 2017, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939), desarrollado por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, se realizó la excavación arqueológica de las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón.

Esta intervención se basó en un proyecto elaborado por la Asociación Histórico-Cultural Cierzo, que desde el año 2012 viene realizando una intensa labor de investigación sobre la historia local del municipio de Las Rozas de Madrid y de catalogación y estudio de su patrimonio cultural, además de una continuada labor divulgativa por medio de rutas, exposiciones, conferencias, publicaciones y colaboraciones con otras entidades públicas y privadas.

Excavando las fortificaciones de Navalcarbón (oct.-nov. 2017). Fotografía de Mariano G. Isern.

Los trabajos de Navalcarbón fueron dirigidos por el arqueólogo David Urquiaga Cela (dirección técnica) y el historiador Javier M. Calvo Martínez (dirección científica), con la participación de los arqueólogos Raúl Flores Fernández y Lourdes Morales García, y de su desarrollo y resultados hemos dado ya amplia información en diferentes entradas del blog Frente de Batalla.

Terminados los trabajos arqueológicos, se han desarrollado una serie de intervenciones de restauración y acondicionamiento de las fortificaciones  (realización de accesos, limpieza de pintadas, consolidación de estructuras…), así como la colocación de nueve carteles explicativos, creándose un recorrido que permite visitar los restos más interesantes y conocer los datos más significativos para entender e interpretar adecuadamente estos vestigios del periodo bélico. En estas actuaciones han participado el equipo de arqueólogos Cota 660 y el restaurador Miguel Ángel López Marcos.

Una de las fotografías cenitales realizadas con dron por Francisco Pino.

Debemos mencionar también, por su desinteresada colaboración en este proyecto, a Mariano Gómez Isern, que realizó un amplio reportaje fotográfico durante los trabajos arqueológicos, y a Francisco Pino, que efectuó videos, fotografías y panorámicas con dron de todas las estructuras.

Todo ello ha quedado finalizado en el mes de agosto de 2019, pudiendo disfrutar ya de este importante conjunto de arquitectura militar, que supone un valor añadido a los múltiples encantos con los que ya cuenta la Dehesa de Navalcarbón, posiblemente, el espacio verde más emblemático del municipio de Las Rozas de Madrid.

Panel presentación instalado en la Dehesa de Navalcarbón.


Ejemplos de la señalética colocada junto a las fortificaciones.

Desde aquí, queremos mostrar nuestra satisfacción por haber contribuido a la recuperación de esta parte de nuestra historia, confiando en que sea del disfrute general y que, entre todos, seamos capaces de cuidar y valorar la riqueza patrimonial que existe en nuestro entorno más cercano.


Nosotros seguiremos trabajando por todo ello.

martes, 16 de julio de 2019

164) Materiales del periodo bélico recuperados en la Dehesa de Navalcarbón



MATERIALES DEL PERIODO BÉLICO RECUPERADOS EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN

Los trabajos arqueológicos desarrollados en la Dehesa de Navalcarbón en el mes de noviembre de 2017, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid, permitieron recuperar un considerable número de materiales procedentes del periodo bélico.

En todas las estructuras en las que se ha trabajado (2 nidos de ametralladora de hormigón armado, 2 nidos de mampostería, 3 asentamientos de mampostería para fusil ametrallador, 1 observatorio blindado, 1 puesto de mando y 2 estructuras auxiliares) han aparecido diversos objetos, tanto en el interior de las fortificaciones como en su perímetro más próximo.

Estos materiales, algunos de los cuales ya han sido presentados en este blog, pueden agruparse en tres categorías diferentes:

Armamento.
Construcción.
Vida cotidiana.

Armamento:

A pesar de que la Dehesa de Navalcarbón no fuera escenario de batallas o combates, y que las fortificaciones construidas en ella formaran parte de la segunda línea defensiva del Ejército Popular de la República, alejada unos dos kilómetros de la primera línea de fuego y de contacto con el enemigo, en este lugar se empleó y acumuló una importante cantidad de armamento y material bélico.

Los servicios de recuperación del ejército, que al concluir el conflicto se encargaron de desactivar y limpiar de material de guerra las zonas en las que se habían establecidos posiciones defensivas, o la intensa actividad chatarrera desarrollada en esos mismos lugares  durante los años de posguerra, no han impedido que durante los trabajos arqueológicos desarrollados en Navalcarbón se haya recuperado un considerable número de restos de armamento.

Además de abundante metralla y de otros vestigios artilleros (espoletas y vasos de proyectiles), que evidencian el castigo al que era sometida la Dehesa de Navalcarbón durante la guerra por parte de la artillería, los restos de armamento más numerosos que han sido recuperados corresponden a cartuchería, de los que han aparecido ejemplos de diversos modelos y calibres en la mayor parte de las estructuras excavadas.

Localización de una vaina de Mauser 7 mm durante la excavación de una de las fortificaciones de Navalcarbón

En total, se han localizado 269 objetos: 40 cartuchos, 186 vainas, 22 balas y 21 peines. Estos hallazgos nos proporcionan interesante información sobre el tipo de fusiles y armas automáticas que pudo emplear la tropa desplegada en las posiciones de la Dehesa de Navalcarbón.

La munición recuperada corresponde a seis tipos: Mauser 7 mm (168), Mauser 7,92 mm (8), Mosin-Nagant (21), 303 British (28), Mannlicher (1) y 9 Largo (2). Para más información sobre este tipo de munición aparecido en las excavaciones visitar las entradas “Munición en la Dehesa de Navalcarbón” y “El calibre 9 mm Largo”.

En los marcajes que figuran en las vainas y cartuchos que pueden ser leídos (algunos son ilegibles por la corrosión, otros están montados en peines de los que no pueden ser extraídos o, simplemente, carecen de marcaje, aparecen 8 países de fabricación diferentes: España (30%), México (21%), Austria (15%), Grecia (10%), URSS (9%), Inglaterra (7%), Checoslovaquia (4%) y EUA (4%).

El país de fabricación que figura en los marcajes no tiene por qué indicar necesariamente que ese tipo de munición procediese directamente de esos lugares, ya que gran parte del material bélico llegaba a España por cauces no oficiales (proveedores clandestinos, operaciones secretas, contrabando, mercado negro…), especialmente, a partir de la firma del Pacto de No Intervención, el 9 de septiembre de 1936.

Acopio de vainas y cartuchos aparecido al excavar una de las estructuras auxiliares de Navalcarbón

Analizando  los marcajes identificados en la munición recuperada podemos sacar algunas conclusiones:

En buena parte de la munición de origen español (un 30% del material recuperado), y que básicamente corresponde al Mauser 7 mm (fusil reglamentario del Ejército Español desde 1893), figuran fechas muy anteriores al inicio de la Guerra Civil (1917, 1918, 1919, 1921, 1924, 1926, 1927), es decir, se trata de material bélico que, en algunos casos,  había permanecido cerca de dos décadas almacenado en los depósitos y arsenales militares. Por otro lado, y como es lógico al tratarse de posiciones del ejército republicano, las fechas de fabricación más próximas en el tiempo a la contienda que figuran en los marcajes (1933, 1935, 1936) se interrumpen en 1936, ya que, a partir de ese año, tanto las plantas de Pirotecnia Militar de Sevilla (PS), como las de la Fábrica Nacional de Toledo (FNT), dos de las tradicionales productoras nacionales, y cuyos marcajes aparecen en toda la munición de fabricación española localizada en Navalcarbón,  quedaron dentro de la zona sublevada y, por tanto, el gobierno de la República dejó de poder disponer de esos recursos.

Entre la munición aparecida en Navalcarbón destaca por su número la de origen mexicano (21% del material recuperado), correspondiente al Mauser 7 mm, con los marcajes México y FNC (Fábrica Nacional de Cartuchería) y con fechas de fabricación comprendidas entre 1930 y 1931. Es muy probable que esta munición provenga de los envíos de armamento que el gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, realizó en apoyo de la República española desde septiembre de 1936 hasta, por lo menos, septiembre de 1938, en momentos en los que otros países se negaban a hacerlo, al menos de manera abierta y reconocida.

Respecto a la munición de Mosin-Nagant, de origen soviético y que durante la Guerra Civil fue masivamente empleada por el Ejército Popular de la República, los restos recuperados en Navalcarbón suponen un 9% del total. Sus marcajes nos hablan de tres fábricas diferentes (Lugansk, Volodarskogo y Tula), y las fechas de producción que aparecen en los culotes van desde 1924 hasta 1936. Sabemos que, durante la Guerra Civil, la URSS vendió directamente a la República española grandes cantidades de armamento, pero también que utilizó como pantalla a otros países para este tipo de comercio. Aunque la URSS mandó material de guerra muy moderno, también aprovechó el conflicto español para deshacerse de todo el material bélico anticuado que guardaba desde hacía muchos años en sus arsenales.

Tanto la munición de origen inglés, como la fabricada en EEUU, que ha aparecido en Navalcarbón (un 7% y un 4% del total, respectivamente), corresponde íntegramente  al modelo 303 British (7,7 mm), y las fechas de fabricación que aparecen en los marcajes de sus culotes, comprendidas entre 1915 y 1918, demuestran que se trata de excedentes de la Primera Guerra Mundial  (1914-1918), muy probablemente, llegada a España por cauces no oficiales.

Clandestinamente debió de llegar también la munición del calibre 7,92 mm recuperada en Navalcarbón, casi toda ella producida en Checoslovaquia (4%) por  la fábrica Sellier & Bellot de Praga, con fechas comprendidas entre 1935 y 1936.

Mención especial merece la munición que ha aparecido con marcajes que indican una producción clandestina, o al menos discreta, por parte de algunos países, en un intento de burlar las prohibiciones impuestas por el Pacto de No Intervención. Dentro de esta categoría se encuentra toda la munición que ha aparecido para Mauser 7 mm con el marcaje XII 36B, fabricada en Grecia (10%) por la Fábrica de Pólvora y Cartuchería Helénica, en diciembre de 1936. También forma parte de esta categoría la totalidad de la munición de origen austriaco (15%) que se ha recuperado en Navalcarbón con el marcaje M, también para Mauser 7 mm, así como las vainas cuyos culotes carecen de marcaje.

El escaso número de restos de munición 9x23 Largo (1 cartucho y 2 vainas), todos ellos de fabricación española, entra dentro de lo normal, al constituir el tipo de munición empleado por armas cortas y, por tanto, de uso exclusivo de los oficiales.

Por último, la única vaina de Mannlicher que ha aparecido en Navalcarbón, fabricada en Austria en 1915, aunque podría indicar un empleo anecdótico o irrelevante de este tipo de munición, lo cierto es que solo con esa muestra no nos es posible sacar conclusiones.

Algunos de los peines-cargador para Mauser 7 mm y para Mauser 7,92 mm recuperados en Navalcarbón

Además de cartuchos y vainas, ha sido recuperado un considerable número de guías de cargador, conocidos como peines cuando tienen montados los cartuchos. Salvo dos peines y los restos de un tercero, correspondientes al modelo 303 British, la totalidad de los peines recuperados en Navalcarbón son para Mauser 7 mm (9) y para Mauser 7,92 mm (10). Todos los peines de 7,92 mm se encuentran muy dañados por la corrosión, por lo que resulta imposible apreciar ningún tipo de marcaje, sin embargo, en cinco de los peines para munición de 7 mm, se aprecia la inscripción México (4) y FNC (1). La escasez, o total ausencia, de otros modelos de peines puede deberse, como sucede con los modelos para 303 British o para Mosin-Nagant, a su destrucción por lo muy vulnerables que son a la corrosión.

 Vainas de Mauser 7 mm montadas en peines
Peine montado con cartuchos 303 British

Respecto a las balas, los modelos recuperados corresponden al 7 mm (7), 7,92 mm (5), 7,62 mm (6) y 7,7 mm (4), estas últimas engarzadas a fragmentos de golletes rotos, lo que significa rotura de los cartuchos. Es muy probable que muchas de estas balas no hayan sido disparadas, sino desengarzadas del gollete de la vaina voluntariamente o de manera fortuíta.

A modo de conclusión, creemos que los restos de cartuchería aparecidos en la Dehesa de Navalcarbón dan testimonio de una gran variedad de calibres (hasta 7 tipos diferentes). Ello nos hace intuir unas importantes complicaciones logísticas causadas por la considerable heterogeneidad de fusiles y armas automáticas que conformaban el armamento de la tropa que guarnecía estas posiciones. Los marcajes de la munición demuestran una amplia diversificación de naciones y proveedores, así como la existencia de diferentes cauces, tanto de carácter oficial como clandestinos, empleados para hacer llegar el material a España. Todo ello, reflejaría las dificultades que existían para equipar de armamento y abastecer de municiones a las tropas republicanas que, en la etapa final de la guerra, guarnecían el frente de Las Rozas.

Durante los trabajos de excavación se han recuperado también diferentes elementos pertenecientes a granadas de mortero de 50 mm, modelo Valero. En concreto, 2 ojivas, 2 cuerpos, 3 culotes de cartuchos de proyección y diversos fragmentos de ojiva, cuerpo, bandas de conducción y otros restos. Los lugares  en los que han aparecido los restos hace pensar que estos proyectiles no fueron disparados, sino inutilizados y abandonados en el mismo lugar en el que han aparecido, posiblemente, por los servicios militares de recuperación y desactivación de material de guerra que estuvieron trabajando en la zona al finalizar la contienda. Ver la entrada “Granadas de mortero Valero en Navalcarbón”.

Por último, se ha localizado un importante número de fragmentos de metralla, procedente de proyectiles artilleros de diferentes modelos y calibres. Ver la entrada “Del tiempo en el que las bombas estallaban en la Dehesa de Navalcarbón.”

Culo de una granada rompedora de 105 mm aparecido en Navalcarbón

Otro objeto curioso que hemos encontrado, y que podemos incluir en la categoría de armamento defensivo, es el filtro de una máscara antigás (ver la entrada “Guerra química”).

Construcción:

Lógicamente, una de las actividades más importantes realizadas en la Dehesa de Navalcarbón durante la Guerra Civil fue la construcción de todos los elementos que conformaron la posición allí establecida. No sólo las estructuras que son más visibles hoy en día, como los fortines y las trincheras, también un gran número de obras y construcciones auxiliares y complementarias, tales como refugios subterráneos, abrigos para la tropa, depósitos, etc., mucho menos consistentes y que han ido desapareciendo por efecto de la erosión y el paso del tiempo.

Además de los materiales con los que están construidos los fortines, como cemento, grandes piedras de granito, ladrillo o balasto de las vías del ferrocarril, y que han aparecido en gran cantidad durante las labores de desescombro y excavación de las estructuras, también se han recuperado muchos otros objetos y elementos relacionados con el proceso constructivo de las fortificaciones de Navalcarbón.

En líneas generales, la Guerra Civil fue una guerra de pocos recursos, por lo que las unidades que realizaban trabajos de fortificación procuraban aprovechar al máximo los medios que les proporcionaban las mismas zonas en las que trabajaban. En Las Rozas de Madrid, y las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón no fueron una excepción, fue especialmente significativo el aprovechamiento que el ejército republicano  hizo de los materiales provenientes de las infraestructuras ferroviarias que existían en la zona del municipio bajo su control, especialmente la Línea del Norte y la Estación Clasificadora de Las Matas.

La colocación de emparrillados formados por raíles de tren entre los muros y las cubiertas de los fortines de mampostería, elemento esencial en el blindaje de la estructura, ha quedado atestiguada, tanto en el negativo o impronta que esos raíles han dejado en los muros y cubiertas de los fortines, como en los escombros extraídos durante la excavación, ya que los raíles actuaron como molde, dando su forma al cemento, e incluso, dejando grabados los marcajes con la factoría y el año de producción en algunos de ellos. También el cascajo de piedra, que es el balasto con el que se intenta minimizar el efecto de las vibraciones de los trenes al circular sobre las vía, fue trasladado en grandes cantidades a Navalcarbón para reforzar el hormigón en masa con el que se construyeron las cubiertas de los fortines de mampostería.

Fragmento de cemento, con la forma de uno de los raíles de ferrocarril que conformaba la cubierta de una de las fortificación de Navalcarbón, en el que quedó impresa la marca del fabricante: KRUPP,  que, entre finales del siglo XIX y mediados del XX, fue la todopoderosa productora de acero alemán, tanto para uso civil como militar.

La aparición de pasadores, placas de asiento, pernos, tornillos, tuercas, etc. demuestra el aprovechamiento que se hizo de los diferentes herrajes característicos de las vías férreas para la construcción de las fortificaciones y, con toda seguridad, atestiguaría también el empleo de traviesas de madera procedentes de las vías para múltiples usos constructivos (vigas, refuerzos, cubiertas, parapetos, etc.). Con el paso del tiempo, esta madera habría desaparecido, pero habrían permanecido los elementos metálicos que se encontraban atornillados o anclados a ella.

Entre los útiles aparecidos destaca una pala, herramienta básica, junto a los picos (estos últimos no han aparecido), para la realización de trabajos de fortificación. También una pieza rectangular, de hierro macizo, que parece haber sido una especie de pequeño yunque. Curiosa ha sido la aparición de un bloque de cemento con la forma del cubo, cubeta o espuerta que lo contenía. También han aparecido piquetas de alambrada empleadas en la construcción de alguna de las fortificaciones.

Pala recuperada en la Dehesa de Navalcarbón

Los restos más numerosos de elementos relacionados con la construcción  que han sido recuperados durante la excavación arqueológica son los clavos, puntas y tornillos de diferentes  tipos y tamaños, así como una buena cantidad de trozos de alambre. Suponemos también que muchos de los fragmentos de metal sin forma definida que han sido recuperados, corresponderán a elementos utilizados en el proceso constructivo, siendo imposible su interpretación debido al estado de corrosión en que se encuentran.

Vida cotidiana:

Un grupo de materiales recuperados especialmente interesante lo constituye el de los objetos relacionados con la vida cotidiana de los soldados que fortificaban y guarnecían las posiciones del frente. Estos objetos nos hablan del día a día de aquellos hombres que se vieron inmersos en la trágica realidad que supone una guerra de trincheras y, por tanto, son los que nos proporcionan una visión más humana de aquel periodo histórico. En las excavaciones de la Dehesa de Navalcarbón hemos recuperado diferentes elementos que pertenecen a esta categoría de materiales.

Desenterrando una lata de conservas aparecida en el suelo de una de las estructuras auxiliares 

Comenzamos señalando los que tienen que ver con la alimentación, como es el caso de un plato de aluminio esmaltado, varios fragmentos de un plato de loza, diferentes latas de conservas, abrelatas o variados recipientes de bebida, como una botella de vino, fragmentos de un porrón, de un botijo y de otras botellas que debieron de emplearse para contener agua, vino o algún tipo de licor. Dentro de los objetos relacionados con la alimentación, hay que incluir una serie de fragmentos de huesos de animales que aparecieron en el suelo de una de las que hemos denominado estructuras auxiliares, y que debieron formar parte de la dieta de la tropa, bien en forma de guiso o como ingrediente en algún tipo de caldo. El pequeño tamaño y estado fragmentario de estos huesos no permite identificar con exactitud a qué especie animal pertenecieron, pero las características que presentan hacen  muy probable que se trate de algún tipo de bóvido, équido o suido.

Otra serie de objetos recuperados son los relacionados con la higiene y el aseo, tales como dos peines para el cabello o un tubo de pasta dentífrica, a los cuales les dedicamos ya la entrada “Higiene personal.”

Localización de un peine para cabello en una de las estructuras auxiliares

Además de las botellas de cristal anteriormente mencionadas, han aparecido varias botellas de vidrio y cristal correspondientes a envases de medicamentos, seguramente, de jarabes, pastillas, sales o complejos vitamínicos. Entre los recipientes de cristal, destacan también los correspondientes a tinteros.


Tintero y botella de medicamento aparecidos en el suelo del puesto de mando

Los fragmentos de un  quinqué nos hablan de los rudimentarios sistemas de iluminación que se empleaban en muchas de estas posiciones.

Entre los objetos de uso personal y cotidiano, también han aparecido dos navajas de bolsillo, un objeto muy práctico y con múltiples utilidades, que seguramente sería muy común entre los soldados.

Se han recuperado también algunos objetos que tiene que ver con la vestimenta, como algunos botones metálicos, una pequeña hebilla, el tirador de una cremallera, una suela de calzado, o el tacón claveteado de una bota.

Otros objetos que podemos mencionar, son una moneda de 25 céntimos de la República, del año 1934, un par de pequeñas llaves, o unos hilos telefónicos que aparecieron en el interior del puesto de mando.

Por último, y quizás como elemento más llamativo por lo vulnerable del material, habría que mencionar los fragmentos de periódico y cartón que aparecieron en una de las estructuras auxiliares que fueron excavadas, y al que ya dedicamos la entrada “Prensa de trinchera.”

Vainas de Mauser 7 mm adheridas a fragmentos de cartón

Todos estos objetos y materiales han sido limpiados, inventariados, catalogados y estudiados, presentando la correspondiente memoria en la Dirección General de Patrimonio Cultural, y entregados al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.

Almacén del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares el día de la entrega de los materiales recuperados en la Dehesa de Navalcarbón