Durante los trabajos
arqueológicos realizados en el Elemento de Resistencia situado en
el kilómetro 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete, al excavar en
el pozo anexo a uno de los tres nidos cruciformes que componen esta posición,
localizamos, a unos 2,5 m de profundidad, el depósito superior de una lámpara
de carburo.
No se trata de un hallazgo
excepcional, desde luego, pero si muy interesante para conocer, al menos en
parte, uno de los sistemas de iluminación empleados por los constructores y defensores
de esta posición, cuya misión era proteger la carretera sobre la que se asienta
para, en caso de ruptura del frente, evitar que el enemigo pudiera progresar
por ella.
Téngase en cuenta que los tres
nidos cruciformes que se ven en superficie no eran más que una parte del
dispositivo de esta posición, en la que la mayor parte de sus elementos eran
subterráneos (pozos de acceso, abrigos, depósitos, botiquín y galerías de
comunicación), en algunos casos, con una profundidad de hasta 4 m.
El Elemento de Resistencia del km. 33 de la M-600 contaba con un sistema subterráneo de galerías que comunicaba los nidos entre sí y daba acceso a otros elementos, como refugio, polvorín, depósitos o botiquín (Fotografía aérea Francisco Pino)
En esta realidad cavernosa y
oscura situada muy cerca de la primera línea de fuego, donde la iluminación
eléctrica se hacía imposible o muy difícil, las lámparas de carburo se
mostraban como un sistema sencillo, económico y eficaz, tal y como ya llevaba
comprobándose en la minería desde principios del siglo XX.
Según podemos leer en la muy
interesante web del Archivo Histórico Minero (cuya visita recomendamos), estas lámparas están formadas por
dos depósitos enroscados: el superior (que es el que hemos encontrado) lleno de
agua y el inferior de carburo. Ambos depósitos se comunican por una válvula
reguladora del goteo o “llave de agua” que pone en contacto ambos elementos,
formando así el gas acetileno. Por el llamado “conducto de acetileno” el gas
llega a un mechero regulador de flujo que lo transporta al exterior, donde, una
vez encendido, producirá una llama blanca y brillante que es la que ilumina. La
lampara contaba además con un tapón para el cierre del orificio de llenado de
agua, un asa para facilitar su transporte y un gancho para poder ser colgada.
Funcionamiento y elementos de una lámpara de carburo similar a la del depósito recuperado en la posición del km. 33 de la M-600, en Brunete (dibujo procedente de la web del Archivo Histórico Minero) Interior de una lámpara de carburo de un modelo similar al del depósito encontrado en la posición del Km. 33 de la M-600, en Brunete (fotografía procedente de la web del Archivo Histórico Minero)
La lámpara de carburo, también
llamada lámpara de acetileno o carburero, fue inventada en 1897 por el
ingeniero francés afincado en Barcelona Enrique Alexandre y Gracián, y
patentada en 1899. Parece que la primera utilización práctica de este sistema
de iluminación fue en minas del País Vasco, donde pronto surgirían también
algunas de las principales empresas fabricantes.
El nuevo invento se extendió
rápidamente por todas las minas excepto aquellas en las que las concentraciones
de gases como el grisú podían generar atmósferas explosivas. Pero, más allá de
la minería, o de otras actividades similares como la espeleología o la pocería, estas
lámparas triunfaron también en el ámbito doméstico, algo lógico si pensamos que,
en aquella época, la mayoría de las poblaciones no contaban con ningún tipo de alumbrado
eléctrico, o su uso estaba todavía muy acotado, lo que motivo la aparición de múltiples
modelos de lámpara, faroles y candiles adaptados a las múltiples necesidades
cotidianas.
El depósito encontrado en las
fortificaciones de Brunete corresponde a uno de los modelos más empleados en aquella
época en la minería, lo cual no resulta extraño si pensamos en cómo era el sistema
de galerías y abrigos en caverna que componían el sistema subterráneo de esta
posición. Un sistema que, en caso de necesidad, permitía a los soldados de su
guarnición desplazarse de un punto a otro sin necesidad de salir a la
superficie, permaneciendo bajo la protección de los abrigos y refugios si se
producía un bombardeo, todo ello alumbrados con las pequeñas pero intensas y
brillantes luces blancas que producían las lámparas de carburo.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Enlace recomendado: web del Archivo Histórico Minero