miércoles, 13 de noviembre de 2024

172) Trabajos en el Elemento de Resistencia del km. 33 de la M-600 (Brunete)

 


TRABAJOS EN EL ELEMENTO DE RESISTENCIA DEL KM. 33 DE LA M-600 (BRUNETE)

En mayo de 2015 publicábamos en este blog un artículo centrado en los fortines cruciformes que existen en lo que fue el frente defendido por la 20 División del ejército franquista (pinchar aquí para ir a la entrada). En ese artículo indicábamos que estas fortificaciones se comenzaron a construir a finales de 1938, como elementos de resistencia para la defensa de aquellas vías de comunicación que, en caso de ruptura del frente, pudieran ser aprovechadas por el enemigo para realizar un rápido avance. Su función, por tanto, era conseguir que pequeñas guarniciones fueran capaces de frenar, o retrasar lo más posible, la progresión de fuerzas muy superiores. Para ello, se apostaba por un modelo de fortificación que permitiera a esas guarniciones resistir aun en el caso de haber quedado aisladas y rodeadas por el enemigo.

Surgió así este modelo de posición defensiva, formada cada una de ellas por dos o tres nidos cruciformes, que recibían la denominación de “fortines conjugados”, de los que nos han quedado magníficos ejemplos en Villanueva de Perales, Quijorna y Brunete.


Imagen cenital de la posición del Km. 33 de la M-600. Tanto esta fotografía como la que encabeza el artículo han sido realizadas por Francisco Pino. 

Precisamente en este último elemento, el ubicado en el km. 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete, comenzamos en diciembre de 2023 una intervención arqueológica con el fin de documentar estas fortificaciones y todos los elementos asociados a las mismas (refugios, galerías, trincheras…).

Los principales trabajos, encargados a "Urquiaga. Trabajos por y para la arqueología", han consistido en desbroces mecánicos superficiales, excavación manual, limpieza interior, topografía, fotogrametría, estudio de materiales recuperados e investigación documental e historiográfica.


Desbroces mecánicos realizados con una miniexcavadora 


Excavación manual en la zona que ocupó el refugio de la posición


Trabajos de limpieza y excavación en el pozo de acceso de una de las fortificaciones


Excavación del interior de una de las estructuras anexas a los fortines

Esta intervención, supervisada por la Dirección General de Patrimonio Cultural, viene motivada por el proyecto de ampliación de la calzada de la M-600, lo que irremediablemente afectará a este yacimiento arqueológico, especialmente a los dos nidos que se encuentran más cercanos a la carretera.

De momento, estos trabajos nos han permitido documentar elementos poco o nada estudiados hasta la fecha, como los puestos de granadero, los pozos de acceso, el refugio o las losas de hormigón ceñidas a los fortines, así como el sistema de galerías que comunicaba subterráneamente los diferentes elementos de esta posición defensiva, y que en la actualidad se encuentra hundido o colmatado prácticamente en su totalidad.


Trabajando en el interior de una galería


Excavación en el pozo de una de las estructuras anexas a los fortines

El resultado de estos trabajos ha sido remitido a la Dirección General de Patrimonio, que valorará y dictaminará las actuaciones que podrán realizarse en la zona.

Trabajos de fotogrametría


Colocación de geotextil y posterior cubrición con tierra para proteger las placas de hormigón adosadas a los fortines.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

sábado, 2 de noviembre de 2024

171) Colaboración en una excavación arqueológica en La Jarosa


COLABORACIÓN EN UNA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA JAROSA

En septiembre de 2022, tuvimos la oportunidad de participar en una intervención proyectada y dirigida por los arqueólogos Miguel Ángel Bru Castro y Pablo Schnell Quiertant, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil, impulsado por la Dirección General de Patrimonio Cultural.

Durante la misma se excavó y documentó una peculiar estructura defensiva en la zona de La Jarosa, en el término municipal de Guadarrama. Esta posición de primera línea formaba parte del despliegue defensivo de la 29 Brigada Mixta, 2ª División, I Cuerpo de Ejército republicano.


Fortificación intervenida al inicio y al final de la excavación arqueológica

Se trataba de una estructura excavada en el terreno y conectada a una trinchera, en parte, tallada en la propia roca natural. La fortificación, cuya planta recordaba a la forma de un martillo, parecía ser una combinación entre puesto de escuadra y asiento para fusil ametrallador. Las paredes estaban revestidas de ladrillo macizo, así como el suelo, solado también de ladrillo. Todo apuntaba a que, tras la guerra, tanto el fortín como las trincheras fueron colmatadas de manera intencionada con guijarros de la zona y los propios acopios de tierras que conformaban los parapetos, lo que supuso un duro trabajo de desescombro durante la intervención arqueológica.


Simulando a dos fusileros en sus puestos de tiro

Esta actuación complementaba otra realizada un año antes por el mismo equipo de arqueólogos en otra fortificación muy próxima, la cual formaba parte del mismo sistema defensivo. En este otro caso, se trataba de un nido de ametralladoras circular, enlazado a trincheras y con un acceso en galería. Todo ello integrado en un atractivo paraje natural de montaña.

Nido de ametralladoras, y su acceso en galería, en el que también se ha intervenido en La Jarosa



JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

domingo, 28 de enero de 2024

170) Ruina y escombros

 


RUINA Y ESCOMBROS

La mayoría de las veces, la excavación de una fortificación de la Guerra Civil tiene más  de desescombro que de cualquier otra cosa. Tanto el interior de estas estructuras, como su perímetro más cercano, suelen verse afectados por los vertidos y la acumulación de todo tipo de residuos.

En la Comunidad de Madrid, hasta el año 2013 estos vestigios no han sido considerados como un patrimonio histórico digno de ser conservado, careciendo de cualquier tipo de protección legal, lo que muchas veces suponía su destrucción cada vez que uno de estos elementos se veía afectado por alguna intervención urbanística o de infraestructuras. Hoy en día estas fortificaciones están protegidas, pero ello no impide que muchas de ellas se encuentren en un estado deplorable.

Normalmente, lo que uno se encuentra al visitar muchas de estas construcciones defensivas son estructuras muy colmatadas, de las que apenas asoman algunos restos en el terreno, siendo muchas veces difícil su correcta interpretación. Esta gran colmatación es debida a múltiples factores, unos de carácter natural y otros causados por la acción humana. Los procesos de deterioro por los que han pasado desde el final de la contienda son muchos y variados, pero entre todos ellos creemos que destacarían los siguientes:

Terminada la guerra, las posiciones fueron abandonadas. La falta de mantenimiento provocó los primeros desperfectos, con arrastre de sedimentos como consecuencia de la erosión que causan los fenómenos meteorológicos, especialmente las lluvias y escorrentías que estas ocasionan, pero también el viento, el hielo, el sol o la presencia de animales y plantas, que poco a poco debilitaron y dañaron las estructuras. Se trata de un proceso natural lento pero continuado, que a lo largo de las décadas y en función de las características del terreno puede acabar derrumbando o enterrando prácticamente en su totalidad una de estas construcciones, especialmente si tenemos en cuenta que muchas de ellas eran semisubterráneas.


Fortificación prácticamente colmatada en las cercanías del vértice Madroñal, en Colmenarejo

Pero sin duda, las mayores destrucciones y alteraciones que afectan a las fortificaciones de la Guerra Civil han sido causadas de manera intencionada por diferentes actividades humanas. La primera comenzó nada más terminar la contienda, y consistió en un intensivo trabajo de recuperación de todos los materiales aprovechables que conformaban estas estructuras, muy especialmente los elementos metálicos (vigas, raíles, planchas, piquetas…). Esta labor chatarrera conllevó la destrucción de muchos muros y cubiertas, cuyos cascotes cayeron en gran medida al interior de las fortificaciones, provocando una potente colmatación a la que contribuyeron también los agentes naturales a los que ya nos hemos referido.

Asentamientos para arma automática cuyas cubiertas de hormigón fueron destruida tras la guerra para recuperar los raíles de ferrocarril empleados en su construcción. Arroyo de La Retorna, en Las Rozas de Madrid

La necesidad de recuperar para las actividades agropecuarias los terrenos que habían sido líneas de frente, en los que existían numerosas trincheras, zanjas, excavaciones y diversos elementos constructivos que entorpecían y causaban serios problemas (en ocasiones, incluso ciertos peligros), provocó su soterramiento, quedando muchas estructuras enterradas o semienterradas. Otras, al situarse en puntos que interrumpían el paso de los arados y tractores, cuyas cuchillas se deterioraban al chocar con la fábrica y cimientos de las fortificaciones, y suponer demasiado esfuerzo su total eliminación, fueron aprovechados por los agricultores para depositar los pedruscos que salían al roturar y arar sus campos, generándose pequeños túmulos formados por múltiples guijarros  de diversos tamaños, bajo los que, en ocasiones, asoman los restos de estos vestigios históricos.


Muchas de las fortificaciones situadas en campos de cultivo se han visto seriamente dañadas por las labores agrícolas y han sido aprovechadas para acumular las piedras que estorbaban al arado. Ejemplos en Majadahonda y Las Rozas de Madrid

Durante décadas, muchas posiciones de la Guerra Civil se convirtieron también en lugar predilecto para el vertido de escombros, siendo habitual encontrar las fortificaciones y su entorno más inmediato sepultados bajo grandes cantidades de residuos de obras y demoliciones, así como de los desechos más variopintos.


Posición de primera línea sepultada bajo los vertidos ilegales de escombros. Majadahonda

Por último, muchas fortificaciones se han convertido en tristes contenedores de basuras, auténticos vertederos en los que se acumulan latas, vidrios, plásticos, desperdicios orgánicos y porquerías de todo tipo.


Interior de un nido de ametralladoras convertido en un contenedor de basuras. Las Rozas de Madrid

Lo normal es que la mayoría de las fortificaciones que han llegado hasta nuestros días se hayan visto afectadas, en mayor o menor grado, por alguno o varios de estos procesos, y así, es frecuente encontrar una misma estructura dañada al mismo tiempo por los agentes erosivos de carácter natural, semidestruida por la actividad chatarrera de posguerra, soterrada como consecuencia de las labores de recuperación de espacios tras la guerra y convertida en un desagradable contenedor de escombros y basuras.

Cierto es que algunos lugares, especialmente los más aislados o alejados de los grandes núcleos urbanos, como pueden ser las zonas de montaña o los espacios naturales que cuentan con algún tipo de protección especial, se han librado en cierta medida de alguno de estos males, y en ellos las fortificaciones, a pesar de haber sufrido destrucciones y ser víctimas del abandono y la falta de mantenimiento, poco a poco se han ido integrando en el entorno, armonizando con este y contribuyendo a conformar un  interesante y evocador paisaje histórico y natural que, no obstante, no impide que su proceso de erosión y deterioro continúe.


Las ruinas de una fortificación integradas en el bonito paraje natural de La Hinojera, entre Zarzalejo y Robledo de Chavela 

Pero, en la mayoría de los casos, lo que prima es la destrucción y la suciedad: metros cúbicos de tierra, escombros y basuras. Esto es lo que suele ser habitual a la hora de prospectar, catalogar, documentar, estudiar, interpretar, excavar o, simplemente, visitar una fortificación de la Guerra Civil.

Una lamentable realidad que, al menos a quien escribe esto, le hace reflexionar sobre la fugacidad de las cosas y el enorme contraste que en ocasiones se genera entre el presente y el pasado vivido en ciertos lugares. Muchos de los espacios que hace algo más de ochenta años fueron campos de batalla y frentes de guerra, en los que cientos de combatientes pasaron calamidades de todo tipo, si no han desaparecido por la expansión urbanística o las transformaciones experimentadas en el territorio, se han convertido en sitios degradados, en los que los vestigios de trincheras y fortificaciones sucumben bajo los acopios incontrolados de escombros, desechos y basuras.


En primer término los restos de una fortificación de mampostería prácticamente sepultada por las escorrentías de la ladera en la que se ubica y, al fondo, una gran escombrera ilegal. Majadahonda

Lugares históricos, patrimoniales y de memoria convertidos en vertederos de  olvido y ruina.

Pero, a pesar de todo ello, en los últimos años han comenzado a cambiar algunas cosas que, aun siendo insuficientes, demuestran un considerable giro respecto al tratamiento que, hasta hace muy poco, recibía la arquitectura militar de la Guerra Civil.


viernes, 16 de septiembre de 2022

169) Volvemos a las trincheras



 

VOLVEMOS A LAS TRINCHERAS

Esta semana, de la mano de los arqueólogos Miguel Ángel Bru Castro y Pablo Schnell Quiertant, hemos tenido la oportunidad de volver a excavar fortificaciones de la guerra civil. En esta ocasión, estamos trabajando en una peculiar estructura defensiva que formó parte de lo que fue la primera línea del frente, en la sierra de Guadarrama.

Por delante, días de pico, pala y desescombro para desenterrar otro pequeño pedazo de historia que, tras su recuperación y estudio, se señalará y acondicionará para poder ser visitado.

Todo ello, dentro del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil que, desde hace algunos años, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.





viernes, 29 de octubre de 2021

168) Los ecos del pasado

 


LOS ECOS DEL PASADO


Aunque no vivo en Villanueva del Pardillo, es un municipio que, especialmente por motivos familiares, visito con frecuencia desde hace muchos años.

Siguiendo mi costumbre de recorrer los lugares de la Guerra Civil que encuentro referenciados en documentos y bibliografía, me gusta pasear por los alrededores del pueblo, recorrer los mismos espacios que, hace más de ochenta años, se convirtieron en campos de batalla, líneas de frente y posiciones defensivas.

Las informaciones referentes a despliegue y movimiento de tropas, trabajos de fortificación, combates o difíciles condiciones de vida en las trincheras, permiten mirar todo con otros ojos, reflexionar, comprender mejor lo leído y, de alguna manera, penetrar en el paisaje, descubrir las huellas que la historia ha dejado impresas en el territorio.

Hace pocos días, en uno de estos solitarios y meditabundos paseos, me topé con un proyectil artillero del calibre 155 mm sin explosionar, aparentemente, desenterrado por las labores agrícolas, muy habituales todavía en Villanueva del Pardillo.

No es la primera vez que me encuentro este tipo de restos y, por tanto, tampoco es la primera vez que aviso a la policía para que los especialistas se hagan cargo del mismo. Así lo hice también en esta ocasión, procediendo los artificieros a trasladarlo a unas canteras abandonadas, donde lo detonaron de manera controlada y segura.

Granada rompedora de 155 mm aparecida en Villanueva del Pardillo


Como ya he señalado, se trataba de un proyectil de 155 mm, en concreto, una granada rompedora de más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm que debió ser disparada en algún momento de la guerra por la artillería pesada desde una distancia de 7, 8, 9, 10, o incluso más kilómetros, a una velocidad superior a los 400 m/sg.

Los efectos producidos por las explosiones de las granadas rompedoras eran (y son) terroríficos: una estrepitosa explosión, una potente onda expansiva, una lluvia de cascotes de metralla que alcanzaban radios de acción de hasta 200 m,  una enorme polvareda y grandes embudos que removían el terreno.

La potencia destructiva de estas armas se acrecentaba por el empleo conjunto de varias piezas artilleras (bien cañones u obuses), agrupadas en baterías (normalmente formadas por 3 o 4 piezas del mismo calibre) o en agrupaciones compuestas por varias baterías y piezas de diferentes calibres.

Artillería en plena acción durante la Guerra Civil


El proyectil localizado tenía montada en su ojiva una espoleta de cebo Garrido modelo 24, ingenio diseñado por el coronel Antonio Garrido Valdivia (de quien recibe el nombre), cuyo complejo mecanismo interno provocaba que la granada explosionara al chocar con el terreno (podéis consultar una amplia y detallada información sobre este tipo de espoleta y su funcionamiento en la página amonio.es, referente imprescindible para todo lo relacionado con armamento de la Guerra Civil).

Espoleta recuperada tras la detonación controlada
 realizada por los especialistad de la Guardia Civil


Evidentemente, algo falló para que en su momento no explosionase este proyectil, posiblemente, su trayectoria no fuera la correcta al impactar, lo que provocó que la espoleta no se activase, pero su capacidad destructiva continuaba activa a pesar de los largos años transcurridos desde que fue disparado.

Por este motivo, los Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Guardia Civil procedieron a su destrucción, haciéndolo explosionar en un lugar seguro y con las medidas adecuadas para minimizar al máximo sus devastadores efectos.

Canteras abandonadas como esta, suelen ser empleadas 
por los artificieros para detonar los proyectiles que aparecen

Embudo producido por la detonación controlada

Algunos de los fragmentos de metralla 
recuperados tras la detonación controlada


La artillería dejó de atronar hace más de 80 años en Villanueva del Pardillo, pero todavía hoy, de vez en cuando, es necesario neutralizar peligrosos restos de aquel pasado bélico, y alguna detonación bajo control vuelve a romper el silencio, impregnando el ambiente del acre aroma que dejan la trilita y otros viejos explosivos.

Ecos del pasado que, afortunadamente, hoy  son solo historia.


jueves, 13 de mayo de 2021

167) Hallazgos



 

HALLAZGOS

“Un paisaje es un producto del tiempo y en él se guardan las objetivas huellas de éste”

(Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo, escritor y montañero)

 

No es la primera vez que al pasear íntima y conscientemente por lo que un día fueron terribles campos de batalla o enmarañadas líneas de trincheras, mientras mi mente evoca las informaciones y los datos obtenidos en libros y documentos, me topo con algún resto material de aquellos tiempos bélicos. Pequeños jirones de historia cuyo hallazgo despierta diversos sentimientos, todos ellos envueltos en una especie de suave tristeza, al pensar en quienes tuvieron que vivir un pasado tan duro y obscuro.

En uno de mis últimos paseos por los alrededores de Villanueva del Pardillo me topé con esta granada de mortero Valero de 50 mm. El artefacto había perdido su cola estabilizadora, pero su carga explosiva, compuesta por 125 gramos de trilita, se mantenía intacta, por lo que avisé a la policía e indique a los agentes su ubicación para que procedieran a su retirada.



martes, 17 de diciembre de 2019

166) Excavando una trinchera de la Guerra Civil en Los Molinos



EXCAVANDO UNA TRINCHERA DE LA GUERRA CIVIL EN LOS MOLINOS

Durante la última quincena de octubre de 2019, tuvimos la oportunidad de volver al municipio madrileño de Los Molinos y continuar con las actuaciones que se están desarrollando para la recuperación, acondicionamiento y musealización de alguno de los muchos vestigios de la Guerra Civil  que se conservan en la zona.

Estos trabajos se enmarcan dentro del Plan Regional de Fortificaciones que, desde el 2016, viene desarrollando la Dirección General de Patrimonio Cultural en diferentes puntos de la región.

En noviembre de 2018 estuvimos participando ya en la limpieza y documentación arqueológica de cuatro nidos de ametralladoras en Los Molinos (ver la entrada “EL PLAN REGIONAL DE FORTIFICACIONES EN EL MUNICIPIO DE LOS MOLINOS”). En esta ocasión hemos regresado para excavar parte de la trinchera que da acceso a uno de estos nidos, en concreto, el situado en el atractivo paraje natural que recibe el nombre de Los Guijos (Nido Los Veneros, CM/0087/023).

Esta actuación se ha realizado bajo la dirección del arqueólogo Luis Fernando Abril Urmente, con la participación  de José Manuel Vallejo Jorge (arqueólogo) y Javier M. Calvo Martínez (historiador).

La trinchera que da acceso al nido de ametralladoras ha sido desbrozada, desescombrada y excavada siguiendo la metodología arqueológica, lo que ha permitido desenterrar varios metros de la zanja que los zapadores del I Cuerpo de Ejército y el Batallón de Obras y Fortificaciones nº 2 abrieron en la propia roca natural hace ahora ochenta años.

La trinchera de acceso antes de su excavación

La trinchera tras el desbroce y con un primer tramo excavado

La trinchera de acceso tras su excavación

La trinchera tiene el característico trazado en zigzag y, como peculiaridad, cuenta con unos escalones que fueron labrados en la roca para salvar cómodamente el desnivel que da acceso al nido de ametralladoras, cuyas paredes junto a la entrada están revestidas de mampostería.

Escalones labrados en la roca natural que dan acceso al nido de ametralladoras

Desenterrar esta trinchera ha sido un trabajo duro porque se encontraba totalmente colmatada de rocas, cascajo de piedra y muchos metros cúbicos de tierra, pero, sin duda, la labor que realizaron durante la guerra las unidades de fortificación en su construcción fue mucho más penosa, ya que, no solo tuvieron que cavar, sobre todo, hubieron de picar y tallar la trinchera en la dura roca natural que conforma el subsuelo y aflora en la superficie.
Un ejemplo del duro trabajo que debieron realizar las unidades de fortificación lo encontramos en la gran losa rocosa que tuvieron que romper para permitir el acceso al nido de ametralladoras, cuyos grandes fragmentos descansan sobre los parapetos de la trinchera, tal y como puede apreciarse en esta fotografía.

Grandes cantidades de tierra removida a base de pico y pala, y roca granítica, de gran dureza y tamaño, cuya resistencia fue vencida usando las herramientas propias de la cantería tradicional: mazos, macetas, cinceles, cuñas, puntales, gradinas o bujardas, todo ello realizado de forma manual y en el duro contexto que suponía el frente de guerra serrano en la etapa final de la contienda.




Diferentes momentos de la excavación arqueológica

Son incalculables los metros lineales de trinchera que, entre mediados de 1938 y principios de 1939, fueron abiertos en el espacio comprendido entre la vertiente sur de La Peñota y la población de Guadarrama para la construcción de esta segunda línea defensiva, en el Sector de la 2ª División (I CE) del Ejército Popular de la República, todo ello, dentro del denominado “Plan de Trabajos 2-A”. Los tramos que últimamente han sido recuperados en Los Molinos, junto a los nidos de ametralladoras en los que se ha actuado arqueológicamente, son una pequeñísima parte de todo aquello, pero constituyen un buen ejemplo para conocer y comprender, sobre el terreno, el enorme esfuerzo humano que la guerra exigió a las unidades de fortificación.

Junto a los trabajos arqueológicos, y su correspondiente documentación historiográfica, la Dirección General de Patrimonio está complementado estas actuaciones acondicionando los nidos de ametralladora y las trincheras en las que se ha intervenido, e instalando una serie de paneles explicativos que ayudan a comprender e interpretar adecuadamente estos vestigios históricos.

Nido de Los Veneros (CM/0087/023) limpio de pintadas y con su señalética instalada

Señalética junto al nido ubicado en el paraje denominado Los Huertos (CM/0087/028)

Por nuestra parte, nos sentimos muy satisfechos y afortunados de poder participar en esta y otras actuaciones del Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil (1936-1939) de la Comunidad de Madrid.