lunes, 3 de marzo de 2025

179) ARPILLERA

Soldados británicos en una posición construida a base de sacos terreros durante la Primera Guerra Mundial

Uno de los elementos más característicos de la guerra de trincheras fue el saco terrero, con el que se levantaban parapetos y se reforzaban y revestían los paramentos y cubiertas de las fortificaciones, tal y como podemos apreciar en múltiples fotografías y grabaciones de época.

Estos sacos estaban confeccionados con un grueso y áspero material textil, fabricado a base de estopa, normalmente de cáñamo o lino, llamado arpillera, por lo que eran fáciles de transportar en grandes cantidades para ser rellenados con tierra en los mismos lugares en los que se estaba fortificando, permitiendo construir con ellos, de manera económica, rápida y sencilla, multitud de estructuras defensivas de gran eficacia frente a las balas y la metralla del enemigo.


Combatiente republicano haciendo fuego desde un parapeto de sacos terreros en el frente de Madrid (Archivo Histórico del PCE)

Como es lógico, al tratarse de un tejido a base de fibras vegetales, la arpillera soporta muy mal los elementos erosivos y tiende a desaparecer por completo pasado un tiempo. Por tanto, salvo circunstancias muy excepcionales, rara vez aparecen vestigios de estas piezas hoy en día.

Pero resulta que estos sacos eran empleados también para el transporte de materiales de construcción, tales como el yeso, la cal, el cemento o la grava, algunos de los cuales, al entrar en contacto con el agua, se endurecen. Por ello, no es del todo extraño que, al visitar o excavar arqueológicamente una posición de la Guerra Civil, entre los materiales que pueden aparecer, nos topemos con bloques solidificados de cemento, mortero o cal con la forma de los sacos que los contenían, apreciándose en muchos de ellos la característica impronta dejada por la arpillera.



Sacos de arpillera petrificados en posiciones de la Guerra Civil en Las Rozas de Madrid (Fotografías J. M. Calvo)

En algunos casos se trataría de sacos que quedaron olvidados o abandonados, siendo la lluvia y la humedad la responsable de su endurecimiento. En otros, quizás se buscó intencionadamente ese resultado. De cualquier manera, pasado el tiempo la arpillera que había actuado de molde desapareció, pero nos quedó su evidencia en estos bloques petrificados que, de otra manera, solo podríamos imaginarnos a través de lo que vemos en las antiguas imágenes o leemos en los documentos históricos.



Restos de dos sacos de arpillera petrificados en una posición de la Guerra Civil en Las Rozas de Madrid (Fotografías J. M. Calvo)


Humildes pero interesantes vestigios del pasado que, muchas veces, pueden pasar desapercibidos, confundidos con piedras o escombros sin ninguna relevancia.


Javier M. Calvo Martínez

domingo, 23 de febrero de 2025

RUTAS POR EL FRENTE DE LAS ROZAS



Durante el mes de marzo, la Asociación Histórico-Cultural Cierzo realizará una serie de rutas y visitas guiadas a las que fueron algunas de las posiciones más importantes del noroeste madrileño durante la Guerra Civil.

En los primeros días de 1937, en el municipio de Las Rozas se desarrolló parte de la última fase de la batalla de la Carretera de La Coruña, también conocida como batalla de las Niebla.

Estos combates conllevaron la ocupación militar del pueblo, cuyo casco urbano quedó convertido en primera línea de fuego, y supusieron una estabilización del frente que daría paso a una guerra de posiciones en la que ambos ejércitos desarrollaron una intensa actividad fortificadora, algunos de cuyos restos han llegado hasta nuestros días.

Las rutas y visitas propuestas en el mes de marzo por la asociación Cierzo para conocer estos restos históricos y las características que tuvo el frente de Las Rozas durante la guerra son las siguientes (pinchar sobre el título para ir al enlace de la actividad):


(2-marzo) RUTA VÉRTICE CUMBRE

(9-marzo) RUTA ARROYO DE LA PUENTECILLA

(16-marzo) VISITA POSICIÓN RUBIO

(23-marzo) RUTA DEHESA DE NAVALCARBÓN

(30-marzo) VISITA POSICIÓN ORIENTAL GUADARRAMA


Información e inscripciones:

Correo electrónico: info@asociacioncierzo.net

Teléfono: 630748470

CONOCE CÓMO SE FORTIFICABA, CÓMO SE COMBATÍA Y CÓMO ERAN LAS DURAS CONDICIONES DE VIDA EN LAS TRINCHERAS DE LAS ROZAS.

viernes, 24 de enero de 2025

178) EL HORROR DE UN CAMPO DE BATALLA

Maxilar inferior y dientes humanos recuperados en la intervención arqueológica de la posición del Km. 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete (enero 2024)
 

Ninguna novela, película, crónica o recreación es capaz de reproducir la espantosa experiencia que para los soldados supone el campo de batalla.

La ansiedad previa al combate, la furia, el terror, el abatimiento emocional, e incluso, la ruptura psicológica que se puede llegar a sentir durante la lucha, o una vez que esta ha finalizado.

Las batallas son extremadamente violentas y confusas: los atronadores sonidos, los ruidos perturbadores, las visiones horrendas, el sufrimiento, los peligros, la pérdida de compañeros y amigos, el dolor de las heridas o la sensación de poder morir en cualquier momento, suponen una terrible prueba difícil de superar.

Aunque algunos autores, especialmente aquellos que pasaron por esas durísimas experiencias, nos han dejado magníficas memorias y relatos literarios, lo cierto es que se carece del lenguaje y las metáforas necesarias para poder describir con precisión el horror de un campo de batalla.

La historia militar, basada en los documentos de época, nos habla de fechas, estrategias, tácticas, unidades, movimientos, armamento, combates y bajas, pero una batalla es mucho más que eso, al menos, para quienes se ven inmersos en el fragor de la lucha. Para ellos, una batalla es todo lo que nos cuentan las crónicas y los libros de historia, pero a la vez, incluso mucho más, una batalla es una experiencia vital profunda y extrema en la que se entremezclan todo tipo de factores internos y externos al individuo: las características del terreno, los elementos meteorológicos, las condiciones físicas y mentales, las motivaciones ideológicas, la moral, las dudas, los temores, los miedos, el valor, la temeridad, el heroísmo, la cobardía, el sentido del deber y el instinto de supervivencia, el compañerismo y el egoísmo, los nervios, la ansiedad, el estrés, el peligro máximo, la violencia descarnada, la destrucción, la devastación, la confusión, el retumbar de explosiones, detonaciones, ráfagas, gritos y alaridos, los olores densos, el humo, los gases, el polvo, el sofoco intenso y el aire irrespirable, la resistencia, el sacrificio, el cansancio, el abatimiento, el vacío, la angustia, la euforia, la suciedad, el asco, el dolor, las heridas, la muerte, la victoria, la derrota…

Un sinfín de dinámicas, circunstancias, elementos, experiencias, pensamientos, sentimientos y emociones retroalimentándose mutuamente y sucediendo al mismo tiempo en múltiples puntos del combate, que pueden llegar a embargar a los soldados que lo afrontan llevándolos al límite de sus capacidades. Algo que solo pueden entender en su total magnitud aquellos que lo han vivido en primera persona y que el que fuera uno de los más insignes renovadores de la historia militar, el británico John Keegan, intento definir, allá por los años 70 del siglo pasado, con inevitable lirismo, como “the Face of Battle”: el Rostro de la Batalla del que es imposible hacer una descripción completa y realista, pero que queda grabado para siempre en lo más profundo de todos aquellos que lo han presenciado, conocido y vivido.

En el tórrido verano de 1937, entre el 6 y 26 de julio, tuvo lugar en el oeste de Madrid la batalla de Brunete, que por el volumen de tropas y medios empleados sería la más importante de las desarrolladas en el frente madrileño durante la Guerra Civil. A lo largo de 21 días, cerca de 100.000 combatientes de uno y otro ejército se enfrentaron en una terrible lucha de desgaste. El “Rostro de la Batalla”, al que se refería el historiador John Keegan, se manifestó en todo su esplendor y con toda su dureza: el calor abrasador, la aridez del terreno, los incendios, la sed insufrible, la potencia de fuego empleado (aviación, artillería, carros de combate, morteros, bombas de mano, armas automáticas, fusilería), los constantes ataques y contraataques, los combates cuerpo a cuerpo, los pueblos reducidos a montones de escombros, la imposibilidad de asistir a todos los heridos o de retirar a todos los muertos, fue la tónica general durante las largas jornadas de lucha, alcanzando tintes apocalípticos para quienes combatieron en primera línea en multitud de puntos del campo de batalla: Romanillos, El Mosquito, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Brunete, Villafranca del Castillo, El Cortijo, Loma Fortificada, Loma Artillera, Casa del Monje, La Bellota, Castillo del Aulencia, Las Barrancas, Palacio Rúspoli, Loma Quemada, La Vilanosa, El Olivar, Los Llanos, Vértice Cumbre…

Lugares todos ellos tranquilos y apacibles hoy en día, hasta el punto que cuesta creer que en estos mismos escenarios, hace ahora 88 años, se desencadenase un infierno de tal magnitud que supuso la devastación total de los pueblos afectados por los combates y que acabó causando cerca de 40.000 bajas entre los dos ejércitos, de las cuales, aproximadamente un tercio corresponderían a víctimas mortales. Datos terribles y difíciles de calibrar en su exacta magnitud a pesar de lo que nos cuentan los documentos, las memorias, los testimonios, los estudios e investigaciones.

Pero sucede que un día, removiendo la tierra en una excavación arqueológica, en la posición situada en el Km. 33 de laM-600, en el término municipal de Brunete, a no demasiada profundidad, aparece un maxilar inferior humano, y los antropólogos forenses que se hacen cargo del hallazgo, a falta de un estudio completo, te informan que la dentadura indicaría que perteneció a una persona joven que debía rondar los 20 años de edad y que parece que el hueso tiene un pequeño desgarro en la zona del mentón que bien lo podría haber ocasionado una esquirla de metralla, y entonces, de golpe, rememoras todo lo que has leído e investigado sobre los combates que acontecieron durante la batalla de Brunete y te acuerdas de ensayos como los del mencionado John Keegan e, irremediablemente, tomas conciencia de la magnitud de la catástrofe y te impresionas y conmueves por la tragedia que se vivió en estos lugares y por el horror que todavía guardan los viejos campos de batalla.


Javier M. Calvo Martínez


Nota: siguiendo los protocolos establecidos para este tipo de hallazgos, el maxilar y los dientes fueron entregados a profesionales especializados para su estudio forense, antropológico y genético.

lunes, 13 de enero de 2025

177) ELEMENTOS LOCALIZADOS EN EL YACIMIENTO “FORTIFICACIONES DE LA PEÑUELA”, EN VILLANUEVA DE LA CAÑADA

 

Limpieza manual del nido de ametralladoras

Entre los meses de octubre y noviembre de 2024 se ha realizado una peritación arqueológica para la localización y documentación de estructuras defensivas en el yacimiento arqueológico denominado “Fortificaciones de la Peñuela”, inscrito en el Catálogo de Bienes del Patrimonio Cultural con el código CM/176/0016 y ubicado al sur del núcleo urbano de Villanueva de la Cañada. Esta peritación ha consistido en un estudio histórico y documental previo, prospección, desbroces mecánicos, limpieza manual de las estructuras halladas y redacción de la correspondiente Memoria sobre el resultado de los trabajos para el Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, promotor de la intervención, y la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.

Los trabajos han sido realizados por “Urquiaga. Trabajos en y para la arqueología”, con la dirección arqueológica y técnica de David Urquiaga Cela y Javier M. Calvo Martínez, y la colaboración de Víctor Calvillo en los trabajos de topografía y de Francisco Pino en la realización de vídeos y fotografías con dron.

La zona en la que se ha intervenido formaba parte de la primera línea del frente de la 69ª División republicana, en concreto, de la denominada “Posición nº 19 Monte Bajo”, que se extendía desde la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete (actual M-600) hasta el pequeño promontorio en el que se han realizado los trabajos arqueológicos, y que al final de la guerra estaba defendida por fuerzas del 395º Batallón de la 99 Brigada Mixta

Los restos objeto de nuestro estudio se encontraban en el extremo suroeste de dicha posición, y constituían solo una pequeña parte de un sistema defensivo mucho más amplio, que estaba formado por otros elementos en los que, de momento, no se ha intervenido, pero con los que estaban estrechamente relacionados, algunos de los cuales son visibles en el terreno, como el inicio de una galería subterránea construida en ladrillo, un nido de ametralladoras de características similares al que se ha intervenido o una estructura circular que interpretamos como un posible puesto de observación.


Desbroces mecánicos y limpieza manual 

La prospección superficial, los desbroces mecánicos y la limpieza manual en este espacio han permitido localizar las fábricas superiores de un interesante complejo formado por diversas estructuras defensivas: ramales de trincheras, la mayoría de ellas revestidas de ladrillo macizo; 6 pozos de tirador, 5 de ellos conformando un característico puesto de escuadra; 1 posible puesto de granadero; 2 espacios o habitáculos de planta rectangular con muros de hormigón y 1 nido de ametralladoras circular.

Todos estos elementos, completamente colmatados en la actualidad, fueron excavados en el terreno durante la guerra y algunos de ellos contaban con cubierta, posiblemente a base de vigas o rollizos y tierra.



Fotografía aérea de la zona antes y después de los trabajos arqueológicos, con la señalización de los elementos localizados (Fotografía Francisco Pino)

A continuación, pasamos a analizar cada uno de los elementos localizados:

TRINCHERAS

Como es sabido, las trincheras son zanjas profundas y estrechas excavadas en el terreno para ocultar a los defensores de una posición y protegerlos del fuego enemigo. En esencia, podríamos hablar de dos tipos de trincheras: las de combate, desde las que atacar o defenderse, y las de comunicación, que como su propio nombre indica servían para moverse por los diferentes elementos que conformaban una posición, recibiendo también el nombre genérico de zanjas o ramales de comunicación. Los tramos localizados durante la intervención arqueológica pertenecen a este último modelo.

Aunque desconocemos la medida exacta, entendemos que en su momento estas trincheras podrían tener en torno a 1,80 m de profundidad, la cual se complementaría con la protección que ofrecían los parapetos de tierra hasta alcanzar los 2 m de altura a los que se refieren los documentos de época consultados sobre esta posición. En cuanto al ancho, este varía entre los 0,5 m y los 0,95 m aproximadamente. En general, presentan un trazado ondulado y sus paredes están revestidas de ladrillo macizo.



Ramales de trinchera y pozos de tirador

POZOS DE TIRADOR

Los pozos de tirador eran pequeños espacios excavados en el terreno y ligeramente adelantados a las trincheras desde los que el soldado, protegido del fuego enemigo por la propia excavación y un parapeto de tierra y sacos terreros, podía hacer uso de un fusil o de un fusil ametrallador. Los pozos de tirador localizados en esta posición son individuales y de planta circular. Tal y como sucede con las trincheras, tienen sus paredes revestidas de ladrillo macizo.


PUESTO DE ESCUADRA

La escuadra era la unidad de Infantería más pequeña, formada por unos 5 soldados, con un cabo o jefe de escuadra al mando. Por tanto, un puesto de escuadra sería una obra de fortificación habilitada para este número de fusileros. En el caso que nos ocupa, encontramos un puesto de escuadra compuesto por cinco pozos de tirador individuales unidos a un ramal de circulación con forma de herradura, todo ello con las paredes revestidas de ladrillo. En su extremo derecho, el puesto de escuadra se complementa con otra estructura circular de mayor tamaño que los pozos de tirador, la cual interpretamos como un posible puesto de granadero.


Fotografía aérea del puesto de escuadra formado por 5 pozos de tirador y el posible puesto de granadero a la izquierda de la imagen (Francisco Pino)


PUESTO DE GRANADERO

Los puestos de granadero eran estructuras defensivas situadas por delante de las trincheras o ramales de comunicación, diseñadas para que el soldado pudiera lanzar granadas de mano en caso de que el atacante se encontrase lo suficientemente cerca de la posición (se calcula que la distancia máxima que puede alcanzar una granada lanzada a mano es de 30 a 40 m).

En las posiciones de la Guerra Civil no es del todo extraño encontrar puestos de granaderos complementando puestos de escuadra. Esto es lo que nos lleva a interpretar esta estructura circular, con las paredes revestidas de ladrillo macizo, como un posible puesto de granadero, aunque de momento no podemos asegurarlo taxativamente.


HABITÁCULOS


Uno de los habitáculos de planta rectangular con dos accesos, uno de los cuales se encuentra tapado por la encina

Durante los desbroces mecánicos y manuales han aparecido dos habitáculos o habitaciones de planta rectangular. Sus dimensiones aproximadas son de 5,74 m de longitud y entre los 1,71 m y 2,65 m de anchura. El más pequeño de ellos enlaza con el ramal que da paso al puesto de escuadra. El más grande se sitúa en las proximidades del nido de ametralladoras. Ambos parecen tener muros de hormigón en masa y cuentan con dos accesos situados paralelamente en una de sus paredes. En su momento debieron de contar con algún tipo de cubierta. Resulta complicado precisar la función que pudieron haber tenido: alojamiento, depósito, almacén… Quizás, una excavación completa de los mismos podría facilitar alguna información relevante sobre el uso que tuvieron estos espacios.


NIDO DE AMETRALLADORAS

La ametralladora era el elemento fundamental en el que se basaban las organizaciones defensivas de la Guerra Civil. Por este motivo, resultaba muy importante disponer de adecuados asentamientos para estas armas.


Imagen cenital del nido de ametralladoras (Fotografía Francisco Pino)

El nido de ametralladoras en el que se ha intervenido es de planta circular, con un diámetro total de aproximadamente 3,90 m. El sistema constructivo parece haber sido a base de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos con el espacio interior relleno de hormigón en masa. Cuenta con tres troneras de tamaños similares. Ha perdido la cubierta y dispone de un único acceso en codo que enlaza con un ramal de trinchera. El interior consiste en una cámara circular de aproximadamente 2,55 m de diámetro, totalmente colmatada en la actualidad.

 

Trabajos manuales en pozos de tirador y nido de ametralladoras

Trabajos de topografía


Cubrición de las estructuras localizadas con geotextil antes de ser cubiertas con una capa de tierra para evitar su deterioro


Como ya hemos señalado, de momento solo se han descubierto y limpiado las fábricas superiores de estas estructuras con el fin de localizarlas y documentarlas. El resto de estas obras no ha sido excavado, al igual que los otros elementos que conforman el yacimiento, y en los que de momento no se ha intervenido. Sin duda, futuras actuaciones arqueológicas podrán seguir aportando información interesante para interpretar adecuadamente esta posición situada en lo que fue la primera línea de fuego en el frente de Brunete.


JAVIER M.CALVO MARTÍNEZ


martes, 17 de diciembre de 2024

176) EXTRAÑA COSECHA EN MAJADAHONDA


Ayer, paseando por los campos que se extienden en torno a la carretera M-851, en el término municipal de Majadahonda, me topé con esta granada de mortero Valero de 50 mm sin explosionar, seguramente, desenterrada en algún momento por los tractores que preparan estas tierras para el cultivo de cereal.

Este tipo de hallazgos son siempre llamativos, pero no resultan del todo extraños si tenemos en cuenta que estamos hablando de una zona que, durante la guerra, era primera línea de fuego, y en la que las posiciones de unos y otros estaban separadas por unos pocos cientos de metros.

El hallazgo fue notificado a la Policía Local y Guardia Civil para que procediesen a su retirada y/o detonación controlada.

lunes, 9 de diciembre de 2024

175) LUZ EN LAS SOMBRAS



Durante los trabajos arqueológicos realizados en el Elemento de Resistencia situado en el kilómetro 33 de la M-600, en el término municipal de Brunete, al excavar en el pozo anexo a uno de los tres nidos cruciformes que componen esta posición, localizamos, a unos 2,5 m de profundidad, el depósito superior de una lámpara de carburo.

No se trata de un hallazgo excepcional, desde luego, pero si muy interesante para conocer, al menos en parte, uno de los sistemas de iluminación empleados por los constructores y defensores de esta posición, cuya misión era proteger la carretera sobre la que se asienta para, en caso de ruptura del frente, evitar que el enemigo pudiera progresar por ella.

Téngase en cuenta que los tres nidos cruciformes que se ven en superficie no eran más que una parte del dispositivo de esta posición, en la que la mayor parte de sus elementos eran subterráneos (pozos de acceso, abrigos, depósitos, botiquín y galerías de comunicación), en algunos casos, con una profundidad de hasta 4 m.


El Elemento de Resistencia del km. 33 de la M-600 contaba con un sistema subterráneo de galerías que comunicaba los nidos entre sí y daba acceso a otros elementos, como refugio, polvorín, depósitos o botiquín (Fotografía aérea Francisco Pino)

En esta realidad cavernosa y oscura situada muy cerca de la primera línea de fuego, donde la iluminación eléctrica se hacía imposible o muy difícil, las lámparas de carburo se mostraban como un sistema sencillo, económico y eficaz, tal y como ya llevaba comprobándose en la minería desde principios del siglo XX.

Según podemos leer en la muy interesante web del Archivo Histórico Minero (cuya visita recomendamos), estas lámparas están formadas por dos depósitos enroscados: el superior (que es el que hemos encontrado) lleno de agua y el inferior de carburo. Ambos depósitos se comunican por una válvula reguladora del goteo o “llave de agua” que pone en contacto ambos elementos, formando así el gas acetileno. Por el llamado “conducto de acetileno” el gas llega a un mechero regulador de flujo que lo transporta al exterior, donde, una vez encendido, producirá una llama blanca y brillante que es la que ilumina. La lampara contaba además con un tapón para el cierre del orificio de llenado de agua, un asa para facilitar su transporte y un gancho para poder ser colgada.


Funcionamiento y elementos de una lámpara de carburo similar a la del depósito recuperado en la posición del km. 33 de la M-600, en Brunete (dibujo procedente de la web del Archivo Histórico Minero)

Interior de una lámpara de carburo de un modelo similar al del depósito encontrado en la posición del Km. 33 de la M-600, en Brunete (fotografía procedente de la web del Archivo Histórico Minero)

La lámpara de carburo, también llamada lámpara de acetileno o carburero, fue inventada en 1897 por el ingeniero francés afincado en Barcelona Enrique Alexandre y Gracián, y patentada en 1899. Parece que la primera utilización práctica de este sistema de iluminación fue en minas del País Vasco, donde pronto surgirían también algunas de las principales empresas fabricantes.   

El nuevo invento se extendió rápidamente por todas las minas excepto aquellas en las que las concentraciones de gases como el grisú podían generar atmósferas explosivas. Pero, más allá de la minería, o de otras actividades similares como la espeleología o la pocería, estas lámparas triunfaron también en el ámbito doméstico, algo lógico si pensamos que, en aquella época, la mayoría de las poblaciones no contaban con ningún tipo de alumbrado eléctrico, o su uso estaba todavía muy acotado, lo que motivo la aparición de múltiples modelos de lámpara, faroles y candiles adaptados a las múltiples necesidades cotidianas.

El depósito encontrado en las fortificaciones de Brunete corresponde a uno de los modelos más empleados en aquella época en la minería, lo cual no resulta extraño si pensamos en cómo era el sistema de galerías y abrigos en caverna que componían el sistema subterráneo de esta posición. Un sistema que, en caso de necesidad, permitía a los soldados de su guarnición desplazarse de un punto a otro sin necesidad de salir a la superficie, permaneciendo bajo la protección de los abrigos y refugios si se producía un bombardeo, todo ello alumbrados con las pequeñas pero intensas y brillantes luces blancas que producían las lámparas de carburo.


JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ 


Enlace recomendado: web del Archivo Histórico Minero

miércoles, 4 de diciembre de 2024

174) FUEGO DE MORTERO


Como es lógico, al excavar en una posición de primera línea aparece material bélico, especialmente balas, vainas, cartuchos y metralla. También restos de granadas de mortero, un arma característica de la guerra de trincheras, ya que la curvatura de su tiro permitía batir eficazmente zonas desenfiladas a las armas de tiro tenso, así como disparar por encima de obstáculos, todo ello permaneciendo a cubierto de la vista del enemigo y de sus fuegos rasantes.

Algunos de los restos de granadas de mortero Valero 50 mm recuperadas

Todos los restos de granadas de mortero recuperados hasta el momento en esta actuación arqueológica en la posición republicana de La Pasada, en Villanueva de la Cañada, corresponden a los calibres 50 mm y 81 mm del modelo Valero. Siguiendo los datos ofrecidos en la magnífica web amonio.es, de imprescindible consulta para todo lo que tenga que ver con armamento de la Guerra Civil:

El “Mortero Ligero de Infantería y Caballería Valero de 50 mm” se declaró reglamentario en el Ejército Español en 1932. La granada tenía una carga explosiva de 125 gramos de trilita y su alcance máximo rondaba los 1.000 m, con un radio de acción de unos 50 m.

Por su parte, el denominado "Modelo de Acompañamiento de 81 mm para infantería, modelo 1933", fue declarado reglamentario en el Ejército Español en 1933. Su granada iba cargada con 550 gramos de trilita comprimida, con un alcance máximo en torno a los 2.200 m y un radio de acción entre los 85 y los 100 m.

Otras entradas sobre morteros en este blog: 

HALLAZGOS (Mayo 2021)

GRANADAS DE MORTERO VALERO EN NAVALCARBÓN (Diciembre 2017)

A MORTERAZO LIMPIO (Julio 2010) 


Javier M. Calvo Martínez

(Fotografía que encabeza el texto: cola de granada de mortero Valero 81 mm recuperada en la actuación arqueológica de Villanueva de la Cañada)