Muchas veces, los lugares guardan huellas de su pasado. Algunas de ellas son claras, evidentes y visibles para todo el que pasa por ese sitio. Otras son más sutiles, y requieren un poco de atención y capacidad de interpretación para detectarlas. También las hay totalmente imperceptibles, al encontrarse ocultas o enterradas, como si fueran secretos bien guardados.
A lo largo del tiempo, las
huellas más recientes se van superponiendo a las más antiguas, formando una serie
de capas o niveles. Algo así como las hojas en otoño, que progresivamente van
desprendiéndose de los árboles para caer al suelo, formando una especie de
alfombra en la que las últimas en caer van tapando a las anteriores.
Una metáfora a la que se puede
sumar otra más, también muy común sobre las huellas que dejan la historia y el
paso del tiempo, como es la del palimpsesto, es decir, el pergamino cuyo texto
se raspaba para borrarlo y poder escribir otro nuevo, y que muchas veces, con
las técnicas adecuadas, es posible recuperar la escritura eliminada, lo que
permite descubrir contenidos mucho más antiguos e interesantes que los que
aparecen a primera vista.
Metáforas e imágenes más o menos líricas que
disciplinas como la arqueología, la paleontología o la geología, por medio de
la estratigrafía, han convertido en método científico con el que tratar de
establecer cronologías e interpretar la historia y el pasado de un territorio.
Por ello resulta tan
importante el control arqueológico de movimiento de tierras en todos aquellos lugares susceptibles
de conservar huellas interesantes de su pasado. Y por ello también, en un mismo
lugar, pueden aflorar restos pertenecientes a momentos históricos muy diferentes
y distanciados en el tiempo.
Algo así ha ocurrido en la
población de Húmera, en Pozuelo de Alarcón, donde lo que aparentemente no era
más que una parcela un tanto degradada por los escombros, tras realizarse unos
desbroces mecánicos, han aparecido una serie de antiguas estructuras circulares
excavadas en el terreno, correspondientes a silos que, a tenor de lo que puede
desprenderse de los abundantes restos cerámicos recuperados en sus interiores, muy
probablemente sean de época medieval, periodo histórico en el que precisamente
se situaría el origen de esta población.
Pero a la vez, el movimiento
de tierras hizo aflorar otro llamativo vestigio histórico, esta vez mucho más
cercano en el tiempo y algo más peligroso, como fue un proyectil artillero de
la Guerra Civil (1936-1939).
En concreto, se trataba de una
granada rompedora del calibre 155 mm, montada con una espoleta de cebo
Garrido modelo 24, que por algún motivo no llegó a explosionar. Estos
proyectiles, con más de 30 kg de peso y una longitud de unos 60 cm, podían
recorrer distancias de varios kilómetros a una velocidad que superaba los 400
metros por segundo. La onda expansiva y la lluvia de metralla que ocasionaban
al detonar alcanzaban radios de acción de hasta 200 m, removiendo
violentamente el terreno y generando enormes embudos.
Este hallazgo nos retrotrae a
finales de 1936, cuando el pequeño caserío de Húmera, al igual que sucedió con
otros muchos puntos del noroeste madrileño, quedó convertido en campo de
batalla.
Para entonces, el ataque
frontal a Madrid había fracasado y Franco y sus generales se afanaban en
planificar acciones que mejorasen la mala situación táctica que sus vanguardias
sufrían en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Se trataba de no perder
la iniciativa, desarrollando un amplio movimiento ofensivo sobre la carretera
de La Coruña con el objetivo principal de fortalecer el ala izquierda de su
dispositivo.
Para tratar de desbaratar
estos planes, las Fuerzas de la Defensa de Madrid, al mando del general Miaja,
tenían desplegadas en el sector a la 3ª Brigada Mixta del comandante José María
Galán, defendiendo Pozuelo y sus alrededores, y la denominada Brigada X, del
comandante Palacios, situada en torno a Aravaca, con el apoyo artillero de diez
piezas de diversos calibres.
El primer ataque se inició el 29 de noviembre. Dirigía la operación el coronel García-Escámez, con tres columnas mandadas respectivamente por los tenientes coroneles Barrón, Siro Alonso y Gavilán.
Las fuerzas al mando de Bartoméu (5ª Bandera de la Legión, 2º Tabor de Ceuta, un Tabor de la Mehala de Larache y 4º Batallón de Toledo, con dos baterías ligeras y una sección de carros) atacaron de madrugada desde la Casa de Campo, apoderándose del Hospital de Bellas Vistas (anteriormente conocido como de Nuestra Señora de las Mercedes), situado unos 700 metros al sur de Húmera, población que no conseguirían conquistar.
Al mismo tiempo, un poco más al oeste, la columna de Siro Alonso (7ª Bandera de la Legión, 1º Tabor de Alhucemas, 2º y 5º de Larache, 2º de Tetuán y un Tabor de la Mehala del Rif, reforzadas con cuatro baterías ligeras y dos compañías de carros), desarrollaba la acción principal, consistente en progresar desde Retamares para ocupar la línea determinada por la Colonia de la Paz, Pozuelo, su Estación, Aravaca, Cuesta de las Perdices y Cerro del Águila, pero su avance quedaría frenado al poco de iniciarse, quedando sus fuerzas fijadas al sur de Pozuelo, en su cementerio y en los hotelitos de la Colonia de la Paz, situada a las mismas puertas del casco urbano.
Por último, la caballería de Gavilán,
formada por siete escuadrones, con el apoyo de dos pelotones de infantería, desde el Ventorro del Cano trataría de desbordar Pozuelo por el oeste, pero
apenas lograría avanzar más allá del vértice Valle Rubios, ubicado unos cuatro
kilómetros y medio al suroeste de Pozuelo.
Además de las fuerzas
mencionadas, esta operación ofensiva contaba con un importante apoyo artillero,
compuesto por una batería de 75, dos de 105 y dos de 155. Precisamente, a este
último calibre pertenece la granada rompedora aparecida en los movimientos de
tierra recientemente efectuados en una parcela de Húmera, por lo que muy bien
podría haber sido disparada en aquellas jornadas de finales de noviembre de
1936.
Por lo que respecta a Húmera,
tras los mencionados combates de finales de noviembre, las fuerzas de ambos
ejércitos adoptaron una posición defensiva, tratando de mantener sus posiciones
y fijar al enemigo en las suyas, hostigándose constantemente desde la distancia
y desarrollando eventuales golpes de mano que no supondrían alteraciones en la
situación general del sector. Este periodo de semi espera sería aprovechado por
el mando republicano para reorganizar sus fuerzas. La 3ª Brigada, muy castigada
en los combates, fue retirada y reemplazada por la 38ª Brigada que, para principios de 1937, bajo el mando del capitán Zulueta, defendía todo el sector de Pozuelo. A continuación, desde Húmera hasta el puente de San Fernando, se mantenía la Brigada X del comandante Palacios, que recibió la nueva denominación de 39ª Brigada. Ambas unidades estaban integradas en la 5ª División del teniente coronel Juan Perea, que defendía todo el sector de Pozuelo hasta el río Manzanares. Fuerzas a las que se irían sumando otras más, una vez reanudados los combates.
El 3 de enero, una potente
masa de maniobra formada por 4 columnas bajo el mando conjunto del general
Orgaz rompía el frente al noroeste de Madrid y alcanzaba la carretera de La
Coruña a la altura de Las Rozas. Los combates se prolongaron a lo largo de los
días siguientes, avanzando las columnas atacantes en dirección a la capital. El
día 7, las tropas de García-Escámez y de Buruaga conseguían conquistar Pozuelo;
las de Barrón alcanzaban el kilómetro 11 de la carretera de La Coruña y las de
Asensio avanzaban en dirección a Aravaca. Tras la conquista de Pozuelo, las
fuerzas que habían ocupado el pueblo se dividieron para continuar su avance: Buruaga lograba tomar el barrio
de la Estación y progresar en dirección al Cerro del Águila; por su
parte, García-Escámez conquistaba Húmera y enlazaba con las fuerzas desplegadas en la Casa de Campo. Según sus informes, la conquista de Húmera
supuso un importante botín: 30 lanzabombas, 30 cajas de bombas, 5
ametralladoras, 180 fusiles, 4 fusiles ametralladores y material diverso,
contabilizándose más de 200 cadáveres en la parte de Húmera-Pozuelo.
El avance continuó en los días
siguientes. El 8 de enero, tras una lucha durísima, las topas de Asensio ocupaban
Aravaca, y el día 9, esas mismas fuerzas, en colaboración con las de Buruaga y
García-Escámez, lograban alcanzar los últimos objetivos de Cuesta de las
Perdices y Cerro del Águila. Unos días después, neutralizados los contraataques
republicanos en el sector de Las Rozas y Majadahonda, la batalla llegaba a su
fin.
La primera línea se situaba a
partir de ese momento a caballo de la carretera de La Coruña, quedando Húmera
muy a retaguardia de la misma (a algo más de 7 kilómetros). Los combates y
bombardeos desarrollados entre noviembre de 1936 y enero de 1937 habían causado
enormes destrucciones en su pequeño casco urbano, congregado en torno a la
iglesia de Santa María Magdalena, destrucciones que continuarían hasta el final
de la contienda debido, principalmente, al abandono y al aprovechamiento que
sus edificios y ruinas ofrecían para el esfuerzo bélico y el día a día de las
tropas desplegadas en el frente. Tras la guerra, la población sería reconstruida
por la Dirección General de Regiones Devastadas.
Hoy en día, Húmera es una
tranquila población en cuyas calles no hay nada que recuerde o sugiera el
pasado bélico que acabamos de repasar. Sin embargo, retomando la metáfora del
palimpsesto con la que comenzábamos esta entrada, podemos decir que, muchas
veces, el pasado no desaparece del todo, sino que puede permanecer latente bajo
la superficie del presente, emergiendo sus huellas en el momento en que se
raspan las capas más superficiales, y así, en una pequeña parcela de su casco urbano en la que
aparentemente no existe nada relevante, al desbrozar el terreno podemos
encontrar, al mismo tiempo, vestigios de un pasado que va desde casi los
orígenes de Húmera, allá por la Edad Media, hasta el invierno de 1936-1937, en
que la población se convirtió en un terrible campo de batalla.
Una superposición de diferentes momentos históricos, cada uno de los cuales ha dejado su huella en el subsuelo de Húmera. ¿Cuántos secretos más permanecerán ocultos?
Javier M. Calvo Martínez
NOTAS:
- La granada fue retirada por los artificieros de la Guardia Civil.
- Los trabajos arqueológicos están siendo realizados por "Urquiaga, trabajos por y para la arqueología"
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