UNA TENUE
PRESENCIA
Una
guerra, entre otras cosas, supone una enorme máquina de destrucción. Destrucción
de vidas, de proyectos, de relaciones, de ideas… Destrucción de edificios,
infraestructuras, entornos, paisajes…
Durante
cerca de tres años, España fue asolada por una terrible guerra civil, una guerra que supuso una
enorme fractura social, política, económica, humana…
Entre
julio de 1936 y marzo de 1939, los pueblos del noroeste y oeste madrileño, al
igual que tantos otros pueblos del resto del país, se vieron atrozmente
asolados por el conflicto armado. La
vida cotidiana quedó interrumpida y, mientras sus vecinos eran evacuados a otros
lugares alejados del frente, las calles y edificios de estos pueblos se
convertían en escenario de duros combates. Las grandes operaciones militares
fueron seguidas de una estabilización del frente que dio lugar a una guerra de
posiciones en la que no faltarían los bombardeos de la aviación y la
artillería, los golpes de mano, las pequeñas acciones de combate y el destructivo
efecto de la guerra de minas.
Cuando
el 1 de abril de 1939 finalizó oficialmente la contienda, los pueblos del
noroeste y el oeste madrileño ofrecían un aspecto desolador. Los edificios que
no habían sido totalmente destruidos, presentaban graves daños en sus
estructuras. Los primeros vecinos en regresar (muchos nunca regresarían) se
encontraron con sus viviendas convertidas en montones de escombros
inhabitables. Los pisos de casas y patios habían sido levantados para excavar
trincheras y refugios subterráneos; los tabiques de las habitaciones se habían
tirado abajo para posibilitar el tránsito de una casa a otra sin necesidad de
salir al exterior; los tejados se habían venido abajo y todos los elementos de
madera, como vigas, puertas, marcos de ventanas, etc., habían desaparecido, al
haber sido utilizados por la tropa para encender fuegos con los que cocinar y
calentarse en los duros inviernos de guerra; las calles estaban llenas de embudos causados por las bombas,
de escombros y cascotes, de tapias y muros de adobe desechos; los campos
asolados y surcados de trincheras, las iglesias en ruinas, con sus torres desquebrajadas
y amenazando venirse abajo…
Los
trabajos de desescombro y reconstrucción llevarían años, unas obras
desarrolladas en su mayor parte por la Dirección General de Regiones
Devastadas, organismo creado por el Ministerio de la Gobernación del nuevo
Estado franquista para la reconstrucción de los pueblos que habían sido
destruidos durante la guerra.
Se
tardarían muchas décadas en borrar las huellas que la guerra había dejado. La
posguerra fue larga y difícil. Luego, poco a poco, llegaría la modernidad, el
abandono del mundo rural que durante siglos había caracterizado la vida de
estos pueblos, el asfaltado de las calles, las infraestructuras, la expansión
demográfica, la especulación, la recalificación de terrenos, las
urbanizaciones, los centros comerciales y de ocio…
Hoy
en día, el aspecto que presentan los pueblos del noroeste y el oeste madrileño,
poco tiene que ver con el que ofrecían en los años previos a la Guerra Civil
Española y, mucho menos, con el que mostraban recién terminado el conflicto.
Hay que realizar un gran ejercicio de imaginación e interpretación para, al
pasear por las calles de estos municipios, hacerse una idea de la
fantasmagórica imagen que llegaron a tener. Son muy pocos los edificios que aún
se conservan de aquellos días y, todos ellos, han experimentado profundas
modificaciones, reformas y cambios. Sin embargo, en ocasiones, alguien que
observe y mire con atención, alguien que conozca el pasado bélico del que estos
edificios fueron testigos, alguien que haya aprendido a descubrir y
descodificar las huellas y señales con las que la pátina de la Historia ha
impregnado los diferentes lugares, podrá descubrir cosas curiosas, evocadoras,
delatoras de aquel Pasado.
Las
fotografías que encabezan esta entrada corresponden a detalles de viejos muros y tapiales
del noroeste y el oeste madrileño que fueron levantados antes de la Guerra
Civil Española. Como puede apreciarse en las imágenes, aún hoy en día es
posible encontrar balas disparadas por fusiles o ametralladoras incrustadas en estas
construcciones. En las dos primeras fotografías pueden apreciarse dos proyectiles de Máuser 7 mm, la tercera imagen corresponde a un proyectil de Mosin Nagant 7,62 mm.
Más
de siete décadas después, a través de
pequeños vestigios y de huellas como estas, la Guerra Civil Española sigue
teniendo una tenue presencia en los municipios del noroeste y oeste madrileño.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografías: Viejos muros del noroeste y oeste madrileño (JMCM, 2013)
Esos proyectiles en ese lugar son historia, en un bolsillo son chatarra.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarPor mi parte, los proyectiles que aparecen en las fotografías, y otros tantos más, siguen en el mismo lugar en el que llevan incrustados más de setenta años. Y espero que así siga siendo.
Un saludo.