TIRO AL BLANCO
Hoy
volvemos a un tema curioso que ya fue tratado en una anterior entrada de este
blog que llevaba el título de "PUNTERÍA" Se trata de las prácticas de tiro
que, a tenor de ciertos hallazgos, se practicaban en las líneas del frente madrileño
durante la Guerra Civil Española.
Hasta
la fecha, me he topado con diversos objetos metálicos (monedas, vainas,
cartuchos y cubiertos) que habían sido utilizados para practicar ejercicios de
puntería. Es de suponer que, además de estos objetos metálicos, se empleasen también
otros muchos, tales como latas, frascos, botellas, maderas, etc., y que el paso
del tiempo, o la inevitable destrucción que supone el impacto de un proyectil
en esos materiales, hayan borrado cualquier vestigio de estas prácticas de
tiro.
Lo
que en un primer momento podría haberse interpretado como una práctica puntual
o anecdótica de algunos soldados para matar el rato o realizar cierto tipo de apuestas
con sus compañeros, se me presenta ahora como un ejercicio regulado, y puede
decirse que obligado, practicado de manera cotidiana por las guarniciones de
las diferentes posiciones del frente.
Una
de las principales responsabilidades y preocupaciones del soldado era el
perfecto mantenimiento de su armamento. Mientras la tropa permanecía acantonada
en sus respectivas retaguardias, el armamento se mantenía en buenas condiciones
de conservación, custodiado en las correspondientes armerías y depósitos habilitados
para ese fin. Pero la cosa cambiaba cuando las unidades eran trasladadas al frente. Las
guarniciones de primera línea pasaban en sus incómodas posiciones periodos de
tiempo que, como mínimo, se alargaban entre quince días y un mes. Durante ese
tiempo, los soldados tenían que evitar a toda costa los potenciales daños que,
la siempre difícil y penosa
vida en las trincheras, podía ocasionar en los mecanismos del arma.
Tres
eran los principales enemigos del fusil en las líneas del frente:
La
Oxidación, producida por el agua, la humedad, el contacto con productos
inadecuados, o la propia acidez del sudor de las manos (sobre todo en los
periodos estivales).
La
Suciedad del polvo, el barro, la arenilla, los cuerpos extraños, o la propia grasa
del fusil que, al mezclarse con los residuos de la pólvora, se convertía en una
especie de barrillo abrasivo que, como lija, producía desgaste y averías.
Los
Golpes producidos por el mal trato del armamento y de sus municiones, o por las
difíciles condiciones de vida en las trincheras, y que podían ocasionaran roturas y
deformaciones en los componentes del arma.
Para
minimizar estas amenazas y evitar que el fusil pudiera quedar inutilizado, el
soldado, de manera periódica, debía limpiar y lubricar su fusil, conservándolo
siempre en perfectas condiciones de uso. Algo que debía de resultar muy difícil
bajo las inclemencias de la guerra de
trincheras, ya que el fusil es un conjunto de complicados y muy sensibles
mecanismos y piezas de cierta precisión (recámara, ánima, cerrojo, caja de
disparo, muelle recuperador, amortiguador, punto de mira, mecanismo de disparo
y expulsión, seguro, gatillo, percutor, alza, etc.).
Durante
el periodo de instrucción, el soldado aprendía a montar y desmontar el fusil. Posteriormente,
esta práctica, que según los manuales debía de ser capaz de realizar incluso en
plena oscuridad, la repetía de manera cotidiana en las trincheras y chabolas
del frente. Para ello, debía de buscar un lugar limpio en el que poder extender
una tela o lona sobre la que iba depositando las diferentes piezas para
proceder a su limpieza, engrase y, en caso necesario, sustitución de las piezas
defectuosas. Tras el montaje, había que poner el arma a punto, o lo que es lo
mismo, era necesario comprobar si todo se había realizado de forma correcta y
graduar los elementos de puntería: el alza y el punto de mira. Es decir, era
imprescindible realizar ejercicios de tiro que permitieran las adecuadas
correcciones y ajustes en el fusil.
En
la retaguardia, estos ejercicios de tiro eran fáciles de realizar, existiendo
zonas habilitadas para ese fin, pero la cosa se complicaba algo más en las
primeras línea de fuego, donde la movilidad y el espacio se encontraban muy
limitados por el constante hostigamiento del enemigo.
Ciertamente,
los diferentes hallazgos que he podido efectuar al pasear hoy en día por las viejas
líneas del frente, no pueden considerarse una referencia indiscutible de lo que
intento recoger en esta hipótesis, máxime, si tenemos en cuenta que todos los
hallazgos se han realizado a simple vista y sobre el terreno, sin alterar el
entorno y sin el menor uso de cualquier tipo de aparato, sistema o tecnología para
la detención de metales, lo que limita mucho las muestras obtenidas y, en
consecuencia, la información que de éstas se pueda obtener. Pero, a pesar de
ello, lo cierto es que todos los objetos utilizados como blanco de tiro que he
podido encontrar a lo largo del tiempo, se encontraban en posiciones de primera
línea, y que todos ellos eran objetos cotidianos y muy abundantes en las
trincheras: vainas, monedas de escaso valor, cubiertos de campaña… a los que
habría que sumar otros objetos que no han soportado el paso del tiempo y la
erosión.
Los
objetos empleados para afinar la puntería aparecen en las posiciones de ambos
ejércitos y da la sensación de que eran colocados sobre los taludes formados
con los sacos terreros, más o menos deshechos, de los parapetos de primera
línea. Los tiradores debían de efectuar sus disparos desde las aspilleras de
alguna de las trincheras posteriores que conformaban el complejo sistema defensivo,
de tal manera que, las balas perdidas, o los proyectiles que no alcanzaban el blanco
(que debían de ser bastantes), iban directamente a estrellarse contra las
líneas enemigas.
De
esta manera, considero que la mayor parte de estos ejercicios de puntería no
respondían al capricho o al aburrimiento de los soldados, (no parece lógico pensar
que los correspondientes oficiales al
mando de las unidades de primera línea consintieran desperdiciar munición en
trivialidades de ese tipo de una manera generalizada), sino que la explicación a estas prácticas se encuentra en los
ejercicios de tiro que la tropa realizaba en sus prolongadas estancias en las
primeras líneas de fuego , tanto para ejercitar la puntería, como para
comprobar el correcto mantenimiento y funcionamiento de sus fusiles.
Los
ejercicios de tiro son una práctica presente y constante en todos los
ejércitos, tanto en tiempo de paz, como, por supuesto, en tiempo de guerra. En
las primeras líneas del frente, estos ejercicios seguían siendo necesarios (más
bien imprescindibles) porque, aunque se pueda disparar contra las líneas enemigas
de manera cotidiana, la distancia de los
objetivos y las condiciones de la guerra de trincheras impide comprobar la
efectividad del tiro y corregir los posibles defectos en el funcionamiento del arma.
Creo que, en
estos argumentos, podría estar la explicación de la presencia de diferentes objetos
empleados como blanco en las trincheras de primera línea.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografía: Ejemplos de vainas empleadas como blanco, encontradas en diferentes posiciones de la GCE en el noroeste de Madrid (JMCM, 2013).
No hay comentarios:
Publicar un comentario