BATALLÓN DE ZAPADORES Nº 1 DE CAMPAMENTO
En
abril de 2012, se publicaba en este blog una entrada dedicada a los cuarteles y
polvorines de Retamares en la que se hablaba de los cantones militares de
Madrid, entre ellos, el de Campamento, cuyo espacio lleva ya varios años de
profunda transformación debido a una gigantesca operación urbanística que ha
supuesto la demolición de la mayor parte de los edificios militares que
existían en este lugar.
Esta
misma mañana he recibido un e-mail de la asociación Gefrema (Grupo de Estudios del Frente de Madrid) en el que
informaban de la demolición del cuartel del Batallón de Zapadores de Campamento,
situado en la carretera de Extremadura. Este emblemático edificio fue clave en
la sublevación militar de julio de 1936 en Madrid, la cual, como es sabido,
supuso el inicio a la Guerra Civil.
Una
vez más, un trozo de Historia es reducido
a escombros por las palas excavadoras. Desconozco el valor arquitectónico, o de otra índole, que pudiera tener el edificio que está siendo demolido. Tampoco me apetece ahora entrar a reflexionar
sobre la manera en la que, con demasiada frecuencia, es tratado el patrimonio
histórico y cultural en nuestro país, cuestión que, creo, ha sido ampliamente abordada
en diferentes contenidos de este blog, y a la que, tristemente, será necesario volver
una y otra vez. Pero sí me ha parecido oportuno, en esta ocasión, plasmar algunas reseñas de
los acontecimientos que se vivieron entre los muros de dicho edificio en aquel lejano,
pero trascendental, verano de 1936:
El
19 de julio, de paisano y en secreto, el general Miguel García de la Herrán llega
a Carabanchel, donde se encuentra ya el teniente coronel Alberto Álvarez de Rementería,
para ponerse al frente de la sublevación. En este cantón, los sublevados
contaban con unos 1.100 hombres y abundante artillería, aunque la adhesión de la
tropa era dudosa.
García
de la Herrán, una vez que toma el mando del cantón de Campamento, decide formar
una columna con la que marchar sobre Madrid. Esta fuerza estaría constituida
por tres baterías del Regimiento a Caballo, ametralladoras y el Batallón de
Zapadores, pero los sublevados de Campamento se enfrentaban a un serio problema
para poder desarrollar con éxito sus planes, los aeródromos de Cuatro Vientos,
Getafe y Barajas permanecían fieles al Gobierno, con sus aparatos en
disposición de actuar contra las guarniciones sublevadas en la urbe y sus
cantones.
El
general García de la Herrán intenta que León Trejo, jefe de la base de Cuatro Vientos,
se sume a la sublevación, pero la negativa de Trejo es rotunda. García de la
Herrán decide entonces bombardear con la artillería los aeródromos de Cuatro
Vientos y Getafe. Al amanecer del día 20, una batería, un obús del 15,5 y otro
del 10,5 comienzan un intenso, pero nada eficaz, bombardeo contra Cuatro Vientos. La acción
sirve de poco porque pronto vuelan sobre Campamento aparatos gubernamentales
procedentes de Getafe que inutilizarán alguna de las piezas artilleras y
hostigarán con sus pasadas los cuarteles sublevados.
Al
ataque aéreo se sumó pronto el ataque terrestre de las milicias y Fuerzas del
Orden que, al mando del coronel Mangada, ascendían desde la Casa de Campo por
el Paseo de Extremadura. El primer ataque fue rechazado con contundencia por el
fuego de la artillería y las ametralladoras de los sublevados, que causaron
numerosas bajas entre los atacantes, pero, a medida que la mañana avanzaba, la
situación se fue haciendo más complicada para los sublevados. Las fuerzas de
Mangada recibieron apoyo artillero procedente de Getafe, y, según iban
transcurriendo las horas, los cuarteles de Campamento se fueron viendo cada vez más
cercados por una creciente masa de milicianos. A media mañana las bajas entre
los sublevados eran muy elevadas y el hostigamiento de la aviación y la
artillería gubernamental fue haciendo mella en la moral de la tropa. Comienzan
así las rendiciones de los cuarteles de Campamento, primero de la Escuela de
Equitación, y, poco después, van apareciendo sábanas blancas en el Cuartel de
Artillería a Caballo, en el Grupo Antiaéreo y en la Escuela Central de Tiro.
En
el Cuartel de Zapadores, donde se encontraban los principales mandos de la sublevación, la situación se vuelve
insostenible. Rodeados de enemigos, castigados por la artillería y la aviación,
e intensamente hostigados desde la calle y los cuarteles próximos que acababan
de ser ocupados por los milicianos, comenzaron las deserciones y sediciones entre
la tropa. Poco después, algunos núcleos facilitaron
la entrada de los gubernamentales en el edificio, lo que supondría el principio
del fin para los rebeldes. García de la Herrán muere en circunstancias poco
claras (parece que asesinado por sus propios soldados), por su parte, Álvarez
de Rementería, haciendo uso de su pistola, resistiría algunos minutos más en la
parte alta del edificio, hasta que es abatido por una descarga.
La
sublevación del cantón de Campamento había sido derrotada y sus jefes muertos. Desde
este lugar, partió hacia el centro de la ciudad una especie de desfile de la
victoria en la que se mezclaron los elementos civiles y militares que habían
permanecido fieles al gobierno republicano. En la urbe, este desfile se fue
mezclando con quienes también celebraban la caída del Cuartel de la Montaña y del
resto de cantones sublevados. Era la calurosa tarde del lunes 20 de julio de 1936,
comenzaban así, tres largos años de guerra y revolución.
JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ
Fotografías: Demolición del cuartel del Batallón de Zapadores, imágenes proporcionadas por GEFREMA (2012).